Affaire Vargas Llosa: El verso de la derecha
IMPOSTURA DE LA DERECHA: DEFIENDE A VARGAS LLOSA Y DICE QUE HAY «CENSURA»
Escrito por Emilio Marín / La Arena
La inauguración de la Feria del Libro a cargo de Mario Vargas Llosa está en tela de juicio y la derecha, que lo defiende, inventó que aquí hay censura.
Debe ser una de las pocas veces que los intelectuales argentinos comienzan un debate con suficiente antelación, casi con puntualidad suiza.
Es que la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires arrancará recién el 20 de abril con un discurso de alguna autoridad nacional y al día siguiente será su inicio cultural.
Allí está el problema, porque los cráneos de la Feria, con alevosía o ingenuidad, escogieron al peruano Mario Vargas Llosa.
En el novelista se da la contradicción de ser al mismo tiempo un notable escritor, de influencia en los ámbitos culturales argentinos, y a la vez un político contumaz de la derecha internacional.
Particularmente de la derecha de España, cuya nacionalidad goza y donde está alineado con el sector derechoso de José María Aznar.
Se nota que los círculos intelectuales argentinos, sobre todo porteños, están bien despiertos.
El 1 de marzo el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, ya estaba abriendo el debate sobre la pertinencia de semejante inauguración de la Feria, mediante declaraciones a Tiempo Argentino.
En tiempos normales, la objeción habría llegado 24 horas antes de esa apertura; ahora, 50 días.
González expresó al matutino que «la invitación a Vargas Llosa es una ofensa a la cultura argentina», por las críticas que el escritor hizo a los gobernantes de Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela.
González había dirigido una carta al presidente de la Cámara Argentina del Libro (CAL), Carlos de Santos, donde estimaba «sumamente inoportuno» haber concedido el lugar de privilegio a Vargas Llosa para inaugurar una Feria que «nunca dejó de ser un termómetro de la política y de las corrientes de ideas que abriga la sociedad argentina».
Otros intelectuales afines al kirchnerismo como Ricardo Forster, José Pablo Feinmann, Mempo Giardinelli, Aurelio Narvaja, etc, también expresaron su desacuerdo con semejante concesión.
Sin chauvinismo, recordaron que siempre esa función inaugural había recaído en un escritor nacional, concepto con el que coincidieron Osvaldo Bayer y, con una postura propia, los integrantes del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.
Conviene subrayar que todos quienes objetaban que Vargas Llosa fuera el encargado de la apertura, dejaron absolutamente en claro que lo respetaban como escritor de talento y bien ganado prestigio.
Y un segundo aspecto igualmente importante: no cuestionaban que ese personaje diera una conferencia en la Feria, en igualdad de oportunidades con otros hombres de la cultura.
Es más, González expresó que sería para él un gusto poder escucharlo e incluso debatir.
Por lo tanto, nadie en su sano juicio podía hablar de «censura, proscripción, campaña persecutoria» y otras estupideces que echaron a rodar Clarín y La Nación, con todo el espectro derechista.
Marcha atrás.
Conocidas las primeras objeciones a que Vargas Llosa ocupara ese lugar central el 21 de abril, saltó ese coro conservador y los monopolios mediáticos.
Afirmaron que se estaba frente a una maniobra kirchnerista de censura, manipulación estatal y hasta estalinismo (esto último fue un aporte anticomunista del ex peronista Alvaro Abos).
Cristina Fernández de Kirchner reaccionó con velocidad y habló dos veces por teléfono con Horacio González, pidiéndole que retirara su carta a las autoridades de la Feria.
En su opinión no se debía dar la impresión de afectar la libertad de pensamiento que rige en el país.
«La Presidenta me hizo conocer su opinión respecto a que esta discusión no puede dejar la más mínima duda de la vocación de libre expresión de ideas políticas en la Feria del Libro», transmitió el filósofo.
Sin arrepentirse del todo de su postura inicial, aceptó el requerimiento presidencial.
Quizás en ese paso atrás pesara un argumento esgrimido por la presidenta: él había empleado su cargo de Director de la Biblioteca al firmar su primera carta y eso metía al Estado en la discusión.
González dirigió una segunda misiva, esta vez al presidente de la Fundación El Libro, Gustavo Canevaro, donde relató sus conversaciones con CFK y retiró su carta anterior donde había solicitado el apartamiento del novelista peruano.
Ese gesto de mayor amplitud y tolerancia estaba destinado a fracasar, porque la derecha es por naturaleza reaccionaria y también intolerante.
