EL VERDADERO SAN MARTÍN x el general Bendini: Lo que suele ocultarse del Padre de la Patria…
… que lo es de la patria argentina por haber sido el factotum de la Independencia, y también de la Patria Grande por haber sido el Libertador de (casi) medio continente. Último momento: La alocución del general Juan Martín Paleo, jefe del Estado Mayor Conjunto (ver al final).
El verdadero San Martín es descripto en detalle por el ex jefe del Ejército que nombró Néstor Kirchner, el teniente general retirado Roberto Fernando Bendini. Emerge así un San Martín, indigerible para los cipayos, ese que proclamó «mi misión es proteger al inocente, oprimido, al desgraciado… yo vengo a poner fin a este tiempo de miseria y desgracia” y que «lo que no puedo concebir es que haya americanos, que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su patria y reducirla a una condición peor a la que teníamos en tiempos de la dominación española; una tal felonía, ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”. Quien quiera oir, que oiga.
El legado y mandato del padre de la Patria
POR EL TENIENTE GENERAL (R) ROBERTO F. BENDINI
Aprovechando que se conmemoran 170 años del fallecimiento del Padre de la Patria, ciertos sectores pretenden utilizar su figura amoldándola a bastardos fines políticos, por lo que considero necesario reflexionar sobre su pensamiento, obra y legado histórico.
El general José Francisco de San Martín es muy nombrado por los argentinos pero, paradójicamente, su personalidad es desconocida para la mayoría de los habitantes de nuestro querido país.
Este desconocimiento no es casual, sino producto de “la Historia Oficial” escrita por Vicente Fidel López, Mitre y sus seguidores, que nos muestra solamente al San Martín militar, el del sable corvo, creador de los Granaderos a Caballo, el “Santo de la espada” y autor de las “Máximas para mi hija” y, por fin, al viejito noble que murió lejos de la patria, al abuelo inmortal.
Deliberadamente se nos ocultó al verdadero Padre de la Patria. Nos mostraron una imagen amputada, parcial, y nos ocultaron su pensamiento y accionar político que fueron contrarios al pensamiento y accionar de la casta de porteños liberales de la época, a quienes le preocupaba más el dominio de Buenos Aires sobre el resto de las provincias y proteger sus interéses personales que la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Ellos fueron sus grandes enemigos y quienes no sólo no lo ayudaron, sino que sabotearon su gesta libertadora, impidieron su regreso y planificaron su asesinato.
Por eso, Mitre, los historiadores académicos y otras “plumas” adictas al liberalismo no quieren que conozcamos al verdadero San Martín porque eso atenta contra su conveniencia e intereses egoístas, cerrados sobtre Buenos Aires y su casta, y fue así que escribieron una “Historia Oficial” que envenenó la mente y el corazón de generaciones de argentinos.
Este fraude histórico nos mantiene en un estado de coloniaje espiritual, cultural, político y económico, lo que impide que la Argentina se constituya en una nación verdaderamente libre y soberana.
Desde hace unos años, ciertos historiadores y periodistas devenidos como tales, plumas mercenarias, con el argumento de humanizar y desmitficar a nuestros próceres, procuran mancillar la memoria de nuestro héroe máximo.
Han llegado al extremo de acusarlo de agente inglés y de pedófilo.
Esa campaña no sólo busca destruir la imagen de San Martín, busca también destruir paradigmas y ejemplos a los debemos recurrir quienes queremos construir una Patria auténticamente soberana, libre de toda dominación extranjera.
Los liberales interpretan el pasado (…) protegiendo sus intereses (y) por eso, a través de sus historiadores y “tribunas de doctrina” han denostado y destruido las figuras de aquellos patriotas que lucharon por construir una Patria auténticamente libre e independiente.
Escribió Mitre en una carta a Vicente Fidel López: “Los dos, usted y yo, hemos tenido predilección por los grandes y las mismas repulsiones contra los bárbaros desorganizadores como Artigas, a quienes hemos enterrado históricamente”.
