La casita del horror de Montserrat, el barrio de mi infancia

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Este artículo me toca muy de cerca por variedad de razones. En primer lugar porque vivi desde mi nacimiento a los 18 años (y después milité, y después, durante la colimba, volví vencido a la casita de mis viejos, hasta los 21) en el barrio de Montserrat (asi, con “t” intermedia, ya que toma el nombre de la parroquia, y la parroquia de “la moreneta” o virgen negra -sufrió un incendio- del monasterio de Montserrat, muy cerca del cual trabajé en 1977 y hasta octubre de 1978), porque fui uno de los “jetones” de la JP de la UB de México 1405 (y San José) en 1972, 1973 y comienzos de 1974, porque fui el autor de la primera publicación sobre este ccd en El Porteño de enero de 1988 (ver destacado en rojo), y también porque tuve el honor de poner en contacto a Miriam Lewin y a Osvaldo López  (en 1990, cuando era periodista del diario Nuevo Sur y luego que Osvaldo me contará su efímera fuga) e informarles que eran ellos los presos que estaban a ambos extremos del pasillo (ambos sabían que del otro lado había un prisionero del sexo opuesto, pero nada mas). Y, también, porque cuento ahora con la ayuda de Osvaldo para poner una baldosa a las puertas del colegio Juan Martín de Pueyrredón (Chacabuco casi estados Unidos, San Telmo) en honor a sus -al menos- seis desaparecidos. En el reagrupamiento de 1982 que se menciona (destacado en azul) no estuve yo, pero si mi querido hermano Luis.
Por cierto, a veces la historia parece guionada por Saborido y Capusotto: en el antaño cuartel general de la Juventud Peronista (y por ende, de Montoneros) de la calle Chile, se encuentra ahora la Fundación Hastinapura. En cualquier momento tendremos allí la sede de los Hare Krishna. 

www.virreycevallos.wordpress.com

VIRREY CEVALLOS

” Virrey Cevallos” es un blog del taller de periodismo de investigación integrado por un grupo de estudiantes avanzados de Comunicación Social coordinado por Miriam Lewin, realizado con el apoyo del Instituto Espacio para la Memoria y la Faculta de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires en la sede del ex Centro Clandestino.

“Destapando la olla” – “Testigos” y “Ojos que no ven…”

Destapando la olla

Como intento de acelerar el reconocimiento legal de La Casa como Centro Clandestino de Detenciòn, e impedir su venta, se organizó un escrache el 22 de julio de 2003 donde participaron distintos organismos de Derechos Humanos, vecinos y algunos sobrevivientes como Miriam Lewin y Osvaldo López.
Esther Pastorino recuerda lo importante que fue ese día, ya que les permitió dejar señalizado el lugar con figuras alusivas y afiches para que todos dieran cuenta del horror allí vivido. Esa angustia de saberlo y no poder contarlo se terminó para muchos vecinos, quienes sintieron el apoyo de alguien más y se animaron a hablar. De a poco la memoria dejaba de lado el olvido.
La “Agrupación Vecinos de San Cristóbal Contra la Impunidad”, además de presentar notas al Gobierno de la Ciudad y la Nación para solicitar la expropiación de La Casa, buscó asesoramiento para gestionar un amparo ante la Justicia para impedir que sus propietarios hicieran modificaciones.
El CELS realizó el trámite ante el Tribunal incorporándolo en la causa contra el Cuerpo del Ejército. A los pocos días, tras investigar más a fondo, se enteraron de la existencia de la Ley 961/2002 por la cual se creó el “Instituto Espacio para la Memoria” (IEM), donde se determinó que se preservarán todos los sitios donde hayan funcionado Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio para la memoria pública y colectiva.

