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Clarín siempre mintió a lo potro en lo que hace al atentado a la AMIA

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El autor de esta nota es, de todos los periodistas que se interesaron en el atentado, uno de los pocos judíos y el más vinculado orgánicamente a «la cole». Más allá de que en algún momento pareció convencido de que hubo iraníes involucrados en el ataque (a mi juicio no hay ni siquiera algún indicio en ese sentido) lo que revela acerca del comportamiento de Clarín es tal cual. Me parece importante puntualizar en momentos en que el gobierno laico de Siria está en la mira de un Imperio aliado con Al Qaida, que la llamada «pista siria» apuntaba, como bien dice Lutzky, a la familia política de Menen (y a mi juicio, a Monzer al Kassar). Y que lo más importante (y lo más escamoteado por Clarín y La Nación) es que el atentado fue a todas luces cometido por una banda enquistada o compuesta por policías federales, intimamente vinculada y heredera de la llamada «Banda de los comisarios», la misma que supuestamente fue desarticulada tras secuestrar a Mauricio Macri.
Esta nota fue publicada por Puede Colaborar, el blog del periodista Gerardo Yomal, un amigo. No lo tengo en el blogroll porque, como otros (pienso en Tirando al medio, de Gerardo Fernández) no sé como ponerlo. Si alguién me lo indica… 

Clarín o el Noble Repulgue

Sábado, 07 de Septiembre de 2013 02:26 | Imprimir | Correo
Sociedad



La postura del diario frente al atentado a la Amia
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Opinión – Por Horacio Lutzky 


«Clarín», sistemáticamente – al igual que Galeano, los fiscales y la querella oficial del establishment judío – arrojaron fuera de la investigación o descalificaron todo lo que involucrara al grupo de personajes de ascendencia siria sospechados de participación en el atentado a la Amia, vinculados al presidente Menem y su familia política.


En octubre de 2004, la publicación «Diario sobre Diarios» bajo el título de «Diez periodistas que no creyeron en Galeano», dirigió un interrogatorio a Carlos De Nápoli, Juan Gasparini, Jorge Lanata, Gabriel Levinas, Guillermo Lipis, Horacio Lutzky, Fernando Paolella, Juan Salinas, Cristian Sanz y Daniel Schnitman, consignando que «son diez periodistas que en la última década, la mayoría de ellos, nunca creyeron ni en la investigación del juez Galeano por la AMIA, ni en las versiones periodísticas que consumían día a día los lectores de los principales matutinos argentinos».

A mi turno contesté: «La cobertura periodística realizada por estos medios me ha parecido en términos generales lamentable, aunque con diferencias entre ellos. Sin lugar a dudas, «Clarín» ha sido el peor y tiene una gran responsabilidad por el lugar que ocupa como formador de opinión. En ese sentido fue algo así como un apéndice del juzgado de Galeano para instalar la «historia oficial», el cual a su vez nutría de «primicias» esas páginas. En múltiples oportunidades tuve ocasión de ver en las audiencias del juicio oral ante el Tribunal Federal Nº 3 a fines del 2001 y principios del 2002, a las que concurrí, declaraciones fundamentales e impactantes que fisuraban mortalmente la versión oficial y que eran completamente ignoradas en la información de los grandes diarios. Eran hechos del día, datos al alcance de la mano. 
Pero el público no llegó a enterarse de los numerosos testimonios que desbarataban parte del encubrimiento o que aportaban precisiones o pistas en un sentido diverso al instalado. Se trata de una omisión grave, que afecta el derecho a la información».

La mayoría del resto de los consultados opinó en similar sentido.

Reservadamente, un periodista que ahora trabaja para el multimedios con Lanata, decía por entonces que «Clarín» había pactado con Galeano obtener primero las novedades de la causa a cambio de sostener la historia oficial.

