PERIODISTAS. López Echagüe habla de Verbitsky y de Levinas

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Dice López que hizo treinta entrevistas y que “todos (los entrevistados) aman u odian a Verbitslky y que “no hay una cosa pulcra o una especie de análisis como periodista o militante. O era un buchón o una gran persona, no había punto intermedio”. Debo manifestar mi disidencia porque fui uno de los entrevistados y creo haber sido ecuánime. JS

El Perro HLE
​He​rnán López Echagüe

​Por ​ Mariano Zamorano​ / Ni a palos / Tiempo Argentino​

Hernán López Echagüe es autor de El Perro, la primera de las dos biografías de Horacio Verbitsky publicadas este año. Son más de treinta testimonios y una entrevista con el biografiado en donde, entre otras cosas, se discute su paso por Montoneros, la herencia de Rodolfo Walsh, el exilio en Perú, sus trabajos en la década del 90, su relación con los servicios, su papel en el kirchnerismo y la formación de su propio mito. Tras el rally mediático Gabriel Levinas/Pedro Güiraldes (autor y colaborador de la segunda biografía a publicarse en los próximos meses) en el que se renovaron viejas acusaciones sobre la colaboración de Verbitsky con la Fuerza Aérea entre 1978 y 1982 y su trabajo como ghostwriter de discursos de los brigadieres Ramón Agosti y Omar Graffigna, Echagüe explica por qué observa vaguedad en la investigación y dice no encontrar relación alguna entre El poder aéreo de los argentinos (libro publicado en 1979 por el Comodoro Juan José Güiraldes –retirado en 1951-, y con el que Verbitsky aseguró haber ayudado en el ordenamiento de notas previas) y la Mansión Seré.

En la introducción mencionás que la biografía nació de un pedido de Rogelio García Lupo. ¿Cambió algo tu concepto de Verbitsky durante la investigación para el libro?

No cambió mucho. Había cosas que quería resaltar: haber conocido su oficina sin ventanas en Tribunales, una casa antigua, un edificio que en algún momento pudo haber sido un conventillo, con puertas una al lado del otro en las que que podés imaginarte una costurera, alguien que alquila una oficina por día y al lado Verbitsky con un secretario o secretaria y una habitación chiquita. Desde ese lugar se convirtió en uno de los mejores periodistas de investigación de las últimas décadas de la Argentina, con un poder inefable, con gente que piensa que prácticamente es el autor de los discursos de Cristina o Néstor en su momento, o que influía en la política de Defensa. Me pareció interesante eso. Era como revisitarlo, cuando trabajábamos en Página/12 no había una cuestión de contacto porque él enviaba las notas. El concepto que tenía de él no cambió: un tipo impenetrable que hace un trabajo muy oficinesco en algún aspecto, muy poca intemperie, moviéndose con fuentes de toda naturaleza –algunos testimonios del libro aseguran que era igual en la década del 70-. Un tipo muy sagaz, que pregunta y cuestiona todo el tiempo al entrevistador. Aclaro por las dudas que no es una biografía autorizada como se dijo.

¿Y cómo la definís?

Creo que es más una mirada mía personal, queda claro que dejo de lado reseñar sus principales libros, no entro en sus principales investigaciones ni su relación con Bergoglio, la Iglesia o los militares. Cuento su vida profesional y algunos puntos tal vez oscuros que… no sé si oscuros pero que tal vez se habían tejido un montón de habladurías y me parecían contradictorios por parte de él y otros sectores que hablaban de él. Pero no hubo una autorización. Si sé que pidió ver antes el libro, le dije que ni loco porque no tenía sentido y en ese caso sí hubiera sido una biografía autorizada. Le mandé mail diciéndole que el pedido me parecía obsceno.

Está la figura del mito en la que Verbitsky se reconoce cómodo. El libro cierra con un diálogo en el que te dice “si querés entender los orígenes del mito yo soy judío y soy montonero y estoy en Human Rights y viajo a Estados Unidos”.

