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FELIPE VARELA: La lucha del último caudillo federal, campeón de la Unión Americana

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El 10 de abril se cumplió un nuevo aniversario de la batalla de Pozo de Vargas. Ese día de 1867, en las afueras de la ciudad de La Rioja, la montonera liderada por el entonces coronel Felipe Varela se enfrenta con las tropas nacionales al mando del general santiagueño Antonino Taboada.

«¡A la carga, a la carga!»

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POR LUCAS YAÑEZ

Desde su llegada a la presidencia de la Nación, Bartolomé Mitre se empeñó en la confrontación por todos los medios contra los gobernadores federales y el pueblo que se identificaba con esa corriente política. No fueron pocas las veces en que envió el ejército nacional a las provincias para imponer gobernantes adeptos a las políticas de Buenos Aires. Para desconocer la identidad política de lxs pobladorxs, profundizó la dicotomía “Civilización o Barbarie”, caracterizando a lxs opositorxs a su gobierno como bandidos y criminales y, alentado por Domingo Faustino Sarmiento, llevará adelante una “guerra de policía”.

El trasfondo de la violencia política ejercida desde el gobierno nacional hay que buscarlo en la definitiva incorporación de la Argentina al mercado mundial como productora de materias primas y consumidora de manufacturas elaboradas en las metrópolis centrales, principalmente en los centros industriales del imperio británico. El alineamiento con el centro hegemónico mundial será económico, pero también será político y pretenderá ser social. La mencionada guerra de policía buscaba disciplinar a quienes se resistían a la destrucción de las economías regionales que, en muchos casos, buscaban desarrollar los mercados internos con producciones autóctonas e incluso vincularse con mercados regionales de países vecinos, impulsando una unidad continental en oposición con el atlantismo de los gobernantes de la ciudad-puerto, Buenos Aires.

El asesinato de Ángel Vicente “Chacho” Peñaloza por el ejército nacional, parece consagrar el triunfo de la política mitrista. La desaparición de un referente capaz de nuclear a los sectores populares es un duro golpe a la resistencia. Más aún cuando la mayoría del federalismo espera la reacción, el “pronunciamiento”, o la rebelión de Urquiza y sus huestes entrerrianas.

Lejos de levantarse, el gobernador mesopotámico parece acompañar la alianza brasileña, argentina y oriental contra el Paraguay de Francisco Solano López.

La “guerra de la triple infamia” será la chispa que vuelva a encender las rebeliones que, una vez más, bajarán desde las laderas de los Andes.

 

“Por el bárbaro capricho de aquel (…) porteño”[1]

A fines de 1866, Felipe Varela regresa a la Argentina. Había pasado a Chile desencantado con Urquiza por su alineamiento con la política bélica del gobierno de Mitre. La publicidad de las actas secretas del tratado de alianza entre el imperio del Brasil, la República Oriental del Uruguay y la Argentina contra el Paraguay, por las que se repartían grandes extensiones de tierra guaraní, generan rechazo en amplias franjas de la población que ya veían con malos ojos la guerra con el país hermano. Felipe Varela vende las tierras y ganados que tenía en Guandacol, La Rioja, y con el dinero obtenido compra armas, municiones y pertrechos. Son doscientos los montoneros que cruzan los Andes con él. Instalará su campamento en Jáchal, San Juan, y allí se irán sumando hombres y mujeres de distintas provincias hasta llegar a las cuatro mil almas. El diez de diciembre de 1866, Felipe Varela lanzará una Proclama en la que explica los motivos que lo llevan a él y a sus partidarios a levantarse en montonera:

“¡Argentinos!  El pabellón de mayo que radiante de gloria flameó victorioso desde los Andes hasta Ayacucho, y que en la desgraciada jornada de Pavón cayó fatalmente en las ineptas y febrinas manos del caudillo Mitre, ha sido cobardemente arrastrado por los fangales de Estero Bellaco, Tuyuty, Curuzú y Curupayty[2].

Los costos de la guerra no se le escapan a Felipe Varela, con ellos se podría aliviar la difícil situación de las provincias,

“Nuestra Nación (queda) empeñada en más de cien millones y comprometido su alto nombre a la vez que sus grandes destinos por el bárbaro capricho de aquel mismo porteño, que después de la derrota de Cepeda lagrimeando juró respetarla”(3).

La Proclama busca que más hombres y mujeres se sumen a la montonera, en la que se juega la ¿eterna? batalla entre la ciudad puerto y las provincias,

“Tal es el odio que aquellos fratricidas porteños tienen a los provincianos, que muchos de nuestros pueblos han sido desolados, saqueados y asesinados por los aleves puñales de los degolladores de oficio: Sarmiento, Sandes, Paunero, Campos Irrazával y otros varios dignos de Mitre”[4].

