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AMIA – ATENTADO. El caso Kollmann: No hay peor ciego que el que no quiere ver

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Ignoro los motivos por lo que Raúl Kollmann, un periodista inteligente y con mucha capacidad de trabajo, se ha convertido en el más eficiente enturbiador del tema AMIA, sobre el que se ha tendido un espeso velo que permite que quienes asesinaron a 85 personas al demoler de sendos bombazos el edificio de la AMIA-DAIA, no sólo permanezcan impunes sino también anónimos. Tengo mis hipótesis, desde ya, pero aun considerando la peor de ellas no termino de entender qué fuerza puede torcer la pulsión natural de cualquier periodista (y más todavía de uno judío y de orígenes socialistas) por desenmascarar a semejantes genocidas cuando es obvio que entre ellos hubo miembros de los “grupos de tareas” de la dictadura y, puntualmente, miembros o ex miembros del Departamento de Explosivos de la Policía Federal, organizado en 1974 por el comisario Alberto Villar con propósitos duales: tanto para desarmar artefactos explosivos como para colocarlos y detonarlos en nombre de la “Triple A”. Porque nadie debuta como homicida matando a tantas personas, y ni siquiera a las 22 que oficialmente perecieron en la Embajada de Israel y sus adyacencias, atentado en el que nadie ha querido o podido profundizar a pesar de que, como han podido constatar fácilmente quienes han leído Caso Nisman: Secretos inconfesables (Punto de Encuentro), su mecánica y quienes y como lo perpetraron, siempre estuvo la vista (razón por la cual un secretario de la Corte Suprema, Esteban Canevari, se sentó sobre el expediente judicial durante largos años sin dejar que nadie de afuera lo revisara).

Tuny Kollmann en épocas que hacia la prensa del diputado Luis Zamora.

Tenía la firme intención de no seguir polemizando con Kollmann, cuyo trabajo en otros temas, por ejemplo en lo que hace a los avatares que se sucedieron a partir del suicidio del fiscal Nisman, valoro mucho. Sin embargo, una nota que publicó en Nueva Sión (periódico en el que a fines del siglo pasado y comienzos de este publiqué muchos artículos referidos a los atentados) con ocasión del reciente 26º aniversario del ataque a la mutual, me impide permanecer callado.

Bajo el título Preguntas Kollmann inicia su nota con una ristra de artificios cuyo resultado inequívoco es oficiar de lexotanil: que cunda la resignación entre los lectores de Nueva Sión, argentinos judíos y progresistas, a los que les dice que “Nada se sabe” ni se sabrá a menos que se produzca un milagro.

Primero advierte que “Las preguntas más elementales (…) no tienen respuestas” y enumera “no sabemos de dónde salió el explosivo, dónde se armó la camioneta-bomba; quién se llevó la Trafic desde lo de Carlos Telleldín, quién la dejó en el estacionamiento, quién la retiró ese mismo lunes del ataque y quién fue el suicida. Tampoco tenemos idea de quién entró o salió del país para cometer el atentado. De manera que si no sabemos nada –que es la realidad–, no es sencillo establecer quién ordenó esta masacre y la de la Embajada de Israel”.

«No sabemos nada», dice. Con lo cual hace de cuenta como que libros como Cortinas de humo, de Jorge Lanata y Joe Goldman, La ley bajo los escombros de Gabriel Levinas, AMIA, La gran mentira oficial de Fernando Paolella y otro, y los cuatro (4) en los que quien escribe abordó los atentados y su contexto, especialmente el ya mencionado “Caso Nisman…” y el último, La infAMIA (Colihue) nunca se hubieran publicado.

«No sabemos nada», dice. Y de inmediato se apresura a apuntalar la trémula hipótesis de una supuesta camioneta-bomba cuya existencia  todos esos libros ponen en tela de juicio o directamente niegan.

Quien haya leído esos libros sabe que los explosivos, ¡unas diez toneladas! fueron adquiridos en una fábrica de Olavarría por libaneses católicos dueños de un volquete que se depositó en la puerta de la AMIA unos pocos minutos antes de su voladura. Falsos mineros que fueron detenidos a pedido de siete fiscales… y liberados a las pocas horas entre gallos y medianoche por el encubridor juez Juan José Galeano luego de que así se lo pidieran en una reunión celebrada en la Casa Rosada a la que fue convocado de urgencia por el entonces ministro del Interior, Carlos Ruckauf. Reunión en la que también participaron el saliente secretario de Seguridad, Hugo Franco y el nuevo jefe de la Policía Federal, Juan Adrián Pelacchi (que había reemplazado a Jorge Luis Passero, quien sostenía que, al igual que en la Embajada de Israel, el edificio había sido derrumbado por una explosión interna) y en la que participó brevemente el presidente Menem. Quien no haya leído aquellos libros y quiera enterarse rápidamente de estos pormenores puede hacerlo aquí cliquando aquí: NOTICIA BOMBA: Menem ordenó liberar a claros partícipes de la voladura de la mutual judía.

