AMIA – ATENTADO: Como se introdujo a Irán y Hezbolá como sospechosos (con video)
PS: Acabo de regresar hoy (18 de julio) de una presentación de Apemia, en la que Pablo Gitter aportó información muy interesante relacionada con este tema. Por favor, relean esta nota. Lo nuevo está incorporado en color rojo.
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No había pasado un mes desde los bombazos que demolieron la AMIA y mataron a 85 personas cuando el 17 de agosto de 1994 declaró ante el juez Juan José Galeano un iraní, ex agente de la Savak (el servicio de inteligencia del destronado Sha Reza Pahleví), devenido empresario en Argentina –donde residía desde 1989– al que el diario La Nación identificó como Majid Parvas y que sería oficialmente conocido como el «Testigo A».
Pablo Gitter reveló hoy, 18 de julio, que Parvas se presentó el mismo 18 de julio de 1994, hace 30 años, en la redacción de Clarín, donde dijo que tenía pruebas de que Irán y Hezbolá habían perpetrado el atentado. Y pidió 50 mil dólares.
Más grave aún, Gitter reveló que ese mismo día, la SIDE le presentó al atribulado juez Galeano un pedido de intervención de varias lineas telefónicas. Entre las que estaba la de Parvas.
Y es que la SIDE, a pedido del Mossad, tenía intervenidas todas las líneas de la Embajada de Irán (entonces los celulares estaban en pañales) y las de otros iraníes.
Gitter dijo quela redacción de Clarín no le pagó a Parvas pero si lo puso en contacto con el juez Juan José Galeano, quien después de ida y vueltas le recibió declaración por primera vez, tal como se dijo, el 17 de agosto.
En total, Parvas declarado en ese juzgado siete veces, vertebrando así La Historia Oficial que hoy Milei, Patricia y Bullrich y Stiuso se empeñan en mantener vigente pese a una absoluta falta de pruebas.
Parvas, pronto resultaría obvio, trabajaba contra el gobierno de su país. Quizá ya desde 1979, cuando una revolución liderada por el ayatolá Ruhollah Jomeini destronó al Sha, nacionalizó el petróleo e instauró una República Islámica, convirtiéndose en la «bestia negra» de Israel y Estados Unidos.
Parvas habló del Partido de Dios libanés, Hezbolá y de sus supuestas «cédulas dormidas»en la Triple Frontera y de la presunta responsabilidad del gobierno de su país como instigador del atentado, e introdujo en el expediente el nombre del fantasmagórico Salman El Reda, a quien hoy los gobiernos de Estados Unidos e Israel consideran organizador tanto de los atentados a la Embajada de Israel en Buenos Aires y a la DAIA-AMIA.
El testimonio de Pavas no contiene informaciones provenientes de su observación directa, se trata de lo que suele llamarse «de concepto», pero alcanzó para iniciar una hipótesis que rápidamente se convirtió en la central y casi excluyente.
Tal como iba a suceder mucho después con Carlos Telleldín, a quien la SIDE le pagó 400 mil dólares para que acusara falsamente a un grupo de policías bonaerenses de haber volado lla AMIA, el testimonio de Parvas fue pagado, aunque por una cifra pactada mucho menor, 10 mil dólares.
Ello fue descubierto por el GERAD (Grupo Especial de Relevamiento y Análisis Documental) conformado por la UFI-AMIA luego de la muerte del fiscal Natalio Alberto Nisman, a fin de escudriñar una enorme cantidad de documentos internos que la SIDE no había aportado a la causa judicial. Fue así que encontró constancia de que Galeano había aprobado el pago, hecho por un abogado de la DAIA y a la vez empleado del Banco Mayo, entidades ambas presididas por Rubén Ezra Beraja, quien sería condenado por encubridor.
