Suspensión del homenaje a Luis Salinas

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Sin cenizas

Queridos amigos y compañeros:

Mi intención era reunir a todos los amigos de Luis en una breve ceremonia en el Parque de la Memoria y arrojar sus cenizas al río. Aprovechar para que cada cual pudiera decir, recitar o cantar lo que quisiera respecto a Luis, y después los que quisieran, confraternizar almorzando juntos en el “carrito” que está enfrente, llamado “Los platitos”.

Lo quise hacer el primer aniversario, el segundo, y el tercero, que acaba de pasar. Tenía las cenizas de Luis en casa, en el placard de mi escritorio. Pero no pude cambiar la oposición del hijo mayor de Luis, Simón, que desea arrojar esas cenizas al mar, en una ceremonia íntima, junto a su hermano Martín. Es decir, seguir al pie de la letra lo que le pidió su padre antes de morir: que sus cenizas fueran arrojadas al mar.

No pude convencerlo de que a mi juicio a Luis le hubiera encantado que lo recordaran en el hermoso Parque de la Memoria, que no llegó a ver porque estaba en construcción. Para quienes no lo conocen: se trata de un enorme cenotafio en recuerdo de todos nuestros caídos, hayan sido víctimas del Terrorismo de Estado o encontrado la muerte combatiendo las fuerzas oscuras que terminaron propiciando el exterminio. Entre los que Luis tuvo -y me parece que me quedo corto- muchas decenas de compañeros entrañables.

El conjunto principal está rodeado de obras de arte que convergen en reafirmar el “Nunca más” con una tajante condena al Terrorismo de Estado. Y que tiene su talón de Aquiles al depender presupuestariamente de una Ciudad gobernada por un reaccionario, y en estar explícitamente en la mira de los mascarones de proa de la restauración reaccionaria -por ejemplo, de Ceferino Reato- para no hablar de las Cecilias Pando, que desean dinamitarlo. 

Considero que es necesario defender ese espacio y ese monumento “a capa y espada”. Y estoy convencido de que Luis compartiría esta perspectiva.

No fui capaz de persuadir de ello a Simón. De que a su padre, que fue militante político desde los 13 años y que compartía el sentir de Walsh acerca de que “el único cementerio es la memoria” le hubiera importado un comino que los restos de sus restos, en lugar de disolverse en agua salada se disolvieran en las aguas dulces y marrones del estuario que desemboca en la mar. Frente a las que, dicho sea de paso, nació en San Fernando hace más de 56 años.

Ojalá pueda acompañar a Simón y Martín cuando decidan arrojar las cenizas al mar.

Sin cenizas, si yo fuera creyente, hubiera reconducido las cosas hacia una misa por el alma de Luis. Pero como soy entre ateo y agnóstico, no tengo ese consuelo y me parece sensato suspender el homenaje al que había convocado para mañana a las 11 en el Parque de la Memoria.

De todas maneras, yo estaré puntualmente ahí para acompañar a los despistados a los que este mensaje no le llegue a tiempo, o que aún sabiendo que no se tiraran las cenizas de Luis mantenga su decisión de ir al Parque de la Memoria porque a esa misma hora -las 11- se inagura una a mi juicio extraordinaria muestra de señalética realizada por un grupo de mujeres artistas. Está pensada especialmente para que los alumnos de colegios secundarios que suelen visitar el monumento, así como los extranjeros y gentes desinformadas, puedan aprehender en pocos minutos el contexto en que se desató y que objetivos y consecuencias para la vida diaria de las personas tuvo entre nosotros el Terrorismo de Estado. Sirve también para que los informados refresquemos nuestros conocimientos.

En fin, que se me hace que quienes vayan al Parque de la Memoria mañana no se arrepentirán, tanto si lo conocen como si no lo conocen. A mi me resulta muy impresionante, y no sólo por los muros llenos de nombres y edades (casi todos ¡tan jóvenes!); también por su cercania con el Tiro Federal y el Aeroparque que hacen que muchas veces se escuchen tiros, y a cada rato pasen aviones que recuerdan los vuelos de la muerte. Sin contar con que se encuentra muy cerca de la ex Esma, hoy Archivo Nacional de la Memoria.

Con Luis hablamos muchas veces de la inconveniencia de ocupar sitio después de muertos, de lo difícil que era desvanecerse en el aire, desaparecer de una buena vez. De nuestro gusto (¡Nos llamamos Salinas!) por fundirnos en la mar (y de nuestro disgusto porque López Rega pensara lo mismo). Pero a la vista de esta hermosura de monumento, quiero ser claro: cuando me toque a mi, ya saben a dónde quiero ir a parar.


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