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El Lanata de Majul / 4. Sponsors & Auspiciantes

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Igual que la vez anterior, un tema de fondo ha quedado sepultado por el cotilleo de nuestro director. Estimado lector, no sea frívolo y pispeé el post anterior. N. de la R. 

Podrido de los años ’70, no tuvo escrúpulos para relacionarse con un genocida

El Lanata de Majul, un Casanova alto, siempre al palo, campeón de las señoras gordas (nota 4)


Primera parte de esta nota
Segunda parte de esta nota
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Que Lanata haya recibido sumas importantes de dinero de Fernando de Santibañes, jefe de la Secretaría de Inteligencia del Estado durante la presidencia de De la Rúa, como el mismo Majul denunció en su momento, quizá sorprenda a los más distraídos de sus viejos seguidores. Pero muchos pueden quedar atónitos al tener noticia de sus entreveros con unos de los verdugos más sanguinarios de la dictadura.

Represor Vergez. De eso no se habla


Durante el menemismo, Lanata  entabló relaciones con el ministro de Acción Social, Juio César «Chiche» Araóz, confirmó Héctor Calós, de Vocación, quién le conseguía entonces avisos publicitarios (pág. 284). Desde que anteriormente y siempre con Menem presidente Aráoz había sido secretario de Energía, oficiaba de protector del capitán genocida (R) Héctor Pedro Vergez, alías «Vargas», ex fundador del «Comando Libertadores de América», versión cordobesa de la Triple A, y luego del golpe cívico-militar de marzo de 1976 y también en Córdoba, jefe de «La Perla», uno de los mayores centros clandestinos de detención y exterminio que hubo durante la dictadura.

Esta protección del secretario Araóz al genocida Vergez (al que había llevado a trabajar a la Secretaría de Energía) fue denunciada en 1990 por quien escribe en el diario Nuevo Sur.

Desde su celda en el penal de Marcos Paz, Vergez le dijo en enero pasado a la agencia Télam que a mediados de los ’90 trabajó por espacio de unos meses para Lanata, lo que adquirió total verosimilitud luego de que Lanata no lo desmintiera y quedase probada su relación con su protector.

Que Vergez tenía una fuerte relación con Juan Bautista «El Tata» Yofre, ex periodista, ex secretario de Inteligencia del Estado y actual escritor en base a los archivos secretos del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército (que según Vergez, fueron adquiridos por Carlos Menem, pero de los que resulta evidente Yofre guardó copia) era sabido. Pero no que, aunque fugaz, hubiera tenido una relación laboral con Lanata 

El misterio Liberman

Liberman. Casi no hay fotos suyas

Pero la relación sin duda más misteriosa de Lanata es la que a todas luces tuvo con el multimillonario Samuel Liberman, ex representante de los relojes Citizen y dueño del cable VCC (absorbido por Cablevisión que pagó muchos centenares de millones de dólares por él) quien durante años estuvo en observación por varios servicios de inteligencia, locales y extranjeros, por sus relaciones con Alfredo Yabrán y su empresa de exportación de orquídeas colombianas a los Estados Unidos.

Al respecto, Lanata parece tener una completa amnesia. Majul puntualiza que según sus fuentes Lanata estuvo cobrando diez mil pesos/dólares durante largos meses luego de haberse ido de Página/12 y le preguntó por qué:

– No me acuerdo si hubo guita (…) Tuvimos una reunión en el edificio de Aerolíneas (dónde Liberman estaba asociado con Eduardo Eurnekian) pero nunca hicimos nada. El ya había salido de Video Cable (VCC)… (Fernando) Moya (su socio y productor) capaz que se acuerda…», fue la increíble respuesta de Lanata.

Majul no consigna que dijo Moya, ni siquiera si le preguntó. Quizá sea porque no le gusta pisar los callos de futuros auspiciantes. Nadie podría sorprenderse si mañana se supiera que Liberman fue o es sponsor de Majul. O de Majul y de Lanata. Ese es el método de Eurnekian: ponerle avisos a los potenciales detractores. Ya lo publicitaba el ministro José López Rega a mediados de los años ’70 (incluso llegó a instalar un pornográfico aro giratorio sobre el obelisco con el lema): El silencio es salud.         

Alineaciones I

El libro Los cables de Wikileaks sobre la Argentina de la A a la Z, de Santiago O’Donnell, reveló que Lanata y Gabriel Cavallo (CEO de Crítica) fueron a la Embajada de los Estados Unidos a quejarse de una supuesta campaña del gobierno contra el diario (el gobierno de Néstor Kirchner no lo incluía en la pauta de publicidad oficial) y a pedir avisos de empresas norteamericanas a fin de evitar su cierre.