 Testigos

Gustavo Chavay se mudó en 1974  con su familia al barrio de Monserrat, justamente al lado de La Casa. Para entonces, alguien de apellido Lamas, fletero de profesión, vivía en uno de los dos compartimentos en que se dividía el edificio. El otro lo ocupaba  alguien de quien no recuerda el nombre, aunque lo describe como “una persona del interior del país”.
Dos años después, empezó a ver repetidamente entrar y salir vehículos a toda velocidad, sin patente, del portòn de Virrey Cevallos. Le atemorizaban  las armas largas que portaban sus ocupantes apuntando hacia el cielo en las noches cerradas. Su padre, preocupado por el movimiento extraño, se comunicó con gente conocida de la Comisaría 6ta. Allí le dijeron que se quedara tranquilo, ya que “no pasaba nada”, que lo que veía eran únicamente “movimientos de oficina”.
Por el pasillo de su edificio vio pasar a más de un escurridizo militar que se escapaba de sus ”labores”. Los integrantes del Grupo de Tareas que salían por las noches, saltaban de la terraza de La Casa a la suya y bajaban por las escaleras. Nadie se animaba a decírles nada, actuaban con total tranquilidad, gracias a la impunidad imperante en aquellos años.
Chavay asegura no haber tenido contacto con los dueños de Cevallos hasta 1994, año en que tuvo que recurrir a ellos por una mancha de humedad en la medianera. Luego de mucho rastrear, dio con el paradero de los propietarios, los hermanos Río, quienes tenían a su cargo “Café El Potosí” en la esquina de Av. Rivadavia y Junín. Fue citado allí mismo y en esa oportunidad tuvo su primer y único encuentro con Leonardo Río, el mayor de los dos hermanos, quien se comprometió a solucionarle el problema. Después de eso, nunca más lo vio.
Desde que compraron la propiedad en 1971, algunos vecinos creen que La Casa siempre fue alquilada, incluso tomada, pero no habitada por sus dueños.
Otra de las vecinas que se animó a hablar fue René Córdoba. Ella fue entrevistada por el programa “Punto Doc” del canal “América tv”, en su emisión transmitida en el mes de Julio de 2003, al poco tiempo de realizarse el primer escrache a La Casa. Allí recordó que (…) “al pasar por la vereda sentí que pedían auxilio. Un pedido muy angustioso de auxilio era”. Hoy, ella ya no está, pero su hija Diana todavìa  no puede olvidar el relato de su madre.

Ojos que no ven…

Algunas cosas del barrio cambiaron con los años, pero muchas otras siguen estando iguales, como fotografías sepias y ajadas por el tiempo y el dolor.
Los vecinos que frecuentan la zona, siguen caminando sin hablar, ignorando cierta verdad. Ciegos ante una realidad que está a la vista, con un cartel gigante que clama y reclama ser leído, pero que la mayoría prefiere no mirar.
A cada paso es posible chocarse con vecinos de larga data en el barrio. Muy dispuestos al diálogo nostálgico, sin embargo son reticentes cuando se  les pregunta por esa Casa incómoda. En diagonal a La Casa, observándola desde un lugar “privilegiado”, hay una antigua carnicería, con azulejos de color crema y un amplio mostrador de mármol frío, tan helado como los dichos del dueño del local quien no dudo en decir “habrán hecho las cosas de noche porque yo no vi nada” a pesar de lo habitúes que eran los uniformados a su negocio.
Sobre la calle Chile, en la misma cuadra del Local de la Regional 1 de la “JOTAPÉ”, hay una ferretería, ya gastada por el paso de los años, con su olor característico a chapa, metal, óxido y grasa, la cual, según testimonios, proveía lo necesario para los arreglos de La Casa a los integrantes del Grupo de Tareas. A pesar de eso, su propietario, que aún sigue en el barrio desde hace 48 años, recuerda muy bien los hechos que sucedían en el local peronista, cuando el país era “manejado por ellos” aunque parece nublarse el panorama al hablar de militares, a pesar del cotidiano trato que tenía con quienes manejaban la zona en años de represión. Nostálgicos como un tango que se escuchaba en la Bótica del Ángel, en Luis Sáenz Peña 541, entre Venezuela y México. Melancólicos que recuerdan lo sabrosas que eran las pizzas de “La Pipa de mi Papá”, esa pizzería de Héctor Buonsanti, uno de los integrantes junto a Estela Raval de “Los 5 Latinos”, emplazada en Chile y Virrey Cevallos, o las pizzas de “Cachavacha”, ubicada en México y Solís. Tan sabrosas eran esas pizzas que los “obedientes de la ley y el orden” compraban seguido allí.
Hoy en día, en el barrio, “el no me meto” o “algo habrán hecho” es moneda corriente y es más fácil encontrar a vecinos pertenecientes a la “Asociación de Amigos de la Comisaria 18º” que a vecinos que se reivindiquen con aquella generación que miro más allá de su propio ombligo.

