Dicen que hay cambios en la estrategia comunicacional del Gobierno
Como sucede con Fernandez Díaz, esta crónica de una periodista contrera, es un elogio involuntario a Cristina. Que suerte que la nación cuenta con una jefatura clara. Que suerte que en Venenzuela, Chavez triunfará claramente después de muerto porque está vivo en los corazones de su pueblo: el venezolano y el latinoamericano.
Un nuevo maquillaje para Cristina
Por Laura Di Marco | Para LA NACION
Si en la tragedia de Once estuvo ruidosamente ausente, la inundación de La Plata la mostró preocupada por las víctimas y al frente de la situación. Si al cardenal Jorge Bergoglio lo destrató durante toda la era K, como si fuera un dirigente de la oposición, bastó que se convirtiera en heredero del trono de Pedro para que la Presidenta decidiera archivar, en pocas horas, aquel pasado áspero, y se subiera, con la velocidad del rayo, al podio de la papamanía nacional para capitalizarlo (y hay que decir que lo logró, según muestran ahora los sondeos). No conforme con el volantazo devoto, luego del viaje al Vaticano, Cristina enhebró, al menos en los días que le siguieron, frases franciscanas de paz y amor. Ya a fines de 2012 se había percatado de que la sobreexposición y las cadenas nacionales le hacían más mal que bien y decidió suspenderlas, reservándolas únicamente para temas trascendentes, como sucedió la última semana con los anuncios de subsidios para las víctimas de la inundación.
Es evidente que, tal como sucedió luego de la muerte de Néstor Kirchner, en la campaña de 2011, la Presidenta ha decidido hacer un giro en su estrategia comunicacional, en un año electoral clave para su futuro político. "La Presidenta subió unos puntos en imagen después de la visita al Papa", confirma el consultor Fabián Perechodnik, director de Poliarquía. Y asegura: "Cuando Cristina se modera y baja el nivel de exposición y de confrontación, le va bien, y ella lo sabe, pero por alguna razón no puede sostenerlo. Ahora volvió a la carga con la democratización de la Justicia".
Su colega Mariel Fornoni, de Management & Fit, coincide en que el cambio en el maquillaje comunicacional se refleja en los sondeos. "Empezó a salir del amesetamiento en diciembre, cuando bajó las cadenas nacionales. Ya en febrero, cuando bajó el perfil, había subido dos puntos. Y eso es importante porque fija una tendencia."
Poliarquía registra, en mediciones anteriores a las inundaciones de este mes y el avance sobre la Justicia, una imagen positiva de la Presidenta del 40% (contra un 30% de imagen negativa), mientras que Fornoni midió, también antes de las inundaciones, un 33% de opiniones favorables, cuando en diciembre la imagen positiva era de apenas el 28%.
La importancia, pareciera entonces, está en los gestos. Dicho de otro modo, en política comunicacional es importante lo que pasa, pero quizá lo sea más lo que parece que pasa. ¿Es así? ¿Tan efectiva es una foto o un cambio de tono para subir en las encuestas? Ocurre que hay una enorme distancia entre el microclima hiperinformado, que mira la política al detalle y sigue las noticias y la gran mayoría de los argentinos, con mirada más amplia. Fornoni recuerda que sólo un 2 o 3% de la sociedad sabe que Cristina rechazó 14 veces una audiencia con Bergoglio. Y Perechodnik agrega: "La mayoría se queda con la foto de Cristina llevándole regalos al Papa, y eso la favorece".
Es evidente que Cristina tiene capacidad de aprendizaje, que es hábil para hacer lecturas políticas muy rápidas y en escenarios cambiantes. Que tiene, además, pocos escrúpulos a la hora de darse vuelta como un guante, sin la menor culpa (el cambio de actitud con Bergoglio es una prueba). Tiene tanta capacidad de construir como de destruir, cuando sus emociones y su narcisismo político le juegan una mala pasada y conspiran, a su pesar, contra sus más sesudas estrategias. Así, cuando quiere ser empática, como en Tolosa, le salta la intolerancia. Cuando se quiere acercar a las víctimas, se enoja porque le reclaman. Cuando quiere solidarizarse, le erra en la contención cuando se pone como punto de referencia -justo ella, una de las presidentas más ricas de América latina-, frente a una mujer pobre que acaba de perderlo todo.
"No puede construir un discurso que no sea en primera persona -tercia Perechodnik-: ella inundada, ella viuda, ella militante." Y ella, otra vez, ensayando con otro maquillaje, dispuesta a cambiar de estilo, a lidiar con sus arrebatos. Dispuesta a todo porque este año pondrá en juego lo que más le gusta: su proyecto de poder.