Yemen: Un pantano en el desierto

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POR GUADI CALVO / REBELIÓN

Antes de involucrase en la guerra civil yemení, en marzo último el reino Saudita se aseguró de cubrir sus espaldas. Lo primero fue tener una excusa digerible para la opinión pública europea y estadounidense: reinstalar en el poder al presidente Mansour Hadi, que había renunciado a su cargo en enero último, luego de ser desplazado por Ansar Allah, la organización armada que responde a Hutíes, musulmanes shiís.
Aunque los hutíes (foto) tienen obvios vínculos con Teherán, están acompañados por grandes sectores populares sunís descontentos con las política económicas y sociales de Hadi y la cada vez más asfixiante presencia de al-Qaeda para la Península Arábiga (AQPA), de alguna manera aliada a Hadi, agitar el fantasma del tenebroso Irán todavía sigue siendo redituable ante las buenas conciencias occidentales.
La segunda variable que Riad tuvo en cuenta fue establecer una importante con países que, ya sea por conveniencia política o económica, tuvieron que seguir el divagante plan saudí: Emiratos Árabes, Kuwait, Bahréin, Qatar, Sudán, Marruecos, Jordania, Egipto y Pakistán se alinearon detrás del rey Salman bin Abdulaziz que ya contaba con el guiño de Washington y Londres.
No muy convencidos de los ímpetus guerreros de sus socios, el ministro saudí de defensa Mohammad bin Salman al-Saud, hijo del rey Salman, se reunió con el presidente afgano, Mohammad Ashraf Ghani, a quién prometió importantes inversiones en su país a cambio de que Kabul “inundase” Yemen de combatientes. El reverdecer del talibán hizo que Ghani desechara el convite.
Tampoco consiguieron demasiado del presidente egipcio Abdel Fattah al-Sisi, que ansioso de dólares frescos prometió más ayuda de la que concretó finalmente.
El peso de la guerra contra los hutíes lo han llevado sectores del ejército yemení todavía leales a Hadi y las aviaciones saudita, de los Emiratos Árabes, Bahréin y Kuwait, que utilizan bombas de racimo, fabricadas y diseñadas en Estados Unidos y prohibidas por las convenciones internacionales por terribles efectos sobre las poblaciones. Son estas bombas las que han causado la mayoría de los 6 mil muertos civiles, entre ellos unos 500 niños, y 27 mil heridos. La agencia de refugiados de la ONU (ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) dijo que más de 114.000 personas habían huido y predijo que la cifra podría llegar a 200.000 a finales de 2016. Otras organizaciones ya hablan de 1.5 millón de desplazados.
La crisis humanitaria en Yemen es atroz. Los ataques aéreos no sólo han destruido viviendas, escuelas, hospitales y mezquitas, sino también infraestructuras como puentes, carreteras y plantas potabilizadoras, fábricas, drenajes hídricos y cloacales.
El sistema de abastecimiento de agua, alimentos y medicamentos ha desaparecido por lo que 4 de cada 5 de los 23 millones de yemeníes necesitan algún tipo de asistencia humanitaria. Las altas temperaturas, el quiebre del sistema sanitario y las durísimas condiciones de vida vehiculizan la propagación de multitud de enfermedades.
El bloqueo al que está siendo sometido el pequeño país impide que pueda ser abastecido por via marítima: Con la excusa de impedir el contrabando de armas para los hutíes, los buques de la coalición, dispuestos en el Mar Rojo, obligan a las naves mercantes a mantenerse alejados de las zonas de operaciones.
Nada parece detener la brutal embestida de la alianza encabezada por el rey Salman, pero a pesar de los casi 7 meses de continuos ataques los hutíes se mantienen activos y siguen dando duros combates.
Tras un ataque aéreo contra Saná, la capital yemení, en manos de los hutíes, el jueves 15 éstos respondieron con un ataque con un misil Scud contra una importante base aérea saudita en Khamis Mushayt, cerca de la frontera con Yemen. Medios iraníes informaron que los hutíes también derribaron un caza F16 saudita y capturado a su piloto.

Un masacre para terminar la guerra
El rey Salman habrá experimentado durante los últimos meses la sensación de encierro que los dirigentes de los Estados Unidos y la Unión Soviética sintieron en Vietnam y Afganistán, respectivamente.
La entente de Riad y sus socios ya mató muichísimas personas, pero para terminar la guerra tendrá que matar muchas más. Meses de constantes bombardeos no han podido doblegar a los hutíes, por lo que tendrá no sólo que incrementar los ataques aéreos sino también implementar acciones terrestres a gran escala. Y ninguno de los aliados tiene la convicción necesaria para librar una guerra de esas características.
El martirio del pueblo yemení quizás se encuentre opacado por lo que vive Siria, Palestina o Irak, pero no es menor. Sus enemigos saben que a base de bombardeos el conflicto se puede prolongar por años, y por eso Riad sabe que para que no surja el peligro de sufrir una derrota por desgaste, es perentorio llevar tropas al terreno, donde las bajas de ambos bandos se multiplicarán exponencialmente.
Riad carece de combatientes con experiencia como para enfrentar a los durísimos milicianos yemeníes. Al igual que las egipcias, las fuerzas armadas sauditas solo han sido probadas en conflictos internos. Las egipcias en la persecución a los Hermanos Musulmanes y los diversos grupos salafistas que intentan asentarse en la península del Sinaí. Así las cosas, las fuerzas sauditas ya han recibido en el paqsado cercano (2009) un fuerte revolcón por parte de sus vecinos yemeníes, y sólo pudieron en 2011 tener éxito en reprimir la insurrección del pueblo de Bahréin (mayoritariamente shií pero sojuzgado por un monarca suní) porque la relación de fuerzas era notoriamente asimétrica.
Sin contar con las promesas del presidente afgano, que prometió en vano “inundar” Yemen con sus mujaidines, la Casa de Saud recurre a sus aliados más próximos.
De todos ellos quizás sea Sudán, quién más infantes pueda aportar, ya que el costo político a pagar Omar al-Bashir (en el poder desde 1989 y que acaba de triunfar en una nueva elección con el 94. 5 % de los votos) será una bicoca si se lo compara con los 400 mil muertos y más de 2.5 millones de refugiados que ha sufrido su pueblo en las diferentes guerras que encaró en 26 años de gobierno.
El domingo 18 de octubre arribaron al puerto de Adén los primeros 300 hombres de un contingente de los 10 mil que al-Bashir se ha comprometido a enviar para luchar contra los hutíes.
Por otra parte, Al-Qaeda para la Península Arábiga, que en abril capturó la ciudad de Mukalla, capital de la provincia de Hadramaut, ahora lo ha hecho con Zinjibar, capital de la provincia de Abyan, donde estableció la saaria, prohibiendo a las mujeres estudiar y condenando a muerte a los desobedientes e incluso azotando hasta la muerte a acusados de brujería.
La banda salafista continúa su expansión en el territorio y quizás para los próximos meses, tras las fugas masivas de los combatientes del Estado Islámico espantados por la intervención rusa, parte de ellos pasen a Yemen para participar de una guerra en la que tienen más posibilidades de ganarla.


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