DEFINICIONES: Scioli no nos representa
Por Lido Iacomini (San Telmo K / Carta Abierta)
Aun hoy, aunque el paso de las generaciones va atenuando las ocasiones de encontrarse con ellos en la vida cotidiana y real, es posible encontrar en los hogares humildes de las barriadas populares los auténticamente antiguos retratos diluidamente coloreados de Eva y de Perón, atesorados con amor y reconocimiento indeleble, por sus políticas y acciones a favor de los sectores populares. Aun la muerte de quienes los recibieron no impiden que sean tesoros heredados convertidos en signos identitarios.
Seguramente la trascendencia de la AUH y la revitalización de la jubilación y las políticas sociales adquirirá rasgos semejantes, redimensionando el «relato», ya del pasado, con la contemporaneidad del futuro. Las duras condiciones de la realidad política actual que rondan la figura de Cristina, impidiendo no solo su candidatura sino al menos dilatando su papel publico de gran electora de su sucesión, provocan que los andariveles de la gestión no siempre coincidan con estos caminos forzados de la política. Es así como los logros de las políticas sociales del autentico kirchnerismo, que no otra cosa es el redoble de apuesta dinamizadora del mercado interno con el 40% de aumento a la AUH, sacan lustre a la ruta del sciolismo que acelera en la construcción de su candidatura sin obstáculos significativos. Esta se desarrolla sobre los carriles del «mal menor» y el derrotismo que surge frente a un agigantamiento de Massita, apresurada y sobrevaloradamente visto como el peligro principal.
La frustración militante frente al vacío de continuidad después del 2015 impacienta comprensiblemente y acerca honestos luchadores y ciudadanos al «mal menor» e ilusiona ver el retorno del PJ, hasta ayer de cartón pintado, como la ultima madrecita salvadora.
Néstor enhebró diversos hilos de la historia y construyó una primer trama consistente que nos permitió, como nación, emprender un camino de reconstrucción económica, autonomía nacional y reparación social y política, entrelazándolo con el proceso latinoamericano. De acá a la transversalidad y su visión de una sociedad que se reagrupaba en dos grandes movimientos democráticos, la centroizquierda y la centroderecha. Era la búsqueda, necesaria, de una mirada estratégica que se correspondía parcialmente con la del gran dirigente de las clases medias, Raul Alfonsín, cuando concebía su Tercer Movimiento Histórico aunque con la ilusión de subordinar al peronismo y el movimiento obrero.
Alfonsín se encontró con que la bandera democrática y con Grispun no bastaba. Sus errores en la relación con el peronismo contribuyeron a aislarlo y los embates de la transición desde el militarismo dictatorial sumados a la embestida económica de los sectores hegemónicos del capital hundieron su proyecto.
Unir gestión y política era articular correctamente el desarrollo de la perspectiva económica independiente con la política de hacer confluir las grandes fuerzas históricas con los ímpetus de lo nuevo que surgía de esa coyuntura histórica y Raul Alfonsín fracaso.
La mirada de Néstor fue mucho mas adecuada a la realidad tallada por los acontecimientos del 2001 y las luchas del 2002 que marcaban el requebrajamiento profético del neoliberalismo en Argentina y las insatisfacciones profundas que por los derechos humanos conculcados se extendían en la sociedad argentina. Si inicialmente, no lo sabemos, no vislumbro la oportunidad histórica latinoamericana, no tardo en convertirse en un líder de la Patria Grande.
La transversalidad, fracasada en lo formal, abrió un camino de construcción política amplia a la par que su antipejotismo zigzagueante contenía a lo viejo y caduco de su propio movimiento. No supimos transitarlo y Néstor, acosado por necesidades políticas coyunturales, se vio obligado a retomar las riendas del PJ. Recordemos lo que mas de una vez han señalado las 15 cartas de Carta Abierta y que han teorizado Ricardo Forster, Horacio González y otros compañeros sobre la esencia del kirchnerismo como emergente revitalizador de las viejas y diversas tradiciones históricas populares.
El peronismo del 2001, que podríamos sintetizar en las figuras nefastas de Menem y Duhalde estaba corroído hasta el tuétano y arriadas las banderas transformadoras que le dieron origen marchaban desde el descrédito al basurero de la historia. Ni mas ni menos ¡para que discutirlo ahora!, que otros restos de las experiencias pasadas.
Superado con decisión política y gestión a puro coraje, el estigma del «chirolita» desarticulado junto al magro 22% de los votos iniciales y en el momento ascendente del movimiento, la conducción de Néstor y Cristina rescata lo mejor del peronismo, revitalizan su izquierda, congelan al PJ (dándole continuidad atenuada al «antipejotismo») y amplían su espectro hacia otras variantes por fuera del peronismo, abarcando incluso franjas del radicalismo, el socialismo y el comunismo, dando nacimiento y formas –invertebradas por cierto- al kirchnerismo. En el momento descendente del movimiento y a pesar del intento, fracasado, de contener bajo las formas del kirchnerismo otorgandole conducción con Unidos y Organizados, el retorno y protagonismo del PJ se hace evidente, incluso mas allá de lo formal, y se pasa a ser minoría. El río del sciolismo, que es el que corre mas eficaz y rápidamente hacia el desemboque en las elecciones del 2015, amenaza con convertirse en torrente llevándose por delante y arrastrando estructuras kirchneristas. Sin candidato único y propio en las PASO, la atomización aparece como el peligro que no puede subsanarse solo con una heroica gestión gubernamental, en medio de la crisis internacional amenazante pero, principalmente, la creciente debilidad latinoamericana.
Scioli, si bien no se deja llevar por la soberbia y mantiene el timón de su lancha tal como lo prefijó incluso cuando Néstor lo echó de la Secretaría de Turismo, se atreve a gestos de derecha contundentes: del nombramiento de Granados al frente de la «seguridad» provincial a juntarse con el traidor De La Sota para ir a prosternarse en el templo del neoliberalismo en la Argentina, la Fundación Mediterránea que invistió como su máximo gurú a Domingo Felipe Cavallo. Daniel Scioli no puede representarnos porque es la quintaesencia del infiltrado en nuestras filas.