Sin embargo dicho pago, hecho el 17 de noviembre, fue de solo 3 mil dólares, en lugar de los 10 prometidos, lo que provocó en Parvas un ataque de indignada ira, al punto de que amagó con devolverle «esas monedas» al juez. El intermediario tanto del pago como del reclamo fue Ramón Ojeda, un capitán retirado del Ejército que había actuado en el Batallón 601 de Inteligencia de la fuerza durante la dictadura que lo estaba haciendo entonces para la Gendarmería. Galeano creía equivocadamente que reportaba a la SIDE de su padrino, Hugo Anzorreguy.
El episodio fue narrado con mas detalles por la periodista Alejandra Dandán en El Cohete a la luna. Es una lectura un tanto farragosa, solo apta para lectores exigentes, pero lo importante es que deja claro que Parvas se identificaba con los Mujaidines al Jalk o MKO, oposición terrorista (así la calificaba entonces Estados Unidos) y que sus acusaciones contra Hezbolá y el gobierno iraní fueron pagadas, aunque a bajo precio.
Ya antes, la venezolana DISIP (Dirección de Dirección General Sectorial de los Servicios de Inteligencia y Prevención), cuyo jefe era un cubano que reportaba a la CIA, había sacado de la galera un émulo iraní del Superagente 86, Manoucher Moatamer, quién se puso a fabular una sarta de camelos, De inmediato el presidente Carlos Menem puso a disposición del juez y de los fiscales el avión presidencial Tango 01 para que fueran a entrevistarlo a Caracas.
La invención del «Testigo A» no fue gratis (aunque si muy barata)
Salman El Reda o cómo se fabrica un fantasma. Aquella primera vez el dinero no surgió al parecer de los fondos reservados de la SIDE sino del declinante Banco Mayo, cuyo presidente Rubén Ezra Beraja lo era a la vez de la DAIA, con oficinas en el edificio de la AMIA y confeso destinatario de los bombazos. De los 10 mil dólares pactados, el «Testigo A» (Majid Parvas, un iraní residente en Buenos Aires desde hacía cinco años; que hasta 1979 había integrado los servicios secretos del Sha Reza Pahlevi, y que era un activo opositor al gobierno teocrático que gobernaba su país desde que una insurrección popular había depuesto al «rey de reyes» en 1979) recibió solo 3 mil, según las «escuchas» de conversaciones telefónicas intervenidas que estaban guardadas en dependencias de la Agencia Federal de Inteligencia, ex SIDE.
Para que sus dichos fueran creíbles, Parvas dijo haber tenido vínculos (haber hecho ocasionales traducciones) con la SEPAH, e incluso luego haber integrado su área de contrainteligencia, en el sector económico. Váyase a saber: SEPAH es la sigla de los Guardianes de la Revolución, también conocidos como Pasdaran, el cuerpo militar de élite que jura fidelidad al legado del Imam Jomeini (y que, al igual que el Hezbolá libanés, fue declarada recientemente por Estados Unidos «organización terrorista»), dato poco verosímil e incomprobable que probablemente buscara solo disimular la pertenencia posterior de Parvas a los Mujaidines al Jalk o MKO, organización que durante muchos años figuró catalogada como «terrorista» por los Estados Unidos… hasta que dejó de estarlo por presiones de Israel y la CIA, ya que entre otras acciones sicarios de MKO asesinaron por encargo a una pequeña serie de científicos iraníes que dirigían el desarrollo nuclear del país persa (véase la caricatura de presentación: les mujaidines eran de izquierda -y de ahí sus pañuelos rojos- antes de convertirse en mercenarios al servicio del Mossad y la CIA). Hoy, y con el obvio fin de dejar atrás ese pasado oprobioso, ha cambiado su nombre por el neutro y aséptico de Consejo Nacional de la Resistencia de Irán (CNRI).
La empresa IMANCO, aquí mencionada y de la que Parvas era socio, aparece profusamente en el expediente judicial como investigada desde antes de los bombazos contra la DAIA-AMIA. Es conocido el hecho de que la SIDE «monitoreaba» las actividades de un grupo de iraníes desde antes de que se produjera el ataque a la DAIA-AMIA e incluso que había logrado reclutar a alguno de los observados como confidente. No es de extrañar si se tiene en cuenta que en el juicio de la AMIA el entonces director de Operaciones Antonio «Jaime» Stiuso reconoció haber grabado decenas de miles de horas de conversaciones entrantes y salientes de la Embajada de la República Islámica de Irán por encargo del Mossad israelí, a quien dijo haberle entregado los respectivos casetes sin haberse quedado copia pues, se justificó, los iraníes hablaban en farsi, y la SIDE no tenía traductores.