A quienes no podían sepultar, los condenaban al olvido -lo que es prácticamente lo mismo- o les dibujaban un perfil que se ajustase a sus conveniencias.
Esto es lo que hicieton con San Martín durante décadas: lo tuvieron semioculto y dibujaron una imagen lavada, desvaída, inofensiva, la del “Santo de la Espada”.
La figura de San Martín recién fue rescatada en su plenitud en 1950, puesta en su justa dimensión, cuando se cumplió el centenario de su paso a la inmortalidad.
Declarado ese año “del Libertador General San Martín”, el recuerdo permanente, los homenajes, la imponente parada militar, con un desfile como nunca se había hecho antes en Buenos Aires, las estatuas y monumentos en plazas e instituciones del país y del extranjero lo colocaron en el lugar que merecía el Gran Capitán.
Si bien San Martín sobresale como genio militar, no cabe duda de que fue uno de los grandes conductores de la historia universal, lo cual habla elocuentemente de su genio político, que fue central y determinante para que el Congreso reunido en Tucumán declarara la independencia del Reino de España y de “toda otra dominación extranjera”.
San Martín supo definir claramente el objetivo a lograr: la independencia de las Provincias Unidas. Para concretarlo, eran necesarios instrumentos políticos, convocar a un Congreso que la de declarase y construir el instrumento militar para derrotar a las fuerzas coloniales (…).
El Libertador fue ante todo un genio político (que) ante la falta de decisiones y acciones concretas para declarar la independencia, se impone al urgir que se reúna el Congreso, al que impone la declaración de independencia de España y de cualquier otra potencia extranjera como requisito imprescindible para iniciar la campaña libertadora.…..
En marzo de 1812, a los pocos días de su arribo al país, creó el Escuadrón de Granaderos a Caballo, que más tarde se transformaría en el célebre regimiento.
A poco tiempo de su llegada a Buenos Aires, comenzó su enfrentamiento con la camarilla porteña y por eso participó decisivamente, con sus Granaderos, en el movimiento que, el 8 de octubre de 1812, derrocó al Primer Triunvirato (dirigido desde las sombras, por su secretario, Bernardino Rivadavia).
En sus meditaciones acerca de la maniobra militar para lograr la liberación del Reino de España, San Martín comprendió que la única forma de lograr la libertad de estas tierras, era conquistar el centro del poder político y militar realista en América del Sur, que estaba asentado en Lima. Asimismo observó que era imposible llegar a Lima, a través del Alto Perú, por las distancias a recorrer, la escasez de recursos y el desgaste que significaba enfrentar importantes fuerzas realistas.
A consecuencia de estas meditaciones, surgió su Plan Continental, que consistía en primero liberar a Chile y luego por mar llegar al Perú y atacar el corazón del poder realista. Para ello logró que el director supremo, lo nombrase gobernador intendente de Cuyo, cargo que asumió a comienzos de septiembre de 1814.
En esos momentos, la situación económica en Cuyo era muy mala, debido a que la mayor parte de sus ingresos provenían del comercio con Chile, que se había cortado después de la derrota de los patriotas chilenos. Por otra parte, el gobierno de buenos aires afectaba la industria vitivinícola con la importación de vinos y exigía una contribución extraordinaria de guerra, destinada a sostener la lucha contra José Gervasio Artigas.
San Martín se oponía a esta guerra, impulsada por las logias de Buenos Aires, (como lo manifiesta en su correspondencia con Artigas y Estanislao López) cuya finalidad era imponer la supremacía porteña al interior, priorizando los intereses egoístas del puerto sobre el interés supremo: la independencia de la patria.
San Martín comprendió en Mendoza que debía adoptar medidas para fortalecer la economía cuyana y crear las condiciones para que los lugareños lo apoyaran en su propósito de formar el ejército libertador.
