ALBERTO SZPUNBERG y su legado inequívoco: solidaridad con el pueblo palestino

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Acabo de recibir esto. Como ya escribí en su momento quise mucho a Alberto, y lo recuerdo con infinito cariño. Protegió a mi esposa en aquellos tremendos meses de mediados de 1976, me ayudó a reconvertirme en periodista en el exilio barcelonés, me regaló mi primer auto, un desvencijado Mini Morris 850 fabricado en Pamplona, y lo frecuenté cuando vivía en la apuntada dirección de San Telmo gracias a que se dio la casualidad de que vivía, literalmente, a un tiro de piedra de allí. Aunque con el bar El Federal haciamos un  triángulo casi perfecto entre su domicilio y el mio, fue en otra café (y panadería) llamado Europa, sobre esa misma calle, Carlos Calvo, que me contó que estaba enfermo de cáncer e iba a pelearla. Alberto sabía griego, latín, hebreo, idisch y lunfardo, aprendió una miqueta de catalán y fue un periodista importante en Barcelona cuando el semanario Interviú la rompía. Y fue expulsado de España manu militari por la Guardia Civil a instancias luego de que se plegara a una huelga de periodistas (a la que había votado en contra) siendo personal jerárquico, lo que motivó una exitosa intervención de la Comisión Argentina de Derechos Humanos (CADHU) que en Madrid encabezaban Eduardo Luis Duhalde y Gustavo Roca.

Me puse a leer lo que había escrito sobre Alberto y me hizo llorar, y más todavía me hizo llorar lo que escribió Alberto sobre el exterminio emprendido por Israel en la Cisjordania donde teóricamente gobierna la autoridad nacional palestina. Como dijo Yupanqui, un amigo es uno mismo en otro cuero. Quisiera ser judío. Judío como él. Releo lo que escribió sobre un pogromo hecho por las Fuerzas de Defensa (?) de Israel en Jenin e imagino que hubiera escrito ahora, cuando Gaza y sus habitantes (incluidos los rehenes secuestrados por Hamas) son objeto de un sistemático exterminio con el objetivo desalojar la Franja, que los palestinos huyan al desierto del Sinaí, dejando atrás escombros, una tierra arrasada para ser apropiada por un Estado Terrorista y colonizada por nazis racistas que sostienen que esa tierra lacerada se las entregó Dios.

Por favor, léanlo. Todos mis muchos amigos judíos son de la estirpe de Mordejai Anelevich y se identifican con los bombardeados de Gaza y repudian a los que arrasan la Franja y hacen pogromos en Cisjordania. Y entre ellos, Alberto era un campeón.


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