Corrupción en la Cámara de Casación. El caso Pedraza
«EL NÚMERO QUE ME DISTE… ¿SON PESOS, NO?»
Por Irina Hauser / Página 12
EXCLUSIVO Las increíbles escuchas de las conversaciones telefónicas entre Pedraza y sus operadores. En estos diálogos se basó el fiscal en su denuncia del intento de compra «de las voluntades de los jueces» para que dejaran en libertad a los acusados por el asesinato de Mariano Ferreyra.
LAS ESCUCHAS DE LA INVESTIGACION SOBRE EL INTENTO DE SOBORNO EN LA CAUSA POR EL ASESINATO DE MARIANO FERREYRA
«Informan del otro lado que son verdes»
Página/12 accedió a los diálogos en los que se apoyó el fiscal Sandro Abraldes para pedir las indagatorias y detenciones de los presuntos involucrados en la maniobra. El objetivo habría sido manipular el sorteo del caso en Casación y eventualmente comprar la voluntad de los jueces.
Por Irina Hauser
Lunes 24 de enero de 2011. Mensaje desesperado en el contestador de José Pedraza: «Esta respuesta a las 18.45 es para José. Informan del otro lado que son verdes, reitero, son verdes, y que Angel se comunique con él sin inconvenientes».
Los verdes, desde ya, no eran pepinos ni aceitunas. Eran –según concluyó el fiscal Sandro Abraldes– los dólares con que el líder de la Unión Ferroviaria (UF) pensaba pagarle a un empleado de la Cámara de Casación para que manipulara el sorteo informático de la causa del crimen de Mariano Ferreyra y «le tocara» a la Sala III del tribunal.
El objetivo, dice la acusación, apuntaba a comprar la voluntad de los jueces para que dejaran en libertad y revocaran los procesamientos de los siete integrantes de la patota acusados del homicidio.
La voz en el teléfono era la de Juan José Riquelme, un agente de la Secretaría de Inteligencia (ex SIDE) que solía prestar servicios de lobbista para su provecho personal.
La hipótesis del fiscal Abraldes, luego de analizar las increíbles escuchas de la investigación judicial, es que tanto Riquelme como el ex juez federal subrogante Octavio Aráoz de Lamadrid habrían recibido importantes sumas para ocuparse de sobornar y ejercer sus influencias en tribunales que tenían como fin último salvar a Pedraza, que por entonces aún estaba en libertad.
Angel Stafforini, vicepresidente de Belgrano Cargas, habría aportado los billetes.
El fiscal se basó en el contenido de los diálogos para pedir las detenciones e indagatorias de Pedraza (aunque ya está preso), Stafforini, Aráoz de Lamadrid, Riquelme y el prosecretario de Casación Luis Ameghino Escobar, hijo de un ex camarista del crimen.
Las escuchas le permitieron reconstruir de manera casi cinematográfica cómo habría sido la organización de las influencias y el intento de soborno. Además, proporcionan indicios de que –según señaló un dictamen de Abraldes– «impiden descartar que los jueces de la Cámara Nacional de Casación Penal Eduardo Riggi, Wagner Gustavo Mitchell y Mariano González Palazzo hayan tenido participación en los hechos, sea a través de la recepción de dádivas o de la aceptación de promesas de esa naturaleza». En efecto, hay múltiples referencias a «atenciones de fin de año», «discretos almuerzos» y otros encuentros.
El regateo
El insólito mensaje sobre los «verdes» que dejó Riquelme pretendía aclarar una gran duda de Pedraza sobre el monto que Aráoz de Lamadrid les había pedido, destinado al menos en parte a quien llamaban «el señor de las teclas», que sería su amigo Ameghino Escobar, quien operaría la computadora que sortea los expedientes entre las cuatro salas de Casación. Habían hablado 85 mil, pero no 85 mil qué.
Aráoz es en las conversaciones «el amigo de la calle Viamonte», donde tiene el estudio. «El día dos» es el 2 de febrero, cuando se supone que debían pagar el sorteo e iniciar negociaciones con los jueces.
Pedraza: –… esto del día dos, del amigo de la calle Viamonte…
Riquelme: –Sí, entiendo.
P.: –El número que me diste vos, son pesos ¿no?
R.: –Entiendo que es lo que ustedes han venido hablando personalmente.
P.: –Pesos.
R.: –Pesos nuestros.
P.: –Pesos moneda nacional.
R.: –Entiendo que se ajusta estrictamente a lo que han pactado y a lo que el amigo en una primera instancia ha recibido.
P.: –Bueno, bueno, ahí se va a poner en comunicación con él, Angel (Stafforini).