Es fácil advertir que al tipo le gusta esa imagen, que comentemos su función de ministro a la sombra, de confabulador, de un tipo que si lo tocan no saben con quién se meten. Le gusta toda esa especie de parafernalia que existe de duda, de dónde vengo, hacia dónde voy, quién está atrás de mí. Pienso que hay una especie de exacerbación por parte de él de esa figura. No habla con tristeza de la construcción de su mito. Lo deja correr. Ser un mito en vida no debe ser agradable para llevar una vida normal, al menos que te guste y yo creo que a él le gusta.

En el libro hay más de treinta testimonios con distintas opiniones sobre su figura. ¿Destacás alguno?

Tuve una entrevista de tres horas en su oficina en la que explica en un momento toda esa cosa absurda que salió ahora. Y te digo absurda porque si no me sentiría un mal investigador. De hecho yo le muestro el acta de la supuesta colaboración con la Fuerza Aérea que tiene Levinas. Le pregunto qué es. Él lo mira, pone cara, dice que no tiene nada que ver con El poder aéreo de los argentinos, y que podría ser un contrato para una biografía de Jorge Newbery que después no se hizo. Me explica una cosa que tiene su lógica, yo no me pongo a juzgar porque para hacerlo hay que tener condiciones y sostén moral y ético, él dice que no tenía un mango y estaba en la lona, tenía un hijo recién nacido, Juan José Güiraldesera un amigo de su padre con el que se tenía mucho respeto y consiguió ese trabajo para editar un libro, como también trabajó en un libro de cocina judía y otro de yoga. Recurrí al Instituto Nacional Newberiano, hablé con Salvador Martínez, el presidente, y le hice llegar el que pensé podía ser el resumen de sesiones. Este hombre me llamó, y en términos muy sanmartinianos me dijo que hace unos años había habido una inundación por lo que no podía corroborar que ese escrito era verdadero o no porque no tenían los originales. Es obvio que de haber corroborado la información, hubiese publicado y se lo hubiera mostrado a Horacio. Eso es lo que me parece totalmente patético de Levinas y Pedro Güiraldesa quien también entrevisté-. No veo por qué el presidente del Instituto Newberiano me va a decir que no a mí y que sí a Levinas. Después hablé mucho con Juan Güiraldesy está totalmente en desacuerdo con la versión de su hermano Pedro, aunque dice que no soporta a Verbitsky porque le parece absolutamente soberbio, pero de ahí a afirmar que hacía los discursos de Graffigna no. Es obvio que mi libro no tiene nada que ver con el de Levinas porque él ve el periodismo de una manera y yo la veo de otra. Jamás le robaría plata a León Ferrari como hizo él que tuvo un juicio por vender obras que la familia del autor le dio para que llevara afuera y en el juicio declaró que se había gastado la plata porque se enfermó.

¿Cuál fue tu postura con respecto al acta de colaboración?

No voy a ser tan sucio como Levinas de no preguntarle algo así. Admito que me costó. En la entrevista le pregunté si no le daba remordimiento pensar que mientras se escribió el libro para el Círculo de Fuerza Aérea –por más que fuera un Círculo de ancianos- había tipos, como en mi caso, que estábamos haciendo cualquier tipo de laburo en el exilio sin documentación y estaban pasando cosas muy feas. Me respondió que no tenía que tener remordimiento, que estaba en la lona sin un mango, y lo ayudó su relación con el amigo del padre. Otra cosa era que me dijera que sabía que escribía el discurso de Graffigna. Levinas lo da a entender. ¿Qué tiene que ver la Mansión Seré con El poder aéreo de los argentinos? Me parece muy maniqueo, muy tirado de los pelos.

¿Cómo describís la figura de Pedro Güiraldes, que en definitiva es el principal acusador?

