TÉVEZ, MESSI, PUTIN, TRUMP & ASSANGE. El periodista John Carlin: gorila, pelotudo… y posiblemente algo mas

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Es el gorila del año. O, al menos, de lo poco que va del año. John Carlin es en alguna medida un periodista argentino pues aunque nació en Londres de madre española y padre escocés, inició su carrera en el Buenos Aires Herald viviendo en la Argentina y en tiempos de la dictadura. Carlín fue entonces como después, como corresponsal en Centroamérica y en Sudáfrica, un hombre valiente. Se especializó en política internacional y fue en importante medida el autor de la pasteurización de la figura de Nelson Mandela (posiblemente, justo es reconocer, con el consentimiento de este) de tal manera de que en su hagiografía El factor humano apenas se sobrevuele su condición de jefe de la guerrilla “Lanzas de la Nación” y su carácter, ya en el gobierno, de principal sostén económico tanto de Yaser Arafat como de Muamar Gadafi.

Dicho todo esto, debemos decir que, además de ser un gorila recalcitrante, cuando pontifica sobre la Argentina desde Barcelona, donde vive, hace el tonto. Cuando escribe sobre deportes mucho, hasta el punto de haber escrito que los argentinos festejamos más el primer gol a los ingleses con la mano que la obra de arte que fue el segundo. Y cuando escribe de político todavía más. Tanto que algunos opinamos que siempre fue o se ha convertido en un pelotudo. Hasta el punto de que suele ser citado por Jorge Lanata. E incluso da para sospechar que, como en el caso de Lanata, sea algo más que un nabo: que trabaje para el enemigo.

Pero no seamos tan mal pensados. Como muestra de su pavez, basta un botón: inspirado por el resonante pase de Carlos Tévez a un equipo pekinés, el domingo escribió en El País una divertida ucronía, El año del perro, referido al año 2030, cuando supone que China será una superpotencia futbolistica. Además de la boutade de situar entre las personas más ricas del planeta a Vladimir Putin y Cristina Fernández de Kirchner, Carlin termina su nota así:
“Lionel Messi se propuso ir a China también pero al enterarse de que ahí no habían oído hablar ni de los bifes de chorizo, ni de los chinchulines, ni del dulce de leche decidió retirarse en su Argentina natal, el país más próspero del mundo per cápita desde que el peronismo despareció del panorama político nacional, y emigró a Estados Unidos durante la campaña presidencial de 2016, el año del mono.”

Tamaña estulticia (que me recuerda el título de un libro publicado por Andrés Oppenheimer hace tres décadas, Los últimos días de Fidel) congeló en mi rostro una sonrisa irónica que se volvió rictus cuando hojeé El País de hoy y me encontré otra nota titulada Los gemelos Trump y Assange.

A Carlín, un inconsolable “viudo” de Hillary Clinton, le ha molestado sobremanera una de las declaraciones más sensatas que haya hecho el presidente electo de los Estados Unidos: que le tenía más confianza a Julian Assange que a la CIA, la NSA y los demás servicios de inteligencia de su país, que aseguran, sin presentar ninguna prueba, que fueron hackers del Kremlin quienes decidieron el resultado de las elecciones estadounidenses (Assange dice que la fuente de las revelaciones publicadas por Wikileaks fue otra y una investigación descubrió que el jefe de campaña de Hillary, John Podesta, perdió en un taxi un smartphone en el cual hacía todo tipo de anotaciones sin encriptarlas… las que habrían caído en manos de un joven informante de Wikileaks).

Como si ignorase que Assange cayó en una celada tendida por la CIA (una de sus denunciantes suecas dice que la policía forzó sus declaraciones y la otra declaró que estaban en plena faena cuando a último momento ella le pidió que se retirara, cosa que él no hizo, por lo que considera que fue violada), Carlin escribe: “Ninguna sorpresa que celebridades progresistas como Hugo Chávez, Michael Moore, Lady Gaga, Oliver Stone, Bianca Jagger, Noam Chomsky, Baltasar Garzón o Pablo Iglesias (para poner en el mismo plano a Chávez, Chomsky, etc., con Lady Gaga hay que tener jeta) hicieran cola entonces para proclamar su admiración por Assange. Tan incondicional que cuando Assange se refugió en la Embajada de Ecuador en Londres en 2012 para evadir una solicitud de extradición a Suecia, país donde aún le busca la justicia para que responda a cargos de supuesta agresión sexual, sus acólitos coincidieron en que Assange no era un prófugo de la ley de un país democrático, sino un asilado político, como si de un disidente norcoreano se tratase.”

Carlin cita a antiguos colaboradores de Assange que lo describen como megalómano y narcisista, y con tan paupérrimo bagaje compara a ambos, Trump y Assange, que lo que tienen de parecido entre sí es lo blanco de los ojos. “Ambos tienen que ser siempre el centro de atención; ambos son populistas en el sentido de que siempre ansían la adoración de las masas”, dice que dijo uno de ellos. “Ambos también comparten el dudoso honor de haber sido acusados de abuso sexual, y de negarlo todo como parte de una conspiración en su contra”, añade de su coleto.

“La cuestión ahora es si los famosos de la izquierda internacional que han insistido en consagrar a Assange como santo, mártir y audaz defensor de sus valores tendrán la osadía moral de (…) cambiar públicamente de opinión; si optarán por dar su bendición a Trump o, quizá más factible, si pedirán perdón y reconocerán que Assange, convertido hoy en héroe de la derecha más extrema del imperio, es un fraude, un loco y un traidor.”

Ahora sólo le queda tratar de convencernos de que Edward Snowden es fascista. Y Hillary, pacifista.


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2 comentarios

  1. En cuanto a Tevez, por mi puede decir lo que quiera de ese traidor de su clase y amigos, que vino al país con muy suculentos contratos asegurados para sostener y alentar la candidatura de Isidoro Blanco Villegas, al punto que lo que no podía pagar en blanco Boca, y en negro los famosos “errores de carga”, hizo que mirar la tele fuese un hartazgo de su presencia.
    Nunca menos y abrazos

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