Apropiaciones: Papel Prensa, Noticias y El Cronista

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Circularidad: La Noble se apropió de hijos de desaparecidos, Fontevecchia del nombre del diario montonero y De Narváez del diario que fue propiedad de un desaparecido.

Tres tristes tramposos

Por Eduardo Anguita / Miradas al Sur

Comer las tripas del enemigo, quedarse con sus muebles y ropas, apropiarse de sus hijos. Distintas formas atávicas del deseo humano en sus peores expresiones. Los empresarios de medios no fueron ajenos a la idea de despojar los bienes de sus enemigos. El debate de Papel Prensa, para que sea serio, tiene que recuperar los textos que publicaban por entonces los voceros de la dictadura cívico militar. Sobran los ejemplos. Uno, casi al azar, es la edición de Somos del 21 de abril de 1977. La nota de tapa se llamó “Los diarios de Graiver” y la volanta no tiene desperdicio:

“La noticia estalló esta semana. El grupo Gelbard-Graiver, asociado a la subversión marxista en calidad de ‘administradores’, se habría propuesto también manejar a la opinión pública a través de algunos medios de comunicación masiva. Concretamente el grupo se habría lanzado entre 1973 y 1975 a la compra de acciones y otros órganos periodísticos. Según se pudo determinar, la herramienta clave para ese objetivo fue La Opinión, el matutino dirigido por Jacobo Timerman, actualmente a disposición del Poder Ejecutivo. Somos investigó todos los pormenores del caso…”.

El artículo, leído ahora, resulta una evidencia inversa a la supuesta investigación de la revista de Atlántida. Una evidencia de que había empresarios que querían quedarse con lo de otros empresarios lo constituye un recuadro revelador titulado “El caso Aluar” (ilustrado con una foto de José Ber Gelbard, con un epígrafe que dice “Una pieza clave”):

“Todos los días aparecen nuevas conexiones económicas vinculadas al grupo Graiver-Gelbard. El último y penoso episodio de este turbio y penoso caso es el capítulo ‘Medios de comunicación’ que tratamos en este número. Otro caso latente es el de la empresa Aluar. Ha trascendido, al respecto, que la Armada, al igual que la Fuerza Aérea y el Ejército, estarían firmemente dispuestos a llevar las investigaciones a fondo ante la imperiosa necesidad de preservar la autodeterminación nacional en el tema del aluminio. Referente a este episodio conviene recordar que en 1971, cuando el gobierno del general Lanusse oficializó la concesión de la producción de aluminio a favor de Aluar, esta empresa era controlada por Fate que, a su vez, tenía como accionistas mayoritarios a José Ber Gelbard y a Manuel Madanes”.

Somos era burda, no tamizaba y edulcoraba los partes bélicos como lo hacían La Nación o Clarín. Unos días antes de su artículo,  los grupos de tareas hacían la otra parte del plan. Es decir, de la manipulación informativa se ocupaban los empresarios que se beneficiaban con el saqueo, de los secuestros y asesinatos los militares sin uniforme. Así, a principios de abril, además de secuestrar a Lidia Papaleo, Isidoro Graiver y tantos otros, hacían lo propio con Jacobo Timerman y también con Edgardo Sajón, ex vocero de Lanusse. Luego, también metían preso a Lanusse.

Las caras visibles eran el entonces coronel Ramón Camps y el comisario Miguel Etchecolatz; detrás de ellos, el jefe del I Cuerpo de Ejército, Guillermo Suárez Mason, y el dictador Jorge Videla. En ese contexto se consumaba el saqueo de las acciones de Papel Prensa. Los directivos de Clarín y La Nación festejaban no sólo ser titulares del monopolio del papel: ajustaban cuentas con un sector de la burguesía que les resultaba hostil, con la que no dudaban en ajustar cuentas con los mismos métodos que secuestraban y mataban a otros argentinos. La relación de Bartolomé Mitre, Patricio Peralta Ramos, Ernestina Herrera de Noble y Héctor Magnetto con el dictador Videla y José Alfredo Martínez de Hoz era de una sintonía muy fina. Eran socios. Las evidencias están en las páginas de la prensa de entonces y en los interlocutores y abogados que tenían. Una muestra es que el abogado personal de Héctor Magnetto era Miguel Tobías Padilla quien, a la vez, era del equipo del Ministerio de Economía. En efecto, este representante de la oligarquía azucarera tucumana era subsecretario de Coordinación Económica y, al mismo tiempo, abogaba por Magnetto. Padilla, que operaba los intereses de la cúpula del Ejército y de empresarios allegados a Martínez de Hoz, terminó un año después con un tiro en la cabeza. Siempre se adjudicó esa muerte a los grupos vinculados al almirante Emilio Massera, siempre en disputa por el saqueo de bienes y la corrupción estatal y no sólo por el plan sistemático de desaparición de personas. En todo caso, ambas cosas eran solidarias: el saqueo y la eliminación de adversarios.

