FRANCIA – ELECCIONES / 1. El inicio del cambio o la continuación de la degradación

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“En Francia teníamos un modelo de política industrial que daba al sector público estatal un papel mayor y que funcionaba. Hoy está completamente parado. En su lugar tenemos un estado cuya principal preocupación es la estricta subordinación a las directivas de la Comisión Europea. Es necesario un replanteamiento completo de nuestra posición internacional, en especial hacia Rusia”, señala el ex ministro socialista Jean-Pierre Chevènement.  El veterano político francés opina que sólo si hubiera un hombre de Estado al frente de Francia se podría reconducir la situación actual, que implica necesariamente romper la conducción alemana de la UE, creando un frente con Italia y España.  Advierte que Alemania no va a reorientar su política por voluntad propia. 

Jean-Pierre Chevènement: “Los dos partidos que gobernaron Francia medio siglo se hunden”

 

Candidatos a la primera vuelta

El ex ministro socialista francés asegura que los riesgos para Europa “vienen del sur y no del este”. Jean-Pierre Chevènement es partidario de replantear las relaciones en la Unión Europea para no ir a remolque de Alemania y estar más cerca de Rusia.

 

RAFAEL POCH, París / LA VANGUARDIA

Ex alcalde, senador, diputado, cuatro veces ministro socialista, candidato a la presidencia en el 2002 y siempre heterodoxo, Jean-Pierre Chevènement es un peso pesado de la política francesa. Se opuso al tratado de Maastricht y, siendo ministro de Defensa, a la segunda guerra del Golfo, impulsada por Estados Unidos y Gran Bretaña contra Irak. A sus 78 años, este gaullista de izquierdas y acérrimo soberanista representa para muchos la quintaesencia de cierto espíritu republicano. Cree que Francia se encamina hacia un cambio, quizá tumultuoso, y que para superar los actuales atolladeros europeos su país debería hablarle claro a Alemania.

P.¿Cree que las próximas elecciones van a resolver alguna cosa en Francia?

R: Marcarán una mutación profunda en la historia de la V República. Los dos partidos que han dirigido el país medio siglo están al borde del hundimiento. El Partido Socialista troceado en tres; el que se suma a Mélenchon, el social-liberal absorbido por Macron, y lo que queda entre ambos que a la vez quiere continuar lo que ha hecho y romper con ello, aunque sea de forma no muy realista, pues la renta básica, que implica que la gente pueda jubilarse antes de haber comenzado a trabajar, no me parece muy seria (NE: el candidato Benoit Hamon es el impusor de la idea de la renta básica) .

La derecha se ha hundido mucho porque su vencedor en las primarias se ha revelado muy frágil. Puede parecer injusto, porque Fillon nunca estuvo implicado en los grandes escándalos de tráfico de armas y así, pero por desgracia para él, ha sido salpicado por cosas que todo el mundo comprende; le han regalado trajes, empleó a su mujer parece que de forma irreal…Será muy difícil que avance contra esa corriente.

El resultado es una perspectiva de ruptura alrededor de Macron, un hombre que nunca fue elegido, audaz, inteligente y que domina los sondeos a dos semanas de la primera vuelta, pero que puede ser un presidente muy frágil si no logra una sólida mayoría parlamentaria a su alrededor. La explicación del fenómeno no es en términos de programa, sino generacionales: el mismo dégagisme, un voto de castigo contra todos, (NE. “dégagisme” es un neologismo inventado por Jean-Luc Mélenchon para definir la mentalidad del “que se vayan todos” por parte de un electorado desencantado) que ha eliminado a Hollande, Sarkozy, Juppé, y Valls, que actuó también contra Montebourg en el Partido Socialista y que afectará a Fillon, beneficia a Macron. El problema es que no está claro que vaya a haber una mayoría en la próxima Asamblea Nacional. Los acuerdos que se alcancen podrían no sobrevivir a las reformas estructurales anunciadas, que serán percibidas como regresión social.

