Affaire Vargas Llosa: Una propuesta solemne

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Soy un barraganista de izquierda. De la facción extrema. No hay que ir a la Feria del Libro. Y si no hay más remedio, no hay que comprar libros. Por lo menos ahí. ¡Que les duela en el bolsillo!. Si compramos, que sea en una librería.
Y ahora mismo hay que cinchar porque la Fundación El libro ponga como inagurador de la feria a Osvaldo Bayer (no es mi candidato pero puedo aceptarlo en aras de la unidad) en detrimento de Vargas Llosa. O, al menos, que hablen los dos.

Curiosidad: Barragán habla de una masacre, la de de Uchucaray o como se escriba, sobre la que escribí una doble página en el Diario de Barcelona, hace ya más de un cuarto de siglo.

Por Carlos Barragán

No compre Vargas Llosa

Barragán propone cambiar libertad de expresión por libertad de consumo. O sea: no comprar libros en la Feria del Libro de este año

LA VIDA POR LA PALABRA AJENA

CARLOS BARRAGÁN

“No comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”. Así dice la frase de Voltaire. (Que seguramente se la habrá dedicado a un amigo con quien discutía mucho). Y supongo que Vargas Llosa estaría de acuerdo en que yo me muriera para que él siga diciendo lo que dice. Yo no.

Y parece que estuvo de acuerdo con la frase de Voltaire muchas veces a lo largo de su vida, cada vez que los EEUU se lanzaron a bombardear un pueblo, y en alguna oportunidad en que los militares peruanos se fueron a los montes para defender al país de la insurrección izquierdista y terminaron asesinando a ocho periodistas. Como parece haber pasado en 1983 en Uchuraccay. Un evento oscuro investigado por una comisión presidida por el mismísimo Vargas Llosa y que todo indica se dedicó a ocultar a los culpables. (Usted adivinó, eran los milicos.)

Pero lo que Vargas Llosa tenga para decir no es lo importante. Por eso es falsa la comparación con nuestro Borges gorila y conservador. Borges pensaba así, opinaba así; pero nunca se ocupó de exportar sus ideas, ni de militar, ni de vigilar y fiscalizar al resto del mundo de la mano de raras organizaciones con infinitos recursos económicos como hace el Nobel Vargas. El hombre cubrió la guerra de Irak con gran felicidad, contando lo atrasados que son por aquellos lugares y lo grandioso de que el ejército norteamericano fuera a matarlos para llevarles democracia y libre mercado. Contactado con los anticastristas de Miami, amigo de organizaciones de economicismo caníbal, de los grupos que se dedican a serruchar a Chavez, amigo del Opus Dei, y de lo más reaccionario del continente, de sectas de la guita, y de logias de millonarios que gritan pidiendo libertad porque sienten sus manos atados por los Estados soberanos. Todo esto no es un secreto, con googlear su Fundación Internacional para la Libertad y mirar qué son las fundaciones que ahí aparecen como “entidades vinculadas”, en cinco minutos, se puede ver a qué se dedica el Nobel Vargas.

Por eso no comparto lo que dice Vargas Llosa, y ni loco estoy dispuesto a dar la vida para que siga diciéndolo. Ni la vida ni dos pesos.

LA MALDITA TOLERANCIA

La tolerancia es consustancial a la democracia, leo por ahí. Y sí. Y la idea de la tolerancia siempre me pareció de los conceptos más valiosos que nos puede brindar la vida democrática: tolerar, soportar, aguantarse hasta eso que nos parece la peor mierda. Tolerar la existencia de eso “otro”, pero no por eso aceptarlo como propio. Tolerar es saber que lo ajeno puede convivir con nosotros. Y ya que estamos “convivir” quiere decir vivir compartiendo, o sea que hablamos de dejar vivir, pero no de dejar de señalar, discutir, putear y pelearse –todo eso sin poner en riesgo la existencia del tolerado. Tendremos, entonces, que tolerar a Vargas Llosa, a él y a su existencia presente en la Feria del Libro. Pero no tendremos que tolerar lo que dice, ni lo que hace, ni lo que representa, ni lo que quiere de nosotros.

¿CON QUÉ LE DAMOS AL VIEJO VARGAS?

El asunto es que muchos ya se relamen esperando a los famosos inadaptados que “infiltrados” entre el respetable público lo putéen al viejo facho, o le tiren huevos, o le canten la marcha peronista. (La última opción sospecho que es la que más desean, así el Nobel Vargas podría despacharse a gusto sobre la animalidad peronista y la oligofrenia argentina). Y entonces me pregunto ¿cómo hacemos para decirle que no lo queremos, que no nos gusta que sea un agente del poder que destruyó a nuestro país, y que nos molesta que diga que somos un pueblo idiota? Ahora le cuento.

YO TENGO UNA IDEA

Ya que la libertad del dinero –libre como un tigre liberado en un bosque de tiernos cervatillos- es lo que al Nobel Vargas le interesa, deberíamos comunicarle nuestro desagrado de manera comprensible para él y sus amigos. Sugiero no comprar ni un solo libro en la Feria de este año. Ya que ése es el lenguaje que el Nobel de literatura habla por el mundo, el esperanto universal de los negocios, podríamos hacernos entender con claridad. No compremos un solo libro en la Feria. Divulguemos este mensaje.

Lo siento sinceramente por las muchas editoriales piolas, y más por lo editores que sacan libros a pulmón. (Y también por mí que tengo un par de contratos con editoriales). Pero que ellos levanten sus stands, que pataléen, que les pidan a los de la Fundación El Libro que les devuelvan la guita, ya que con esta mala y maliciosa idea les van a hacer perder dinero.

Comportémonos como quiere Vargas Llosa, como consumidores libres en un mundo capitalista. Démosle el gusto: no hagamos política, hagamos “mercado”. Seamos consumidores libres que cuando un producto no les gusta, o cuando el envase no está lindo, o cuando la carita de la publicidad es antipática, no compran. A ver si así entienden que en la Argentina el liberalismo dejó de ser un negocio. Y vayamos todos a escucharlo a Vargas Llosa respetuosamente, pero con los bolsillos vacíos. Es un experimento que quizá valga la pena.


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