Me parece muy sugestivo que el capitán del Ejército retirado y agente inorgánico de la Gendarmería Ramón Ojeda (que reportaba al comandante Osvaldo Laborda que a su vez trabajaba para Rubén Beraja) le comentara al periodista tan blindado como tuneado y poliservice confeso Guillermo Cherashny que el mercenario «Testigo A» le había trasmitdo al juez Galeano exigencias de «gente de afuera». Y es que también Parvas, como la SIDE de Stiuso, trabajaba para esa «gente de afuera».
Lamento que a la hora de rematar esta buena investigación, Alejandra «Campanita» Dandan no se haya atrevido a ser más taxativa. A mi juicio no cabe duda de que Parvas cobró y fue funcional al encubrimiento al introducir en el expediente judicial el nombre de El Reda que no llevó ni llevará a ninguna parte, de modo de desviar las investigaciones de los asesinos y sus motivos. (Lo agregado a su texto en rojo es mío). JS
PS: Mi pensamiento desbarra fácilmente en metonimias. Si quieren surfear el horror, les recomiendo escuchar Parvas, del inolvidable Luis Alberto Spinetta, y así sumergirse en el horror con la mente limpia, la guardia en alto y el alma enhiesta.
La mano de Dios
La historia del soborno al testigo que introdujo el nombre «El Reda» en la causa AMIA
El 17 de agosto de 1994 el expediente de la causa por el atentado a la AMIA inició el camino para incorporar al primer testigo protegido. El Testigo A, conocido a partir de una publicación del diario La Nación como Majid Parvas, un empresario iraní, instalado desde hacía cinco años en Argentina, había integrado los servicios de inteligencia de su país (en tiempos del destronado Sha) y para entonces trabajaba secretamente contra el gobierno de Irán. Parvas habló de «cédulas dormidas», de Hezbolá, Triple Frontera y de Irán detrás del atentado. Y fue quien introdujo en el expediente el nombre de Salman El Reda, observado desde el atentado a la embajada de Israel, a quien hoy el gobierno de Estados Unidos (es decir, la CIA) considera como organizador de los atentados en Buenos Aires. Una declaración tan importante que hasta la AMIA sostuvo que la imputación a El Reda se sustentó originalmente en esa declaración. El juez Juan José Galeano debió estudiar cómo incorporar esa declaración. El testimonio no tiene datos de observación directa sino que proviene de un testigo de contexto, pero es, sin embargo, el molde de la hipótesis central que comenzó a afianzarse desde entonces.
La revisión de los papeles de la SIDE desclasificados sucesivamente muestra que lo que sucedía en la causa tenía un contraplano fuera del expediente. Mientras Galeano avanzaba, las escuchas entregadas a las querellas señalan un cobro secreto de 10.000 dólares para Parvas, pactado por el juzgado y entregado por un abogado de la DAIA y empleado del Banco Mayo, como ocurrió con Carlos Telleldín. La primera entrega se hizo el 17 de noviembre de 1994 como resultado de una larga discusión. A Parvas le llegaron sólo 3 mil de los 10 mil pesos/dólares prometidos (por la DAIA o, al menos, por su presidente). Parvas estaba tan enojado que quiso devolver “esas monedas” a Galeano. El intermediario fue Ramón Ojeda, a partir de diciembre Testigo E de identidad reservada, un capitán del Ejército retirado del Batallón 601 de Inteligencia, prestado a la Inteligencia de Gendarmería, quién colaboraba con Galeano, aunque el juez creía que reportaba a la SIDE, y él no lo aclaraba (cómo se verá, Ojeda reportaba al comandante Osvaldo Laborda, que trabajaba para Rubén Beraja).