Enfrentó al gobierno de Buenos Aires en defensa de la industria vitivinícola y anulando el pago de la contribución extraordinaria de guerra. También suspendió el pago del diezmo al obispado de Córdoba.
En Cuyo quedó demostrada su capacidad de conducción política, al adoptar medidas que posibilitaron el rápido aumento de las actividades productivas y económicas, mejorando las condiciones de vida de la población. Modificó el sistema impositivo, procurando que los impuestos no afectaran a ni a la producción ni al consumo; creo creando un impuesto a los bienes (50 centavos por cada $1.000 de capital) y una contribución económica especial para sostener al ejército. Estos impuestos los pagaban quienes poseían mayores bienes, no afectaban al común de la población.
San Martín fomentó la industria del curtido, de los tejidos, talabartería, herrería y producción de alimentos. Construyó canales de riego, lo que posibilitó ampliar la superficie de tierras cultivables. Llevó a cabo una reforma agraria, distribuyendo tierras improductivas y tierras pertenecientes a españoles prófugos y fallecidos que no habían testado. Fomentó la minería, apoyando el cateo de minas de cobre y plomo y la extracción de salitre.
Su acción de gobierno se extendió a todas las áreas, impulsó la educación, ordenó la construcción de escuelas y creó el primer colegio secundario en la región.
Se preocupó por la salud de los cuyanos, creando dispensarios sanitarios y realizó una intensa campaña de vacunación antivariólica, etc.
Esta intensa acción de gobierno la ejecutó en simultáneo con la formación del ejército libertador, cuyo campamento instaló en El Plumerillo, cerca de la ciudad de Mendoza.
La creación del Ejército de los Andes no fue una tarea sencilla. Tuvo que hacerla sobre el esfuerzo de los cuyanos, ya que Buenos Aires le retaceó su apoyo. Debió instruir a oficiales y tropa, en su gran mayoría carentes de toda formación militar. Había que fabricar el armamento (liviano y la artillería), las municiones, las monturas, los atalajes, los medios para cruzar los diferentes obstáculos, los uniformes, desde la nada.
El pueblo cuyano comprendió perfectamente la necesidad de contribuir a la formación del ejército libertador, y puso todo lo disponible. Pero San Martín debió enfrentar la oposición del gobierno de Buenos Aires, que priorizaba su interés en imponer su poder sobre las provincias, al de la lucha por la independencia, (a pesar de la fragilidad de la libertad que gozaban estos territorios); y enfrentar la mezquindad (como normalmente ocurre) de los sectores más adinerados de Cuyo.
El Libertador lo sintetizó en una ejemplar sentencia: “Los ricos y los terratenientes se niegan a luchar, no quieren mandar sus hijos a la batalla, me dicen que mandaran tres sirvientes por cada hijo, sólo para no tener que pagar las multas, dicen que a ellos no les importa seguir siendo una colonia (…) sus hijos quedan en sus casas, gordos y cómodos, un día se sabrá que esta patria fue liberada por los pobres, y los hijos de los pobres, por nuestros indios y por los negros, que no volverán a ser esclavos de nadie”.
Lo que más le preocupaba a San Martín era que no se avanzaba en lo que para él era fundamental: la declaración formal de que éramos una nación libre de toda dominación extranjera. La declaracion de la independencia era el instrumento político necesario para que el mundo nos reconociera como un país libre y soberano, y el justificativo esencial para realizar la campaña militar.
El Congreso general constituyente se instaló en Tucumán en marzo de 1816, pero, salvo el nombramiento de Pueyrredón como director supremo, los debates discurrían en puras cuestiones formales.
El general, que había presionado para que se concretase la reunión, observaba con preocupación como el tiempo pasaba sin que se abordara el tema fundamental: la declaración de la independencia. Fue así que le envió a Godoy Cruz (diputado al Congreso por Mendoza) una carta, intimándolo a acelerar la discusión:
“Hasta cuando debemos esperar para declarar nuestra independencia. No le parece a Usted cosa más ridícula que acuñar moneda, tener el pabellón y cucarda nacional y por último a hacer la guerra al soberano de quien se dice que dependemos (…) Ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas”.
