Aristide regresa a Haití y es recibido por una multitud

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HAITÍ
El «profeta» Aristide ya está en su Haití
La clave es que muchos haitianos de las clases más desfavorecidas -y son legión en este país- sienten una gran identificación con el ex sacerdote católico de humildes orígenes.
EL UNIVERSAL (Caracas )/ viernes 18 de marzo
Puerto Príncipe. – «Ya ha llegado, el profeta de Haití ya está aquí», relataba en retransmisión en directo a una radio haitiana un periodista local la llegada este viernes a Puerto Príncipe del ex presidente Jean Bertrand Aristide.

El pequeño avión privado que trasladaba a la comitiva del ex mandatario desde Sudáfrica tocó tierra minutos después de las 9:00 horas (14:00 GMT) en el aeropuerto internacional de la capital haitianal, informó DPA.

Poco después de detenerse en una pista lateral, «Titide», como le llaman sus multitudinarios seguidores, aparecía saludando con los brazos en alto, lanzando un beso al aire y con una amplia sonrisa en la cara, la primera que despliega en Haití tras siete años de exilio.

Detrás suyo, su esposa Mildred y una de sus dos hijas no podían contener las lágrimas y rompían a llorar de emoción.

Lo que hasta hace pocas semanas parecía improbable había sucedido. Aristide, el «mesías de los pobres», el «profeta», como lo llamó el exaltado periodista haitiano en medio de los aplausos entusiastas de otros colegas locales suyos, ya está en Haití.

El ex sacerdote hizo gala de su capacidad discursiva y en una declaración de 20 minutos dejó claro que considera que este viernes 18 de marzo Haití ha iniciado un nuevo capítulo en su historia.

«En 1804 la revolución haitiana marcó el fin de la esclavitud. Este día (hoy), ojalá que el pueblo haitiano marque el fin del exilio y de los golpes de Estado, a la par que pacíficiamente nos movamos de la exclusión a la inclusión social», proclamó.

En las afueras del aeropuerto, que a primera hora de la mañana había estado totalmente en calma, miles de personas se fueron congregando poco después de su llegada para darle la bienvenida a un controvertido personaje de la política haitiana pero que muchos, sobre todo entre las clases más populares, veneran hasta límites que rozan la herejía.

«Cuando decimos Aristide decimos Toussaint Loverture (el líder de la revolución hatiana), decimos Nelson Mandela, decimos incluso Jesús», proclamaba Guillaux Weadley, un joven intérprete -desempleado, como tantos en Haití- que acudió este viernes a proclamar «bienvenido, prezidan (presidente) Titide», como tantos otros.

«Yo le votaría para que fuera rey», afirmaba por su parte Moisé Ederns.

«Todos los haitianos estamos felices con su regreso, tenemos mucha esperanza porque él ya hizo mucho», agregó este hombre que se desplazó a primera hora de la mañana desde las afueras de Puerto Príncipe sólo para poder decir que había visto el regreso de «Titide».

Aristide había asegurado desde su exilio sudafricano que su deseo de volver no tiene que ver con la política sino que quiere contribuir en el país como un «simple ciudadano».

Pero todo a su alrededor este viernes rezumaba política.

La música, la marea humana que también lo recibió en su mansión en el capitalino barrio de Tabarre se empujaba y peleaba sólo por intentar ver unos segundos al ex mandatario, que exultante saludó a su entrada en la gran vivienda blanca, pero no hizo más declaraciones.

Para sus legiones de seguidores -aunque su regreso también ha causado una gran preocupación tanto nacional como internacional- Aristide es y será «el presidente», una figura de la que esperan pueda ayudar a salir del país de su círculo vicioso de desempleo, desigualdad social y miseria, sobre todo tras el devastador terremoto de hace un año.

«Aristide es la solución para el país», sostuvo Pierre Antoine Junior, coordinador de uno de los movimientos para la juventud de la formación política del ex mandatario, Fanmi Lavalas.

La clave es que muchos haitianos de las clases más desfavorecidas -y son legión en este país- sienten una gran identificación con el ex sacerdote católico de humildes orígenes.

«Él viene de la masa, de una familia pobre de campesinos, era un sacerdote católico… es uno de los nuestros», resumía Weadley.


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