Se habla de una gran coalición, como en Alemania…

No tenemos esa tradición. (El ex ministro Hubert) Védrine defiende eso, una especie de recomposición de la derecha y la izquierda con un consenso para no sobrepasar las líneas rojas del otro. No creo en esa hipótesis. Si no hay una clara mayoría vamos a una reedición V República, sino a una VI República…

La República ya se refundó en los años 1848, 1870, 1946 y en 1958, ¿será deseable hacerlo de nuevo?

Sería deseable alrededor de un programa y eso es lo que me parece débil en el señor Macron, que espera que Alemania cambie su política europea. No creo que ocurra. Su colosal potencia exportadora no es trasladable a Italia, Francia o España, y va a tener serios problemas con la nueva orientación de la política norteamericana y por su demografía. En Francia teníamos un modelo de política industrial que daba al sector público estatal un papel mayor y que funcionaba. Hoy está completamente parado. En su lugar tenemos un estado cuya principal preocupación es la estricta subordinación a las directivas de la Comisión Europea. Y en política exterior nos hemos dejado arrinconar en Oriente Medio y remolcar por la política alemana, polaca y báltica en Ucrania. Un replanteamiento completo de nuestra posición internacional, en especial hacia Rusia, me parece necesario.

Fillon hizo declaraciones gaullistas bastante decididas en política exterior, ¿cree que hay relación entre eso y los escándalos que le han encontrado desde enero?

Entramos en terreno desconocido, pero no puede excluirse que esa orientación en materia de política exterior le haya granjeado una abierta hostilidad no sólo en los medios de comunicación sino en determinados círculos del poder estrechamente ligados a la orientación de la administración norteamericana. Fillon sufre por su propia imprudencia, pero me desagrada cierta sincronización del calendario judicial y del calendario electoral. La República es ante todo el respeto al sufragio universal y en eso nos hemos salido de su marco: la combinación de los poderes mediático y judicial que hace que la misma elección pueda ser secundaria. Es preocupante, porque si Francia entra en un período difícil en junio o julio ya hay un partido de extrema derecha que obtiene cerca del 40% de los votos y que se aprovechará.

Viendo las innovaciones gaullistas aportadas por el señor Philippot, ¿Cree que puede haber algo aprovechable en el Frente Nacional?

Lo aprovechable sería que el Frente Nacional se rompiera algún día en dos. En ese caso a lo mejor se podría hacer algo a condición de que lo que quedara no fuera dominante ni mayoritario.

En Francia estamos asistiendo a un debate transversal a derecha e izquierda: cambiar Francia para cambiar Europa, o cambiar Europa en común desde dentro pese a que no hay una ciudadanía europea ni un demos europeo…

Sólo un hombre de Estado al frente de Francia podría replantear la partida; retomar unas relaciones realistas e inteligentes con Rusia y apoyarse en nuestras grandes hermanas latinas que son España e Italia para plantear el problema del modelo de desarrollo europeo, hoy insostenible.

“Un hombre de Estado es aquel dispuesto a asumir riesgos”, decía el general De Gaulle. No parece que esa categoría exista en la política europea de hoy…

Hoy no, pero nunca hay que insultar al futuro. Está claro que la orientación del señor Macron, favorito en los sondeos, es el europeísmo tradicional. Espera mucho de Alemania, pero si Alemania no cambia tras sus elecciones a fin de año, habrá que vérselas con los diferentes partidos representados en la Asamblea Nacional, donde no es fácil que haya una mayoría, con lo que entraremos en una era desconocida de desarreglos.

Es decir, ¿continuar con el proceso de degradación en el que nos encontramos?

O bien eso, o bien la aparición de fuerzas de renovación a través de las sacudidas que pueden anticiparse.

No se ve en la Francia de hoy una gran efervescencia política. Tuvimos la Manif pour tous, un movimiento potente pero políticamente muy encuadrado en la derecha, y también la protesta contra la ley laboral en el otro campo que tampoco fue un asunto nacional…

No hay un gran proyecto nacional porque en su descomposición el Partido Socialista no ha dado luz a fuerzas que puedan afirmar un proyecto de izquierda sobre buenas bases. Había que reiniciar desde cero y no han sido capaces.

