ADIÓS A UN AMIGO. Murió el periodista Norberto Colominas
- Conocí a Colominas en la redacción de El Periodista, a dónde iba a ver a Rogelio García Lupo y dónde terminé haciendome amigo de Julio Villalonga. Volvi a verlo en el despacho del jefe del bloque peronista de diputados, José Luis Manzano, al que acudía como represetante del Partido Intransigente, en víspera de las movilizaciones contra la Ley de Obediencia Debida. Ingresé poco después que él a la agencia Télam y a la sección de Economía, dónde él trabajaba. Lo seguí viendo cuando formó pareja con Miriam Lewin, gran amiga de mi difunto hermano Luis. Colo solía venir a las «cenas antisoja» que a partir de la crisis de la resolución 125 nos enfrentó a los agrogacarcas y sus seguidores comencé a organizar en El Refugio (de los hijos del Ayuntamiento de Oleiros) primero, y desde hace unos años en el Café Defensa, ambos en San Telmo, donde dentro de un rato se le rendirá homenaje. También solía ir a este último sitio los viernes, cuando se juntan allí Los Sabaleros de Barracas y otras expresiones del ala kirchnerista del Partido Justicialista porteño. Sin ser peronista, Norberto era un apasionado kirchnerista. La siguiente crónica de la agencia Télam fue redactada por otro gran amigo suyo, Ángel Jozami (con quien nos hicimos amigos en el exilio barcelonés) con aportes de otro amigo, acaso aun más íntimo, Alberto Dearriba, quien fue presidente de Télam (y con el que a veces voy a la cancha a ver a El Ciclón). Mañana nos reuniremos a las 11 en la capilla del cementerio de La Chacarita para despedirlo. Curiosamente, fue alli, sentados al sol, hace casi exactamente 16 años, que nos confesamos, ratificamos lagrimeando, el amor que ambos sentiamos por quien estaba siendo despedido con un discurso de Miguel Bonasso: el capitan sin tacha, José Luis D’Andrea Mohr.
Aqui, junto a Isidoro Gilbert y Armando Vidal, en la presentación de «Montoneros: ideología y política en El Descamisado», de las hermanas Yamilé y Giselle Nadra (2011)
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El periodista Noberto Colominas, que ocupó la Jefatura de Redacción de la agencia nacional de noticias Télam a mediados de la década de 1990, murió el martes en el Hospital Durand de esta capital, informaron sus familiares.
- El pasado 21 de diciembre Colominas había cumplido 69 años, en la que fue la primera celebración en muchos años que no pudo compartir, como acostumbraba, con una multitud de amigos.
Apenas dos semanas antes había salido de una internación hospitalaria de 45 días durante la cual había sufrido un paro cardiorrespiratorio.
El martes no pudo sobrevivir a otro ataque similar a pesar de los esfuerzos realizados por los médicos que lo asistieron en el hospital público.
«Colo», como le conocían los amigos y los colegas del medio periodístico, había nacido en la Boca e hizo sus primeras armas en el oficio en el desaparecido diario porteño La Calle, en 1974, escribiendo en la sección Cultura.
Poco tiempo después y tras la clausura del periódico por un decreto de la entonces presidenta María Estela Martínez de Perón, «Colo» llegó a la redacción del decano de la prensa económica argentina, El Cronista Comercial, donde trabajaban sus amigos Roberto «Tito» Cossa, Osvaldo Soriano y Carlos Abalo.
Como redactor de Cultura del viejo El Cronista dirigido por Rafael «Cacho» Perrota, Colominas disfrutó plenamente de su trabajo en compañía de un equipo de grandes periodistas a lo largo de 1975 y parte de 1976, un período que recordaba con mucho cariño, con recuerdos y anécdotas de todo tipo, a pesar de la represión que caracterizó esa época previa al golpe militar.
Pocos meses después del 24 de marzo de 1976, Colominas fue detenido por su actividad política como militante de izquierda. Posteriormente liberado, partió al exilio en Madrid, donde se desarrolló como periodista económico en la revista Mercado, una importante publicación que nucleaba a destacados profesionales bajo la dirección de Norberto Gallego.
A su regreso al país en 1983, «Colo» supo desplegar una frenética actividad periodística, primero en el diario La Voz y posteriormente en el prestigioso semanario El Periodista de Buenos Aires, donde ocupó el cargo de prosecretario de Redacción e integró un equipo de periodistas que en su mayoría había regresado recientemente del exilio y desde el que contribuyó a la edición de este recordado medio.
Al mismo tiempo, se lanzó de lleno a una apasionada militancia política en el Partido Intransigente (PI), formando parte de su comité nacional y también como representante del mismo en las Juventudes Políticas de aquellos primeros años de democracia.
Hincha fanático de Boca, Colominas tuvo una hija con graves problemas de salud de nacimiento y a cuya asistencia médica dedicó grandes esfuerzos.
Hacia comienzos de la década de los ’90 formó pareja con Miriam Lewin, con quien vivió alrededor de 15 años junto a Juan y Diego, hijos de la periodista, una etapa que siempre recordaba con alegría.
En 1992, «Colo» ingresó a Télam y en apenas dos años se convirtió en jefe de la sección de Economía y, poco tiempo después, en Jefe de Redacción, una tarea en la que se empeñó con esa obsesión sin límites que lo caracterizaba en sus fases de entusiasmo.
Su espíritu entusiasta lo llevó, a partir de 1989, a apasionarse con el Delta del Paraná y construir en una de sus islas una casa que fue su refugio durante muchos años.
Fue coautor, con Enrique Sdrech, del libro «Cabezas – Crimen, Mafia y Poder».
Lector voraz, admirador de Haroldo Conti, culto y apasionado, después de retirarse de Télam hacia mediados de 2000 se dedicó por un largo período a tareas de asesoramiento y consultoría en comunicación y, en los últimos cinco años, regresó al periodismo, esta vez en Radio Nacional.
Con la salud resentida desde hacía algunos años, «Colo» no pudo, sin embargo, dejar definitivamente a su peor compañero: el tabaco.
Seriamente afectado por la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC) y con insuficiencia cardíaca, «Colo» puso por encima de esto, hasta último momento, ese espíritu indomable que lo llevó siempre a hacer lo que quiso.
Es falaz la información de que a su hija enferma le dedicó grandes esfuerzos. Microcefálica, hoy con 43 años, nunca la visitó ni nunca aportó, ni aún cuando cobro sus indemnizaciones como militante del ERP; la madre de ella, mi hermana, es la que hasta el día de hoy enfrenta el grave problema. No tiene perdón.
Por favor, borren la parte que habla de su hija discapacitada. Hacía 30 años que no la veía y nunca se hizo cargo de nada- Les mentía a sus compañeros diciendo que se ocupaba. Hasta pedía licencia en Telam cuando se enteraba que su hija estaba internada, supuestamente para cuidarla, pero ni aparecía por el sanatorio. Soy la mamá de su hija y conozco el tema tal cual es. Elógienlo todo lo que quieran pero no sostengan después de la muerte una mentira que hizo mucho daño.