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EL DESCAMISADO, periodismo montonero

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Grassi_CLAIMA20150708_0206_15Recomiendo enfáticamente leer estos dos textos: la entrevista que le hizo Larraquy a Ricardo Grassi, ex director del semanario montonero «El Descamisado» (y de sus continuadores, «El Peronista» y «La Causa Peronista») y el primer capítulo del libro que Grassi acaba de publicar, «El Descamisado. Periodismo sin aliento» (Sudamericana).

En la entrevista, Grassi devela aspectos ocultos de la ejecución (o asesinato, como prefiera el lector) del ex dictador Pedro Eugenio Aramburu, y de los entretelones de la bastante exhaustiva (ma non troppo) versión publicada por «La Causa Peronista» tiempo después de la muerte de Perón y días antes del desgraciado pase a la clandestinidad de Montoneros, que dejó culo pa’l norte a sus militantes de base y colaboradores. De esa publicación deriva una de las anécdotas que mas me impresionó. La cuento muy sucintamente pues tengo pereza y temo haberla contado ya muchas veces. Estaba yo haciendo la colimba en el RI3 de La Tablada, y prestado a la Junta de Calificaciones de las FF.AA. que funcionaba no recuerdo si en el 4º o en el 6º piso del Edificio Libertador, Comando en jefe del Ejército. Mis superiores eran un cabo 1º de la Fuerza Aérea, un principal de la Armada y un teniente coronel del Ejército. No recuerdo el nombre de éste pero si que era petiso, moreno, simpático, que se parecía al actor Dringue Fatría y tenía apellido vasco que me parece comenzaba con «a» (¿Arrillaga?). Pues bien recuerdo que cuando aquel día tan pronto llegué a la oficina, el «teco» me dio un ejemplar de «La Causa Peronista», me ordenó hacer no recuerdo si cien o doscientas copias de esa nota y repartirlas por todo el edificio (por todas las áreas dónde me dejaran entrar, ya que allí también había oficinas de la Jefatura II-inteligencia y estaban las misiones militares de EE.UU. y Francia). Cumplí la orden en medio de un profundo estupor: Yo, un montonerito, repartía la publicación de Montoneros dentro del corazón del enemigo, por orden de un oficial de ese enemigo. Lo que volvía no sólo evidente sino también clamoroso que alguién se estaba equivocando fiero…


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