Primer Eje: RECONOCIMIENTO Informe “Huellas de una Casa”

Cerca de aquella esquina del barrio porteño de Monserrat, como detenida en el tiempo, como queriendo ocultar un pasado que siempre está presente, se erige La Casa, con mayúscula, con rasgos de notoriedad. Un portón de chapa marrón, oxidado, sin luz. Dos pisos y dos pequeños balcones.  No es cualquier casa, aunque para muchos vecinos del barrio, dentro de ella no ocurría absolutamente nada en especial. La angosta vereda y la calle siempre transitada, el ir y venir del trabajador, de la señora que pasea al perro. Un barrio como tantos de Buenos Aires. Solo que aquí, cerca de La Casa,  “de eso no se habla”. En caso que haya algo que contar, se lo guarda en el más oscuro de los rincones. Unos pocos vecinos le ponen sonido y voz a su memoria. Otros ven, escuchan y justifican, si se les pregunta. Son los “nostalgiosos” de una época que recuerdan como “más segura, más ordenada”. Hay demasiados que acuñan “poca memoria”.
A mediados del año 1977, Fernando Gurbanov, caminaba por las calles de la Ciudad de Buenos Aires cuando, al levantar la vista, descubre a uno de los integrantes del Grupo de Tareas que había secuestrado a su hermano Carlos meses atrás. Pasado el asombro y la sorpresa de ver nuevamente aquél rostro enjuto, comienza a seguirlo de manera cautelosa pero segura, como si la vereda estuviera minada por bombas a punto de explotar, pensando y repensando cada paso. Luego de unos minutos, que para Fernando se trastocaban en horas, lo ve detenerse frente a una casa de dos pisos de aspecto gris. Alguien, que se asoma por la ventana desde la primer planta y al percatarse de quien estaba allí decide abrir la puerta.

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Fernando Gurbanov

Para Fernando, ésta fue la confirmación de que en ese sitio funcionaba un Centro Clandestino de Detención y que, muy probablemente, fuera el lugar  donde estuviera cautivo su hermano Carlos, al que no veía desde el momento del secuestro.

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Carlos Gurbanov, hermano de Fernando y sobreviviente del ex CCDTyE “Virrey Cevallos”

Tiempo después, Fernando se acercó al “Centro de Estudios Legales y Sociales” (CELS) para brindar todos los datos de aquella antigua casa. Así pues, personal del CELS se dirigió a Virrey Cevallos 630 y toma una fotografía del frente del inmueble, la cual queda archivada en el Centro de Estudios.
Pasan los años, y en la edición nº 78 de la revista “El Porteño” – (Enero de 1988), en la sección “El Posta Post”, se menciona la presencia de un ex Centro Clandestino de Detención en la casona de Cevallos.
A pesar de la publicación periodística, nadie investigó la extraña casona por entonces, a pesar de que la periodista Miriam Lewin (ex detenida-desaparecida de allí) ha dado indicios acerca de la existencia de una casa que había funcionado como Centro Clandestino de Detención y que pertenecía a la Fuerza Aérea, hecho que Lewin se entera cuando se lo mencionan durante su cautiverio posterior en otro CCDTyE, “Escuela de Mecánica de la Armada” (ESMA), perteneciente, claro está, a la Armada Argentina.
Lewin recuerda: (…) “cuando voy a la CONADEP (“Comisión Nacional Sobre la Desaparición de Personas”) no ubico la casa, yo pensaba la habían demolido; ya que cuando me trasladan a ESMA los milicos me dicen que me mandaban a otro lado porque tenían que demoler la casa por un ensanchamiento en la Av. 9 de Julio. Entonces, creía que había estado en la cuadra del teatro Margarita Xirgú, donde hay una casa demolida y tenía las características arquitectónicas de Cevallos. Siempre llegaba a la zona de la casa, pero nunca podía dar con la edificación exacta”. (…) “Tuve la certeza de que había estado en una dependencia de la Fuerza Aérea a partir de los marinos que me hablaban en ESMA. Ellos me decían: ‘Vos sos la chica de la Fuerza Aérea, eso que tenés puesto es el antifaz aeronáutico… ¿no ves que acá es distinto?. Nosotros conocemos a la gente que te trajo y sabemos que son tipos de la Aeronáutica'”.
En 1995, luego de haber pasado por: “la casa está en orden y Felices Pascuas”, “Obediencia Debida” y “Punto Final”, “Indulto”, “Pacto de Olivos”, neoliberalismo salvaje y feroz, década del ’90, pizza con champagne, Ferraris costosas, “glamour en la Casa de Gobierno” y el enmudecimiento acerca de los Derechos Humanos desde los estamentos gubernamentales; María del Carmen Castro, militante en los años ’70 del PRT (“Partido Revolucionario de los Trabajadores”), llegaba al barrio de Monserrat sin saber lo que había ocurrido décadas atrás en esa misma cuadra. Su departamento se ubica sobre la calle Virrey Cevallos entre México y Chile, a unos pocos metros de La Casa.
Años más tarde, María del Carmen se entera de la existencia de este ex CCDTyE, a través de una fuente que decide preservar, la cual trabajaba en un Organismo de Derechos Humanos. Esta persona le comenta que la casa está en venta y que es probable que  termine remodelándose. Favoreciendo, de este modo, las pérdidas de evidencias de lo ocurrido allí.
Un gran cartel de venta se divisaba en el frente de la propiedad. Pertenecía a la inmobiliaria “Enricci”, empresa muy antigua en el barrio, con una local a una cuadra de distancia del ex CCDTyE, sobre la calle México.

