De Ángeli: «Volvé, Néstor: ¡te olvidaste de Cristina!»
Las sonrisas y los abrazos entre los amigos que compartían esa felicidad parecían sacados de una filmación casera de la noche de Navidad o Año Nuevo. Era bajar de la camioneta, mirarse a los ojos, levantar los brazos, reírse de forma incontenible y apretarse fuerte en un abrazo que los unía en una alegría que solo ellos comprendían tan bien.
La noticia de la muerte de Kirchner era el mejor regalo que tanto se habían imaginado pero que parecía tan lejano. «Ahora si que lo sacamos del gobierno a este hijo de puta!!!, celebraban. Abogados, dirigentes históricos de la Unión Cívica Radical, funcionarios de la Justicia local y Federal de esa ciudad. Todos productores agropecuarios.
Luisito, el lobbista por excelencia del grupo, como en tantas otras oportunidades volvió a ser el anfitrión. Alfredo De Angeli, el mismo que fue rescatado de gendarmería por el propio Luisito en la Hilux blanca, no lo podía creer. «Dios existe hermano, te dije que éste hijo de puta las iba a pagar», le decía el Luis mientras lo miraba a los ojos y lo agarraba de los hombros. De Angeli, con un vaso en la mano, confirmaba devolviéndole la mirada con los ojos brillantes de incredulidad y felicidad: «El de arriba no nos podía fallar», decía. «Che, otro brindis por los Montoneros muertos!», gritaba el Ronco Marcó y Bonin desde el fondo del quincho donde se agregaba más asado porque seguían agregándose invitados.
«Despacito va a volver el orden, les dije que teníamos que ser pacientes, les dije o no les dije?», se vanagloriaba el escribano Negri. «Y ahora que van a hacer?, la loca esta es pan comido», decía el Tiqui Dieci sin poder disimular la alegría.
«Volvé Néstor, -gritaba De Angeli- te olvidaste de Cristina!», y otra carcajada colectiva para rematar la humorada del dirigente ruralista y ambientalista acompañado de otro brindis con vino y whisky mientras se hacían las primeras brasas. Sería un día de varios asados y que terminaría muy tarde con interminables brindis de celebración por la muerte de Néstor Kirchner y el futuro que ahora aparecía mucho más claro y prometedor para todos ellos.
Eran apenas las 11 y 20 de la mañana del miércoles 27 de octubre de 2010.