Y es que nunca hubo tal “camioneta-bomba” sino apenas una camioneta Trafic que sirvió como señuelo para desviar la atención; camioneta de la que se sabe dónde se refaccionó (así como que siempre permaneció dentro de la órbita de Alejandro Monjo y la Policía Federal), y aunque no puntualmente a quien se la entregó Telleldín, si, y perfectamente, quienes ligados a aquellos, fueron los que la dejaron en el estacionamiento Jet Parking, aledaño a la Facultad de Medicina y cerca de la AMIA.

Declaración de Roman Lejtman en el juicio. Él, junto a Kollmann (ver más abajo) impulsados por Carlos Corach, se disponían a escribir la falsa historia pergeñada por el presionado Telleldín que imputó al comisario Ribelli y a un grupo de policías bonaerenses y les hizo pasar largos años en prisión. Kollmann se bajó a tiempo.

Respecto al supuesto chófer suicida de la supuesta Trafic-bomba que nadie vio en la calle Pasteur al 600 aquel aciago lunes 18 de julio de 1994 a las 9.53 mal pudo haberlo porque, insisto, no hubo tal camioneta-bomba. Pero aun siempre sostuvieron su existencia, como el abogado de la AMIA, Luis Dobniewski, reconocían, ya en 1997, que no había existido tal kamikaze y que el atentado había tenido una impronta eminentemente local. Obviarlo, como hace Kollmann, deja en evidencia su negativa a tomar en cuenta no sólo los libros ya mencionados, sino incluso datos tan precisos y contundentes como este.

Kollmann alega que los fiscales que sucedieron a Nisman habrían “probado” que esquirlas incrustadas en restos humanos supuestamente de las víctimas y olvidadas durante 22 años en un balde rojo de plástico dentro de una heladera de lo que en los años ’90 fue el Departamento de Drogas Peligrosas de la Federal en la Avenida Huergo, Puerto Madero, coincidirían con “la carrocería de la (camioneta) que explotó en la AMIA”.

Se trata de una «pericia» tan seria como la hecha por la Gendarmería a pedido de Patricia Bullrich para «demostrar» que Nisman habría sido asesinado (por un comando mixto venezolano-iraní entrenado en Cuba como dijo sin ruborizarse un columista de Clarín, Eduardo Van der Kooy). Porque desde un principio se supo que los pedacitos de chapa diz que encontrados entre los escombros de la AMIA o cerca de ella no coincidian con la de la carrocería de la Trafic que había sido vendida o entregada por Telleldín y a la que correspondía el pedazo de bloc de motor encontrado por militares israelíes entre los escombros de la AMIA minutos antes de emprender el regreso a su país, según dictaminó Ciadea S.A., la empresa que fabricaba entonces en Argentina los vehículos de la marca Renault. Lo que ya de por parece indicar que los escasos restos de Renault Trafic encontrados entre los escombros de la AMIA (un 13% del vehículo) fueron plantados.

Cuando esta información le llegó tempranamente al juez Galeano , –al que le habían impuesto que no se apartara un ápice de la hipótesis de la camioneta bomba–, se vio forzado a sostener que Telleldin había hecho mellizar no una sino dos Trafic, y que le había entregado a los terroristas la que tenía el motor comprado a su nombre con la carrocería de otra. Según el juez, Telleldín habría hecho desaparecer la que había hecho “mellizar” en el taller del mecánico Ariel Nitzcaner, de ascendencia judía, en base a una Trafic robada al disc jockey Sarapura. Según esta alambicada hipótesis Tellldín le habría hecho colocar un motor de origen desconocido antes de hacerla desaparecer. En efecto, de esta camioneta no se supo más, pero hay claros indicios de que una grúa la devolvió a la órbita de Alejandro Monjo, titular de Automotores Alejandro y socio de la cúpula de la Policía Federal de entonces en el lucrativo negocio de «mellizar» automotores.

