Queridos Cococos:
Mañana nos encontramos como todos los jueves a partir de las 21 en nuestro refugio santelmino a celebrar la enésima edición de las cenas antisoja.
Pero claro, mañana no es un día más.
Y, además es mi cumpleaños.
Disculpen que sea autorreferencial, pero hace 58 años, un martes 24 de marzo frío y lluvioso, después de haberle hecho pasar una pésima noche a mi madre y de que mi cabeza se encajara justo ahí, pasando escasos minutos de las 8, fui extraído con un fórceps. Sucedió en el viejo Hospital Naval de la calle Canalejas (hoy, Felipe Vallese en honor al primer desaparecido de una larguísima lista) y mi madre decía que le resulté esmirriado y pellejudo, y que producto del forceps mi cabeza tenía forma de pepino. Nací cianótico y al parecer con el cerebro algo amoratado. Por lo que mi abuelo Constantino, que era médico obstetra, pronosticó que sería espástico y posiblemente también mudo. En lo que por suerte se equivoco muy mucho.
Nací en el Hospital Naval porque el lunes por la tarde mamá empezó con las contracciones y papá no estaba (estaba ermbarcado en el “Presidente Perón” que estaba entrando al puerto) por lo que la internó su hermano mayor, el entonces capitán se corbeta Fernando José Suárez Rodríguez, alías el Gallego, marino de tierra (infante) y prototipo de gorila (palabra que todavía no se había inventado).
Haber nacido ese martes gris bajo el signo de Aries y ascendente en Aries (¡qué exceso!) predisponía a que me hubieran bautizado… ¿Marcial?. Por suerte, mi madre se salió con la suya poniéndome Juan José y rompiendo así la tradición española de ponerle al primogénito el nombre de sus abuelos (si el padre de papá se llamaba Constantino, el de mamá se llamaba Aquilino, por lo que con muy buena suerte me hubieran llamado Costiaqui… o Tinolino). Pero a la hora de anotarme en el Registro Civil, me anotaron el 23 de marzo, víspera en la que mi padre había cumplido 30 años redondos.
Lógicamemente, sospeché que mi viejo me había anotado ese día para hacerse un autohomenaje, pero tanto él como mi madre lo negaron siempre. “El hombre del Registro Civil debía estar borracho porque no sólo se equivocó con el día, sino también con el año”, me aseguraron. Y ahí si, me reconocieron que hicieron tachar ”1952” y poner “1953” pero alegaron que no les dio para obligarlos también a borrar el día.
“En realidad, debías haber nacido el 23 por la noche, pero la caba enfermera había terminado su turno y no se quería quedar, así que me dijo ‘Aguantá sin quejarte, que cuando lo hiciste bien que te gustó’ y se fue, dejándome en un grito de dolor”, me dijo mamá.
Como fuera, nadie podría saber que 23 años después, a las 11 de la noche del 23 de marzo de 1976, se iniciaría el “Operativo Aries”, como llamó el Ejército al golpe militar.
Así que cumplo los dos días, el 23 y el 24, pero mas el 24 que es el día que realmente nací.
Y en las dos fechas se conmemora también el golpe genocida, pero más el 24, que es cuando se hizo público.
Curiosamente, también mi compañera, Gaby, nació el 28 de enero y está anotada el 27, día en que nació su padre. Pero en este caso su padre reconoció haberla anotado el mismo día de pura felicidad (Gaby fue su única hija y los médicos le habían dicho que no podría engendrar).
Bueno, como ven, el 24 de marzo es un día muy pero muy cargado para mi. En este caso, me place muy mucho que caiga en jueves y por lo tanto subsumir mi celebración privada, y la conmemoración pública, con una casi medieval cena de amigos soyafóbicos.
Procuraré arrastrar a Gaby al fasto, aunque sea par manyar antipasto.
En cuanto a los principios rectores que nos animan, debemos felicitarnos por la suerte de tener una presidenta como Cristina.
Hay quien creerá que es contradictorio brindar como brindaremos. Por el Nunca más. Y por el Nunca menos.
Nunca más dictadura.
Nunca menos democracia que la que hemos conquistado (en parte sustantiva gracias a Néstor y a Cristina).
P. la Cofradía de Mosqueteros de la Reina y la Corriente Realista del Río de la Plata