El 17 de noviembre, Ojeda se comunicó con Parvas para decirle que tenía una “pequeña noticia”. Parvas se quejó: quiso devolverle “esas monedas a Juan”.
–Con Juan hay que hablar fuerte –dijo y sugirió mostrar dudas sobre el monto recibido. Luego, “comenta su intención de devolver el dinero y devolvérselo a Juan porque Juan es el responsable”.
Por esos días, Galeano hacía un viaje a Siria con Carlos Menem. Y le pidió a Ojeda que se comunicase son uno de sus secretarios.
Quién es Parvas, el comienzo
Parvas nació en una familia de buen pasar, según dijo. A los 14 años estudió inglés en un viaje a Gran Bretaña, volvió a Irán, hizo traducciones circunstanciales para los servicios de inteligencia de la SEPAH (ejército iraní, ver introducción ) y luego se integró el área de Contraespionaje para controlar a quienes llegaban a hacer inversiones. Participó en la guerra Irán-Irak. Volvió a Teherán. Para 1994, llevaba cinco años en la Argentina donde montó empresas, entre ellas una llamada Imanco SA con dos socios investigados por la SIDE en una carpeta llamada Caso Trio, cuyo archivo hoy tiene Memoria Activa. Parvas realizaba importaciones y exportaciones, de carne a armas. En 1990, conoció al aviador Jalil Amado, entonces subdirector del Aeroclub de La Plata, quien le presentó a tres personas que le ofrecieron la venta de misiles Harpon. De acuerdo a los archivos, siempre le fue mal en las empresas y se fundió sistemáticamente. Para 1994, estaba en la ruina.
El 17 de agosto de 1994, el juzgado recibió una llamada que advertía sobre una reunión en el Correo Central entre dos periodistas y un iraní. El juez pidió a la División de Comunicación de Policía Federal que se apostara a grabar el encuentro. A foja 270, el juez observa el video. Reconoce a un periodista. Y a foja 274, Ramón Ojeda, que estaba viendo el video con el juez, reconoce al iraní Majid Parvas, a quien desde entonces acompañó a sol y a sombra.
La cita
Galeano primero citó a los periodistas, Omar Lavieri y Jorge Grecco (quien reportaba directamente a la SIDE y fue secretario de Comunicación de Macri, época en la que se volvió multimillonario) . Le dijeron que habían recibido en el diario Clarín una llamada de alguien que se presentó como Luis Alberto Cáceres (al parecer, un policía o ex policía federal) quien dijo tener información sobre (el atentado a la) AMIA. Se reunieron con él en la puerta del Palacio de Justicia. Les ofreció informes sobre Hezbolá en América Latina. Entregó un documento y pidió 50.000 dólares. Volvieron a verlo el 20 de agosto en el Correo Central, donde les ofreció dos nombres del atentado a la Embajada de Israel e introdujo el término célula dormida y una explicación de cómo funcionaban. Con esos datos, Galeano citó a Parvas y dispuso la grabación del encuentro. Todo esto es conocido y está en el expediente. En cambio no figura el primer encuentro que Galeano tuvo con Parvas, el 13 de septiembre antes de la declaración formal. La charla fue grabada y desgrabada por la SIDE y quedó en sus archivos hasta que la desgrabación fue descubierta por el GERAD.
–¿Quería conocerme? —le dijo Galeano.
–Si –dijo él—. Soy iraní, vivo acá hace cinco años.
Parvas dijo lo que diría más tarde en la declaración oficial. Galeano le dijo:
–Yo necesito que usted declare.
