Avellaneda blues cumplió 45 años
El gran ausente es, como siempre, Javier Martínez, batero y cantor de la versión original, que no se habla ni con Claudio Gabis ni con Alejandro Medina y tiene larga fama de tipo dificil. «Avellaneda blues» me rompió el corazón y es una las canciones que más berrée a voz en cuello, junto con «El Oso» y otros de Manal y de Moris, lo que valió que mi Oscar Travi, compañero de calabozos en el RI3 me llamara «El loco serenata». Había conocido esa Avellaneda, la de los obreros que iban a frigoríficos como La Negra y el de la CAP yendo a hacer pintadas en solidaridad con la huelga de la Fábrica Argentina de Engranajes y yendo -recuerdo especialmente un par de veces con mi primo Guillermo Pagés Larraya, recuerdo la primera vez que lo escuché hablar al electrizante Raimundo Ongaro- a las iglesias en las que se hacían las reuniones del Bloque Sur o de la coordinadora peronista, no recuerdo bien, pero si que éramos parte, como estudiantes secundarios, de la CGT de los Argentinos… En cualquier caso, canten conmigo… Amanece… la avenida desierta..
De yapa, les dejo No pibe, acaso la canción más contracultural de los ’60, cuyos preceptos, casi en su totalidad, hemos infrigido. Pero que están ahi, recordándonos de dónde venimos. Que lo disfruten.
Las calles del blues de Avellaneda
Por Eduardo Videla
Tocar «Avellaneda blues» en el Puente Pueyrredón puede ser una utopía legítima para quien compuso ese himno que está a punto de cumplir 45 años. Lo planteó Claudio Gabis, uno de sus creadores, cuando lo invitaron a la celebración del aniversario de ese municipio, donde él mismo iba a ser homenajeado como compositor de ese tema. Y casi se le cumple. Lo hizo a cuatro cuadras de ahí, sobre la avenida Mitre.
Gabis, que vive en Madrid desde hace 24 años, regresó para ese homenaje y volvió a recorrer las calles y las vías que lo inspiraron. Ahora, en la casa de su amiga, la cantante Laura Liss –donde el cronista, con el pretexto de una nota, apenas disimula su condición de colado–, en una fiesta que reúne a muchos de los que participaron en el concierto de Avellaneda, vuelve a recrear la anécdota fundacional que le dio origen al tema.
¿Por qué Avellaneda? «Yo era y soy un fanático de los trenes. Soy ferromodelista. Y lugares tan ferroviarios como Avellaneda me inspiraban. Una noche, a finales del verano de 1968, le dije a mi amigo, el baterista Luis Gambolini, ‘¿Me acompañás a hacer una excursión ferroviaria a Avellaneda?’. Me dijo que estaba loco, eran las once de la noche, pero al final fuimos igual. Empezamos por Piñeiro: bajamos del colectivo en Rivadavia y las vías, y de allí caminamos por el terraplén hasta el puente de Crucecita…»
Cuenta Gabis que su amigo se volvió antes y él, ya de madrugada, en su casa de Caballito, apenas llegó, abrazó la guitarra y sacó los primeros acordes. «En una hoja de cuaderno hice el primer bosquejo de la letra, que después terminó de dibujar Javier, con esas frases como ‘su lágrima de carga se inclina sobre el dock’.»
El concierto de Avellaneda se preparó a larga distancia. «Sin Skype y correo electrónico esto no hubiera sido posible», dice Gabis. Guillermo Cardozo Ocampo y Leo Sujatovich hicieron los arreglos para el ensamble con la Sinfónica de Avellaneda.
El recital homenaje, que casi naufraga como consecuencia del temporal del 2 de abril (al intendente Jorge Ferraresi le parecía desatinada una celebración en medio de la tragedia), se convirtió en un formidable acto solidario, por iniciativa del propio Gabis y de León Greco. Y terminó siendo además un recital histórico: el músico emigrado logró reunir a tres pilares de los grupos emblemáticos de los ’60: Rodolfo García (Almendra), Ciro Fogliatta (Los Gatos) y Alejandro Medina (que compartió con él el trío Manal), padres del rock argentino (o abuelos ya, porque a Gabis lo acompañó en el escenario su nieto, también guitarrista).
Y después de ese concierto, el violero volvió a recorrer aquellas calles con asfalto, las vías muertas y galpones abandonados, las grúas sobre el dock. Frente al mismo Riachuelo, en el bar The Marine, vuelve a recrear la historia del blues. Todo para que quede registrado en un video, para que todo el mundo la conozca, mientras suena de fondo la voz de León. «Amanece. La avenida desierta pronto se agitará.»
Gabis, que vive en Madrid desde hace 24 años, regresó para ese homenaje y volvió a recorrer las calles y las vías que lo inspiraron. Ahora, en la casa de su amiga, la cantante Laura Liss –donde el cronista, con el pretexto de una nota, apenas disimula su condición de colado–, en una fiesta que reúne a muchos de los que participaron en el concierto de Avellaneda, vuelve a recrear la anécdota fundacional que le dio origen al tema.
¿Por qué Avellaneda? «Yo era y soy un fanático de los trenes. Soy ferromodelista. Y lugares tan ferroviarios como Avellaneda me inspiraban. Una noche, a finales del verano de 1968, le dije a mi amigo, el baterista Luis Gambolini, ‘¿Me acompañás a hacer una excursión ferroviaria a Avellaneda?’. Me dijo que estaba loco, eran las once de la noche, pero al final fuimos igual. Empezamos por Piñeiro: bajamos del colectivo en Rivadavia y las vías, y de allí caminamos por el terraplén hasta el puente de Crucecita…»
Cuenta Gabis que su amigo se volvió antes y él, ya de madrugada, en su casa de Caballito, apenas llegó, abrazó la guitarra y sacó los primeros acordes. «En una hoja de cuaderno hice el primer bosquejo de la letra, que después terminó de dibujar Javier, con esas frases como ‘su lágrima de carga se inclina sobre el dock’.»
El concierto de Avellaneda se preparó a larga distancia. «Sin Skype y correo electrónico esto no hubiera sido posible», dice Gabis. Guillermo Cardozo Ocampo y Leo Sujatovich hicieron los arreglos para el ensamble con la Sinfónica de Avellaneda.
El recital homenaje, que casi naufraga como consecuencia del temporal del 2 de abril (al intendente Jorge Ferraresi le parecía desatinada una celebración en medio de la tragedia), se convirtió en un formidable acto solidario, por iniciativa del propio Gabis y de León Greco. Y terminó siendo además un recital histórico: el músico emigrado logró reunir a tres pilares de los grupos emblemáticos de los ’60: Rodolfo García (Almendra), Ciro Fogliatta (Los Gatos) y Alejandro Medina (que compartió con él el trío Manal), padres del rock argentino (o abuelos ya, porque a Gabis lo acompañó en el escenario su nieto, también guitarrista).
Y después de ese concierto, el violero volvió a recorrer aquellas calles con asfalto, las vías muertas y galpones abandonados, las grúas sobre el dock. Frente al mismo Riachuelo, en el bar The Marine, vuelve a recrear la historia del blues. Todo para que quede registrado en un video, para que todo el mundo la conozca, mientras suena de fondo la voz de León. «Amanece. La avenida desierta pronto se agitará.»