11-S. Carta abierta de Luis Salinas al pueblo de los Estados Unidos

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Mi hermano Luis era un genio… autodestructivo que se encargó de perder/destruir casi toda su obra. A dos semanas de la caída de las Torres Gemelas escribió este texto que suscribo con puntos y comas. Lo rescato otro hermano, Víctor. JS.

Carta abierta al pueblo de los Estados Unidos de la tercera parte de América del Norte, la del medio.

 

Luis. nuera de Fermín en de Tony Vázquez

Por Luis Salinas

Hoy es 25 de setiembre del 2001. Ya pasaron 14 días desde “el día que cambió al mundo”, según un montón de titulares que ahora parecen facilongos porque el mundo no ha dejado de cambiar en los siguientes, aceleradamente y para mal. Fueron dos semanas de intensa simpatía y compasión por el pueblo de los EE.UU.

Para muchos de nosotros, los americanos del Sur, es un sentimiento herrumbrado, que hace muchísimo no ejercemos. Por eso es posible que la voz nos salga un poco áspera. Pero hay afecto, de verdad. Y como lo hay, lo primero que necesitamos es ponerles a ustedes un nombre. Ya el hecho de que se empeñen en mantener el país sin un nombre propio los ayuda muy poco a ganarse la confianza del prójimo. Por esa falta se popularizó en todo el mundo el apodo “yanquis”, que tan bien va con “go home”, pero que además de peyorativo es excluyente; por otro lado, las cuatro quintas partes restantes de los americanos sufrimos dentera cuando los oímos autodenominarse “América”. El que utilizamos en el título de esta carta es demasiado largo y diplomático para usarse entre amigos, pero se puede resumir coloquialmente en “Mesonorteamérica” y derivarse al gentilicio “mesonorteamericanos”, que los precisa geográficamente sin desmerecerlos. Es una moción.

El cálculo de las víctimas de Manhattan se estabilizó al fin en alrededor de 6.000. En los primeros días parecía que nunca dejaría de aumentar. Junto con los del Pentágono (es posible que nadie precise nunca la cifra) y los pasajes de los aviones, quizás los muertos lleguen a siete mil. No hay causa nacional, ni humanitaria, ni revolución posible que necesite de esa pila de cadáveres como combustible inicial. El odio que ustedes sienten nos parece muy comprensible. Sin embargo nosotros no simpatizamos en absoluto con ese odio. Simpatizamos con los mesonorteamericanos que viven, trabajan y sueñan, y sentimos una enorme pena por todos esos muertos que no la comían ni la bebían, que nunca supieron quien los estaba matando y seguramente, en un enorme porcentaje, nunca en su vida oyeron hablar de Bin Laden.

Dada la concentración mundial de medios de información en pocas manos (de ustedes) nos enteramos con muchísima facilidad de lo que piensan y les sucede, pero no pasa lo mismo a la recíproca. Los diarios argentinos han publicado cada uno de todos estos días encuestas que muestran que el 80% de los mesonorteamericanos quieren ir a la guerra. Sólo uno o dos diarios y radios nacionales publicaron otras, simultáneas, que dicen que el 80% de los argentinos no. En amplia mayoría no sólo no queremos ir ahí, donde todavía no hay ninguna guerra, sino que tampoco queremos que la haya. Hay razones de sentido común, humanitarias, universalistas y también pedestres razones de interés nacional para que así sea. A Mesonorteamérica le suele ir bien cuando hay guerra. A la Argentina le va bien cuando es neutral, así de simple. Ustedes tienen fama de pragmáticos: pónganse en nuestro lugar. Entre las razones de sentido común universal brilla la de que a dos semanas del ataque todavía no se sabe exactamente quien fue.