El 23 de septiembre, Parvas finalmente declaró. Parte de su declaración quedó reservada en un legajo, y otra parte se volcó en el expediente principal. Se presentó como parte de un grupo político disidente en Irán en contra de un gobierno que actuaba “en otros países en forma violenta”. Su movimiento no tenía poder para cambiar ministros, dijo, pero contribuía a avisar a terceros países en peligro. Parvas explicó que todo comenzó en 1979 con el derrocamiento del Sha, la instauración de un gobierno sin partidos, o Partido de Dios o Hezbolá. Parte de su declaración es recordada porque caracterizó que en Irán había tres grupos. El Grupo 1, el más radicalizado, con apoyo en las provincias donde muchos habían perdido seres queridos en la guerra con Irak. El Grupo 2, no tan fundamentalista, del que formaba parte el entonces Presidente (Akbar Rafsanjani). Y el Grupo 3, donde estaba él.
Varias veces se le preguntó por el Grupo 1, donde Parvas inscribió a quienes llevaban adelante las operaciones violentas fuera del país, con eje en el ministerio de Inteligencia conducido por Alí Fallahijan —hoy con pedido de captura—. Cuando Galeano le preguntó si podía describir la relación entre esa estructura y Hezbolá del Líbano, dijo:
“No puedo dar mucha información sobre la organización del Hezbolá en cuanto a las misiones suicidas, puedo decir que si Irán por alguna razón accede a una misión de ese tipo, no se mete en la organización del atentado o a la designación de las personas que van a intervenir, sino que se limita a dar la luz verde”.
Volvió a hablar del tema más adelante. Parvas declaró formalmente tres veces en ese mes de septiembre. Para la segunda declaración, Irán ya no era sólo quien daba «una luz verde» sino que aparecía involucrado en la organización atentados. También varió el modo de intervención de otros actores. Habló más sobre El Líbano y Hezbolá, al que ahora presentó como quien los planificaba.
Su declaración dejó huellas en la causa:
“Generalmente todo se planifica en el Ministerio de Inteligencia de Irán —el departamento encargado es Al Quds (Jerusalén) —y la persona que lo planifica es un libanés (obvia referencia a Imad Mugniyé, al que se le atribuía el atentado contra el cuartel de los Marines estadounidenses en Beirut, quien sería asesinado en Damasco junto a un hijo por mercenarios al servicio del Mossad) que planifica todos los atentados contra Israel en todo el mundo. Cuando se piensa en un atentado es porque Irán o Hezbolá quieren vengarse o responder a algún ataque de Israel”. Parvas agregó que Al Quds daba apoyo económico a Hezbolá.
«Puede variar pero pagan pasajes, gastos en el lugar del hecho, escalas previas y no paga a quienes intervienen porque son voluntarios. Dos o tres personas de Hezbolá viajan a Teherán, se entrevistan con al Al Quds, obtienen los detalles, regresan a Líbano y esperan la señal».
Luego, Parvas saltó a Foz de Iguazú donde, dijo, aguardaban las personas que iban a cometer el atentado, miembros de «células dormidas. Sus miembros, explicó, no saben los detalles. Esperan la orden que llega a través de una persona que viaja a informarles su misión. Mientras tanto se instalaron en Ciudad del Este donde tienen parientes o amigos comerciantes. «Van con ellos, se quedan con ellos y trabajan. Los comerciantes sólo ayudan. La persona que llega a informar acompaña a quien va a realizar la operación hasta el destino y espera hasta asegurarse que todo salió bien. Solo dos días antes del hecho, el suicida va a saber qué tiene que hacer. El mensajero lo cita a dos o tres cuadras del blanco, le entrega el camión o la camioneta con el cual se deberá producir el atentado. Producido el atentado, el mensajero vuelve a Ciudad del Este, y de ahí viaja a Europa desde donde planea el regreso a Medio Oriente. Para realizar el atentado, cuentan con apoyo local. El mensajero no es solo mensajero sino también un comando que sabe de explosivos. El plan comienza seis meses antes y se presenta al Ministerio de Inteligencia», discurrió.
Fue en ese contexto que Parvas mencionó la intervención de El Reda en sus dos primeras declaraciones. “Hay un miembro del Hezbolá que vive en Foz de Iguazú y trabaja en Ciudad del Este, Salmán El Reda, casado con una mujer argentina de ascendencia árabe, la familia de ésta vive en el barrio de Flores de la Capital Federal, cerca de la mezquita» (en alusión a Al Tahuid, la mezquita de Floresta, que en tiempos de los atentados orientaba Moshen Rabbani).
