ENCRUCIJADAS. La dictadura exterminadora y la necesidad de Fuerzas Armadas nacionales y populares
Salimos ayer al paso de la pretensión de Victoria Villarruel de representar a «la familia militar» pues descontamos la existencia de cuadros nacionalistas y enemigos de dinamitar al Estado en beneficio de las corporaciones extranjeras y sus socios locales. Hoy leímos esta interesante entrevista a Guillermo Caviasca hecha por el director de la Agencia Paco Urondo (APU), José Cornejo. Se centra en las complejas relaciones –más allá del exterminio perpetrado por la dictadura– entre la insurgencia peronista y montonera y las Fuerzas Armadas, particularmente con el Ejército. Discrepo con el calificativo de «terrorista» para el accionar de quienes resistieron a los golpes de Estado de 1955, 1966 y 1976 (1) . Tampoco me convence concebir lo sucedido luego del 24 de marzo de 1976 como una «guerra de baja intensidad» pues en su esencia (las guerrillas ya estaban política y militarmente derrotadas, y más allá del optimismo infundado de la conducción montonera) se trató de una cacería y el exterminio no fue sólo de quienes se resistían con armas en las manos, sino también de su entorno real o potencial, comenzando por los delegados fabriles independientemente de su adhesión o rechazo a la lucha armada). Coincido plenamente con Caviasca en que el golpe se hizo a instancias de civiles y para acabar con las conquistas sobrevivientes del peronismo original e implantar un modelo neocolonial. Y también lo hago en su crítica al principal padre de la patria democrática (en tanto que democracia = gobierno del pueblo) por no apoyarse en los militares nacionalistas y antiimperialistas. Y –lo que me parece fundamental– coincido también en la crítica frontal a quienes dicen ¡como si fuera un éxito! que Argentina no tiene hipótesis de conflicto cuando tiene parte de su territorio ocupado por una potencia extranjera que instaló en él una base de la OTAN.
Ejército y guerrilla en los 70: «En el Pueblo había capacidad de pelear y de hacerlo mediante un poder militar propio»
–¿Hubo una guerra civil en Argentina?
–Uno se imagina una “guerra civil” como la española o la rusa, con operaciones militares, batallas entre dos ejércitos formales, divisiones, regimientos, artillería, aviación, dentro de un mismo país. Pero eso es solo un emergente final, el punto máximo en su forma más transparente y desarrollada, cuando el equilibrio militar entre los bandos es más o menso equivalente. Y en general se produce cuando el ejército se parte.
“Guerra civil” es en realidad el enfrentamiento entre dos partes del pueblo que no pueden resolver sus diferencias por los medios institucionales existentes o consensuados. Cuando ninguna de las dos partes aceptan las reglas que le impone la otra, se enfrentan por todos los medios. Dentro de estos medios está la violencia que las partes ejercen una contra la otra. Esto incluye la utilización sistemática de las armas. O sea dos bloques de clases se enfrentan por un modelo de país, por una organización de la economía y la sociedad, y por el control de estado. Y ambos están dispuestos a recurrir a las armas, aunque sea algunos emergentes de ellos y en algunos momentos.
En nuestro país es notorio que al menos desde junio de 1955 existió una situación de violencia con fases militares. Arranco desde los bombardeos a Plaza de Mayo para no retrotraerme al terrorismo socialista y radical que causó decenas de muertes. En 1955 hubo operaciones militares de tropas leales al gobierno y golpistas, miles de “comandos civiles” armados antiperonistas, movilización de tipo militar. Miles de obreros peronistas buscaron que su conducción le diera armas y los encuadrara para el combate. Incluso algunos se armaron espontáneamente. Fue un momento de guerra civil, Perón buscó desactivarlo al retirarse.