Hay en el texto propuestas políticas para la Nación, para el conflicto bélico en curso y para la Región,

“Nuestro programa es la práctica estricta de la constitución jurada, del orden común, la paz y la amistad con el Paraguay, y la unión con las demás repúblicas americanas”[v].

Por último, Felipe Varela da a su Proclama el carácter de llamado a todos los habitantes del suelo argentino que compartan las razones antes esgrimidas,

“¡Compatriotas nacionalistas!  El campo de la lid nos mostrará el enemigo.  Allí os invita a recoger los laureles del triunfo o la muerte, vuestro jefe y amigo.  Felipe Varela”[6].

 

“¡Otra cosa sería armas iguales!”[7]

En los primeros meses de 1867, los federales logran apoderarse de San Juan, San Luis, La Rioja y Catamarca. Córdoba coquetea con los montoneros. Felipe Varela planea avanzar sobre Salta y Jujuy para consolidarse en el norte argentino. Será entonces cuando los ejércitos nacionales del oeste, noroeste y norte se ponen en marcha en simultáneo para atacar a las fuerzas de Felipe Varela por distintos flancos. Las caídas de San Luis y La Rioja obligan a Felipe Varela a volver sobre sus pasos casi a marchas forzadas. La batalla decisiva tendrá lugar en las afueras de la ciudad de La Rioja, en el paraje conocido como “Pozo de Vargas”. Los federales contaban con poder refrescarse en el Pozo, pero las tropas nacionales los estaban esperando.  A pesar de la desventaja de la posición y de la inferioridad en el armamento, los montoneros cargan una y otra vez sobre el ejército nacional, hasta que ya no quedan jinetes con los que seguir peleando,

“Los nacionales vienen. / ¡Pozo de Vargas! / Tienen fusiles y tienen / las uñas largas. / ¡Lanzas contra fusiles! / ¡Pobre Varela! / ¡Qué bien pelean sus tropas en la humareda!”[8].

Felipe Varela estuvo a punto de caer en manos nacionales cuando, en una de las cargas que él encabezaba, su caballo rodó herido de muerte. Se acercó entonces, al galope, una de las tantas mujeres del pueblo que formaban parte de las montoneras. La historia recupera su nombre, Dolores Díaz, y su apodo, “la Tigra”, seguramente por su ferocidad en el combate. En la montura de “la Tigra” es que Felipe Varela puede abandonar el campo de batalla.

 

Con apenas dos centenares de montoneros que han logrado escapar del Pozo de Vargas, Felipe Varela emprende el regreso a su campamento de Jáchal. Allí logra recomponer algo de sus fuerzas, logrando reunir a los dispersos. Pero el cerco de los ejércitos nacionales se cierra en torno del campamento. Creen que lo están acorralando contra la cordillera, pero, en realidad, lo llevan al escenario que domina como baqueano. En lo que resta del año 1867, Felipe Varela y su montonera aparecerán, alternativamente, en distintos parajes cordilleranos, evadiendo a sus perseguidores. Atacan y desaparecen. Se aprovisionan y se esconden. Se asoman por un paso entre las montañas y en un instante aparecen a kilómetros de distancia, burlando a Paunero, Arredondo, Navarro y otros oficiales mitristas.

Llegará a la ciudad de Salta y logrará tomarla durante unas horas, apoderarse de algunos fusiles, un par de cañones y alimentos necesarios para seguir su marcha. Cuando las tropas nacionales regresan a Salta, Felipe Varela y los federales ya están en Jujuy. Antes de que los montoneros tomen San Salvador, las autoridades provinciales aceptan la intimación de Felipe Varela y entregan voluntariamente armas, caballadas y provisiones. A pesar de los refuerzos, los federales no están en condiciones de presentar combate abierto a los ejércitos nacionales que los siguen, así que, hacia fin de año, Felipe Varela y la montonera federal ingresarán en territorio boliviano. Allí estarán a salvo de los coroneles de Mitre.

Notas:

[1] Varela, Felipe, “Proclama del 10 de diciembre de 1866”, citado en Rosa, José María, “La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas”, Bs. As., Punto de Encuentro, 2008.

[2] Ibidem.

[3] Ibidem.

[4] Ibidem.

[5] Ibidem.

[6] Ibidem.

[7] Zamba de Vargas, citada en Rosa, José María, “La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas”, Bs. As., Punto de Encuentro, 2008.

[8] Ibidem.


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