Finalmente, el 9 de julio, los diputados votan declarar “la independencia del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli”.
Pero San martin no quedó conforme con esta declaración. Conocía las intenciones de quienes querían la independencia de España pero estaban dispuestos a ser súbditos de otras monarquías, ya fuera la de Inglaterra o la de Portugal.
Entonces presionó al diputado Medrano (a cargo de la presidencia del Congreso), para que se añadiera a la declaración votada “de toda otra dominación extranjera”, cerrando las posibilidades de acción de aquellos que querían subordinar las Provincias Unidas del Río de la Plata a otras potencias extranjeras.
Aquí surge en toda su dimensión la figura de San Martín como Padre de la Patria. Porque a él se le debe la declaración de una independencia inequívoca, reafirmando que jamás habríamos de aceptar ser dominados por otra nación.
En momentos de suma fragilidad para las Provincias Unidas, acosadas desde el norte y el oeste por España, desde el este por el imperio portugués, además por el accionar de la corona pirata inglesa; predominaba en la casta política porteña, en los mercachifles contrabandistas de Buenos Aires, y en muchos criollos temerosos, buscar el apoyo de alguna potencia extranjera que nos librara de la dominación española.
Esa causa quizá fuera la principal de que el Congreso no abordara la discusión y posterior declaración de la independencia nacional. A muchos no les interesaba ser libres, unos para asegurar sus conveniencias particulares, aspecto común, permanente y característica distintiva de las “clases altas y del cipayaje vernáculo a lo largo de nuestra historia, y otros por cobardía.
En ese ambiente, en ese clima de incertidumbre, de intereses espurios y antinacionales, es donde se impone el temple del General que exige la declaración de la independencia de nuestra patria de toda dominación extranjera.
Este hecho es eminentemente político y aún más trascendente que la campaña militar. Porque la campaña libertadora se llevó a cabo para asegurar la independencia de las Provincias Unidas, que había sido declarada en Tucumán San Martin lo expresó con claridad al señalar el absurdo de hacerle “la guerra al soberano del que se dice que dependemos” si no proclamáramos la independencia.
San Martín señaló el destino de nuestra patria, una nación libre y soberana, por eso, reitero, es que es el Padre de la Patria.
Su posición de independencia absoluta chocó frontalmente con los hombres de buenos aires, como Carlos María de Alvear, Bernardino Rivadavia y los demás que procuraban la subordinación a la corona pirata inglesa.
Declarada la independencia, San Martín inició en enero de 1817 el cruce de una de las cordilleras más altas del planeta, una hazaña única en la historia militar, y derrotó a los realistas en Chacabuco el 12 de febrero.
Liberado Chile con el triunfo de Maipí el 5 de abril de 1818, comenzó la preparación de la campaña para desalojar a los españoles del Perú, en medio de intrigas políticas, interferencias, falta de apoyo y excepticismo.
Cuando en 1820 cayó el Directorio, la logia porteña pretendía que San Martín abandonara la campaña libertadora y regresara a Buenos Aires para enfrentar a Artigas y otros caudillos federales.
Es ahí cuando se produce su conocida insubordinación y renuncia al comando del Ejército, y la siguiente votación del cuerpo de oficiales, que lo repuso en el mando.
Decidido a continuar la lucha y ante la inminencia de que una poderosa escuadra zarpase llevando a un fuerte ejército español rumbo al Perú con el objetivo de recuperar los dominios perdidos, el Libertador buscó reforzar el espíritu combativo de su ejército y del pueblo chileno, y así se lo expresó en julio de 1819:
“Compañeros del Ejército de los Andes, ya no queda duda de que una fuerte expedición española viene a atacarnos, sin duda alguna los gallegos creen que estamos cansados de pelear y que nuestros sables y bayonetas ya no cortan ni ensartan; vamos a desengañarlos; la guerra se la tenemos que hacer del modo que podamos, si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos han de faltar; cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con las bayetitas que nos trabajan nuestras mujeres y si no andaremos en pelota como nuestros hermanos paisanos los indios. Seamos libres y lo demás no importa nada.”