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Frente del ex CCDTyE “Virrey Cevallos” en los momentos de la venta del inmueble por parte de la inmobiliaria “Enricci”

Ni lerda ni perezosa, María del Carmen se acercó al martillero público con intenciones de poder ver la casa para comprarla. Al parecer, sus argumentos no fueron suficientemente convincentes para Enricci, quien se negó a mostrársela. Tal vez no le resultara creíble que el interés de la mujer fuera puramente comercial.
En una reunión de la “Agrupación Vecinos de San Cristóbal Contra la Impunidad”, María del Carmen, cuenta sobre la inminente venta de La Casa. Esther Pastorino y Lili Santochi, integrantes de esta Agrupación, deciden involucrarse de lleno para impedir que se pierdan las posibles evidencias que guardaban sus lúgubres paredes.
Mientras tanto,  la fuente no revelada de María del Carmen, se presenta en la inmobiliaria, maletín en mano, cosa que parece gustarle a Enricci, quien decide mostrarle la propiedad. Lo que no sabía el vendedor era que, dentro de esa inocente maleta, se ocultaba una cámara que tomaría imágenes del interior y revelarían el estado del ex Centro Clandestino.

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Esther Pastorino, integrante de la “Agrupación Vecinos de San Cristóbal Contra la Impunidad” y partícipe de la lucha por la recuperación de la Casa.

Julio Ríos fue militante de la UES (Unión de Estudiantes Secundarios) y luego incursionó en la Juventud Peronista (JP) en los años setenta. Si bien no vivió en el barrio, lo frecuentaba por ser un centro neurálgico de la militancia en aquellos años. Uno de los motivos fue que en la calle Chile 1481, a una cuadra y media de La Casa, funcionó, hasta el paso a la clandestinidad de la Organización Montoneros, la Regional 1 de la Juventud Peronista, meca del peronismo de izquierda en Buenos Aires. Allí, se dieron importantes conferencias y anuncios de la agrupación, y desde luego el lugar era frecuentado por  la cúpula montonera.
Ríos recuerda a muchos de sus compañeros, que eran del barrio y de la existencia de muchas unidades básicas, como la de las calles México y San José, y locales de otras organizaciones de izquierda. Luego remarca: “Ese barrio fue muy castigado desde el punto de vista represivo, por eso la dificultad de encontrar hoy en día un referente político de esa época”. Y tal vez aquí una posible respuesta al por qué del constante olvido en el que se amparan muchos vecinos hoy en día en referencia a los años de plomo. Los que podrían recordar, fueron silenciados.
Otro dato interesante, que señala Ríos, es que en las cercanías de donde estuvo la Regional 1 se intentó el reagrupamiento de la militancia de la tendencia en el año 1982. Se remonta a la marcha del 30 de marzo de aquél año, cuando “conociendo a unos y a otros, empezó esta idea del reagrupamiento sobre la base de lo que después fue ‘Intransigencia y Movilización Peronista’, la cual fue una idea de reagrupar dentro del PJ. Para finales del 1982 -que ya estaban las fechas fijadas para las elecciones- me indican sobre el local de Intransigencia, que estaba por Sáenz Peña casi esquina Venezuela. Así, hablábamos con los compañeros que estábamos a tres cuadras de donde había pasado todo”.  Nostalgia militante.