Hay ciertos indicios, cuatro flotas, quinientos aviones, cincuenta mil soldados, un número indeterminado de satélites y un presidente que apuntan a un financista, que estaría o estuvo en Afganistán. Es un malo con cara de malo de película de Carlitos Chaplín pero con un pasado bastante más complicado, en el que la CIA, el aparato financiero militar de Mesonorteamérica y dos generaciones de la familia Bush aparecen generosamente mezclados. De hecho, el tipo ni siquiera existiría si no fuera por la CIA, etc. Pero un financista no es una organización terrorista, la organización no es un gobierno, el gobierno de un país no es su pueblo (sobre todo cuando se trata de una dictadura que llegó al poder financiada por ya saben quien) y sin embargo las bombas las recibirá el pueblo. Acá hay demasiada metáfora y poco enemigo. En nuestro país en particular, cuando alguien ordenó la guerra contra un enemigo indefinido la ligamos casi todos. De esa amarga experiencia viene que las frases del tipo “el que no está con nosotros está contra nosotros” no nos entusiasman para nada. En seguida nos agarra complejo de “enemigos”. La caza de criminales no es ninguna guerra, es un operativo policial. Cuando hace diez años el padre del actual presidente decidió el uso de tropas para la captura de Manuel Noriega, el líder de Panamá, bajo la acusación de “narcotráfico”, la primera acción del ejército de Mesonorteamérica fue bombardear los barrios más populares (y negros) de la capital, particularmente el del Chorillo, y la ciudad de Colón, con un número de víctimas inocentes que nunca se reveló. No eran menos humanos que los neoyorquinos. Una vez capturado Noriega, aquel Bush “olvidó” devolver el Canal a la soberanía panameña. La “Justicia Infinita” de ustedes jamás persigue lo que dice perseguir. Todo indica que  en Mesonorteamérica quien mayor tajada sacará de la catástrofe que empezó el 11/9 (pero que promete seguir acumulando muerte) será el sector industrial/militar al que responden tanto Bush como la CIA. El Tesoro de ustedes aumentará las tasas internas para lograr liquidez y de rebote, nuestra deuda externa se pondrá aún más jodida que lo que ya es hoy (cuando es insoportable). En base a la industria militar y sin decirlo, Mesonorteamerica hará política económica keynesiana para capear la recesión y la desocupación que estaban llegando. ¿Saben que el gobierno de Mesonorteamérica y los organismos internacionales en los que ese gobierno es determinante nos prohíben hacer keynesianismo a nosotros? Estas son buenas razones para que nosotros seamos pacifistas. Sin embargo queremos asumir el punto de vista de ustedes. Piensen un momento: ¿Quiénes los expusieron a ustedes a los iracundos, primero, y fracasaron miserablemente después en protegerlos? ¿Quién fogonea la estúpida teoría del choque de las civilizaciones? ¿Quiénes confunden Patria con Imperio? ¿Quiénes crearon y azuzaron al enemigo? ¿Y cual es su propuesta ahora?

Ahora que los lugares más protegidos resultaron los más vulnerables, cuando está claro que ningún escudo antimisiles hubiera detenido boeings volando lentamente a 400 metros del suelo, después de que el poder discrecional de policía sobre internet y la red telefónica no supo detectar una organización con un mínimo de cien agentes “en el terreno”, algunos de ellos desde hace ocho años, la propuesta (de Bush, el aparato de inteligencia y los cuatro lados que le quedan al Pentágono) es más de lo mismo. Quizás ustedes sepan que en el resto del mundo circula toda clase de teorías conspirativas que coinciden en suponer un cierto grado de complicidad interna, complicidad, se entiende, enraizada en lugares de responsabilidad. Todavía es demasiado pronto para especular sobre esto y por otra parte, hoy en particular, no deseamos ser ofensivos. Pero hay un límite en el que la mezcla de soberbia, avaricia e imprevisión se tocan claramente con la complicidad.

Nadie tiene derecho a construir el bienestar económico de una nación sobre la base de una guerra en otra parte del mundo cada diez años y la exclusión social de una masa de personas siempre creciente. Si Mesonorteamérica fuera una empresa o una industria, podría decirse de ella que no es económica ni ecológicamente sustentable si consideramos las consecuencias que acarrea su existencia para el planeta, que de esto también se trata la globalización.

Somos muchos en el mundo y ya no podemos permitirnos andar a los codazos. El sobreconsumo de ustedes nos jode a todos los demás en proporción. Y no es bueno: ni la guerra, ni el hambre, ni el despilfarro de recursos naturales, ni tampoco el lujo desmedido son propuestas de futuro deseables. Cabemos todos, pero a condición de no sacudir el bote.