El 20 de agosto de 1820 zarpó la flota patriota y el 12 de julio de 1821, el San Martín ingresó triunfante en Lima. Nueve días después, San Martín, nuevamente político, proclama la independencia del Perú, y pocos días después asume como “Protector del Perú”.
En el corto tiempo que gobernó el país, San Martín ejerció una administración austera y eficiente, poniendo especial énfasis en la libertad de los individuos y en la educación. En ese sentido, declaró la libertad de vientres, la eliminación de la esclavitud y del servicio personal de los indios. También creó un número importante de escuelas públicas y fundó la Biblioteca Nacional de Lima.
Tanta fue su grandeza de espíritu, que para no entorpecer la lucha por la emancipación americana, en Guayaquil cedió el mando de sus fuerzas al general Simón Bolivar, replegandose hacia las Provincias Unidas.
Establecido en Francia, continuó preocupándose por los destinos de la patria y cuando se produjo el bloqueo francés (año 1838), le ofreció sus servicios al Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas.
Conocedor de las intrigas y la colaboración de los unitarios con la flota agresora, el Libertador los condenó expresando: “lo que no puedo concebir es que haya americanos, que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su patria y reducirla a una condición peor a la que teníamos en tiempos de la dominación española; una tal felonía, ni el sepulcro la puede hacer desaparecer.”
Posteriormente, y como reconocimiento por la firmeza con la que el restaurador sostuvo el honor de las provincias unidas frente a la agresión anglo-francesa, en su testamento le legó su sable, símbolo de la emancipación americana.
En conclusión, si queremos expresar el pensamiento político, económico y social de San Martin, debemos decir ante todo que su pensamiento estaba focalizado en la independencia americana, concebía que todo el continente sudamericano debía ser libre, no bastaba con la independencia de algunos países. San Martín consideraba que todas las naciones sudamericanas debían estar unidas en una federación, porque esa unidad les aseguraría su libertad.
No aceptaba las luchas internas, por eso no participo en los conflictos internos, si bien simpatizaba con los caudillos federales, que enfrentaban a la logia liberal porteña (que eran sus enemigos declarados porque tenían ideas diametralmente opuestas a las suyas en lo referente a la independencia patria), prefirió dedicar todos sus esfuerzos a la liberación americana.
En su gestion de gobierno, especialmente en Cuyo, mostró claramente sus ideas económicas, al respecto, reitero las acciones desarrolladas:
Constituyó un estado promotor de las actividades productivas, incentivando las incipientes industrias existentes y estimulando nuevas actividades.
Promovió un estado protector de la industria local, demostrado en su defensa de las industrias vitivinícola y de aguardientes, frente a las medidas tomadas por el gobierno porteño.
Llevó a cabo una reforma agraria, parcelando tierras improductivas y otras expropiadas a españoles que habían huido, incrementando las áreas cultivadas, pero también dando propiedad y trabajo a un importante número de cuyanos.
Modificó el régimen impositivo existente, imponiendo gravámenes a los sectores de mayores recursos, sin afectar las actividades productivas.
Tanto en Cuyo como en Lima, puso especial énfasis en la educación, creando escuelas y bibliotecas.
Se preocupó por la salud de la población, creando dispensarios sanitarios y promoviendo campañas de vacunación.
Fue un firme defensor y promotor de los derechos naturales de los hombres, como quedó demostrado en su gestión como protector del Perú, al declarar la libertad de vientres, la abolición de la esclavitud y de los servicios personales de los indios. En Cuyo, ya lo había demostrado al defender los derechos de los peones rurales.
