«Rajoy ha anunciado recortes de gastos y subidas de impuestos por valor de 65.000 millones de euros, y eso claramente agravará la recesión en España. Así que, ¿cuál es su propósito?», escribía Paul Krugman el pasado 11 de julio. Pocos párrafos después se respondía a sí mismo. «Seamos francos y brutales: la estrategia europea [de la UE] consiste básicamente en que las naciones deudoras alcancen una deflación relativa a través de un elevado desempleo«.
Sí, sí, no se sorprendan, el verdadero objetivo es que suba el paro, explicaba el premio Nobel de Economía en su columna del New York Times, pues «lo que está haciendo España es fundamentalmente avanzar de A a B [en una Curva de Phillips]: empujando el nivel de desempleo todavía más arriba», para conseguir que crezca la competitividad a base de reducir salarios, alargar jornadas laborales y eliminar prestaciones sociales. Eso, argumentaba Krugman, le supondrá a nuestro país «años de profunda depresión económica, hasta que los costes [laborales] hayan caído lo suficiente con respecto al resto de Europa como para conseguir el necesario aumento de competitividad» que permita compensar el pinchazo de la burbuja inmobiliaria con un gran crecimiento de las exportaciones.
Los políticos neoliberales se apresurarán a aducir que Krugman es muy controvertido, puesto que incluso ha advertido de un inminente corralito en España, vaticinio harto polémico. Empero, está empezando ya a demostrarse empíricamente que esos son los efectos de los implacables tijeretazos de Rajoy: la recesión se agrava y el paro bate su récord histórico. Además, ése no es sólo el diagnóstico de un economista díscolo, sino que es compartido por los más eminentes especialistas.
Frente al simplismo pueril con el que Rajoy pretende convencernos de que sus recortes van por buen camino porque «no podemos gastar más de lo que tenemos» –reduciendo a parámetros de economía doméstica la inmensa complejidad del actual sistema financiero fallido–, los más prestigiosos economistas alertan una y otra vez de que las políticas de austeridad convertidas en dogma cuasi-religioso nos están llevando a la ruina.
Como Nouriel Roubini, catedrático del Stern School de la Universidad de Nueva York, quien predijo el rescate bancario español en un artículo publicado por Financial Times el pasado 9 de mayo, justo cuando Montoro, Guindos y el propio Rajoy juraban que jamás ocurriría.
En aquel artículo, firmado con la economista Megan Greene (formada en Oxford y Princeton), Roubini alertaba del «agujero negro del sector bancario español» y advertía de que «la escala del rescate de la banca bien puede poner de rodillas al Estado español», porque para sufragarlo el Gobierno Rajoy ha elegido una estrategia de reducción del déficit y recapitalización bancaria, a cualquier precio, que «no sólo es poco realista, sino autodestructiva. Las subidas de impuestos y los recortes de gastos requeridos sólo agravarán la recesión y deteriorarán aún más la balanza de pagos».
Para esos dos académicos, «cualquiera que siga de cerca el desarrollo de los acontecimientos en la Eurozona se verá asaltado por un déjà vu al observar los apuros de España (…) que recuerdan a Irlanda en 2009 y 2010. La retroalimentación austeridad-recesión de España es un círculo vicioso similar al que alimentó la contracción económica de Grecia y Portugal. Pero, pese a las claras señales del fracaso [de esa política] en esos países ya rescatados, la UE se dispone a poner en práctica un plan idéntico para España».
Pero, ¿qué sabrán esos economistas, frente a la «claridad meridiana» con la que nos adoctrinan los miembros del equipo Rajoy? Explicaciones como «hago lo único que se puede hacer» porque «no nos queda más remedio», demuestran la altura de los argumentos económicos que nos ofrece el presidente del Gobierno.
Para nuestros iluminados gobernantes, Joseph Stiglitz –quien recibió el premio Nobel de Economía en 2001 por predecir en los años 70 y 80 las burbujas bursátiles de fin del siglo pasado– no tiene credibilidad ninguna cuando rebate la «retórica de Merkel sobre que la crisis fue causada por el despilfarro, cuando la verdad es que corresponde a un sistema económico europeo defectuoso en sus propios cimientos».
Stiglitz sostiene en su última obra (The Price of Inequality) que «las enormes desigualdades de ingresos y de riqueza que se han desarrollado en Occidente en las últimas décadas no sólo son intrínsecamente injustas, sino que están frenando el crecimiento» de nuestra economía.
Dudo mucho que a Rajoy le preocupe ese desastre, cuando abraza una política de austeridad que hemos visto fracasar hace muy poco en otros países, y confía en recobrar la competitividad aumentando el paro y rebajando salarios y prestaciones. Ya nos dijo durante su campaña que su prioridad era el empleo, pero podría haber aclarado: para destruirlo.