Aunque lo disimulara, Riquelme dudaba sobre la moneda. Una vez que Aráoz le dijo que estaba «manejando» «verdes», le avisó exaltado a Pedraza. En rigor, tampoco terminaban de ponerse de acuerdo sobre el número.
Ese día, hay otro diálogo:
Stafforini: –José (habla), Angel
Pedraza: –Sí.
S.: –Mirá, le mandé un par de mensajes (a Aráoz), lo primero que me contestó que estaban al tanto vos y Juan José (Riquelme) de que eran verdes, le mandé que más que 50 (mil) no llegaba y me dijo que lo máximo que se estiraba para abajo eran 75, que ya los había usado toda la negociación en diciembre que menos no podía, etc. Bueno, no, no, no sé, empiezo a ver si consigo los 75.
P.: –Bueno, fijate.
Todo esto se hablaba el 24 de enero. Pero la maquinaria para sacar de la cárcel a los siete detenidos (algunos de los cuales tenían abogados que les puso la UF) estaba en marcha desde mucho antes, según se desprende de las propias escuchas, y hasta con presuntos pagos previos. Tarde o temprano Pedraza podía quedar imputado, igual que su número dos, Juan Carlos «Gallego» Fernández. Debilitar la investigación del homicidio –a cargo de la jueza Wilma López– consiguiendo revocar el procesamiento de los imputados, era una apuesta por salvar a la cúpula sindical.
Riquelme: –… de alguna manera lo vamos a sacar de esta situación grave que tiene (a Pedraza), él cree que a lo mejor haya algún pero (…), yo le comenté lo que podía suceder cuando la persona se siente en la maquinita y ponga los deditos. Eso obviamente le súper interesó.
Aráoz de Lamadrid: –Yo el tema ése lo hablé ayer a la noche (se refiere a Ameghino).
R.: –¿Lo vio ya?
A. L.: –Sí, porque le mandé mensaje por el tema de las vacaciones para ver cuándo estaba. 22.30 me fui para allá, así que ya lo tengo hablado.
Aráoz de Lamadrid trabajó trece años en Casación, donde fue secretario letrado y mano derecha del camarista Eduardo Riggi, que también tenía de empleado a Ameghino Escobar. Aráoz y Ameghino se hicieron amigos. Aráoz fue nombrado juez federal subrogante en 2006 en reemplazo del destituido Juan José Galeano, pero renunció en 2009 cuando –cercado por denuncias– en el Consejo de la Magistratura estaba cerca de terminar igual que su predecesor y se incorporó al estudio familiar. Hasta fines de noviembre Aráoz defendía a uno de los detenidos por el homicidio de Ferreyra, el picaboletos Guillermo Uño, y trataba con Belgrano Cargas. A partir de esa fecha dejó de ser un personaje activo en el expediente, pero, según se desprende de las escuchas, pasó a ser un protagonista en las sombras.
Ameghino fue a parar a la estratégica oficina de sorteos del tribunal. El 26 de enero, día que se sorteó la causa, los viejos amigos intercambiaron seis mensajes de texto.
Sus Señorías & cía.
A Riquelme, de unos setenta años, lo conoce todo el mundo en Casación. Cuentan los empleados que es un habitué desde hace por lo menos una década y le atribuyen visitas a ciertos despachos, como los de Riggi y Mitchell. Hubo un tiempo que iba en nombre del ex obispo castrense Antonio Baseotto; el año pasado iba por Pedraza. La SI (Secretaría de Inteligencia) lo desplazó por el asunto de la UF, que él describía como un «currito» por el que le pagaron por lo menos un «cheque» de 3500 pesos del gremio. Con Pedraza, su relación sería también de larga data. En una escucha cuenta que cuando lo ayudó a zafar de otra causa en Casación, el ferroviario estaba exultante y habló de él ante todo el mundo. «Nadie tiene que saber quién soy yo», lo reprendió Riquelme. «Yo por eso siempre digo 'el amigo de la calle Viamonte', por las dudas los teléfonos», le aclaró.
Aráoz de Lamadrid y Riquelme repiten «nuestro amigo», «don Eduardo» o «el amigo Eduardo». Según el dictamen de la fiscalía, hablan del juez Riggi. El 4 de enero Riquelme llamó urgido a Pedraza pidiéndole copia de la apelación de los detenidos. «Me la piden mis amigos. Me dicen si yo se las puedo alcanzar el día jueves porque ellos están de feria la primera quincena de enero, se van a ocupar muy seriamente del tema…». El mismo día, en otro llamado, Riquelme le dice que está «en la casa de don Eduardo», quien «está preparando a la gente» y reclama la copia. Cuando la fiscalía pidió informes sobre la ubicación del celular de Riquelme en ese momento, resultó que su conversación había sido captada por una antena de la zona donde vive Riggi, en Barrio Norte.