Podemos decir que el pensamiento de San Martín, se puede sintetizar en que su objetivo fue construir una nación absolutamente independiente y soberana, libre de dominación extranjera, con un gobierno preocupado por el desarrollo y el bienestar de su pueblo y donde sus habitantes pudieran gozar de sus derechos. Todo enmarcado en una integración indisoluble de todas las naciones sudamericanas.
La grandeza y la fortaleza del legado sanmartiniano, hoy mantiene plena vigencia, cuando vemos que nuestro país se encuentra sojuzgado por el yugo impuesto por los grandes mercaderes internacionales y la complicidad de sus esbirros autóctonos.
Es la misma lucha: o construimos una argentina unida, libre, soberana, y con justicia social; o terminamos sometidos al más cruel absolutismo: el de la plutocracia internacional, que amparándose hipócritamente en la figura de defensores de la libertad y la democracia; imponen la más cruel tiranía, imponiendo el hambre y la miseria en los pueblos para saciar sus apetitos angurrientos.
Todo plan imperial avanza basado en un aparato ideológico que lo legitimiza. Los medios de comunicación social conforman la principal herramienta utilizada para llevar a cabo la “colonización cultural” y conformar una “tiranía ideológica”, modelando el pensamiento y la conducta de los pueblos.
La única forma de enfrentarla es revalorizar nuestra identidad nacional, rescatando de nuestro pasado el ejemplo de aquellos héroes que participaron en las gloriosas luchas por nuestra independencia y en defensa de la soberanía nacional.
Ese es el campo de batalla que se nos presenta. Para poder combatir exitosamente debemos concientizar y estimular a nuestros compatriotas, fortaleciendo la conciencia nacional y el orgullo de ser argentinos. No debemos olvidar que los pueblos se construyen sobre sus esencias y sus raíces y que solamente los pueblos fuertes sobreviven en la historia
Recordemos lo que dijo el Libertador al inaugurar la Biblioteca Nacional en Lima:
“…la ilustración es más poderosa que nuestros ejércitos, para defender nuestra independencia”.
San Martín no sólo enfrentó a las logias y camarillas vernáculas, al servicio de las grandes potencias de la época, sino también a esas grandes potencias.
La Historia Oficial, escrita por Mitre y su “herencia”, ocultó la verdadera personalidad de San Martin porque no sólo fue un libertador de países; fue un libertador de pueblos: No sólo no aceptaba la dominación de una potencia extranjera sobre nuestra patria, sino que tampoco aceptaba la dominación de los poderosos sobre los humildes:
“… mi misión es proteger al inocente, oprimido, al desgraciado… yo vengo a poner fin a este tiempo de miseria y desgracia”.
Recordemos una vez más que, siendo gobernador de cuyo, implemento un impuesto a los bienes, para que los que más tenían contribuyan a solucionar las urgentes y apremiantes necesidades. Y que también llevó a cabo una reforma agraria, distribuyendo tierras improductivas y otras pertenecientes a españoles.
Este San Martí, el verdadero, es inaceptable e intolerable a la mentalidad liberal del cipayaje argentino. Por eso, además de conocer el pensamiento y la acción del Padre de la Patria, sería bueno que reflexionaran sobre esta sententencia del libertador, porque a más de uno de ellos “le cabe el sayo”:
“Lo que no puedo concebir es que haya americanos, que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su patria y reducirla a una condición peor a la que teníamos en tiempos de la dominación española; una tal felonía, ni el sepulcro la puede hacer desaparecer.”
La figura del Padre de la Patria debe ser el referente fundamental en la construcción de un pensamiento nacional y la guía orientadora de el accionar argentino, por ser el paradigma de un verdadero patriota: un combatiente nacionalista, anticolonialista, americanista, y que luchó por la dignidad y felicidad de los pueblos.
“… si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos han de faltar; cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con las bayetitas que nos trabajan nuestras mujeres y si no andaremos en pelotas como nuestros hermanos paisanos los indios. Seamos libres, lo demás no importa nada. Ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas”.