Estábamos a punto de una guerra civil con todas las reglas. Sin embargo, la retirada de Perón no desactivó el conflicto, solo desarmó a las fuerzas propias organizadas militarmente. Las fuerzas golpistas continuaron su ofensiva, política, económica y militar contra el bloque popular. Desde 1956 las fuerzas peronistas intentaron armar fuerzas militares propias, con oficiales retirados y activos y, por supuesto con el concurso masivo de trabajadores. Con una estrategia golpista e insurreccional, que es muy transparente en las discusiones Perón-Cooke. Estos planteos teóricos van acompañados de prácticas de terrorismo y sabotaje. Enfrenta una represión dura que llega a fusilar militares peronistas.
Esta conciencia y definición de construir una estrategia que permitiera dar la batalla militar contra el bloque “gorila” es estable en toda la etapa y en un amplio y muy numeroso espacio de organizaciones. Sobre estas se desarrolla a su vez el ejemplo de la revolución cubana que suma nuevos ejemplos y definiciones. No es solo resistencia antidictatorial: es una lucha que busca construir la correlación de fuerzas militar necesaria para derrotar al campo enemigo, también en el terreno de las armas. Y se da en el marco de una aguda y radicalizada lucha de clases con un sistema político excluyente e inestable. O sea, en medio de una crisis orgánica.
En síntesis: acá se dio una guerra civil. Pero yo la denomino de “baja intensidad” para diferenciarla de las guerras en las que operan ejércitos equivalentes en armamento y organización.
–¿Cómo convive esta hipótesis con las denuncias de los organismos de Derechos humanos?
— No convive. Se mueven en planos distintos. El plano de los DD.HH. es el de la denuncia la indignación y la búsqueda de justicia y castigo. Se resuelve en términos de categorías jurídicas. Estas categorías se construyen para dar respuesta a delitos que están fuera de todo el código penal común. Y por lo tanto requieren ser construidos para que el Estado pueda imponer castigos y reparaciones acordes a esa situación excepcional.
La hipótesis de guerra civil es en el plano del balance político racional que se debe dar la militancia consciente y el plano de la ciencia histórica. Pero la historia, la verdad histórica debe construirse fuera de los tribunales de justicia y del dolor de las víctimas. La interpretación que el campo popular se dé sobre esa etapa de la historia y de la lucha popular debe exceder la perspectiva de los organismos de DD.HH.
Existe otro problema, más grave para mí. Y que creo que es una cuestión que hace a la verdad histórica. La estrategia de los organismos en general se basa en la cuestión de las víctimas, de fronteras claras entre un “mal absoluto y homogéneo” y un “bien”, casi puro e “ingenuo”. Lo que es correcto en el plano del delito de desaparición, torturas y ejecuciones. Pero no lo es en el plano de la lucha de clases. No hubo de un lado un Estado poderosamente armado, con uniformados portadores de todo lo malo, que atacó a un Pueblo indefenso que solo quería votar. Eso es de una ingenuidad pasmosa. Olvida que el golpe militar fue preparado y trabajado por civiles que eran los portadores del programa del “proceso” y que su objetivo era económico, o sea olvida a las clases sociales que dieron el golpe. A su vez, olvida que esas eran las clases contra las que peleaban los “desaparecidos”: no peleaban contra “el ejército”. El ejército se transformó en un instrumento de esas clases. Además, pierde de vista que en el campo de Pueblo había voluntad y capacidad de pelear y (N. del E.: en parte de sus organizaciones) de hacerlo mediante la construcción de poder militar propio. De hecho, la amplia mayoría de los desaparecidos eran parte de una militancia que luchaba por la revolución. No de la revolución hippie. Que concebían a la lucha armada como parte necesaria de esa revolución y que formaban parte de organizaciones que inscribían su estrategia en sus documentos como de guerra civil.
–¿El Ejército fue una institución en disputa?