Es un tipo que tiene un problema prácticamente personal con Verbitsky. Hacía todo un despliegue, con cosas que yo ya conocía pero quería corroborarlas por ser el hijo de Güiraldes. Tuvimos una discusión por el tema de los derechos humanos y me dijo que a su viejo le parecía mal todo lo que estaba haciendo la dictadura. Por otro lado, Pedro Güiraldes piensa que todo el mundo es montonero y que acá hay montoneros que le van a preguntar cosas. Lo noté como una persona que con información precaria quiere desmontar la vida de Verbitsky. Es más: era tal el énfasis que ponía que llegué a preguntarle si tenía celos por cosas que habían pasado hacía treinta años entre su viejo y Horacio. Decía que no podía ser presidente del CELS porque había escrito discursos de Graffigna. Fui a ver a Pedro Güiraldes como fui a ver a Verbitsky, a Nadra o Bayer que lo odian, o a Mattarolo que lo ama. Son treinta entrevistas, todos lo aman o lo odian, no hay una cosa pulcra o una especie de análisis como periodista o militante. O era un buchón o una gran persona, no había punto intermedio.

Verbitsky contestó que este argumento se reflota cuando se mete con ciertos poderes. ¿Coincidís?

No me atrevo a decir que es por eso. Ya me habían contado que Levinas había ofrecido el libro en la editorial y lo habían rechazado solamente por ser Levinas. Se quedaron con la idea y me llamaron a mí. Tal vez por haber conocido a Horacio en su momento, haber compartido espacio de militancia, Rogelio (García Lupo) pensó que yo era el indicado. Creo que lo peor de las denuncias de Levinas es la vaguedad. Yo si fuera jefe de redacción y me traen una información que más o menos veo que no es verosímil le digo que se tome una semana más para investigar y después vemos. Lo más triste que le puede pasar a un periodista es ver que su investigación se cae y por una cuestión de orgullo o intereses la quiera publicar. Después hay una cuestión básica que Levinas empieza a montarse sobre mi libro y decir que Verbitsky me pagó 250 mil pesos para que yo escribiese la biografía Heidi. Por otro lado, tengo que decir que Verbitsky odia mi libro. Tiene esa cosa de los mitos que no quieren que dejen la menor duda sobre su vida, esa cosa de pureza total.

lopez echague verbitsky

¿Cómo lees a Verbitsky en la actualidad?

Más jovial. Primero hablando en primera persona, recordando situaciones, que le quita un poco esa cosa estructurada de abrir guiones y escribir veinte líneas que te dejan con la lengua afuera. Tuve un intercambio a raíz de lo que escribió por Leandro Santoro. Me parece que está tomando un camino importante en general, creo que en todo movimiento -basándome un poco en nuestra experiencia en los años setenta- la crítica es posible. Más allá de que en el libro me hable maravillas de Mariano Recalde esa posibilidad de criticar me parece buena. Hay ciertas cosas en las que lo noto más suelto, como un retorno al Verbitsky más crítico, el buen periodismo que hacía él, un poco irrespetuoso, incierto. Uno no puede pensar que el poder político de turno tiene la voz del amo.

¿En algún momento se llegó a confundir?

Creo que con lo de Milani. Me dice “vos sabés que a veces las cosas a Capital llegan tarde”. No podés decirme que llegan tarde cuando sos el presidente del CELS y no podés decir eso cuando estás muy metido con los derechos humanos. Publico un correo que le manda a Nilda Garré en donde casi pide disculpas, como diciendo que no se lo puede defender más en base a testimonios. Me causaba impresión verlo dar explicaciones. Vos escribí, investigá y publicalo. Lo he visto como más cómodo, arrellanado. Ahora debe haber mucha gente del kirchnerismo que lo putee. La nota de Santoro fue re dura si la balanceás con el pensamiento algo estructurado que tienen algunos chicos de La Cámpora en el sentido de no criticar nada. Me parece muy bueno que en el periodismo o la militancia las cosas no caigan bien y se creen ámbitos de discusión.

¿A qué le decís Ni a Palos?

Ni a palos a Stamateas, a Paulo Coelho, a Lilita Carrió y a Palito Ortega en todo aspecto. Como una vez dijo Verbitsky en unas elecciones en Tucumán en donde los candidatos eran Antonio Bussi y Palito Ortega: “qué dilema el de los tucumanos, tienen que elegir entre el torturador de la picana y el torturador de la guitarra”.

Fotos: Charo Larisgoitia


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