Ecuador: El asalto de la policía, un globo de ensayo

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Interesante análisis. Me da la impresión de que, al ir al cuartel tomado a dar la cara y poner el pecho, quizá el presidente Correa haya cometido un acto temerario, como dice Telma, pero que fue ese acto imprevisto el que precipitó los acontecimientos. Que había un golpe en marcha, pero no para ese días sino para días venideros, cuando la situación se hubiera podrido. Pero el golpe abortó por la imprevista resolución de Correa. En fin, que todo puede haber sallido bien siempre que Correa aproveche para imprimir un mayor ritmo a su programa de reformas de modo de ampliar su base de sustentación, y descargue todo el peso de la ley sobre los insurrectos y quienes demoraron insólitamente su represión.
Otra cosa: La chirinada ecuatoriana demuestra cuan importante es la democratización de los medios audiovisuales. Si no hubiera sido por Telesur no nos hubiéramos enterado de nada.

JS    

Por Telma Luzzani / Tiempo Argentino

La palabra produce pánico, pero es necesario decirla: golpe. Lo de Ecuador no fue el berrinche alocado de un grupo de policías enojados porque, con la nueva Ley de Servicios Públicos, iban a demorarse los ascensos o  dejaban de cobrar algún sueldo extra por antigüedad. Fue un golpe –o, tal vez, un primer ensayo para no errar el próximo– que, como siempre, se monta en algún conflicto latente para tomar cuerpo y atacar.
 

Los datos son contundentes: mientras un grupo de insurrectos sembraba el miedo y la confusión entre la población, e impedían la circulación por las calles cortándolas con vallas y neumáticos quemados, otro grupo se encargó de aislar el país e ir copando las instituciones del Estado.
 

Fue gradual. Primero la Fuerza Aérea ocupó y cerró los aeropuertos del país, luego un grupo de sublevados tomó el Ministerio de Defensa. Otro mantuvo secuestrado al presidente de la República en un hospital policial hasta entrada la noche. A la tarde, la sede del Parlamento fue cercada por la policía, y antes del anochecer, un grupo de tareas rompió, a culatazo limpio, las puertas del canal estatal de TV y entró para destruirlo todo. El que daba las órdenes se presentó como Pablo Guerrero, abogado del ex coronel del ejército y ex presidente Lucio Gutiérrez.
 

Verónica Fiorito, coordinadora general del Canal Encuentro de Argentina, fue testigo. “Nos escupían, nos insultaban. Primero se sentaron en los controles y querían operar ellos. Después entraron al estudio del noticiero gritando que iban a contar la verdad, que nosotros éramos unos mentirosos y que atentábamos contra la libertad de expresión. Mientras tanto, rompían todo lo que les quedaba a mano.”
 

La TV estatal fue la única vía por la que el presidente estuvo en contacto con la prensa y con su pueblo, informando paso a paso sobre la peligrosa situación a la que estaba expuesto en el hospital. 

La TV pública tuvo que levantar la transmisión. Tres horas en las que el presidente estaba incomunicado. “Entretanto, el resto de los canales privados –contó Fiorito– pasaban telenovelas.” Igual que en Venezuela: durante el golpe de abril de 2002, la TV privada transmitía dibujitos animados.
 

No es la única coincidencia, a Hugo Chávez lo tuvieron arrestado en Fuerte Tiuna, a Manuel Zelaya lo secuestró un comando militar, a Correa lo mantuvieron aislado en un hospital policial, a la espera de lo que dictaran los acontecimientos.
 

Otro dato que permite pensar que se trató de una conspiración amplia y planeada es la demora en el cumplimiento de las órdenes impartidas por Correa. Al mediodía, el presidente y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas pidió al ejército que se hiciera cargo de la caótica situación. La lentitud de los generales ecuatorianos no tuvo nada que envidiar a la de Ernesto Alais, aquel oficial a quien el ex presidente Alfonsín le había ordenado reprimir una revuelta militar, pero sus tanques fueron tan lerdos que nunca llegaron a Campo de Mayo.
 

Además, la policía –que, hasta la asunción de Correa, mantuvo vínculos muy aceitados con la CIA, al punto de que los estadounidenses tenían acceso a toda la información obtenida por los ecuatorianos– no está en condiciones de hacer un levantamiento de esta magnitud sin el guiño de uno o varios sectores de las Fuerzas Armadas.
 

¿Quiénes más pueden estar implicados en el golpe? La respuesta obvia es Lucio Gutiérrez. No hay dudas de que es así. Pero llama la atención la insistencia con que el nombre de Lucio se repetía por todos lados –en el hospital, en el canal de TV, en los piquetes– como dejando pruebas y queriendo instalar que hay un solo culpable. ¿Tanta exhibición ocultará algo?
 

“Las políticas del presidente han tocado muchos intereses fuertes. Pero hay un dato fundamental: en Ecuador dos medios muy poderosos están en manos de la banca y con la nueva Ley de Comunicación Audiovisual, aprobada hace unos meses, tendrán hasta fines de octubre para vender sus acciones y propiedades. Esto afecta al mayor grupo financiero del país, dueños del Banco Pichincha y de la cadena de televisión Teleamazonas, además de varios medios escritos de comunicación, y a otro poderoso grupo comercial y de la banca, El Juri, dueño de la cadena Telerama”, explica el sociólogo Francisco Hidalgo Flor, profesor de la Universidad Central del Ecuador.
 

Sin dudas, hubo errores del presidente. Fue temeraria e imprudente la decisión de ir personalmente al foco de la sedición y eso permitió que el episodio escalara peligrosamente.
 

No obstante hay una regla sin excepciones: todo gobierno progresista estará siempre bajo el riesgo de desestabilizaciones. Pueden tener forma de golpes de mercado, parlamentarios, judiciales o militares, pero siempre los sectores que no pueden alcanzar el poder por las urnas y los que vean afectados sus intereses tratarán de derrocarlos.


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