POR JUAN ALONSO / NUESTRAS VOCES

El presunto agente de la DEA y la NSA estadounidenses y supuesto contratado freelance de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), Marcelo Sebastián D’Alessio, estaba obsesionado con obtener una ganancia de 600 mil dólares. Por intermedio de un contacto en común, llegó hasta el despacho de uno de los empresarios más ricos y poderosos de la Argentina y de América del Sur. En ese momento, Eduardo Eurnekian, el fundador de la Corporación América, estaba ocupado por la investigación que desarrolla el juez Claudio Bonadio por la presunta “carterización de la obra pública”.

Una causa notable que en vez de tener como prueba encuadernados con fotos de un cuaderno y arrepentidos que balbucean datos inconexos sobre gas licuado, valiéndose de pericias y peritos falsarios, contiene empresarios “en ablande” como los autos, que musitan una supuesta componenda cuyo máximo representante local durante décadas acaba de fallecer y fue el padre del presidente de la República, Franco Macri. Como se sabe, el fin de su existencia diluyó secretos.

Aunque en esos días aciagos de noviembre y diciembre de 2018, Eurnekian había contratado a uno de los estudios más cercanos al presidente, el de Landaburu, Feder, Carrió, Mayer y Rosental con el fin de enfrentar cualquier situación procesal.

La cifra que habría recibido el abogado Javier Landaburu por representar a Eurnekian sería cercana a los 600 mil dólares. Ese dato delicado llegó hasta los oídos de Marcelo Sebastián D’Alessio por las líneas de su servicio de inteligencia paraestatal, con conexiones en Maine, Estados Unidos, entre otras agencias de espionaje internacionales. Entonces, ¿qué hizo? Llamó a una de las secretarias de Eurnekian y concretó una entrevista desopilante con el empresario acostumbrado a tratar con jeques árabes, billonarios de Asia y los principales magnates de China, Europa, Estados Unidos y Rusia.

¿Qué anhelaba D’Alessio? Quedarse con la defensa de Eurnekian y “mejicanear” a Javier Landaburu. ¿Qué estrategia practicó? Las enseñanzas mal interpretadas del genio chino de la guerra, Sun Tzu: sorprender al enemigo en su flanco presumiblemente débil, pero no con mesura, sino con la soberbia basada en la megalomanía. Con su excesiva verborragia acostumbrada al programa de los “Animales” y los pasillos con olor a orina y cloaca de los Tribunales de Comodoro Py, le habría manifestado a Eurnekian que él (Marcelo Sebastián D’Alessio, “abogado”) le garantizaba la más absoluta efectividad en el ejercicio de la defensa penal porque, habría asegurado:

— Eduardo, tengo llegada al juez Bonadio y al fiscal Stornelli.

El empresario Eurnekian, como suele hacer en las entrevistas, observó a D’Alessio detenidamente y no articuló palabra. Se dieron la mano y culminó la reunión en las oficinas de Aeropuertos Argentina 2000 en el barrio de Palermo. Al finalizar el encuentro, Eurnekian preguntó a sus allegados quién demonios era el personaje y llegó a la conclusión de que se trataba de un lobbista estrafalario con exceso de ego y personalidad psicopática.

En ese mismo instante decidió que no lo atendería más. Poco después dispuso que sus secretarias no le derivasen ninguna llamada de Marcelo Sebastián D’Alessio. Pero el espía no comprendió la negativa. Y al sentirse frustrado ideó un juego demasiado peligroso –además de haber pretendido hacerle el cuento del tío a un empresario acostumbrado a tomar decisiones estratégicas de cientos de millones de dólares en segundos– y planeó realizarle una cámara oculta a su “competidor”, el abogado Javier Landaburu. Acto que de por sí es un contrasentido porque D’Alessio no es abogado, con lo cual habría cometido ante Eurnekian el presunto delito de “usurpación de título” penado por el Código Procesal Penal. La pesadilla perversa llevada a lo real por D’Alessio no se estancó en aventurarse hasta el mismo escritorio del empresario. Por el contrario, prosiguió de las formas menos adecuadas, agraviantes, violentas y perversas contra el defensor letrado Landaburu. Mientras que a Eurnekian lo obligaron a pasar unas fiestas de fin de año agitadas, con sucesivos allanamientos promovidos por el juez Bonadio, quizá inspirado en el personaje ficcional “Harry el Sucio” de Clint Eastwood. Al tiempo que D’Alessio habría analizado un informe de inteligencia sobre Landaburu y planeaba realizarle una cámara oculta con elementos de altísima tecnología israelí, material que luego sería editado en su estudio del country Saint Thomas, en el partido de Esteban Echeverría. ¿Para qué? Estaba convencido de que si demostraba que Landaburu “era corrupto” podría desplazarlo y defender a Eduardo Eurnekian ante las requisitorias del juez federal Claudio Bonadio. Nada de esto sucedió. Pero ciertas acciones nada casuales hablan de un mecanismo inquisitorial que hace dudar sobre el alcance del Estado de derecho en la Argentina.

