El mecano
El mecano

Publicado en El Mekano, el sábado 20 de noviembre de 2010 a las 14:53
Una tarde, en 1975, cuando tenía 4 años, salimos con mi viejo en el auto y creo que por Avellaneda nos empezaron a perseguir. Luego de unas aceleradas y frenadas bruscas abandonamos el auto y tomamos un tren. No tengo muy claro para dónde pero sí sé que esa noche en la galería del subte de Constitución llegó a mis manos un mecano. No lo había pedido o deseado, nunca había visto uno hasta ese momento en que lo tenía entre las manos, mientras iba a cococho de mi papá.
Luego de conocer de qué se trataba el juego, nunca más en la vida lo olvidé. Alrededor de ese juego nos reuníamos los hombres de mi familia; yo esperaba a mi hermano Héctor y a mi viejo con todas las piezas desparramadas en la mesa y con algunos proyectos armados que no eran más que unos muñecos tipo pata largas. Héctor con 19 años era el encargado de armar los modelos más complejos que el kit ostentaba: la avioneta, el helicóptero o la grúa móvil. Tantas horas me entretenía el juego, que para principios del año 1976, un día mi viejo me encontré en el comedor y me preguntó: “Che ¿qué nombre le pongo al taller?”. No caben dudas de qué fue lo que contesté. De esa forma, entre el juego predilecto del más chico y el motor de la camioneta del más grande de los hermanos Guede, “El Dante” compuso lo necesario para la cartelería y papelería del nuevo proyecto (un taller mecánico).
Los fierros nos apasionaban. No hay historias familiares de un Guede si un auto, camioneta, camión o cartin. Héctor aprendió a manejar a los 9 años, una camioneta que mi viejo le pidió que lavase para llevarla a carrozar. La anécdota cuenta que mi hermano entraba y salía con almohadones y que “La Tota” descubrió que la camioneta estaba estacionada pero en sentido contrario en el que estaba esa misma mañana. Cuando dejábamos la avenida Calchaquí, era mi momento, mi viejo me sentaba sobre sus faldas y las tres cuadras que nos conducían a casa, las hacía zigzagueando por la calle Los Andes hasta la puerta y lo estacionaba. O que “El Dante” cuando era pendejo se peleó con el padre, se rajó de la casa y el tío descubrió, después de muchos días, que dormía en el camión, por eso encontraba los puchos a la mañana cuando salía hacer el reparto.
El taller se inauguró el 24 de marzo de 1976, el mismo día de mi cumpleaños.
Héctor nos pasó a buscar para el brindis con el camión “la grúa móvil”. Ese día, de pulóver blanco, regresé a mi casa manchado de grasa hasta los ojos, rodeado de motores y herramientas. Mientras los demás comían sanguchitos, yo jugaba al mecano, pero en serio.Para octubre de ese año mi viejo y mi hermano estaban desaparecidos. Otra vez algo que no había pedido ni deseado entre las manos, sí se fue de mis manos, el mecano, que la patota se robó de casa.
Nunca más tuve uno, creo que era de esas cosas muy caras y que no se podían, que con pena y dolor contestaba La Tota a casi todo.
Una vuelta de tuerca puso en mis manos un mecano que disparó todo esto, La Cuca y El Cuco que los conocí hace muy mucho, dando vueltas en las plazas y por las iglesias, ayer me regalaron un mecano, al rato de recibirlo estaba comparándolo con todos mis recuerdos ¿es más grande o más chico? ¿Es igual o diferente? No, no es igual tiene la avioneta, el helicóptero y la grúa móvil. 35 años después puedo armar solo los modelos del kit , extraño muchísimo a los fierreros de casa, que pusieron en mis manos las herramientas para seguir armando el juego de la vida.