¿Cómo ve esta idea de la “Europa de la defensa”?

Lo primero es identificar los riesgos y estos vienen del sur y no de este. El terrorismo yihadista viene de los desmanes inducidos en Afganistán, de las dos guerras del Golfo y de la extensión del fenómeno por África. El Estado Islámico intenta fomentar la guerra civil enfrentando a ciertas categorías de franceses entre sí. Nuestras debilidades son simultáneamente internas y externas, y los medios para superarlas pasan por responder a este universo modificado en el que estamos entrando, con flujos migratorios que cuesta dominar, con un gran proyecto de una Europa que vaya del Atlántico hasta incluir a Rusia. Nuestra única forma de intervención es ayudar al desarrollo rápido de África, a su transición democrática que en muchos países aún no ha empezado y que desencadena hambrunas, éxodos y decenas de millares de muertos. Habría que preocuparse de estas cosas en lugar de alimentar el fantasma de una nueva guerra fría. Estoy a favor de que Europa asuma su defensa, pero desde una posición defensiva y no agresiva u occidentalista asumiendo el papel de mero ayudante de Estados Unidos en ciertas partes del mundo. Tenemos que mantenernos fuera de los conflictos que no son los nuestros y necesitamos un acuerdo europeo de seguridad que calme la tensión con Rusia.

La actual Alemania no es la de Brandt, Schmidt y Kohl. Ya tenemos al mando una generación que no conoció la guerra, que ha dinamitado la tradición de la Ostpolitik. Una Alemania que ya no necesita a Europa para realizar su reunificación nacional y su rehabilitación moral. Tengo la sensación de que en Francia no se han enterado de este cambio. ¿Hay que volver a temer a Alemania, cuando vemos soldados y tanques alemanes en Lituania, ministros alemanes promocionando un cambio de régimen en Ucrania, o ese debate en medios de comunicación ( Die Zeit) y think tanks alemanes sobre la posibilidad de hacerse con el arma nuclear, todo ello absolutamente impensable en la Alemania anterior?

Francia va a remolque de Alemania. Con la idea de controlarla, cometió un gran error con la moneda única. Pensaba que el euro transferiría la riqueza alemana a Francia y ocurrió lo contrario. Hay una ruptura con la tradición gaullista de mantener una cierta entente con Rusia. Alemania prefiere privilegiar su relación con Polonia y mañana con Ucrania antes de mantener su Ostpolitik tradicional hacia Rusia. Puede que eso responda aciertas necesidades de la economía alemana, pero no responde a los intereses de Francia. Hollande ha sido seguidista hacia Alemania. Europa es la principal cuestión. Haría falta que Francia hablara claro para que Alemania replanteara su política oriental e hiciera triunfar la idea de una gran Europa que incluya a Rusia, contra la idea de una pequeña Europa antirrusa.

En su último libro habla usted de “refundar la construcción europea en la democracia de las naciones”, de “volver a poner a la política en el puesto de mando”, etcétera. ¿Cómo hacerlo cuando parece que desde Maastricht todo, los tratados europeos y las instituciones, ha sido diseñado para precisamente impedir eso, y cuando parece imposible que Alemania acceda a cambios fundamentales?

Ahí es donde hay que hacer intervenir un factor exterior, a saber: en qué medida la política del presidente estadounidense Donald Trump no va a desequilibrar profundamente la política de Europa desde el interior mismo de esta. En ese caso podríamos vernos obligados a romper con estructuras institucionales con las que no queremos romper conscientemente. Países como Francia, España e Italia, ¿pueden dejarse remolcar por la política alemana? El Reino Unido ya ha respondido negativamente a esa pregunta con el Brexit. Es verdad que sin estar en el euro ni en Schengen le era más fácil. Es la gran incógnita que tiene Francia. O bien Alemania reorienta su política, o bien nuestros países tendrán que decidir si romper con esa orientación nefasta o resignarse a una subordinación.


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