La Cámara del Crimen había confirmado todos los procesamientos con prisión preventiva sobre fin de año. Por eso las apelaciones serían presentadas durante la feria, un período en que los jueces rotan y se limitan a resolver –precisamente– si liberan a detenidos. Pero esto era un problema para el plan de Aráoz de Lamadrid, quien pretendía dilatar el trámite de modo que el expediente quedara definitivamente radicado en la sala del «amigo Eduardo» con ayuda del prosecretario Ameghino. Allí intentaría que los jueces hicieran lo que Casación hace en contadísimas excepciones: revisar y revertir procesamientos, en este caso por homicidio calificado, delito que prevé prisión perpetua.
El 13 de enero, cuando el expediente salió de la Cámara del Crimen hacia Casación, Riquelme le anunció a Pedraza: «salgo disparado a ver si lo encuentro a don Eduardo antes de que se vaya».
El 19 de enero Riquelme le anuncia a Pedraza: «Estoy mandando un mensaje de texto al amigo de la calle Viamonte que está en Brasil, para que mañana a la mañana tome contacto urgente con el que tiene que tocar las teclas». Dos días después intenta explicarle al titular de la UF cómo sería la movida para que el tema fuera directo al sorteo, con ayuda de los jueces que estaban en ese momento de la feria:
«Esta sala está integrada por el doctor (Raúl) Madueño que es un claro ejemplo del no te metás (…) el doctor Mitchell, ya hablé con Mitchell, quedé en tomar un café con él el día martes y te manda un gran abrazo, un gran saludo y tremendo agradecimiento por tu atención (…) Mitchell me dio a entender, o sea, un poco así a buen entendedor pocas palabras (…) ‘y nosotros vamos a terminar el turno de feria y entonces esto pasa para adelante’. Qué significa esto, que al no tomar una decisión, la sala de feria lo pasa para que sea sorteada la sala a partir del dos de febrero, lo cual favorece los planes de nuestro amigo Octavio. No obstante él había hablado con el tercer integrante de la sala del cual es muy amigo… González Palazzo (…) el doctor Octavio habló con él también y bueno, que pase para adelante».
En otra charla, Riquelme detalla que las «atenciones» habían sido enviadas al domicilio particular de Mitchell.
El 25 de enero Pedraza llama a Riquelme sumamente preocupado por algo que no tenía previsto: Casación ya había convocado a una audiencia por las apelaciones de los delegados detenidos Pablo Díaz y Jorge González.
R.: –Para mayor tranquilidad tuya yo voy a tomar contacto en cuanto pueda, en el transcurso de la tarde, donde está nuestro amigo Eduardo…
P.: –¿Vos conocés a un obispo Di Monte? El tiene mucha ascendencia sobre González Palazzo.
R.: –De ese tema olvidate, José porque el amigo de la calle Viamonte es muy amigo de Palazzo…
Más tarde Riquelme le cuenta a Aráoz de Lamadrid cómo intentó aplacar a Pedraza: «El martes va a estar también el amigo Eduardo ya de vuelta (…) y no creo que al amigo Eduardo, con los gestos que tiene hacia vos y hacia nosotros, le vaya a caer muy bien que hayamos llamado a un obispo». Aráoz le dijo que era previsible que les rechazaran las excarcelaciones, que la clave era revertir los procesamientos, y salían todos en libertad. Riquelme, preocupado por satisfacer al líder ferroviario le pregunta al abogado si pudo hablar con González Palazzo:
A. L.: –… lo haré el lunes.
R.: –Porque usted ¿tiene onda con él?
A. L.: –Sí, yo tengo onda con él…
El 26 de enero es Riquelme quien se empieza a poner frenético: «El amigo José está terriblemente ansioso, hoy tuve doce llamados de él», hace catarsis con Aráoz de Lamadrid y le cuenta qué le dijo a Pedraza: «José, mirá te lo dije ayer… si está de por medio el amigo de la calle Viamonte, José, por favor, a vos que te encanta tanto y lo disfrutás y yo te felicito, poné el champán en la heladera, te lo re-tomás y te vas a acostar, punto y aparte, no te hagas el chinchorrito donde no existe».
¡Bingo!
Conversación del 27 de enero. Riquelme en Buenos Aires. Aráoz de Lamadrid en Brasil.
R.: –Recibí un mensaje donde me decía que el señor de las teclas ya hizo su tarea…
A. L.: –(…) Salió todo perfecto.
R.: –¿Salió todo perfecto?