Lanata presenta a Cavallo como su amigo. Cavallo es el juez federal que, en acuerdo con Horacio Verbitsky, proclamó la inconstitucionalidad de las inicuas leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Pero también es el juez que se negó de plano a investigar las coimas del Senado. El mismo explica en libro de Majul que «Cristina Fernández había pedido mi juicio político bajo la falsa acusación de que yo había sido ascendido a camarista por senadores nacionales acusados de coima que yo no había investigado» (pág. 352). Cavallo es íntimo desde la niñez del abogado Pablo Jacoby, con quien Lanata está distanciado por un asunto de dinero.

Jacoby es el abogado de Ana María Di Lonardo, ex directora del Banco Nacional de Datos Genéticos, que querelló al Estado por haberla obligado a jubilarse. Tras ser contratado por el Grupo Clarín, Cavallo acercó a Di Lonardo a Héctor Magnetto, y súbitamente la científica pasó de defender el derecho a la identidad de los argentinos a defender el derecho a la impunidad de la apropiadora Ernestina Herrera. Una claudicación ética que, increíblemente, ningún medio oficialista señaló.  

Alineaciones II

En la ruta de Patricia Bullrich, que pasó de Montoneros a mantenida de las agencias estadounidenses, Lanata pretende convertirse en un campeón hemisférico de los enemigos de los gobiernos de Cuba y Venezuela, acaso con la ilusión de hacer pie en Miami. Por lo pronto, acudió a Caracas con un nutrido equipo a cubrir las últimas elecciones, convencido de que Henrique Capriles podría derrotar al comandante Hugo Chávez. Alguien de su equipo grabó y dio a conocer el instante en que se enteró de que sus infelices ilusiones se habían visto frustradas. «¡Perdió! ¡Concha de su madre!» se lo ve y escucha diciendo, a años luz de cualquier pretensión de imparcialidad. Algo que era totalmente previsible. En fin, que debía venir a Buenos Aires, y a poner la cara en PPT, con las manos vacías. Un papelón.

Metido en ese brete, Lanata encontró una manera de zafar: hacerse detener. Para eso, pasó por los controles de aduana previos al embarque hacia Buenos Aires portando visiblemente una carpeta con membretes del servicio de inteligencia bolivariano. Previsiblemente, los agentes venezolanos cayeron en la trampa y demoraron a Lanata y su equipo durante más de una hora, revisando sus pertenecías. Ello alcanzó para que el 14 de octubre PPT denunciara que los servicios de inteligencia de Venezuela le habían quitado y borrado el material grabado durante las elecciones de ese país (material que no le servía de nada desde el momento de que Chávez había ganado en comicios limpios y sin mayores incidentes, como había reconocido el propio conchaesumadre Capriles). La periodista y escritora María Seoane, directora de Radio Nacional, denunció la maniobra.

«¿Acusarme de inventar o de mentir un apriete como ese? ¡Por favor! ¿Vos te pensás que yo necesito que hablen de mi? (…) Viene una mina y te dice ‘me violaron’ … Y del otro lado lo justifican. ‘Ah, pero tenía minifalda, eh!», arguyó ante la requisitoria de Majul.

Acorralado por los hechos, se vio obligado a cambiar de registro. «Supongamos que hubiera puteado porque ganó Chávez. ¿Y? ¿Cuál sería el problema? Lo voy a decir bien fuerte: entre Chávez y Capriles hubiera votado cuarenta y dos veces a Capriles. ¿Sabés por qué? Porque Chávez es un fascista…» (pág. 432).

Hace mucho que fascista dejó de ser una definición política. Aunque vaciada, es una palabra tosca, apta para ser utilizada por cualquier patán como arma arrojadiza. Y hablando del vaciamiento de sentido de palabras cargadas de sentido, Lanata traspasó un límite de trivialidad cuando dijo que había sido un «desaparecido» en manos de las autoridades venezolanas. «Estuvimos secuestrados en un pozo», abundó aunque ni él ni sus acompañantes fueron alejados en algún momento del aeropuerto.

Lanata no polemizó con María Seoane, pero se enloqueció de ira con la legisladora de Nuevo Encuentro Gabriela Cerrutti, que había cubierto para Página/12 las elecciones de 1989 y se había especializado en el gobierno menemista. «Tengo que soportar que esta chica, que viene del lobby menemista, ponga en duda que nos detuvieron en el aeropuerto de Caracas» rezongó (pág. 292) Lanata criticó ácidamente a Cerruti por haber traicionado al capitán de fragata represor Alfredo Astiz, con quien sostuvo una larga conversación que el marino supuso off the record y ella publicó en sucesivas entregas  del mensuario Tres puntos (pág. 295). Para ello, olvidó completamente su actitud con el diputado Basualdo (ver la primera nota).

Cerrutti lo lapidó en una extensa carta abierta: «Lanata no cambió nada. Siempre corrió detrás del dinero, las aventuras fáciles y la fama».

Este es un final. Pero hay otro. (Continuará)


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