BRASIL Y ARGENTINA. El sentido global de una agresión local
POR GABRIEL FERNÁNDEZ / LA SEÑAL MEDIOS
Así como desde hace años pensamos que los ataques contra Juan Domingo Perón y Getulio Vargas tuvieron como epicentro su determinación de avanzar hacia una unidad argentino brasileña con proyección sudamericana, estimamos que la ofensiva presente sobre Luis Inàcio Lula da Silva y Cristina Fernández de Kirchner se asientan en la necesidad de desmontar un rumbo equivalente, con proyección subcontinental.
Por eso el ataque a Lula debe ser comprendido como una agresión al potencial de la nación argentina. En la etapa de los continentalismos, elaborada en derredor de las potencias emergentes, cuando para alcanzar un accionar autónomo y voz plena es preciso alzar productos brutos portentosos, el destino de ambos países –y a su través del resto de Suramérica- se juega de conjunto.
Esto es así porque ni siquiera el desarrollo de cada potencia sureña por separado alcanza. La eventual reposición de un gobierno nacional popular en la Argentina sin su correlato en el gigante vecino brindaría un alivio relativo a nuestra gente pero de carácter circunstancial ante la imposibilidad de coaligar ambos mercados internos, fusionarlos y lanzarlos como motor del conjunto de las naciones en la región.
De hecho, la interrupción parcial en el despliegue del eje Buenos Aires–Brasilia hacia Caracas, el freno en el andar del Mercosur y las dificultades de articulación en el Unasur, resultaron fases importantes para el deterioro de las dos gestiones industrialistas. Toda la discusión en torno del stop and go, los insumos, los eslabones faltantes en las cadenas productivas, se asienta en esta realidad que damnificó las perspectivas de continuidad –es decir de expansión- de nuestras economías.
Sin culpar, con el sentido de analizar a fondo, es preciso indicar que así como en el primer lustro de los años 50 la iniciativa del ABC –Argentina, Brasil, Chile- quedó trunca porque el varguismo entregó la mitad de su gabinete al liberalismo antinacional para intentar contener el embate de esas fuerzas, en los años recientes volvió a ocurrir una situación similar cuando la ex presidenta Dilma Rousseff entregó el área económica a la misma franja paulista, hoy relanzada en protagonismo por su imbricación con el capital financiero.
Esto no significa que la Argentina y otros jugadores de la región no hayan cometido errores; pero como Brasil es la potencia más significativa de la región, una ralentización del proceso de unidad desde su interior hacia el flanco externo resulta determinante para el desbarranque de la experiencia. Objetivamente los protagonistas directos del intento de elaboración del Banco del Sur, consultados por este periodista, explicaron que los representantes brasileños fueron los más esquivos a la hora de concretar esa herramienta clave.
Lula –constructor de la Central Unica de Trabajadores y del Partido de los Trabajadores- resultó ser el presidente más importante de la historia del Brasil. Puso de pie a ese país, sacó a 40 millones de seres humanos de la pobreza (los incorporó al mercado local) y dinamizó el acercamiento con la Argentina y la construcción del Unasur. El ataque jurídico con impulso empresarial y amparo mediático que está recibiendo, se debe a su priorización de la producción por sobre la renta parasitaria, y la proyección de esa política hacia todo el espacio geoeconómico del Sur en una eventual nueva presidencia.
Así como el yerro de Dilma no alcanza para caracterizarla con sencillez como contraste de su mentor, aquél traspié de Vargas no debería opacar la valentía con la cual encaró la batalla por la amalgama de los dos grandes. Perón explicó con nitidez lo acaecido por entonces, y vale reconsiderarlo para mirar con luz el presente: “Vargas me dijo que era difícil que pudiéramos hacerlo tan pronto, porque él tenía una situación política un poco complicada en las Cámaras y que antes de dominarlas quería hacer una conciliación. Es difícil eso en política; primero hay que dominar y después la conciliación viene sola. Son puntos de vista; son distintas maneras de pensar”.
Hasta el período actual la búsqueda de la unidad latinoamericana se desplegó con banderas justas pero endebles. La declamación de la hermandad rara vez trascendió con energía y ante los desafíos internacionales de fuste nuestros países se vieron enfrascados en reyertas pequeñas acompañadas de acuerdos bilaterales con un centro norteño que establecía el vínculo desigual como norma. El ABC fue el primer intento serio, sin desarrollo. En los años recientes la tríada mencionada, más el concurso de Bolivia y Ecuador entre otros, resultó una aproximación significativa.
Winston Churchill en la primera instancia y Condolezza Rice en la segunda, comprendieron estratégicamente el desafío del Norte: “el problema es el peronismo”. Porque a diferencia de otros intentos, el movimiento nacional popular argentino impulsó en sus dos administraciones un crecimiento interno que debía canalizarse en acuerdos externos con la vecindad, especialmente con Brasil, hacia la configuración de un espacio continental económicamente productivo y políticamente confederado.
Como ha señalado Alberto Methol Ferré, tomando a Perón de guía en su diagnóstico, el Brasil y la Argentina son las fuerzas más potentes de la región, sus economías son complementarias; la división entre ambas las llevan a tener estructuras “incompletas”, en tanto su unión las sitúa en un rol rector destinado a vertebrar al resto de los espacios en pie de relativa igualdad. De allí que una agresión sobre cualquiera de las dos locomotoras del crecimiento suramericano resulte una ofensiva de hecho contra toda la región.
Por estas horas escuchamos y leemos críticas tenues en derredor de lo acaecido jurídicamente en el gran vecino. Muchas referencias a la institucionalidad y la democracia –correctas, sin duda-, pero pocas al desajuste integral que estos hechos provocan. Los gobiernos brasileño y argentino, sus poderes judiciales, sus medios y sus empresariados parasitarios, en vínculo con los poderes transnacionales rentísticos, están intentando derruír las posibilidades de vida económica genuina en toda la zona. Saben, entienden, el potencial de una Suramérica unida y necesitan desmembrar ahora ese futuro.
En beneficio de los amigos bienintencionados pero que no observan la dimensión del drama, sólo podemos alegar que ni siquiera Arturo Jauretche alcanzó a percibir la cuestión de fondo, para sorpresa y preocupación de Methol Ferré. Empero, resulta válido indicar que hoy día, con los datos básicos a disposición, ni las universidades de ambos países ni muchos de sus pensadores más destacados, comprenden cabalmente el asunto. Siguen evaluando que la foto de Néstor Kirchner, Hugo Chávez y Lula era apenas una evidencia de hermandad. Lejos de ello, aunque integrando el sentido, constituía el amanecer de una potencia mundial significativa. Ahí están golpeando.
La Argentina es mucho más importante de lo que creen millones de argentinos. Junto a Brasil, es la clave desequilibrante a nivel planetario que necesita la multilateralidad para establecerse y cambiar definitivamente el modo de existencia sobre la Tierra.