La Nación publicó «La verdad de las mentiras» de Juan Cruz, uno de los editores del peruano, quien calificó a la discusión iniciada como «una más de las historias universales, y en este caso latinoamericanas, de la infamia».
El diario que mejor refleja los intereses de la Sociedad Rural y la Bolsa de Comercio, prologó ese artículo de Cruz diciendo que «Se publica igualmente porque esa orden de Cristina Kirchner no borra el intento de los intelectuales K por proscribir al Nobel de Literatura».
Otro editor de esa Gaceta Ganadera, Pablo Sirven, habló de amordazamiento y censura previa.
Y fue más lejos porque consideró que «los ahora frustrados aprontes están paradójicamente emparentados con otro tipo de represiones más nefastas que ya Vargas Llosa sufriera en nuestro país, cuando la dictadura militar prohibió su novela La tía Julia y el escribidor tan sólo porque en su trama sobresalía demasiado un personaje que hablaba muy mal de los argentinos».
Sirven traspasó los límites de la decencia.
González dijo respetar a Vargas Llosa y que éste tenía derecho a dar una conferencia, pero no a inaugurar la muestra.
Comparar a eso con la dictadura, que no sólo censuró sino también secuestró, torturó y asesinó a tantos intelectuales, es una bajeza.
¿A qué viene?
Ni los más acérrimos defensores del escritor y político peruano (en su momento fue candidato y fracasó en la presidencial frente a Alberto Fujimori) han podido desmentir las críticas que se le hicieron en Buenos Aires.
Sobre las descalificaciones que ha tenido para con Argentina y los argentinos, se puede leer en Perfil del 15 de enero pasado, que el personaje llegó a Punta del Este invitado por el grupo financiero suizo Julius Baer.
El exclusivo evento fue en el Conrad y allí se despachó a gusto contra nuestro país, su gobierno y sus habitantes, que no serían tan inocentes pues está «la responsabilidad de los argentinos en la tragedia que viven; no tan injustamente les pasa lo que les pasa.»
Dijo que no entendía «cómo una nación que tuvo a pensadores como Juan Bautista Alberdi y a Domingo Faustino Sarmiento pudo llegar a tener un gobierno como el que tiene.»
Esto para citar sólo uno de sus ataques.
Sus aduladores tampoco pudieron desmentir que el premio Nobel llegará a la capital argentina antes de la Feria y el 19 de abril será el orador de la comida de un seminario neoliberal en el Sheraton.
El mismo está organizado por la Mont Pelerin Society, una institución fundada por Friedrich Hayek, de la Escuela de Chicago, y la Fundación Libertad, de Aznar.
Los otros disertantes serán el chileno Jorge Edwards, el escritor anticastrista Carlos Alberto Montaner y el decadente Ricardo López Murphy.
El tema del evento es elocuente: «Encuentro regional: El desafío populista para la libertad de América Latina».
Suena injusto y hasta desubicado que este señor exponga el 19 de abril en ese cenáculo de ultraderecha de los defensores de Pinochet, Uribe y Aznar; descanse el 20 y abra la Feria el 21.
Sin restar en lo más mínimo el mérito al autor de La ciudad y los perros, La tía Julia y el escribidor, Conversación en la Catedral y otras obras del boom latinoamericano, no se debería dejar en sus manos y su ideología la inauguración.
El peruano tiene banca de los intereses políticos del imperio y de sus seguidores en la región, amén del grupo Prisa de España, la editorial Alfaguara y otros intereses económicos.
Es seguro que esa doble fila de intereses políticos y comerciales haya influido en la decisión de invitarlo, adoptada por las autoridades argentinas de la Feria.
Pero aún se está a tiempo de readecuar la grilla.
Un escritor como Osvaldo Bayer bien podría tener esa responsabilidad mayor, en mérito a su trayectoria de escritor, periodista y luchador de las causas justas.
Y que Vargas Llosa tenga su conferencia en un horario conveniente y un amplio salón, para que no se queje.
Hay un argumento que no ha sido empleado hasta aquí.
La renovación de ideas en la cultura, los medios, la educación, etc, que vino operándose en Argentina desde 2009 en adelante, expresada en la nueva ley de medios, se da de bruces con un personaje reaccionario como Vargas Llosa dejando inaugurada la Feria de 2011.
Esa sería una postal añeja, propia del tiempo anterior, del discurso único neoliberal.
Por algo será declarado Huésped de honor por el PRO, pero eso no condice con los tiempos de cambio aquí y en Latinoamérica.