El significado de YPF
Jorge Devincenzi (Devinc en las tertulias literarias) es un flaco
flaco rubio que fuma rubios pero que sabe un montón de algunos temas.
Tanto que le mata el punto al libro gordo de Petete. Fíjense como
sienta cátedra en su blog, Patria o Colonia
(www.patria-o-colonia.blogspot.com). Ah, qué conste que yo no me
preguntaba nada, decia que YPF debe significar Yrigoyen Perón
Fernández.
Otra vez me primereó Pájaro Rojo porque se levanta temprano y en este blog
cultivamos ese ocio creador que no se despierta antes de mediodía. Salinas
se pregunta qué significa YPF, y en este breve relato intentaré explicarlo.
Para muchos de nosotros, los que crecimos en las décadas de los '50 y '60,
la sigla de la empresa petrolera nacional tenía un contenido patriótico que
no lograba atenuar todo lo que se estaba haciendo contra ella. Y no me
refiero a la traición de las traiciones, la de los '90, sino a cómo a
partir de 1955 se la fue feudalizando y destruyendo de todos los modos
posibles.
En 1958, Frondizi comenzó por girar 180° su pensamiento plasmado en "La
Batalla del Petróleo". Usando el pensamiento marxista de Rogelio Frigerio,
el desarrollismo -ese nuevo fracaso de la burguesía argentina- se encaminó
a fomentar las que entonces llamaba "industrias de base", pero con
capitales extranjeros. Argumentaban ambos, Frondizi y Frigerio, que la
capacidad de ahorro local era insuficiente, cuando en realidad el poder
tradicional, lejos de invertir en actividades productivas, optaba (como
siempre) por la súper-renta agraria, la ganancia financiera o la evasión.
Prebisch fue uno de los pocos que entendió lo que realmente sucedía, aunque
-con toda razón- su plan económico para la Revolución Libertadora sería
calificado por Arturo Jauretche como un "retorno al coloniaje".
Fue Frondizi el que "inventó" las concesiones petroleras.
El presidente Illia, aunque accedió a la Casa Rosada con un cuarto de los
votos y el peronismo estaba prohibido, anuló esos contratos. Y bien que lo
hizo.
Martínez de Hoz propuso en su plan económico, el mismo que le había vendido
a la Junta Militar un año antes, la privatización total de la actividad
empresaria estatal. Sin embargo, no privatizó una sola empresa pública.
Entregó YPF a su archienemigo, el general Guillermo Suárez Mason, pero se
reservó el derecho de diseñar la política petrolera. El generalito,
entretanto, usaba a la empresa creada por Mosconi como base de la represión
ilegal y para algunos negocios particulares.
Los contratos de concesión otorgados por Martínez de Hoz generaron algunas
de las fortunas actuales, como la de Macri pero también las de Diego Ibañez
y Antonio Cassia, el dirigente del SUPE cuyo hijo hoy milita en el
pro-menemismo.
YPF, que había invertido en exploración, prospección, perforación y
extracción del petróleo, pagaba a los nuevos concesionarios cuatro o cinco
veces de lo que costaba a la propia YPF.
Los concesionarios sólo administraban los grifos, abriéndolos o cerrándolos
de acuerdo a sus intereses.
Aunque cueste creerlo, en ese precio pagado por el Estado a los privados se
incluía un fantasmal costo de transporte entre Houston (Texas) y el puerto
de Ensenada por un petróleo extraído en Neuquén o Salta.
Luego vino la guerra de Malvinas, y de ella podría decirse también lo que
alguna vez se había afirmado sobre el golpe militar del setiembre de 1930:
Malvinas tenía olor a petróleo.
La Junta Militar quiso perpetuarse con ella, pero ese no fue el único
interés en juego. El canciller Nicanor Costa Méndez presidía la Compañía
General de Combustibles (CGC) una empresa perteneciente al grupo Motor
Columbus creada con el único objeto de importar fuel-oil barato para las
empresas generadoras de electricidad, y que también estaba en el negocio de
las concesiones. La Compañía Ítalo de Electricidad era el gran negocio
financiero de Motor Columbus, porque no invertía un peso y contaba todos
los meses con una masa de dinero efectivo (la tarifa pagada por los
usuarios) que giraba y engordaba dentro del circuito de la bicicleta
financiera.
Motor Columbus es un grupo bancario suizo-británico. El principal inversor
británico de Motor Columbus era el grupo Brown & Boveri. Las Malvinas eran
británicas.
El designado ministro de Economía, Roberto Alemann pertenecía al directorio
de Motor Columbus y representaba en Argentina a la Unión de Bancos Suizos,
también socio del grupo. Alemann había estado en el gabinete de Frondizi y
había sido uno de los impulsores del Club de París, que concedió un
préstamo de casi 500 millones de dólares a la Revolución Libertadora. La
deuda, con el paso de los años, trepó a 6.000 millones de dólares por el
sucesivo recálculo de intereses y punitorios.
Alemann, como ministro de Economía del "majestuoso" Galtieri, decidió que
la indemnización de guerra pagada al Reino Unido se disfrazara en el pasivo
de YPF.
Luego vino Alfonsín.
Su secretario de Energía, Conrado Storani, renegoció las áreas de concesión
de YPF brindando nuevos beneficios a los privados. Es probable que haya
devuelto así un favor a Martínez de Hoz: Storani había sido el único
miembro del directorio de Industrias Siderúrgicas Grassi (una empresa que
Martínez de Hoz codiciaba para sumarla a su patrimonio personal) que no
acabó en la prisión de Campo de Mayo por aplicación de la Ley 20.840. Su
artículo 6° (subversión económica) había sido introducido por la dictadura
para perseguir a los empresarios cercanos a José Ber Gelbard, y será
derogado durante la presidencia provisional de Eduardo Duhalde, por
exigencia del FMI, para impedir que Cavallo, Pou, Roque Fernández, De la
Rúa, Machinea y Christian Colombo (¿me olvido de alguno?) terminaran en la
cárcel.
Los ingleses se quedaron con el petróleo de Malvinas.
Los españoles, ya en los '90, con YPF. Los que crecimos en las décadas de
los '50 y '60, la sigla de la empresa petrolera nacional adquirió otra
significación, inexpresable y más allá de la traición.
Saludamos otra vez, sin atenuantes, esta decisión patriótica de Cristina.