A propósito de la globalización: El mundo era más divertido antes, variado como en una película de Indiana Jones pero en serio. La globalización lo está volviendo una infinita y aburrida sucesión de habitaciones iguales. Demasiados Mc Donald’s y pocos beduinos, por caso. Los Mc Donald’s, los aeropuertos, los hipermercados y las discos tienen fama de ser lugares idénticos entre sí en todo el mundo; si uno despertara sin memoria dentro de uno de estos lugares, tendría que salir a la calle para enterarse de en qué país está. Hay otra cosa que se está volviendo uniforme ¿saben? Los pobres del mundo y los lugares en que viven los pobres son cada vez más parecidos. Hay grandes diferencias entre un argentino de clase media-alta y un pequeño jeque árabe, pero ustedes no serían capaces de distinguir entre un piquetero salteño y otro palestino.

Gracias a la efectividad de los medios y a la contundencia de las imágenes, todos los aspectos simbólicos del ataque a las torres quedaron subrayados. A mí y a muchos en mi país nos llamó la atención el modo en que la globalización cierra el círculo. Desde casi esas mismas torres se inició como una formidable ola financiera, hace ya más de quince años: y ahora retornó a ellas convertida en estas bolas de fuego. Antes de transformarse en bélica, la globalización fue económica, pero también comunicacional, informativa, étnica, cultural. Lo único que la globalización no fue todavía es democrática. Urge que lo sea; que sea dirigida por todos los pueblos en conjunto, desde esos centros mundiales a los que Mesonorteamérica desprecia, resta colaboración y desfinancia, como la ONU o la OIT. Urge que quienes más joden el medioambiente común sean los primeros en firmar los acuerdos para protegerlo; que quien desea justicia universal empiece por prestar colaboración a los tribunales internacionales, etcétera. Pero estos son los tratados, organismos y tribunales a los que Mesonorteamérica se niega tozudamente a sumarse.

Nada de todo esto justifica la voladura de siete mil personas, ni de una sola. Pero la fuerza de las imágenes del bombardeo de Nueva York da una idea para la salida de esta crisis. Si su ejército filmara con cien cámaras diurnas y nocturnas y desde todos los ángulos posibles el inicio de su propia represalia, es muy probable que el deseo de venganza del público mesonorteamericano se aplacara con mucho menos. Con solo ver una vez como algunas pocas personas deflagran, quizás con una sola imagen bien lograda: pongámosle la de un niño que pasa a ser huérfano y cadáver en el mismo instante, con una teta amputada en la boca, el odio quedaría saciado. Es más sencillo, más barato, menos peligroso e igual de efectivo que arrasar un país entero.

Esto es todo. Discúlpennos si el tono resultó violento. Resta una posdata, pero no está dirigida a uds., los mesonorteamericanos medios, sino a su presidente. Y es lo que sigue:

No nos agrada ver a Dios mezclado en estas cosas. Con cualquier nombre, Dios nos pertenece a todos, incluso a los que no creen en Él. No queremos ni oírlo a Ud. hablar del Destino Manifiesto; para Destino Manifiesto tenemos demasiado con los pilotos suicidas. Dios es Uno, pero su imagen es regional, y el nuestro es un Dios en el que cree fundamentalmente la gente humilde. Tiene una profunda piedad por los hombres y por lo difícil que les resulta la vida en general, quizás porque se nos mestizó un poco con Nguchén, el Dios de los Mapuches, que nos creó por equivocación y a quien la culpa no deja vivir en paz, o con Kooh, el de los Tehuelches, que creó los mares a fuerza de puro llorar de soledad, hasta que los hombres se le ocurrieron como remedio.

Para los mapuches el infierno simplemente no existe; nadie puede querer castigar a seres que ya la pasan tan mal en vida. Para los pobres de América del Sur, el infierno es un lugar más bien desierto, porque solo van los psicópatas rematados; y el purgatorio es acá mismo. En América del Sur nadie va al infierno por deudas. Esta es una característica compartida con Jehová, que ordena una amnistía de deudores cada siete años, y con Alá, que es extremadamente misericordioso con los más pobres. Ninguna de todas estas personalidades de Dios lo acompañaría a Ud. en un bombardero. Fíjese bien en quien es el copiloto.

Dios sea loado, y también sus innumerables profetas. En la diversidad está el gusto.

 


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5 comentarios

  1. Es una carta sin tiempo y para todos los tiempos . leía a Luis y Juan en el Porteño con la misma satisfacción que ahora . Gracias .

  2. Muy bueno, soy un asiduo lector de internet, y la verdad hacia tiempo que no leia algo tan bueno. Gracias.

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