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Liliana Santochi, integrante de la “Agrupación Vecinos de San Cristóbal Contra la Impunidad”.
        Próxima entrega: “DESTAPANDO LA OLLA”  –  “TESTIGOS”  –  “OJOS QUE NO VEN…”

INTRODUCCIÓN del informe: “Huellas de una Casa”

INTRODUCCIÓN

“Yo estuve acá” – José Oscar Osuna sobreviviente del ex Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio (CCDTyE) Virrey Cevallos – “(…) cuando vi el cemento que lo habían reformado y el piso de madera, pensé: ‘no pude haberme equivocado; yo estuve acá'”.
Luego de la recuperación de la antigua casa de “Virrey Cevallos”, José, entre atemorizado, nervioso y con los fantasmas del pasado golpeando su memoria, habla con González, un Cabo de la Policía Federal, que se encontraba haciendo guardia en la esquina de Virrey Cevallos Y México.
– En aquella casa… ¿pasó algo? – le pregunta Osuna con la voz casi pendiendo de un hilo.
– Eso es un ex Centro de Detención de la Dictadura – responde secamente el Cabo González.
– Entonces sí, yo estuve ahí, se… se… secuestra…– José no puede terminar la frase.
La confirmación de su sospecha fue un alivio pero también significó enfrentarse con la realidad vivida. El hambre, el frío, el miedo, la angustia, los gritos, las frenadas de automóviles, las cargas de armas largas, el crepitar de la noche gélida, volvieron a él: “la angustia sube de golpe, desde el estómago, esa sensación de cuando uno sube o baja de un lugar de repente”.

El rugir del portón por donde ingresaban los automóviles de la patota aún está en la mente de Vilma Gladys Aoad, también sobreviviente del mismo ex CCDTyE, donde estuvo cautiva en diferentes períodos de 1977. En  2003, el portón vuelve a abrirse delante de sus ojos, pero con la esperanza de justicia y el deseo de comenzar a cicatrizar sus heridas. “Cuando entré… empecé a hablar como un loro, no paraba de conversar. Muchas cosas estaban tal como las recordaba entonces. El portón lo escuché abrir y cerrar seis veces, porque me llevaron en tres oportunidades a Cevallos” (…) “Incluso antes de entrar pasé con mi auto por delante de Cevallos 630 y ver el portón me impresionó porque fue LA confirmación de haber estado allí”.
El Ex Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio conocido como “Virrey Cevallos” fue un sitio operativo de la Fuerza Aérea Argentina ubicado en el barrio porteño de Monserrat, en la calle Virrey Cevallos 628/630. Según testimonios de los sobrevivientes, funcionó como tal entre 1976 y 1980. Por allí pasó un número aún no determinado de detenidos-desaparecidos.
Esta edificación de dos plantas, cuyo origen data de principios del siglo XX, está construida en un lote de 8,66 x 20 metros cuadrados. Además del personal de la Fuerza Aérea Argentina, se cree que allí actuó también gente de Policía Federal y Ejército. A esa conclusión provisoria se llega debido a testimonios de la periodista, y sobreviviente de allí: Miriam Lewin, quien afirma que uno de los represores, apodado “Charola”, decía ser un hombre de la Federal. Lewin afirma que vio a otro, apodado “Tato” o “Corazón”, quien salía, años después, de una dependencia de la Obra Social del Ejército, en la calle Santiago del Estero, con lo cual existe la posibilidad de que haya pertenecido a esa arma.
La sociedad argentina no olvida y reconstruye el rompecabezas de la memoria con retazos, donde aún hoy hay piezas faltantes. La insistencia y el valor de la Asociación Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, HIJOS y demás organismos de Derechos Humanos, demuestran que los argentinos no olvidamos. Cada paso dado hacia adelante, en la reconstrucción de la memoria colectiva, ayuda a que no se vuelvan a cometer las atrocidades que tiñeron de sangre la historia del país.
“Huellas de una Casa” intenta ser una pieza más en este entramado que manos asesinas han querido sepultar en los rincones del olvido.

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Próxima entrega: PRIMER EJE: “RECONOCIMIENTO”