Argentina 2010. Héctor Magnetto sabe que falta muy poco para que lo imputen por crímenes de lesa humanidad relativos al saqueo de Papel Prensa. Acostumbrado a no mostrarse en público, el viernes pasado se hizo pública la entrevista que le dio a Jude Weber, corresponsal de The Financial Times en Buenos Aires. Tan indecorosa para cualquier periodista fue la nota que el CEO de Clarín envió respuestas por correo electrónico. La entrevista fue parcialmente reproducida por El Cronista Comercial con una justificación mentirosa: “El empresario, de 66 años, prefiere el e-mail porque, debido a una operación para tratar un cáncer en 2007, tiene dificultades en el habla”. Magnetto hace sesiones intensas de foniatría y habla con claridad. Al punto tal que hace menos de un mes se extendió casi cuatro horas ante sus gerentes, editores y periodistas invitados en la sede de Clarín. “Tal vez Clarín es un camuflaje de un proyecto hegemónico más ambicioso”, dijo entonces el CEO.

El reportaje no tiene nada de información útil. Pero está muy bien elegido el título de la entrevista a Magnetto en El Cronista, con un textual del CEO: “Ya se habrán dado cuenta que si el fin era domesticarnos, no será fácil”. El Cronista lo reproduce y vale la pena recordar que su dueño es Francisco de Narváez, pero que el fundador de ese diario fue Rafael Cacho Perrota, quien fue víctima de secuestro en junio de 1976 y nunca más apareció. Perrota, quien frecuentaba a Martínez de Hoz, contaba con información privilegiada sobre las maniobras económicas de los grupos de poder y, a la vez, tenía vínculos con organizaciones revolucionarias. Perrota nunca más apareció y podría pensarse que De Narváez sentirá un gusto particular al tener un diario que perteneció a un hombre digno. Quizás el mismo placer que siente por comprar libros que pertenecieron a la biblioteca de Juan Perón y hasta un uniforme del general.

Otro medio que está aliado a Magnetto es Noticias, de Jorge Fontevecchia. El último número le dedica la tapa al talentoso productor televisivo Diego Gvirtz a quien califica como “El cerebro mediático de Kirchner” y dice que es “pieza clave en la batalla discursiva oficial”. ¿Por qué Fontevecchia y los editores de Noticias usan la retórica de la batalla discursiva? ¿Será por el rol de Fontevecchia como pieza de artillería de las batallas discursivas del dictador Videla? ¿Será que el dueño de Noticias también disfruta de tener un medio con el nombre del diario Noticias, identificado con el peronismo revolucionario y en el que escribía, entre otros, Rodolfo Walsh?

El País, aquel diario

El tercer triste tramposo es El País, aquel diario surgido al calor del fin de la dictadura franquista, aquel aire nuevo que fue tomado como ejemplo tantas veces para defender la pluralidad informativa. El grupo Prisa ahora es un consorcio donde la familia Polanco abrió sus puertas a los grupos financieros globalizados y que, con ello, certificó el deceso del compromiso con la valentía que supo tener en otros tiempos. Días atrás, reprodujo declaraciones del director ejecutivo del FMI, Dominique Strauss Khan, quien al referirse a los planes de ajuste recomendados por el organismo, dijo que “podría hablarse de una generación perdida”, en referencia a los jóvenes españoles, ya que cuatro de cada diez no tienen empleo. Así lo reconoció Strauss Khan y así lo destacó El País en tapa. Con ese tono aséptico que pretende informar sin más. Sin aquellas columnas firmadas por Joaquín Estefanía o algún otro periodista que explicara. ¿Acaso las generaciones se pierden? ¿No se puede escribir en El País qué es y qué quiere el FMI? Podría decirse que la visión editorial de El País muestra cobardía, pero sería una explicación simplista. Algunos creen que la Argentina va a contramano de la tendencia global en la propiedad de medios. Muchos otros, en muchas latitudes, miran con atención y entusiasmo el camino de luchar contra los monopolios informativos para impulsar la pluralidad de voces.


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