EMBAJADA DE ISRAEL – ATENTADO. Lo recordaron en Tel Aviv, dónde construyen un mito. Detalles.
Crónica de la construcción de un mito aparecida ayer en la Nación. Pongan atención a lo destacado en rojo. La crónica de la periodista israelí insiste con lo de los 29 muertos cuando solo hay 22 registrados y que figuran en la placa recordatoria puesta en la plaza seca que está en el lugar donde estuvo la Embajada de Israel demolida. Si por ventura fuera así (que no lo creo) y habida cuenta de que el Gobierno argentino le permitió a Israel, atento a que la embajada era su territorio nacional, llevarse todo lo que se le antojó sin revisarlo, incluidos cadáveres a cajón cerrado y sin practicarles la autopsia, si esto fuera así, Israel tendría que dar explicaciones acerca de quienes son los siete muertos restantes (Si esto fuera así, insisto, sería un escándalo monumental ya que el porcentaje de muertos sin identificar casi alcanzaría al de la masacre de Fátima, cuando en 1976 treinta prisioneros detenidos-desaparecidos en los infames calabozos del tercer piso del lúgubre edificio porteño de Moreno 1417 (Superintendencia de Seguridad Federal, antes Coordinación Federal) fueron molidos a golpes, asesinados a tiros y dinamitados en un baldío de aquella localidad en el partido de Pilar. Todavía hoy se desconoce la identidad de nueve de ellos).
El premier Netaniahu no exagera un ápice al decir que «desde el primer momento» supieron a quien echarle la culpa. Es más, todo indica que lo sabían desde antes de la explosión. Por cierto, sólo los asesinos pudieron haber hecho el tan detallado y minucioso anónimo aparecido el sábado en la iglesia sueca de la calle Azopardo, que descargaba las culpas de la manipulación de la supuesta Ford F-100 bomba en un inexistente iraní.
Lo de la red terrorista de Hezbolá en 35 países es una especie echada a rodar sin ninguna prueba por los servicios israelíes y sostenida acríticamente por el inefable fiscal Nisman que a la hora de denunciarla fue tan desprolijo que entre los países que servirían de base de dichas «células dormidas» que no terminaban de dar alguna muestra de vida olvidó incluir a Venezuela, como le habían pedido (no recuerdo ahora si incluyó a Ecuador, me parece que no).
Lo de que «cuanto los niños precisan a sus hijos» ha de ser una boutade de la periodista o (lo más probable) de su traductor. No parece posible que se esté fomentando el embarazo y paternidad de púberes.
Con todo, lo más interesante es la versión que dio el entonces embajador Isaac Shefi (foto) para explicar por qué abandonó intempestivamente la legación diplomática muy poco antes de la explosión. Hasta ahora, tenía entendido que lo había llamado desde el Sheraton el jefe de la custodia de la embajada, Roni Gorni, que estaba reunido allí con otros miembros del Shin Beth encargados de las custodias de las embajadas de Israel en el Cono Sur. Shefi dijo que fue su hija, que estaba de vacaciones en Buenos Aires, quien lo convenció de salir.
Curiosamente, Shefi, que solo regresó a Buenos Aires al cumplirse los veinte años del atentado, hacae ya un lustro, no dijo entonces nada de esto. Por el contrario, al ser entrevistado por el medio comunitario Iton Gadol,dijo que la actividad que tenía como embajador era agotadora y que «Para mantenerme de pie y también para poder decir alguna palabra tenía que romper un día y tenía que descansar, así que mientras la embajada estaba abierta a la una de la tarde iba a casa y almorzaba con la familia y luego regresaba. Esto (el atentado) me sorprende en mi casa».
Apostilla el periodista (aparentemente, su dueño y director Daniel Berliner): » El relato es minucioso y el embajador recuerda cada segundo de aquel día como si todo hubiera ocurrido hace tan solo minutos. “Un amigo me llama por teléfono y me dice qué bien que estás en casa porque estoy escuchando por radio (…) que en la Embajada de Israel explotó una bomba”.
En fin… aún así, todo lo que diga Shefi es interesante porque enseguida se puso a sospechar de Monzer al Kassar y se sus amigos en el poder y eso motivó que en pocos días Israel lo reemplazara por su tocayo Avirán.
Para empezar, Shefi bien podría aclarar cuantos fueron los muertos (en un principio, estimó a ojo de buen cubero que debían de ser no menos de cuarenta), ya que fue él quien se encargó de enviar a Israel los cadáveres de los israelíes, que la crónica de La Nación de ayer ratifica que fueron solo cuatro. Su entrevistador de Iton Gadol escribió hace cinco años que «el embajador comenzó con la tarea para el traslado de las víctimas con el fin de que sean sepultadas en Israel. Para eso se contactó con la Presidencia de la Nación que puso a disposición de la embajada uno de los aviones oficiales. “El presidente (Carlos Menem) dio la instrucción a los pilotos de que se pongan a disposición nuestra y cuando teníamos todo listo para ser transportados y emprender el vuelo a Israel con algunos de los heridos que podían dejar los hospitales y había dos representantes de la Cancillería argentina”, le hace decir a Shefi en una oración que, es bueno puntualizar, carece de verbo.
Si los muertos faltantes no fueron israelíes… ¿quienes fueron? Yo tiendo a creer que jamás existieron… pero ¿que dice Esteban Canevari, que fuera secretario especial de la Corte Suprema para esta causa? Canevari, que fue a este atentado lo que Nisman al de la AMIA. Que yo sepa, nunca ha dicho nada.
Recordaron en Israel a las víctimas del atentado contra la embajada
Netanyahu participó de un homenaje que reunió a diplomáticos argentinos y familiares
¿No existe la posibilidad de que esos 7 muertos no identificados hayan sido miembros del Mossad o del Shin Beth que por alguna razón no fueron avisados de lo qué se venía?