Allanamientos

El acoso judicial de Bonadio a Eurnekian se extendió por horas. Envió una patrulla de la División Drogas Peligrosas de la Policía Federal Argentina, al mando de un oficial que le espetó a los ejecutivos de Eurnekian: “Si su intendente no abre las puertas de las oficinas que vengo a allanar, las voy a romper a patadas”.

Varios empleados escucharon los gritos del efectivo, que depende del Ministerio de Seguridad de la Nación. La escena no quedó ahí. Existió una consulta con el secretario de turno y se llegó a una interpretación de la orden de Bonadio. El juez había dispuesto allanar la oficina de una empresa que no existe en esa dirección, lo cual quedó reflejado en el acta labrada tras la conversación con el Juzgado.

En las horas que siguieron, Eurnekian fue allanado en su domicilio del partido de San Isidro, donde llegó otra patrulla sin tasadores oficiales de obras de arte a pretender evaluar obras de arte y otros bienes costosísimos que el empresario posee desde siempre. Este mecanismo judicial duró desde el sábado 22 de diciembre hasta el martes 25, con intervalos, como en los cines con películas continuadas. La policía allanó tres domicilios vinculados al presidente de Aeropuertos Argentina 2000, y el motivo esgrimido fue la causa que investiga supuestos sobornos registrados en “las fotocopias de cuadernos” nunca hallados y por las que se intenta probar presuntos hechos de corrupción. De esa forma, Eurnekian se sumó a la lista de grandes empresarios investigados, entre ellos, el CEO de Techint, Paolo Rocca.

¿Qué buscaba Bonadio, que mandó a “romper puertas” a la policía?  Documentación para la causa iniciada por el encuadernador memorioso Oscar Centeno, ex chofer de Roberto Baratta, subsecretario de Control y Coordinación del Ministerio de Planificación Federal. El ex ministro Julio De Vido lleva preso quinientos días por una pericia falsa del perito David Cohen, procesado por haber aportado a la causa información copiada de Internet. Así como lee. Siga.

Epílogo

Marcelo Sebastián D’Alessio integraría una organización de espionaje, extorsiones, coacciones y contraespionaje, con anclaje internacional de “magnitudes”, según refirió el juez federal de Dolores Alejo Ramos Padilla el miércoles 13 ante la Comisión de Libertad de Expresión del Congreso. ¿Por qué intentó realizar una cámara oculta al abogado de Eurnekian y de Paolo Rocca? Quizá por esta curiosa manifestación del embajador de Estados Unidos, Edward Prado, el 21 de abril de 2018 en el diario La Nación: “Podemos trabajar juntos para mejorar el sistema judicial argentino”.

El juez Ramos Padilla aclaró que requirió a Prado que revele de una vez por todas si Marcelo Sebastián D’Alessio cumpliría algún rol en las agencias de seguridad e inteligencia de Estados Unidos, pero Prado jamás respondió oficialmente. El que sí habló, y demasiado, fue D’Alessio en diálogo con el denunciante exiliado Pedro Etchebest.

“A Eurnekian le sacaron 600 mil dólares para no allanarle la casa, y a las dos horas se la allanaron. A otro empresario le sacaron un millón y medio de dólares, le dijeron que no iba a pasar nada. Lo metieron en cana. A Paolo Rocca le sacaron 2,6 millones de dólares, pero igual quedó procesado”, expresó D’Alessio en los audios que están en la causa penal.

Eurnekian no pagó para evitar ser allanado por la Justicia, como afirmó D’Alessio. Tal como explicamos en esta crónica, lo que abonó fueron los honorarios del abogado Landaburu, a quien D’Alessio buscaba desplazar de la defensa del empresario, ofreciéndole “un estudio” que no existe, con “llegada al juez Bonadio y al fiscal Stornelli, por el mismo precio”.

“Es extraña la ligereza con que los malvados creen que todo les saldrá bien”, pensó Victor Hugo a mediados de 1850. Poco ha cambiado la condición humana desde entonces. “Nada puede durar tanto, no existe ningún recuerdo por intenso que sea que no se apague”, dijo Juan Rulfo.

Está visto que Marcelo Sebastián D’Alessio jamás poseyó un auténtico “Rosebud”, como en el film de Orson Welles sobre el magnate mediático Charles Foster Kane.

El trineo de la infancia –la añoranza de la ingenuidad que nos impulsa– no es propio de los psicópatas.