Lo cierto es que «Clarín», sistemáticamente – al igual que Galeano, los fiscales y la querella oficial del establishment judío – arrojaron fuera de la investigación o descalificaron todo lo que involucrara al grupo de personajes de ascendencia siria sospechados de participación en el crimen, vinculados al presidente Menem y su familia política. La llamada «pista siria» (Kanoore Edul – Haddad, etc.). Y la despreciaron incluso después que fuera judicialmente reconocida, como objeto de vergonzosas maniobras de encubrimiento. La revelación detallada de esa conspiración no deja bien parado al grupo mediático.

Sugestivamente, y hasta tiempos muy recientes, «Clarín» trataba de instalar la siguiente falacia «made in juez Galeano»: que sostener la pista siria (y las que de ella se derivan), ¡implica negar la pista iraní!. Esa esencial línea de investigación ha venido siendo bastardeada por años por la dirigencia comunitaria judía y por el principal multimedios del país. Tanto la una como el otro sienten una gran incomodidad con estas investigaciones. La noticia, el 23 de octubre de 2010, de la confirmación del procesamiento dispuesto porque el ex presidente de un país y un grupo de sus funcionarios impidieron que se investigara el atentado y la consiguiente masacre más grande contra una comunidad judía después del Holocausto no mereció para «Clarín» ni una línea en tapa, y fue relegada a la parte inferior de la página 12 del periódico, ninguneada entre denuncias contra el kirchnerismo. Y luego de relativizar con entrecomillas el término encubrimiento y de citar «supuestas» irregularidades, la insignificante nota de «Clarín» decía: «Los camaristas respaldaron lo decidido por Lijo quien consideró que a partir de un pedido de Carlos Menem se desactivó judicialmente lo que se llamó «la pista siria» del atentado contra la AMIA y que involucraba a Kanoore Edul. La investigación del entonces juez Galeano se orientó a «la pista iraní» que es la que sostiene que el atentado se planeó con el visto bueno de Teherán. Debido a eso hay varios ex funcionarios iraníes con pedido de captura internacional de parte de la Justicia argentina».

Es decir, «Clarín» persiste en el absurdo de relativizar «la pista siria» presentándola como opuesta o incompatible con «la pista iraní», como si Hezbolá no tuviera sede en Damasco y financiamiento de Teherán, y como si la conexión siria en la Argentina de los ’90 se hubiera dedicado a producir festivales de cine y teatro. El mensaje que instalan el medio y sus aliados es que los funcionarios judiciales, al investigar a los encubridores menemistas y a sus asociados comunitarios, se entretienen en politiquerías menores.

En el mes de julio de 2012, sobre esta temática, se publicó mi libro «Brindando Sobre los Escombros – La dirigencia judía y los atentados: entre la denuncia y el encubrimiento» (Ed. Random House Mondadori-Sudamericana). La obra fue presentada en el Centro Cultural de la Cooperación en un panel integrado por Jorge Urien Berri, periodista del diario «La Nación», el Dr. Beinusz Szmukler, ex integrante del Consejo de la Magistratura, Daniel Goldman, rabino de la comunidad Bet- El y Dardo Esterovich de la agrupación Convergencia. La repercusión fue muy importante, en medios gráficos, radiales y televisivos. Desde una destacada nota en la revista cultural de «La Nación», pasando por tres páginas en el suplemento dominical del periódico «Perfil», a una nota de página entera en «Página 12», y artículos de la agencia de noticias Telam en diarios del interior. En radio y televisión, me realizaron entrevistas y se refirieron al libro los periodistas Mauro Federico, (Radio Splendid y «Duro de Domar» en Canal 9), Carlos Del Frade (Radio Splendid), Raúl Kollmann (Radio Del Plata), Eduardo Anguita y Walter Goobar (Radio Nacional), Hugo Presman y Gerardo Yomal (Radio Cooperativa), Daniel Muchnik (Radio El Mundo), Jonatan Viale (Radio Rivadavia), Horacio Embón (Radio Nacional FM), Gustavo Sylvestre (Canal América 24), Jorge Halperín (Canal Metro), Nora Veiras y Luciano Galende (Radio Nacional), Osvaldo Quiroga (Radio Provincia), Franco Salomone (Informe Confidencial-Conexión Abierta) y numerosos otros colegas más. Como puede apreciarse, una variada coloratura periodística.

