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LIBROS – De la concentración a la convergencia, por Martín Becerra

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Martín Becerra, el mayor especialista académico de América Latina en políticas de medios fue entrevistado por Pablo Chacón, acerca de su último libro, titulado «De la concentración a la convergencia: políticas de medios en Argentina y América Latina». 

“La concentración de la comunicación ya no es sólo multimedios”

En De la concentración a la convergencia. Política de medios en Argentina y América Latina, el especialista en comunicación Martín Becerra expone las mutaciones político-ideológicas y técnicas en las operaciones de producir, procesar y distribuir la información, tanto en el orden público como privado, y los nuevos modos de recepción de la misma que caracteriza al sistema de medios en la actualidad de la región, haciendo trabajar en ese sistema al principal actor contemporáneo, las redes sociales impulsadas por el uso masivo de internet.

El libro, publicado por la editorial Paidós, no ahorra elogios, tampoco críticas, y pone el acento en la diversificación a otros campos de la economía de los grupos más concentrados, afectados por cierta legislación y por la relativa democratización que promueve la tecnología.

Becerra nació en Santa Fe en 1968. Es doctor en Ciencias de la Información por la Universidad de Barcelona, liceBecerranciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires (UBA), investigador del Conicet y docente en la UBA y en la Universidad Nacional de Quilmes.

Esta es la conversación que sostuvo con Télam.

T : ¿Cómo entender, en el contexto actual, el título del libro: de la concentración a la convergencia?
MB : La estructura de los sistemas de medios en América Latina, y en la Argentina en particular, viene siendo fuertemente concentrada en pocos grupos, en general con una conformación multimedios. Sin embargo, en los últimos años esa concentración fue sacudida por una fuerza disruptiva que es la convergencia entre medios, telecomunicaciones e Internet. La concentración ya no es sólo multimedios, sino que está protagonizada por grupos económicos que desbordan las actividades mediáticas y tienen intereses en las redes digitales y también en otras áreas como los mercados financieros. Se trata de grupos con enorme presencia como propietarios y operadores de redes de transportes de contenidos y, en algunos casos, como intermediarios a escala global. Por eso el título vincula los procesos de concentración y de convergencia, porque entre ambos surge la caracterización de la estructura del sistema de medios en la actualidad.

T : En América Latina (en el mundo en general), la concentración o la convergencia de medios ¿implican también la mutación en la recepción de esos medios por parte de los consumidores? Si es así, ¿cómo sería esa dinámica?
B : Si, por supuesto. La convergencia no es un fenómeno tecnológico exclusivamente. En el libro se analiza la convergencia a partir de la multiplicidad de procesos y actores que encaran la transformación actual de las formas de producir, procesar, almacenar, distribuir, usar y consumir información y comunicación. La convergencia alude a cambios en las formas de uso y consumo de la información y el entretenimiento, es decir a cambios culturales profundos, desde luego, y también a cambios regulatorios legales y a cambios económicos.

T : ¿Cuál es la importancia, a tu juicio, de la Ley de Servicios Audiovisuales, y cuál, en relación con ella, la explosión de la comunicación digital?
B : La ley representa un importante avance en la concepción del derecho a la libertad de expresión como derecho social, no sólo individual, es decir, un derecho pleno de toda la comunidad. A la vez, la ley audiovisual introdujo objetivos inclusivos en la regulación de los medios por primera vez en la historia argentina. Esos objetivos inclusivos son la reserva de un 33% de las frecuencias para estimular el acceso de medios sin fines de lucro a licencias audiovisuales; los límites moderados a la concentración del mercado; las exigencias de producción local e independiente; y el mandato de no gubernamentalización y pluralismo para los medios del Estado.

Ahora bien, con la ley suceden dos cuestiones que limitaron sus efectos, es decir que si bien es inclusiva en sus definiciones, no se aprecia en la práctica esa inclusión a casi seis años de su aprobación. Por una parte, no contuvo en el texto aprobado por el Congreso en 2009 la evolución de los sectores regulados hacia la convergencia con Internet y con las telecomunicaciones y, por eso, el gobierno ya empezó a modificar la ley audiovisual a través de la Ley de TIC Argentina Digital, sancionada por el Congreso en diciembre de 2014, que es muy beneficiosa para las operadoras de telefonía. En segundo lugar, porque a menos que el fanatismo anegue el análisis, en cualquiera de los ejes señalados como inclusivos se reconocerá que la política aplicada por el gobierno nacional registra mucho más incumplimiento que respeto por el texto de la ley audiovisual.

T : ¿Cómo pensar a los medios públicos en un mundo donde la comunicación se ha diversificado y donde juegan muchos más actores, incluso privados? ¿Cómo pensar una política de subsidios al respecto?
B : En la Argentina no existen los medios públicos. Históricamente hay medios estatales, con fuerte impronta gubernamental. La ley audiovisual pretendió también ser transformadora en este aspecto, al disponer que son objetivos de los medios gestionados por el Estado el sostener una programación plural en lo político, en lo cultural, en lo social. Pues bien, esos objetivos están lejos de ser respetados. Ahora bien, simultáneamente a su gubernamentalización, los medios estatales han ganado protagonismo, importancia y calidad en su programación. Los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner fueron, al respecto, activos y transgresores, no sólo en el uso proselitista de los contenidos informativos y políticos, sino también al crear muchas señales audiovisuales como Paka Paka, INCAA TV o DeporTV.

