Caso Milani: La clave es el atentado a la AMIA
No voy a negar que me gustó el reconocimiento de los colegas de 678 pero sospecho que igual no me van a invitar… Ojalá me equivoque.
La ofensiva del Gupo Clarín, sus voceros, aliados y entenados, contra la Presidenta a propósito de su nombramiento del general César Milani como jefe del Ejército, pretende dejar a la jefa del Estado inerme ante la insubordinación de un sector considerable de la Secretaría de Inteligencia. Este levantamiento asordinado se produjo, como han reconocido abiertamente varios voceros del establishment y de La Embajada, a partir de la decisión de la Presidenta de llegar a un acuerdo con la República Islámica de Irán para destrabar la absoluta parálisis de las investigaciones acerca de quienes, cómo y por qué demolieron la AMIA, matando a 85 ciudadanos argentinos y bolivianos.
Escribió Joaquín Morales Solá el domingo pasado: «… el espionaje clásico se convirtió en crítico del cristinismo desde que el Gobierno firmó el acuerdo con Irán para evaluar entre los dos países la información sobre el criminal atentado a la AMIA. La Justicia argentina (y su gobierno) tenía una posición: el gobierno de Irán estuvo detrás de la masacre en la mutual judía. La ex SIDE había contribuido con sus informes a esa certeza. Sus agentes temen ahora quedar expuestos y, sobre todo, exponer a sus fuentes extranjeras. Gran parte de la información que consiguieron se las pasó la CIA y el Mossad».
A confesión de partes, relevo de pruebas. Los espías acaudillados por el tristemente célebre ingeniero Antonio Horacio Stiuso, desde los años de la dictadura han servido sistemáticamente cuando menos a dos señores: los inquilinos de la Casa Rosada y los servicios de inteligencia de potencias extranjeras.
Durante muchos años, a fin de no enemistarse con los gobiernos de Estados Unidos e Israel, con la poderosa comunidad judía de Nueva York y con la Corte Suprema, los gobiernos kirchneristas hicieron la vista gorda ante los manejos que llevaron primero a la creación de una secretaría especial de la Corte Suprema para supuestamente investigar el atentado a la Embajada de Israel, a cargo de Esteban Canevari, y (luego del desplome de la pútrida historia pergeñada por orden de Carlos Menem en sintonía con los gobiernos de Israel y Estados Unidos y desprolijamente rematada por la SIDE) con la creación de una fiscalía especial a cargo de Alberto Nisman para el ataque a la AMIA.
Ambos órganos, que consumieron muchos millones del erario público solo sirvieron para paralizar completamente las investigaciones en el caso de la Embajada de Israel, y para desviarlas hacia vías falsas en el caso de la AMIA.
Canevari, más pillo, mantiene un bajísimo perfil. Nisman, puesto en el ojo de la tormenta, está desesperado. Y es que de ninguna manera puede ir a Teherán a verbalizar acusaciones que carecen del más mímimo fundamento contra un ex presidente y otros altos funcionarios sin quedar expuesto al mayor de los ridiculos.
La Presidenta conoce bien el tema, puesto que formó parte primero como senadora y luego como diputada de la Comisión Bicameral de Supervisión de las (des) investigaciones de ambos atentados. Como si esto fuera poco, durante años Nilda Garré estuvo al frente de la Unidad de Investigación de los atentados que creó la Alianza, puesto que debió dejar ante el ataque combinado de la SI (ex SIDE) y el sionismo.
Ella sabe que las acusaciones contra el gobierno de Irán como supuesto instigador de los ataques carecen de raíces ante la pertinaz negativa de los supuestos investigadores a siquiera intentar establecer quienes fueron los autores materiales de los ataques.
Quien escribe, que investigó por cuenta de la propia AMIA durante tres años, tiene claro que las bombas fueron puestas en el interior de los edificios aprovechando que en ambos se estaban haciendo refacciones (en la AMIA hubo una segunda bomba frente a la puerta) por expertos mercenarios argentinos reclutados desde los círculos del poder político de la época, y que ambos fueron ataques mafiosos que procuraban (y todo indica que obtuvieron) el pago de deudas contraidas en el curso de ingentes tráficos de drogas. Y, desde ya, está dispuesto a debatirlo en cualquier lugar y con quien sea.
La continuidad de este obstinado encubrimiento y la desestabilización del Gobierno están siendo favorecidas por almas bellas que para solaz de Magnetto y compañía, objetan el nombramiento de Milani aduciendo que, siendo poco más que un adolescente, participó de la represión, entonces llamada «guerra sucia».
Según el respetado periodista tucumano Marcos Taire, el carnicero Luciano Benjamín Menéndez se preocupó especialmente de que ningún subteniente egresado en diciembre de 1975 fuera ajeno a ella.
Asunto éste que hasta el nombramiento de Milani nunca había preocupado en lo más mínimo al Gupo Clarín, sus voceros, aliados y entenados, siendo el mayor ejemplo de ello Jorge Lanata, que ayer nomás aullaba que estaba cansado de que le hablaran de la dictadura.
Ampliaré.