AMIA – ENCUBRIMIENTO: El silencio de Verbitsky aturde
Lleva 13 años haciéndose el distraído sobre cosas que él mismo descubrió y/o puso en evidencia.
Los documentos escondidos en el Pasaje Barolo
Quienes siguen los avatares del caso AMIA no deben perderse estos artículos. El primero es una noticia que pasó bastante desapercibida a pesar de que fue publicada por Clarín el viernes. Se trata de una medida de la Sala 1 de la Cámara Federal porteña, que rechazó el rechazo, valga la redundancia, del juez Canicoba Corral a una acción de amparo presentada por Laura Alche de Guinsberg en nombre de APEMIA para evitar que Macri le arrebate a la Justicia (y más concretamente al GERAD, el grupo especial de búsqueda de la Unidad Fiscal AMIA) los archivos ocultados por la SIDE… para devolverlos a la órbita del Poder Ejecutivo; es decir, al control de la AFI; es decir, a la ex SIDE de «Jaime» Stiuso que los escondió, sustrayéndolos a la justicia. Y es que los encubridores están desesperados por la posibilidad de que surjan a la luz documentos tan comprometedores como los de la «Operación Cacerola».
A diferencia de lo que opina el autor de la nota, Lucio Fernández Moore, el pronunciamiento de los jueces Ballestero y Bruglia no me parece duro, sino muy blando. Duro hubiera sido que ellos mismos resolvieran la cuestión de fondo, no que le ordenen a Canicoba Corral que produzca un nuevo fallo ajustado a derecho.
La segunda nota es la publicada hoy en Página/12 por Raúl Kollmann. Un escrito muy instructivo sino fuera por «el pequeño detalle» de que vuelve a poner en primer plano a la supuesta Trafic-bomba, sin trasmitir la menor duda acerca de su existencia, en lo que constituye un claro retroceso respecto a ocasiones anteriores en las que informó que existían dudas al respecto (como demostraron, libros de Jorge Lanata, Gabriel Levinas y de quien escribe, que se encuentra políticamente en las antípodas de aquellos).
La última barrera
A esta altura de la soireé, tengo claro que el encubrimiento está mucho más extendido de lo que podría pensarse. Kollmann, Memoria Activa y el CELS -principal sostén de Memoria Activa- quieren acabar con él… hasta ahí. El límite es la participación de agentes de los servicios de inteligencia de Israel.
El jefe político de este sector es el presidente del CELS, Horacio Verbitsky, quien rara vez se ha referido al tema. Con dos notorias excepciones. El 26 de abril de 1998 entrevistó a Gabriel Levinas (que años después, qué paradoja, se convertiría en su acérrimo enemigo) quien había impugnado en un libro la existencia de una camioneta-bomba. Verbitsky tituló esa entrevista «La duda»… pero pasaron más de seis años antes de que volviera a manifestarla*. Fue al cumplirse diez años del atentado, el 18 de julio de 2004, cuando publicó una excelente nota, La InfAMIA. Allí reveló que tan pronto se produjo el ataque, el gobierno israelí presionó y obtuvo del presidente Menem que ambos gobiernos sostuvieran una versión conjunta y falsa: que Irán había dirigido a un kamikaze del Hezbolá libanés que había detonado una Trafic-bomba en la puerta de la mutual.
Que es la piedra basal del encubrimiento.
Han pasado desde entonces 13 años. Parece llegada la hora de que -como haría de vivir Rodolfo Walsh- Verbitsky o bien se alinee con quienes quieren el completo esclarecimiento de los atentados, sus móviles, instigadores y ejecutores materiales, o se haga cargo de ser, por razones inconfesables y detrás de bastidores, el artífice de la versión más refinada del encubrimiento.
Nota:
*En el ínterin, un testigo trucho del supuesto hallazgo de un trozo de block de motor de la supuesta Trafic-bomba entre los escombros de la AMIA, Gustavo Moragues, lo demandó por esa entrevista y el abogado de Verbitsky, Carlos Prim, me pidió que declarara como testigo a su favor, así lo hice, descalificando a Moragues, y la querella no prosperó.