Más tarde Parvas dijo que El Reda “se instaló en Foz de Iguazú después del atentado a la Embajada de Israel en Buenos Aires y se considera que ha brindado apoyo local en aquella ciudad a los fines del atentado a la AMIA y que es la persona coordinadora entre las células durmientes y la persona que viene avisar al integrante de esta que llegó el momento de concretar una misión. Esta persona llegó a Foz de Iguazú después de seis meses de producido el atentado a la embajada de Israel en Buenos Aires, antes estaba en Colombia pero se que hizo varios viajes al Líbano con el fin de participar en diferentes acciones bélicas en el sur de ese país”.
Todo eso figura en el expediente. Puertas afuera pasaba otra cosa.
Ojeda, el otro D´Alessio
¿Ojeda comenzó a tener contacto con Parvas sólo a partir del video que vio en el despacho de Galeano y dijo haberlo reconocido? Es poco probable. Parvas contó aquel primer contacto de su empresa (IMANCO) con Jalil Amado (quien fue Director de Aeronaútica Civil de la Provincia de Buenos Aires entre 1989 y 2013) en el año 1990. Dijo que (Amado) le presentó a dos personas para vender armas: Jorge Mones Ruiz, mayor destituido del Ejército el 2 diciembre de 1992 por pertenecer al Movimiento Carapintada, también perteneciente al Batallón de Inteligencia 601. Y Martín Sanabria, capitán retirado del Ejército en 1989, para entonces agente de la SIDE. Le ofrecieron un negocio de venta de misiles a través de un persona del banco BCCI de Londres. Sanabria le pedía información sobre Irán y su embajada para pasárselos al entonces jefe de la (luego disuelta) Central Nacional de Inteligencia (CNI). La relación con Sanabria continuó hasta 1994 por la venta de submarinos que nunca se concretó (el gobierno argentino, bueno es recordarlo, le había extendido para ello un poder al traficante de armas sirio Monzer al Kassar). Pero Sanabria trabajaba con Ojeda en una cooperativa llamada Solucionar, y fue la persona que los presentó. Si eso es así, entonces: ¿quién presentó a Parvas en el despacho de Galeano? ¿Quién hizo esa primera llamada alertando del encuentro en el Correo?
En octubre de 1994, comienza la larga discusión sobre el dinero. Además de Parvas y Ojeda, también intervino el ¿periodista? Guillermo Cherashny. Ojeda llamó a su oficina de la calle Florida. Lo atendió su secretaria. Le dijo que había llegado un sobre a su nombre de parte de Natalio Charnik (fonética), que podría ser Natalio Czarny, quien era representante legal de la DAIA y empleado del Banco Mayo. De acuerdo a los datos, ¿ese es el primer pago que hizo la DAIA a un testigo como iba a repetirse con Telleldín? Ojeda le pidió que lo abra. Y que si había gente, lo hiciese en el baño. Vuelve a llamarla, y ella le adelanta el contenido del sobre: tres. Ojeda pregunta si había instrucciones, y ella dijo: “Hay algo”.
Ese mismo día Ojeda le avisa a Parvas, discuten. Comienzan a programar la participación en televisión. Cherashny se encarga de los contactos.
Poco después Ojeda inició el camino de testigo protegido. El 7 de diciembre se comunicó con una persona para preguntarle por otra que ninguno menciona. La persona que buscaba había estado reunida ese día con alguien a quien mencionan como La Segundo del capo del Kiosco que le hizo una propuesta acorde a lo que ellos querían: que fuera el perito. ¿Hablaban de Osvaldo Laborda? ¿El kiosco puede ser la DAIA? ¿Quién era la segunda?