En cambio, en «Clarín», no apareció ni una sola línea sobre este polémico libro de denuncia periodística, que llegó a su redacción, pero que no le sirve para confirmar su pintura de la realidad. Ninguna mención en su revista cultural. Ninguna en el diario. ¿Sorpresa? En absoluto.

Quizás tuviera que ver con la mencionada línea editorial. O quizás con el juicio que promoví en el año 2007 en el fuero civil contra «Clarín» por incumplimiento de sus promesas publicitarias para la promoción denominada «La Generala de Clarín», en virtud de lo cual «Clarín» me indemnizó y modificó las bases de su concurso. La causa se caratuló «LUTZKY, Horacio D. c/ARTE GRÁFICO EDITORIAL ARGENTINO S.A.», Juzgado Nacional en lo Civil Nº 43, Expdte.19361/07. Previamente, una constatación de Lotería Nacional en la sede de «Clarín» efectuada por mi denuncia, verificó serias irregularidades en la realización de promociones con juegos supuestamente de «azar». La realidad es que, con lo que pude comprobar en ese proceso – que sería largo de referir en esta nota -, ya entonces me quedaba en claro que la invocada transparencia periodística del grupo, es puro grupo.

«Clarín» protege celosamente el apellido de su fundador, Noble, que ahora porta su viuda. Así fue que años atrás me tocó responder una curiosa intimación contra un cliente de la agencia de marcas a la que entonces asesoraba: la Fundación Roberto Noble exigía la cancelación de la campaña publicitaria de las casas de empanadas «El Noble Repulgue», por destacar los términos «El Noble» y «Nobles Recetas». Porque, claro, Noble hay uno solo. Obviamente, rechazamos de plano el insólito requerimiento.

El repulgue era noble. Pero la nobleza de Noble, en su historia deja bastante que desear.

 
Un origen poco noble

Roberto Noble fundó «Clarín» en agosto de 1945, pocos meses después del cierre del periódico nazi financiado por la embajada alemana en Argentina «Clarinada», salvajemente antisemita, que dejó de salir cuando al finalizar la Segunda Guerra Mundial nuestro país rompe relaciones y declara tardíamente la guerra al eje nazi-fascista.

La elección de un nombre tan similar puede haber sido una infeliz coincidencia, así como la inocultada admiración de Noble por Mussolini. Pero a ello se sumaban otros antecedentes: el 10.04.39, se había realizado una gigantesca demostración en el Luna Park en adhesión al Tercer Reich, con gran despliegue de banderas con la cruz esvástica y abundantes cánticos contra los judíos, los comunistas y los masones. Fue el mayor acto realizado por el nazismo fuera de Alemania. Allí se hicieron presentes el gobernador conservador Manuel Fresco, acompañado por su ministro de gobierno, Roberto J. Noble, según recordó el periodista Herman Schiller. Antes de ello, Fresco y Noble se habían encargado de clausurar con saña las escuelas obreras judías de la provincia de Buenos Aires. Esta suma de episodios hace creíble la versión no probada del financiamiento del lanzamiento de «Clarín» con fondos nazis.

Es cierto que pasaron ya muchos años. Pero por estos días, las renovadas prácticas casi goebbelianas de distorsionar y mentir a sabiendas en nombre de la libertad de expresión, de presentar opiniones disfrazadas de hechos, de omitir las dos campanas, de recortar información antojadizamente, de titular tendenciosamente, me recuerdan que con «Clarín», tengo un problema. Aunque también lo tenga con el estilo periodístico de parte de los medios oficialistas que se le oponen.

El grupo empresario está aplicando esas prácticas abiertamente en todo su concentrado sistema de medios contra el sector político que hoy gobierna el país, por una fuerte e interesada disputa de poder, a través de una amplia y poderosa red que determina la agenda cotidiana. Y lo volverán a hacer cuantas veces puedan, aunque en un futuro no siga gobernando el kirchnerismo, y cualquiera sea el contendiente que se les cruce en el camino. Si los dejan.


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