“HUELLAS DE UNA CASA” Prólogo

Los desaparecidos continúan irguiéndose para mirar de frente la injusticia. Ellos soñaban una vida mejor para todos los hombres y mujeres de la tierra y ese sueño fue plasmado en su lucha diaria, cotidiana y en el amor solidario más supremo que puede dar un ser humano: ofrendar su vida en pos de otros. Mientras los represores gritaban “¡Viva la muerte!”, ellos gritaban más fuerte “¡Viva la vida!”. Este grito prevaleció a través  de los años, más allá de la sangre derramada y traspasó los sueños que albergaron.
Descreemos que no estén más entre nosotros. Ellos hablan en sus escritos, visionarios de un futuro que luego se nos vino encima como un torrente, como lava de un volcán furioso que impregna al pueblo de un capitalismo feroz, dejando en el camino a miles y miles de excluidos y con una deuda externa que los militares supieron inflar hasta cifras extraordinarias. Esos mismos militares que, con la idea de perpetuarse en un poder – avalado y alentado por  sectores de la sociedad civil – intentaron por todos los medios generar el terror en las calles. Pues sino, ¿cómo se explica el hecho de liberar a los secuestrados ilegalmente? Para las FF.AA. la libertad de unos pocos era la forma de sembrar el terror en los barrios, en las ciudades, en la sociedad toda. Deseosos que corriera el run run de la existencia de campos de concentración y exterminio (luego se comprobó la existencia de aproximadamente 500 centros en todo el país). En estos sitios, la persona perdía su entidad, era un número, una letra, un código. Se lo cosificaba. Eso implicaba el “no existir”, el haber sido extraído del núcleo social sin más, el desaparecer.
Tantísimos libros, informes, escritos y testimonios acerca de lo acontecido en la historia trágica reciente de la República Argentina hacen que el aporte de cada uno, desde su memoria, pueda hilvanar y así no dejar inmóvil, al desaparecido, hacerlo aparecer desde los años ’70 hacia el presente y con la proyección segura a nuestro futuro como país.
Las generaciones posteriores no tuvieron donde verse reflejadas, pues hubo una generación invisibilizada, desaparecida, masacrada. La ausencia de ese “espejo” donde reflejarse fue fundamental para que una generación “dormida” acepte el neoliberalismo imperante en los años ’90, no sólo en  la Argentina sino también en toda América. Pero, hoy en día, esto ha virado. Aquella invisibilidad comienza a teñirse de colores, de matices, de formas, de estructuras. La intangibilidad se transforma en masas pensantes,   que, no sólo deseamos volver a sentir la sed de aquellos sueños de los compañeros/as desaparecidos/as, sino también, y fundamentalmente, concretarlos. Aquellos sueños son un boceto de lo que podemos hacer como sociedad, sabiendo que los pueblos emergen conjuntamente y no de manera individual (e individualista). “Los protagonistas de las revoluciones son los pueblos, no los hombres”.
La solidaridad debe ser punta de lanza para combatir cualquier dolor, por más hondo que éste sea. Siempre habrá  una cita con el porvenir, pues es allí donde podremos concretar nuestras esperanzas de libertad y justicia social.
Intentamos por todos los medios resignificar el sitio, luchar contra nosotros mismos; pues, al militar en diferentes Sitios de Memoria tendemos, sin desearlo, a deshumanizar los lugares. Esa deshumanización es la que anhelaban los militares genocidas y en contra de ella batallamos a diario. Entonces, nos aferramos a aromas, de esos árboles que hoy crecen más floridos en el predio, agudizamos los oídos y alcanzamos a escuchar los motores de los aviones surcando el cielo y el canto de la misma especie de pájaros que escuchaban los secuestrados durante los años de plomo. Esos sonidos, hoy colmados de vida, logran tapar el recuerdo de los gritos del Mundial ’78. Y los escuchamos con sus jóvenes vidas antes de que se los privara de su libertad cantar canciones de Sui Géneris, los vemos compartir rocíos, discutimos con ellos el modo de llevar adelante la lucha social, nos reímos con sus risas en torno a un mate lavado, nos emocionamos viéndolos dar sus primeros besos, lloramos en sus lágrimas y militamos en sus vidas.

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Próxima entrega:  “INTRODUCCIÓN”

Presentación de “Periodismo de Investigación”

Con la coordinación de la periodista Miriam Lewin, un grupo de egresados, o avanzados, de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires, nos reunimos a partir de julio de 2012 para formar  “Periodismo de Investigación” en el ex Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio (CCDTyE) “Virrey Cevallos”, ubicado en el barrio porteño de Monserrat.
Allí, comenzamos con un proyecto de escritura de un Informe sobre éste exCCDTyE, la historia del inmueble, el barrio, la recolección de testimonios de sobrevivientes del lugar y recabar la información suficiente con el objetivo de ser un aporte importante en la causa judicial que se lleva adelante.

Participantes de “Periodismo de Investigación”:
Miriam Lewin (coordinación)
Christian Madia
Andrés Salles
Ariadna Dacil Lanza
Yamile Cóceres
Cristian Villalba
Mariana Szostak
Carla D’Odorico


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