Según los archivos revisados de la SIDE, Laborda había pertenecido al cuerpo de especialistas de explosivos de la Gendarmería Nacional, era de Inteligencia y tenía a cargo un grupo al que pertenecía Ojeda, trabajó en los peritajes de la Embajada de Israel por disposición de la Corte Suprema y “dictaminó que la acción se produjo mediante la utilización de un coche bomba, detonado sobre la vereda”, la línea sostenida por la embajada. Una vez retirado, Rubén Beraja lo contrató como perito de parte. Laborda ya había demostrando en un estudio que no había habido implosión en la AMIA (implosión no hubo, pero si una explosión interna, la principal, y otra externa. Laborda «dibujo» la pericia a pedido de Beraja).
Mientras tanto, Parvas se había puesto a buscar a El Reda. El 15 de marzo de 1995, llamó a la casa de Mohamad Reza Javadi Nia, donde habló con su esposa Claudia Navarrete Caro.
–Yo, una vez, hace mucho, te pedí el teléfono de Salman quien estaba en Foz de Iguazú. Tenía todo anotado en la computadora, pero ya no tengo la computadora. Usted tiene en su agenda el teléfono de él? Cuando se lo pregunté hace dos años, él estaba en Foz de Iguazú. Reza le preguntó a la familia de la señora Salman. Ustedes tienen contacto con ellos.
–No –dice la mujer—, Salman vive en el Líbano ahora.
–¡Ah! Porque el año pasado él me dijo que le fue muy bien en Foz de Iguazú.
–Estoy segura de que se fue a vivir al Líbano –insiste ella—, porque me lo dijo la cuñada de la esposa. Están viviendo en el Líbano.
–¿El mismo que trabajaba en Colombia, luego se vino a la Argentina y después se fue a Foz? Así que vendió todo y se fue al Líbano. ¿Y el hermano que estaba en Colombia?
–¡Ah! No sé –dice ella—, creo que ellos están en Foz de Iguazú.
–No, él está ya está en el Líbano –dice Parvas—. Yo conozco dos o tres personas, aparte dentro de 10 días voy para verlos y como no tenía el teléfono de Salman quise preguntarte.
El encubrimiento
Parvas era parte de la comunidad iraní local seguida por los servicios secretos desde el estallido de la embajada de Israel. El Reda también estaba en la mira. Hay quien dice que su nombre estaba en el expediente una semana antes del atentado. Sin embargo, un estudio de la propia AMIA, señala que la primera imputación se sustentó “en los dichos del testigo de identidad reservada identificado bajo la letra “A” —cuya verosimilitud y contundencia fue recordada—, quien atribuyó abiertamente a dicho individuo haber sido miembro activo del Hezbolá a la época de los hechos y haber participado de la comisión del atentado, especificando que era la persona coordinadora entre las células durmientes y las personas que iba a avisar al integrante de ellas que había llegado el momento de concretar la misión”. Hoy se le atribuye, además, la propiedad de un teléfono que estaba a nombre de un tal Andrés Marquez (o Marques, al que nunca se le pudo encontrar encarnadura y de cuya existencia real se duda) y considerado clave porque estaba ubicado en la triple Frontera, al que se comunicaron desde Ezeiza el 1 de julio de 1994 por primera vez y se cortaron las comunicaciones el 18 de julio, a las 9, desde Aeroparque.
La relación de todas estas personas abre algunas preguntas. Y pone en diálogo estos primeros sucesos con el caso de Telleldín. El revendedor de autos robados cobró 400.000 pesos por su testimonio. Aún se discute si cobró dinero por la declaración o para acusar falsamente a un grupo de la policía bonaerense como conexión local (es obvio que ambas cosas no son contradictorias sino complementarias, tal como ya fue probado en el juicio). Parvas cobró dinero. Esta es la primera vez que se muestran los papeles. ¿Por qué cobró? ¿Debía introducir el nombre de El Reda en la declaración como Telleldín? Es una incógnita. Lo cierto es que la vida que corría en paralelo al expediente en miles de horas de conversaciones archivadas en la SIDE señala que hubo datos que se escondieron a las partes y por lo menos muestra por primera vez cómo los servicios de inteligencia introdujeron los datos.