DOSSIER TÉLAM. Una lucha a muerte contra la hipocresía y el cinismo. Y de yapa un toque de humor para que no decaiga. ¡VIDEOS!

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Publico a continuación dos notas, la primera sacada de El cohete a la luna, el sitio de Horacio Verbitsky, y la segunda publicada en FB por Luis Queimaliños, a la que aquella hace referencia. Queimaliños no es uno de los centenares de despedidos por el comisario Lombardi y el directorio vaciador de Télam encabezado por el reincidente Rodolfo Pousá. Tampoco es peronista, marxista ni nada que se le parezca. Además de haber escrito un manual de estilo específico para Télam, es el encargado de coordinación de unas corresponsalías que han sido, no diezmadas sino directamente masacradas. Tomé el texto de Queimaliños de comunanet.com.ar

Añado un extraordinario video licantrópico hecho por los trabajadores de Télam que demuestra en poco más de 4 minutos, la hipocresía, cinismo y criminalidad de la gavilla encaramada en su directorio.

Completo este envió con un sketch de los muchachos de La hormiga imperial emitido por TVR (que emite C5N los sábados por la noche) que me hacen reir aunque sea con lágrimas amargas, a ver si logro arrancar aunque sea una sonrisa. Habla de los trolls de Marquitos Peña que Clarín (a través de Marcelo Bonelli) sugiere despedir. No sería de extrañar que algunos o muchos de ellos aparezcan luego contratados por “la nueva Télam” pues el directorio encabezada por Pousá incorporó a unas setenta personas a la nómina de Télam SE… con sueldos que, en promedio, duplicaron a los de los trabajadores incorporados en gestiones anteriores.

La lucha por evitar la jibarización, reducción a una vocería del Ejecutivo y ulterior y previsible cierre de la agencia es un caso testigo. Si se salen con la suya, sobrevendrá  una carnicería para expulsar del Estado no a sólo a lo que consideran “grasa militante” sino a uno de cada dos empleados como Macri, Andrés Ibarra, Sigal, Lombardi y Pousá arguyen que les exige el FMI. En cambio, si se ven obligados a renunciar quienes dieron la cara por este desaguisado, los trabajadores habremos ganado el primer round de la lucha por conseguir que se metan donde les quepa su reforma laboral y el desmantelamiento del estado nacional para beneficio de los poderes económicos concentrados, comenzando por el Grupo Clarín.

Quien tiene es sus manos la potestad de decidirlo es, qué duda cabe, el Congreso.

 

 

Romper el espejo

El rol de las agencias de noticias estatales en la construcción de soberanía

 

POR HERNÁN DI BELLO Y MATÍAS SAPEGNO

Con la colaboración y el testimonio de muchos “agencieros” (auténticos maestras y maestros del periodismo), entre 2003 y 2004 escribimos y publicamos 30 líneas. Una guía para pensar y escribir en las agencias de noticias. Gracias a ese humilde pero necesario libro de casi un centenar de páginas fuimos invitados al Tercer Congreso Mundial de Agencias de Noticias, que se hizo en Argentina en 2010.

Compartimos unos días en Buenos Aires y Bariloche con personas que eran pesos pesados de agencias de todo el mundo y vimos que ninguna pensaba desaparecer, sino que eran conscientes de los nuevos desafíos tecnológicos que se venían dando. Entendimos clarito que las agencias estatales son una voz fuerte para contar un país hacia adentro y hacia afuera de sus límites, por lo que ningún gobierno renunciaría a tener una.

Si las noticias de tu país no te las cuenta una agencia de tu país, te las van a contar desde otro. Y con sus propios intereses. Como pasa con la española EFE, que ocupa los espacios que por diversas causas las agencias latinoamericanas dejan libre en sus propios territorios.

De hecho, en aquel Congreso Mundial las agencias públicas de noticias de nueve países acordaron avanzar en una red regional: la argentina Télam, Notimex de México, la Agencia Bolivariana de Noticias (ABN) de Venezuela, Andes de Ecuador, Prensa Latina (PL) de Cuba, la Agencia de Información Paraguaya (IP), la Agencia Boliviana de Información (ABI), la Empresa Brasileña de Comunicación y la Agencia Guatemalteca de Informaciones.

Télam nació como Telenoticiosa Americana el 14 de abril de 1945, durante el gobierno de Edelmiro Farrell-Juan Perón, para oponer información argentina a la que producían las agencias estadounidenses United Press International (UPI) y Associated Press (AP). Destruir la agencia nacional de noticias sería romper el espejo en el que podemos llegar a mirarnos con información fiable y federal.

En aquel librito citamos el Informe Mac Bride (Unesco, 1980), que sigue vigente con su sentencia: “Pocos niegan que la corriente unilateral de la comunicación sea un reflejo de las estructuras políticas y económicas dominantes en el mundo, las que tienden a perpetuar la dependencia de los países más pobres frente a los países más ricos”.