Telledlín, hábil declarante sometido a un juicio absurdo, dice que el nunca verificó el número del motor de la Trafic quemada que le pasó Monjo y ni siquiera está seguro de que esa Trafic quemada haya sido la que había pertenecido a Messin SRL, aunque cree que si.

De lo que cualquiera puede estar seguro es que Telleldín ignoraba el uso que se le daría a la Trafic que entregó ese domingo 10 de julio, fuera el que fuera, y que era ajeno al mismo, ya que de haber sabido que iba a verse involucrada en un delito grave, hubiera modificado el número de su motor: solía trabajar con «El Cirujano», un especialista protegido por aquella sociedad PFA-Monjo.

La aparición del balde rojo en escena se produjo poco después de que los fiscales que se habían hecho cargo de la UFI-AMIA en reemplazo del finado Nisman anunciaran que, en vista de las dudas existentes en torno a la existencia material de la supuesta camioneta-bomba, iban a hacer una reconstrucción virtual del atentado a partir de las declaraciones de los testigos presenciales…  lo que hubiera potenciado las sospechas sobre su existencia hacia la certeza de su inexistencia, puesto que no hubo un solo testigo fiable que dijera haber visto una Trafic en las inmediaciones de la AMIA antes de las explosiones y si sobradas evidencias de que se habían registrado dos explosiones, la más potente adentro del edificio.

La anunciada reconstrucción fue postergada una y otra vez desde 1998, cuando la pidió Memoria Activa, y fue insólitamente desechada por el TOF 3 que llevó a cabo el juicio por el atentado. Hasta que los fiscales que reemplazaron a Nisman anunciaron que la harían. Poco después se produjo la milagrosa aparición del balde rojo que sirvió para que nuevamente esa pericia fundamental se dejará de lado y Kollmann echara las campanas al viento, proclamando que, ahora sí, la existencia de la proteica camioneta estaba probada.

Lo único probado es que un pedazo de block de motor que los militares israelíes dijeron haber hallado entre los escombros de la AMIA pasada más de una semana del atentado pertenecía a la Trafic original, la incendiada, que había sido de la textil Messin SRL, y que Alejandro Monjo le había pasado a Telleldín… cuyo teléfono estaba intervenido desde bastante antes de que ese pedazo de motor apareciera… oficialmente.

En el juicio, quien era el jefe del cuerpo de Bomberos en el momento del atentado, Omar Rago, y su segundo, quien lo sucedió unos pocos días después, Roberto Corsetti, coincidieron en decir que horas después del atentado y antes de su aparición oficial entre los escombros de la AMIA, ese pedazo de block de motor se encontraba en el Departamento de Explosivos de dicho cuerpo de la PFA en Virrey Cevallos y avenida Belgrano.

Lo más curioso es de que de ese hallazgo, aunque con alguna imprecisión, dio la noticia el propio Kollmann, que parece haber olvidado lo que escribió.

El comisario Rago dijo que personal de la Brigada de Explosivos le había mostrado el pedazo de bloc de motor encontrado el martes 19, y el Comisario Corsetti lo confirmó, precisando que ese trozo de metal se había encontrado el mismo lunes 18, una semana antes de que su hallazgo se oficializara por los «rescatistas» israelíes y antes de que el martes 19 por la noche éstos llegaran a Ezeiza junto con agentes del Mossad y el ex embajador Dov Schmorak, quien de inmediato emplazó al presidente Menem a dar a conocer «una versión coincidente» de ambos países acerca de cómo habían ocurrido las cosas y quienes eran los culpables.

Como le dijo un dirigente comunitario al monologuista Roberto Moldavsky cuando este le preguntó hace ya bastante más de dos décadas por qué no avanzaba la investigación del atentado (cito de memoria): «Es mucho más costoso averiguar qué es lo que pasó que no averiguarlo».

Es un punto de vista. Quienes lo suscriben deberían abstenerse de fingir que se preocupan por esclarecer los atentados.

Quien quiera oir, que oiga. Quien quiera entender, entenderá.

 


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4 comentarios

  1. Yo recomendaría que se amigue con Kollman. Ya lo dijo el gaucho Fierro «los zurdos y mercenarios sean unidos ….

  2. creo q el valiente epítome d la verosimilitud d todo lo q fue encontrando en el camino está en infAmia, o tal vez la punta del ovillo d la q ningún valiente hay para tirar de ella

  3. Cristo multiplicaba los panes y los peces y Kollman multiplica las vacunas que llegaron, que van a llegar y que probablemente hubieren llegado.

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