ACERCA DEL EXTERMINIO: Para “La Nación”, los de Intratables son “debates esclarecedores”

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A propósito de la editorial de hoy, titulada así.

 

Para debates “esclarecedores”, son mucho mejores los que se tienen lugar en la justicia federal

 

Esqueletos de detenidos-desaparecidos en el Pozo de Vargas, Tucumán.

 

OSCAR TAFFETANI

La primera acepción para la palabra “genocidio” que leemos en el diccionario de la Real Academia Española es: “Exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad”. Ese concepto. más allá de las interpretaciones, ampliaciones y precisiones jurídicas, se ha mantenido a lo largo del tiempo. Esto quiere decir que no importa si los muertos fueron seis millones, treinta mil o siete mil, sino que se cumpla la condición de que pertenezcan a un mismo grupo étnico, religioso o político.

El plan sistemático de exterminio diseñado y ejecutado por los nazis especialmente a partir del decreto “Noche y Niebla” de Hitler (1941), comprendía primero a los comunistas y socialistas alemanes; después, a los miembros de la Resistencia francesa y finalmente a grupos étnicos muy definidos como los gitanos y los judíos de Europa. Fue a raíz de esa metodología nazi que el pastor luterano Martin Niemöller compuso un célebre epigrama: “Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista. Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío…” (más tarde, Bertolt Brecht adaptaría esas palabras de Niemöller en un panfleto).

Entonces –repetimos– el número (o en palabras de Stalin, “una estadística”) no es algo que incida o sea determinante en la aplicación de la figura del genocidio, como tampoco lo es para determinar la figura, ya aceptada por la justicia universal, de la desaparición forzada de personas.

Por eso resultan inadmisibles, e incluso ofensivas (no sólo para las víctimas, sino para nuestra Justicia y nuestras instituciones) las palabras del editorial publicado hoy por La Nación.  Leemos allí: “Tras una cifra falsa del número de muertos y desaparecidos para que alcanzara la categoría de genocidio (!) se trató absurdamente de equipararlo con el Holocausto, que se cobró alrededor de seis millones de víctimas”.

La nota editorial de marras confunde deliberadamente la cifra de desaparecidos denunciada en 1976 por la CADHU (cuando había secuestrados no reconocidos por la policía ni las fuerzas de seguridad, había detenidos ilegales y también muertos que iban descubriéndose como “NN” o bien se blanqueaban en enfrentamiento fraguados) con la cifra, más ajustada, que comenzó a establecerse una vez abierto el registro de la Conadep, en 1984. No sólo hay ocho años de distancia entre una cifra y la otra, sino que existe la distancia -abismal- entre una dictadura genocida que sólo podía ser denunciada por terceros y por organismos de derechos humanos y la democracia argentina recuperada en diciembre de 1983.

Y en cuanto a la celebración genérica del “debate” que hace el editorialista a partir de una emisión del programa televisivo “Intratables”, sólo apuntaremos que son más importantes para la memoria, la verdad y la justicia los debates realizados en los juicios orales y públicos por delitos de lesa humanidad, que se vienen cumpliendo, no sin dificultades, desde 2006, tras la derogación de las leyes del olvido y los fallos de la Corte Suprema sobre los indultos del PEN.

Ésos -los de la Justicia- son debates verdaderamente esclarecedores, mal que les pese a los súbitos negacionistas argentinos.


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4 comentarios

  1. Yo aportaría que de acuerdo a las definiciones que se manejan hoy en las ciencias sociales e históricas (historia, antropología , etc.) ya nadie que considera -a diferencia de lo que ocurría hacia principios del siglo XX o en la época de los nazis- que los límites de un grupo humano o identitario tengan que ver con los genes (la “sangre”, en el lenguaje de aquella época); en otras palabras que las definiciones de grupo étnico, grupo religioso, grupo político están cada vez más imbricadas. Un grupo identitario -cuyos límites por otra parte son fluidos y cambian permanentemente, se redefinen, etc.- se va construyendo a lo largo de un proceso histórico (en otras palabras, político), y está unido por lazos de tipo cultural, político e histórico. Y el mismo análisis puede aplicarse a las concepciones de los perpetradores, cuya subjetividad (por lo general patológica) al fin y al cabo definen los límites del grupo a ser destruido, independientemente de las diferencias enormes que puedan existir entre los integrantes de ese grupo. Así, el colectivo “los judíos” tal como era imaginado por los nazis tenía tanto de grupo étnico-religioso como de grupo político, rol en el que se confundían (siempre dentro de la cosmovisión enloquecida de los nazis) con el otro enemigo esencial, “los comunistas”: ambos eran, aunque se los calificase de “enemigos raciales”, enemigos políticos. Por otra parte, en el caso argentino, cuando uno lee las delirantes declaraciones de los perpetradores -argentinos y católicos- se puede ver que la concepción que ellos habían armado en sus cabecitas (de acuerdo con su lunática visión del mundo) hace aparecer a “los subversivos” como algo que se acerca mucho a la concepción tradicional de un grupo étnico-religioso.

    • Alejandro vivo en suecia y te puedo asegurar que los grupos facistas como Front entre otros desparramados en toda europa continuan con su propaganda Aria! y la iliminación de judios, gitanos, extranjeros, homosexuales, bajos, comunistas etc etc…todavia Alejandro esta gente nos quiere imponer lo que ellos denominan raza aria!

  2. Pájaro… Te noto como enmudecido, frente a la situación de tu héroe del “Ejército Nacional, Popular, Revolucionario Intergaláctico”, que está durmiendo su segunda noche en la misma prisión desde donde lo sacó a Ramón Olivera.

    ¿De verdad vas a quedarte callado? ¿Ni una sola opinión? Era tu héroe!

    Rubén

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