Vayan nomás a decirles a los alemanes que prescindan de la Deutsche Presse Agentur (DPA), a los italianos de la Agenzia Nazionale Stampa Associata (ANSA), a los franceses de la Agence France Presse (AFP), a los chinos de Xinhua, a los españoles de EFE…

No es una visión nostálgica y romántica la que nos lleva a advertir sobre lo que está ocurriendo hoy con Télam, porque hace poco pasó con la privada Diarios y Noticias (DyN), cerrada sin miramientos por la entente Clarín-La Nación. “Es una masacre”, escribía por Whatsapp hace unas horas una colega que trabaja, escribe, edita y sostiene el servicio noticioso de Télam. Messi le metía un gol a Nigeria en el lejano Mundial de Rusia, mientras muchos laburantes de Télam recibían sus telegramas de despido y otros eran notificados por mail que, por la gracia del mejor equipo (de comunicación) de los últimos 50 años, seguían en “la nueva Télam”.

Las agencias de noticias no son dinosaurios destinados a desaparecer, los medios públicos tampoco. En las agencias se hace el periodismo cuadrado del sujeto y predicado, esa materia prima que atravesó tres siglos (arrancó en el XIX viajando por telégrafo, se expandió a velocidades supersónicas en el XX y está al alcance de la mano de gran parte de la humanidad en el XXI) sirve para abastecer a la TV, la radio, los diarios y también, claro que sí, a los portales de noticias y las redes sociales. Porque no hay nada más periodístico que un tuit, que hasta hace no mucho tenía los límites de un título largo (140 caracteres) y hoy ha sido ampliado a la extensión ideal: 280 caracteres necesarios para un título y una bajada o copete, lo justo y necesario para contar una noticia; cortito y al pie.

Para dominar desde la economía, hay que dominar desde la comunicación.

Nuestra solidaridad con lxs periodistxs despedidxs de Télam.

 

Télam: ningún trabajador puede sentirse a salvo

Raúl Queimaliños, coordinador de corresponsales de la agencia Télam y periodista de extensa carrera, escribe sobre lo que piensa y siente al vivir, a pocas semanas de jubilarse, el “conflicto laboral más grave” de los que se ha visto involucrado en su vida.

(Foto: Carlos Brigo, fotoperiodista de Télam despedido por la gestión de Hernán Lombardi)

Por Raúl Queimaliños

Transito en Télam las últimas semanas de mi carrera periodística. Estoy a punto de jubilarme. Recomendaciones médicas me alejaron hace algún tiempo de las notas de calle y de las secciones más calientes de la redacción, de la adrenalina de esta profesión que me apasiona y que ejerzo sin interrupciones desde los 25. Disfruto la tarea de coordinar la red de corresponsales en las provincias -un valioso capital de Télam que ningún otro medio posee- y me ilusionaba con que, al margen de alguna bronca circunstancial, haría un aterrizaje suave hacia mi despedida de la agencia y el inicio de mi vida poslaboral.

De pronto, estoy en medio de una masacre: 357 despidos sobre 878 trabajadores en total. La explosión no discriminó nada. La lista de cesantes incluye trabajadoras y trabajadores del área comercial y publicitaria, administrativos, secretarias, fotógrafos y periodistas. Entre los despedidos hay compañeros/as especializados en política internacional, cultura, economía, policiales, sociedad, política, deportes. El daño alcanza desde gente con pocos años de antigüedad a otros que hace décadas se desempeñan satisfactoriamente en Télam, y golpea también a muchos corresponsales, a tal punto que deja media docena de provincias sin cobertura.

Es sin duda el conflicto laboral más grave en el que me haya visto involucrado en mi vida y paradójicamente el primero en que siento inmunidad: “nadie va a echar y tener que indemnizar a un viejo periodista que pronto se irá gratis”, razono. Como confirmación, recibí el famoso mail de la empresa en que dice que cuenta con nosotros para la “nueva Télam”.

La supuesta inmunidad no existe para lo emocional. Hace una semana que mi ánimo está en una montaña rusa. Me contagian las lágrimas de compañeras o compañeros cuando les avisan desde sus casas que llegó la carta documento, me invade la angustia de ponerme por un momento en el lugar de otros que a los 40, 50, 60 años se ven forzados a buscar trabajo, a encontrar de urgencia nuevos ingresos para afrontar una cuota alimentaria, un alquiler o una hipoteca, a suspender sus planes de vida para atender semejante emergencia. Me indigna el cinismo de funcionarios que pretenten disfrazar de servicio a la Patria el maldito ajuste del FMI. Me alarma que mientras demuelen los medios públicos, autorizan a Clarín la mayor fusión empresaria de la historia argentina, que lo convierte en la tercera empresa del país en facturación y el segundo o tercer conglomerado comunicacional en importancia de América Latina.

No tengo dudas: hay que resistir y lo estamos haciendo bien. El paro se mantiene muy firme, la difusión del conflicto es amplísima y las expresiones de solidaridad masivas. Nadie sabe cómo terminará esto, pero lxs trabajadorxs de Télam ya hicimos nuestra apuesta.


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