En cuanto a su lógica de gestión, el Estado opera medios audiovisuales con lógicas económicas mixtas que combinan el aporte del erario público directo (vía presupuesto) e indirecto (vía concursos, publicidad oficial, aportes de organismos descentralizados) con la recaudación de publicidad privada y con la mercantilización de productos y espacios. En muchos casos, los medios estatales tercerizan parte de su programación, incluso en horarios centrales, y registran formas de alquiler y subalquiler de espacios. Una de las recurrentes contestaciones en defensa del statu quo de los medios gubernamentales, no sólo en el país sino en muchos otros países de la región, alude a una suerte depluralidad de sistema, que consistiría en el cómputo de la cantidad de emprendimientos distintos, con posiciones políticas opuestas, que coexisten en un mismo sistema de medios, en el mismo país. Esta pluralidad de sistema,que la literatura advierte que no se corresponde con el pluralismo, registra la cantidad de agentes que forman parte del sistema de medios en un país sin estudiar la muy desigual capacidad de interpelación a la sociedad que tienen esos agentes en virtud de la estructura concentrada de ese sistema. Tampoco se considera que la pluralidad de sistema refuerza en la mayoría de los casos la lógica comercial de funcionamiento de los medios (privados y estatales), la negación de las funciones de servicio público no lucrativo como orientación alternativa, así como la centralización geográfica de su producción de contenidos, la ausencia de diversidad de fuentes o voces en un mismo medio de comunicación, la sobrerrepresentación de algunas clases sociales en detrimento de las más postergadas, entre otros tópicos estructurantes de los medios de la región. Quien pierde con la vacancia de medios públicos es la sociedad. Cuando no hay medios públicos, el derecho a la palabra masiva, a la información plural, a contenidos diversos, son resignados en aras del aprovechamiento comercial o del uso oficialista de los medios de comunicación. La sociedad queda confinada así al imperio de los mensajes masivos emitidos con lógica puramente comercial o exclusivamente gubernamental.

T : La llamada hipermodernidad, dicen sus teóricos, se caracterizaría por fusionar la publicidad, la estética, el diseño, la emisión y los contenidos, alcanzando un grado de autonomía que, sospecho, habría que discutir. ¿Cuál es tu opinión?
B : Creo que no existe tal autonomía y que esa fusión, que efectivamente existe como proceso histórico por lo menos desde fines del siglo XIX, es decir, desde la industrialización plena de la prensa, estimuló durante décadas una ideología de la objetividad que todos los estudios empíricos sobre el sistema de medios realizados durante el siglo XX y lo que llevamos de siglo XXI desmienten categóricamente. Hay intereses, hay líneas editoriales, no hay neutralidad ni objetividad. Por supuesto, eso no me conduce a defender la versión opuesta que afirma, sin tener un solo estudio que lo demuestre, que los medios manipulan la conciencia de sus públicos, como si estos fueran estúpidos culturales. Pero discutir la prenoción de la manipulación mediática tampoco supone, a la inversa, considerar que las industrias mediáticas sean inocuas en el troquelado de la agenda pública.

T : Finalmente, ¿qué novedades epocales creés que ha instalado el kirchnerismo en el espacio público diseñado por su intervención, y dónde resulta más notorio?
B : El examen de las políticas de medios del kirchnerismo arroja un panorama que dista de ser homogéneo, a menos que se parta del juicio de que todo lo actuado en el período debe reivindicarse o repudiarse a libro cerrado. Esto lo desarrollo con mayor extensión en el libro. Creo que en la política de medios desplegada por el kirchnerismo entre 2003 y 2013 se distinguen dos etapas. El punto de ruptura se ubica tras la asunción de Cristina Fernández de Kirchner como presidenta, quien disolvió los buenos vínculos que su antecesor cultivó con el Grupo Clarín durante el lapso 2003-2007.

El kirchnerismo lega uno de los períodos más intensos y activos de políticas de comunicación de la historia argentina. Su carácter transgresor tiene diversas medidas e indicadores. La extensión del debate social sobre esas políticas, completamente inusual en otros países y en la misma Argentina antes de 2008, registra variadas opiniones desde la adhesión incondicional hasta el rechazo absoluto. Sin importar la valoración que se realice, el umbral de respeto y materialización de las reglas de juego que fueron públicamente institucionalizadas como leyes, como es el caso de la ley de servicios audiovisuales, es bajo.

La presidencia de Néstor Kirchner respaldó la estructura de medios heredada, estimulando su estructura, en especial la concentración (en su último acto de gobierno autorizó la fusión de Cablevisión y Multicanal a favor del grupo Clarín). Evitó en los hechos habilitar el acceso a los medios por parte de sectores sociales no lucrativos, concibió un esquema de ayuda estatal a cambio de apoyo editorial, incentivó la mejora en la programación de Canal 7 y creó la señal Encuentro. El sector se recompuso económicamente y experimentó una primavera exportadora de contenidos y formatos facilitada por la competitividad del tipo de cambio. A muchos periodistas les fastidiaba la desintermediación que Kirchner ejercitaba prescindiendo de conferencias de prensa y entrevistas, pero al no promover grandes cambios en el sector, convivió amablemente con los accionistas de los grandes grupos.


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