El mafioso Cariglino, fajador de periodistas, parresidios, Orwell y el chamuyo prefabricado, Noy y Marx

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El año pasado escribí una buena nota (hace mucho que no tengo abuela: la paterna murió en Navarra una década antes de que naciera) sobre el mafioso intendente de Malvinas Argentinas, Jesús Cariglino, y su alianza con los Macri que se apoderaron de una calle (la misma que justo, justo, llevaba al aeródromo de Campo de Mayo, desde dónde se presume despegaban «vuelos de la muerte»). A mi, descubrirlo, me dejó consternado. Pero a nadie pareció importarle. Hoy todo el mundo se acuerda de este Jesús bizarro porque sus guardaespaldas acaban de fajar malamente a varios periodistas.

Noy sigue joven, yo… O estoy volviéndome viejo e hiberno como plantígrado o me he vuelto un peronismo ortodoxo que solo va de casa al trabajo y del trabajo a casa. Porque recién me enteré de que Fernando Noy presentó su nuevo poemario con gran suceso en el Centro Cultural Recoleta. Esto, cuando habitaba la redacción de El Porteño, no pasaba. No teníamos internet pero por la calle Perón 1219 desfilaba una fauna que hacía que, al cabo del día, uno supiera todo lo que tenía que saber sobre el under y las movidas de la noche porteña. Extraño aquella noche de hace unos pocos ¿pocos? años en que Noy, María Moreno y yo tuvimos una charla muy buena en una vereda palermitana. Bueno, también pesa que entonces era nocturno y ahora soy diurno.

Peroratas automáticas. «El termino fascismo hoy no tiene ningún significado excepto en cuanto significa algo no deseable», había escrito George Orwell y yo, que no lo sabía, creí haberlo descubierto a los 18 o 19 años, esa edad en que muchos inventamos el pan duro. La frase la cita en una de sus contratapas Sandra Russo, obsesionada por la esclerosis del lenguaje que obtura el pensamiento de los hablantes, obsesión que comparto (la adquirí en España tras darme cuenta que se puede hablar perfectamente todo el tiempo casi sin pensar, utilizando frases hechas, muchas de ellas, hace siglos).  «Tan pronto se tocan ciertos temas, lo concreto se disuelve en lo abstracto y nadie parece capaz de emplear giros que no sean trillados; la prosa emplea menos y menos palabras elegidas por su significado. y más y más expresiones unidas como las secciones de un gallinero prefabricado», reflexionaba el autor de 1984 y Homenaje a Cataluña.

¿Parresida?. Inesperamente (¡lo que son los efectos de la crisis capitalista!) un columnista de El País, reivindica a Marx. Lo hace en una nota que me llamó la atención por el título, Reivindicación de la parresía, porque no tenía idea de qué quería decir esa palabreja. Ignacio Sotelo me desasnó al infomarme que es «la cualidad de la democracia griega» que él más echa de menos y «consiste en atreverse a decir todo lo que uno piensa, arriesgando desde el ridículo al ninguneo de la opinión dominante, incluído el desprecio, cuando no el odio de los poderosos» y añade «Bailar fuera del tiesto (e’cir, mear fuera del tarro, pelela o bacinilla) siempre se paga a un alto precio». Pues, coño, me siento como aquel que hablaba en prosa sin saberlo. Porque eso es, precisamente, lo que practique durante muchos años. Hasta que los golpes recibidos me convencieron de que solo los niños y los locos dicen lo que les pasa por la cabeza. Y sí, se paga un alto precio por no callar. Yo lo pago, siempre lo pague. Pero últimamente pido rebaja.

Marx, best-seller. ¿No pasarán? El parresida español no exagera un ápice: Marx es best-seller en la Feria del Libro de Madrid. Así que como han vuelto a aparecer por doquier banderas republicanas en las concentraciones de la península (el pánfilo de Juan Carlos, al matar al paquidermo, ha herido de muerte a la monarquía) Karl Marx vuelve a encaramarse en la lista de autores más vendidos. Y es que Rajoy ha pedido al Banco Central europeo que le dicte la política económica a seguir. Si hasta su familia le pide al rey que abdique, Rajoy, en silencio, ha dimitido moralmente al cargo de presidente de Gobierno que ansió durante tantísimos años y desempeña hace pocos meses. Al hacer aquello, Rajoy admitió públicamente ser un pelele, un juguete de los huracanes de la crisis. No el piloto de tormentas que sus incautos votantes creñian que era.

Al Qaeda es un holograma. El Pentágono afirma que mató a un libio de nombre díficil de pronunciar, hasta ahora ignoto, con un avión no tripulado o dron operado por la CIA, en Pakistán, un supuesto país aliado. Afirma también que el quía era «el número 2» de Al Qaeda, e incluso el sucesor del finado Osama Bin Ladin. Las primeras noticias hablaban también de otros doce muertos, incluidos niños y jóvenes, en calidad de «daños colaterales» pero en la prensa escrita ya ni se los nombra. Clarín ni siquiera pone en duda de que el libio ignoto haya sido en verdad un superjefe terrorista (lo que si hicieron Ámbito Financiero y el español El País). Todo es una gran pavada perto Obama (no Osama) sigue firmando autorizaciones para espachurrar y carbonizar supuestos terroristas sin acusación formal ni juicios ni nada, sin que le importe un pimiento asesinar a decenas de inocentes. En fin, que el bueno de Obama es un asesino serial. Ni más ni menos.

Violaciones sistemáticas. Y en este descenso a los infiernos, cada vez hay más testigos de que los represores santiagueños dirigidos por el comisario Musa Azar Curi, no sólo venía torturando sistemáticamente a quienes detenía y/o secuestraba, éstos por lo general, tanto varones como mujeres, eran violados.

Ayer, en La Plata, la bestia parda del cabo Norberto Cozzani, un «intelectual» allegado al general Ramón «Chicho» Camps y al comisario Osvaldo Etchecolatz, admitió ante el TOF 1 de la ciudad de las diaagonales que se torturaba a los prisioneros, pero dijo que se lo hacía por necesidad y no por placer sádico.

Lidia Papaleo dijo que Cozzani, entre muchas otras vesanías, la violó.Cozzani ya lo admitió en el pasado, aunque obcecándose en que lo que él hacía no era violar, sino aprovechar que ellas accedían a sus requerimientos:

«El procedimiento era el siguiente: se elegía a una detenida, se la maltrataba, tal vez por unos días se la privaba de alimentos y hasta de agua, luego venía alguno de los guardias y le ofrecía un ‘arreglo’ a cambio de mejorar su situación.El arreglo consistía en la mayoría de los casos en el acceso carnal. Si este método no daba resultados se utilizaba otro, un poco más coercitivo: cuando se ejercía presión física sobre la detenida se le ofrecía elegir entre el interrogatorio o el acceso carnal, y en la mayoría de los casos las detenidas accedían… Y si todo ello no era suficiente se le hacía elegir entre su vida o la satisfacción sexual del carcelero”.

La nota completa, aquí.
   

     


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