Recibí tal cual este artículo de Patricia Grimberg, una ex compañera de la cooperativa que editaba la revista El Porteño que vive en Brasil. Y le respondí tal como puede leerse al final.
Va en la misma dirección de esta nota, publicada en este mismo blog.
Marcela y Felipe Noble Herrera
Un final abierto
Por Juan Carlos Martínez (*)
Clarín, La Nación y otros medios afines se apresuraron a tomar como una sentencia inapelable declaraciones de Estela de Carlotto acerca del caso de Marcela y Felipe Noble Herrera, los dos jóvenes apropiados por la dueña del Grupo Clarín durante la dictadura militar.
La actual presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo dijo, entre otras cosas, que el caso «
También señaló, siempre a tenor de las crónicas de ambos diarios (no desmentidas) que «el hecho es que esos chicos no han dado con ninguna de las familias que buscamos a nuestros nietos y siguen su vida».
Luego, al hablar sobre el mismo tema en una radio, Carlotto supuso que la causa Noble Herrera podría cerrarse en marzo próximo.
Las declaraciones de Carlotto forman parte de una de las tantas opiniones que sobre el caso ha vertido la presidenta de Abuelas, aunque muchos no coincidimos con sus contenidos por varias razones, una fundamental: en el Banco Nacional de Datos Genéticos no están todas las muestras de sangre de los familiares de todas las mujeres que se sabe o se presume con cierto grado de certeza que estaban embarazadas al momento de ser secuestradas.
Las propias Abuelas han establecido desde hace muchos años que el número de jóvenes en esas condiciones se calculaba entre quinientos y seiscientos, de los cuales se han recuperado sólo ciento cinco.
Si se tiene en cuenta que en el BNDG sólo hay menos de doscientas cincuenta muestras de sangre de otras tantas familias que han sido víctimas del robo de aquellas criaturas, es muy riesgoso decir que el caso Noble Herrera quedó resuelto cuando todavía hay que recorrer la mitad del camino andado.
Es decir, establecer el destino que tuvieron las restantes criaturas, hoy hombres o mujeres que tienen entre 30 y 35 años, muchos de los cuales tratan de despejar por propia iniciativa sus dudas acerca de sus verdaderas identidades.
No es la única asignatura pendiente que existe en torno de las historias de Marcela y Felipe Noble, cuyos orígenes permanecen en las sombras porque la apropiadora y sus abogados fueron cerrando sistemáticamente todos los caminos para que no se llegue a la verdad.
Diez años resistiendo los análisis de Marcela y Felipe con toda suerte de artilugios que sirvieron para mantener inactiva la causa con la complicidad de un juez que debió ser apartado precisamente por ayudarle a la apropiadora a sostener su impunidad.
Pero antes de semejante afrenta judicial, hubo otra más escandalosa: la destitución del juez Roberto Marquevich, separado de la judicatura por haber ordenando la detención de Ernestina Herrera de Noble, autora de varios delitos cometidos en los trámites realizados para apropiarse de dos criaturas.
No es un dato menor recordar las graves irregularidades cometidas por la empresaria para anotar como propios a Marcela y Felipe, registrándolos con el apellido de una persona que había muerto siete años antes y dando una versión novelesca sobre la forma en que ambos niños habían llegado a sus manos.
«Usted, señora, insertó datos falsos en dos expedientes judiciales con la complicidad de dos juzgados, robó dos chicos, les quitó la identidad y los asentó con un nombre falso» le dijo Marquevich a la poderosa empresaria en diciembre de 2002 cuando ordenó su detención.
El fantasioso relato de Ernestina involucró a su chófer personal, a quien presentó como el jardinero que recibió a Marcela en el interior de una canasta, en tanto dijo que a Felipe lo dejó su madre, aunque el número de documento de la inexistente mujer pertenecía a un hombre.
Probadas ésas y otras irregularidades, Marquevich ordenó la detención de Ernestina. Al recuperar su libertad, la directora de Clarín escribió en su diario el 12 de enero de 2003 una suerte de confesión: «Muchas veces he hablado con mis hijos sobre la posibilidad de que ellos y sus padres pudieron haber sido víctimas de la represión ilegal».
Aprovechando las declaraciones de Estela de Carlotto los abogados de la viuda de Noble han insistido en el cierre de la causa y en el sobreseimiento de la apropiadora. Sin embargo, la causa debería continuar abierta en mérito a la cantidad de hijos de desaparecidos que se calcula que todavía permanecen en poder de sus apropiadores.
Además, la viuda de Noble no ha podido justificar el rosario de falsedades debidamente documentadas por el ex juez Marquevich y que están incorporadas a la causa desde hace más de una década.
Algunas versiones sugieren que Ernestina ignora el origen de Marcela y Felipe, pero si no fueran hijos de desaparecidos, hay que pensar en alguna historia truculenta que obliga a mantener en secreto la identidad de los padres de aquellos niños.
Antes de cerrar la causa, la fiscal y la jueza deberían agotar todos los medios a su alcance para conocer la verdad sobre la historia que se esconde detrás de ambos jóvenes, al margen de que sean o no sean hijos de desaparecidos.
(*) Autor del libro La Apropiadora
Hola, Patricia:
¿Quién es el autor? No conozco ningún libro llamado «La apropiadora» más allá del inédito (y desaparecido) de mi infortunada amiga Ana Elisa Jaján, tal como ya expliqué en una larguísima nota llamada precisamente «La Apropiadora», nota que fue tapa de la revista El Guardián. Ahí también expliqué que ese título, «La Apropiadora», es mío.
Espero que Martínez ponga como acápite de su todavia ignoto libro la famosa frase de Macedio Fernández. «Esa idea es mía. ¡Yo la robé primero!».
¡Feliz Año Nuevo!