A. L.: –Sí, sí, sí, bueno, ahí hay una tranquilidad para José.
(…)
R.: –(…) La muy buena noticia es la del hombre de las teclas (…) ¿y le dijo quiénes son?
A. L.: –Es la sala de nuestro amigo.
R.: –¿De Eduardo?
A. L.: –Sí.
R.: –Ah, ¡muy bien!, listo.
A. L.: –Claro, ahí lo hicimos.
R.: –Después se lo voy a comentar ¿en la sala de Eduardo está Liliana (Catucci)? (en otros tramos dice que Pedraza le tiene desconfianza, de ahí la pregunta).
A. L.: –Sí.
R.: –¿Y Angela (Ledesma)?
A. L.: –No, Walter (que en realidad es Wagner Mitchell).
R.: –Y va a hacer lo que le diga Eduardo.
A. L.: –Exactamente, es la idea.
Restaba terminar con el dilema del dinero para el soborno, cómo «encuadrar la operatoria» –palabras de Riquelme– y cuántos «verdes» serían. Unos día antes del sorteo de sala, para persuadir a Stafforini, Riquelme le dijo que Aráoz de Lamadrid había «hecho algo espectacular»: le había hecho adelantar su licencia «a la persona que maneja las teclas» para que estuviera disponible a la hora señalada. «¿Usted sabe qué significa esto, no?», lo apuró. «Yo se lo expliqué al amigo el tema, si el día dos de febrero no mantiene la reunión que le han pedido se va todo al diablo».
Fin de enero. Todos desbordados de ansiedad. Aráoz adelanta su regreso de Brasil. Stafforini intenta calmar los ánimos con el anuncio de que el primer día de febrero Aráoz tendría «en sus manos el expediente este (léase los dólares) para poderlo disponer». Se compromete a llamarlo y coordinar.
Llega el 1º de febrero. Mensajes de texto de Stafforini a Aráoz: «Estoy atrasado media hora». Aráoz responde: «Ok. No hay problema». El vicepresidente de Belgrano Cargas estaba siendo observado, y escuchado, igual que el resto, aunque no lo sabían. Pasó por el banco. Luego fue a la calle Viamonte, maletín en mano, con una mujer.
Al rato le dejó un mensaje a Pedraza: «José, soy Angel, bueno, si escuchás este mensaje estuvimos con Susana en lo de este chico este de la calle Viamonte, salió todo perfecto, bueno, cualquier cosa si querés algún detalle hablame».
Al rato suena el teléfono de Stafforini. Es Aráoz de Lamadrid: «Escuchame, me están allanando por el tema éste, corten todos los teléfonos».
La Policía Federal se llevó del estudio un sobre donde había 50 mil dólares en billetes. Estaba rotulado «Octavio». También encontraron una factura, la número 1 de Aráoz como abogado matriculado, por 370 mil (serían pesos) en servicios prestados a Belgrano Cargas, empresa que desde los noventa maneja la UF.
¿Yo señor?
A las 21, Riquelme se comunicaba con el camarista Eduardo Riggi, como si nada:
Riquelme: –Doc Eduardo, ¡cómo le va!
E. Riggi: –¡Cómo le va! ¿Qué dice?
R.: –¿Cómo está usted?
E. R.: –Bien, ¿Cómo anda, querido? ¿Cómo andan sus cosas?
(…)
R.: Lo voy a ir a visitar el día jueves.
E. R.: –(…) Cómo no, querido, va a ser un gusto.
El 11 de febrero tienen un diálogo insólito, donde mencionan desde consultas al dentista hasta un supuesto favor que Riquelme le debía a Riggi para su hijo, hasta que el juez saca el tema:
E. R.: –Bueno, sabe lo que pasa ahora, este, ustedes han armado un lío ahí, no sé qué problema hay que salió en los diarios, pero yo la verdad que…
R.: –Quédese tranqui
E. R.: –Estoy más sorprendido que no puedo creer nada, nada de las cosas…
R.: –Quédese tranqui.
E. R.: –Yo estoy realmente alarmado con la sorpresa de las cosas que han dicho los diarios que la verdad que no entiendo ni sé de cómo puede haber alguien creído, pensado o creído la posibilidad, yo la verdad que no….
R.: –No, no no, usted no lo puede creer, yo no lo puedo creer (…) Déjelo que corra…
Pedraza fue detenido el 22 de febrero en su departamento en Puerto Madero como instigador del homicidio de Mariano Ferreyra, por el cual están presas otras nueve personas, todas ya encaminadas hacia el juicio oral. En Casación Riggi se excusó tras el escándalo y la Sala III dejó en firme los procesamientos de los acusados. La investigación de las coimas con que intentaron entorpecer el esclarecimiento del asesinato marcha más lenta, pero da sorpresas.