–Si el ejército no hubiera estado en disputa, toda esta etapa que se abre en 1955 no hubiera existido. De hecho el peronismo tiene un origen militar ¿no? Primero, la “resistencia peronista” contó con una muy numerosa participación de suboficiales y una cantidad de oficiales, incluso generales. Los golpistas realizaron una muy profunda depuración con cientos de oficiales expulsados del ejército y miles de suboficiales. Pero aun así todos los intentos insurreccionales al menos hasta el del General Miguel Iñíguezcuentan con colaboradores dentro de los cuarteles que luego son expulsados del ejército. Eso es disputa.
Pero vayamos el periodo que se abre en 1969 con el Cordobazo. Fue un momento de fuerte crisis en las FFAA. La confrontación con las masas movilizadas produjo fisuras. Esto se sumó al rechazo que los militares nacionalistas tenían por el plan económico del ministro de economía Adalbert Krieger Vasena. Se definieron tres corrientes enfrentadas: los nacionalistas que miraban con simpatía a la revolución peruana (del general Juan Velasco Alvarado), los liberales seguidores del general Alejandro Lanusse y los reaccionarios de derecha partidarios de mas represión. El primer grupo, partidarios de desarrollar un proceso político y económico que llamaban “revolución nacional”, se fue acercando al peronismo y enfrenando a los liberales. En ese enfrentamiento muchos fueron separados del ejército antes de 1973. Sin embargo, uno de sus exponentes –el general Jorge Carcagno– llegó a la jefatura de la Fuerza.
Su desarrollo dependía del proceso político y del apoyo que el gobierno peronista le diera desde el Estado. Pero esto no fue así. Perón no confió en los “peruanistas”, como se los llamaba entonces, por su cercanía a Montoneros y su autonomía política. Y por maniobras de otras corrientes peronistas que querían sacarse del medio a Carcagno para influir ellos en el ejército. Prefirió a “profesionalistas” y esto implico que después de su muerte el ejército fuera copado por liberales y represores mucho mas radicalizados, como no se habían conocido hasta entonces.
Yo trabajo la relación de la izquierda y de Montoneros con los militares nacionalistas. Sí hubo disputas en el ejército. Las FFAA son parte de la sociedad, y cuando en ésta hay disputas, las FFAA sufren el impacto y de alguna manera lo reflejan en su interior. La disputa desde adentro y desde afuera como en cualquier campo de lucha política. Y no se dio tanto desde el peronismo en general, como de Montoneros en particular, que tuvo una estrategia específica durante un periodo en el que la llegada a las FFAA era posible. Todo eso lo trabajo en mi libro.
–¿Cómo explica la desaparición del ejército del mapa político en la actualidad?
–Confluyen varios motivos. Uno es que su rol como institución en la última dictadura dañó demasiado su imagen. Los crímenes fueron muy graves y fueron acompañados por un desastre económico que aun sufrimos. Segundo. Porque la guerra de Malvinas implicó la condena de las FFAA también para el imperialismo. Las Fuerzas Armadas (y la Argentina toda) sufre el castigo por atreverse a pelear contra las potencias occidentales. Ese castigo se traduce en desarme. Tercero: al desmantelarse el aparato industrial nacional, las FFAA fueron golpeadas. El protagonismo de las FFAA se debía a su rol como impulsoras de la industrialización, no solo por el bastante desarrollado complejo militar industrial que era impulsor de industria para fines civiles, sino también por la creación y administración de empresas señeras como SOMISA (acero) o YPF. Todo eso desapareció y con ello parte de la presencia social de los militares.
Por último, la militancia progresista y popular tiene una idea equivocada sobre el rol de las FFAA. Se tiene solo “políticas hacia las FFAA”, como si estas fueran un peligro, algo de lo que hay que prevenirse y mantener vigilado. Sin embargo, se carece de una política de defensa. ¿Que organización popular tiene una idea de defensa nacional seria? Ninguna. Porque no hay defensa nacional seria sin un rol y equipamiento adecuado de las FFAA. Solo hay política respecto de los crímenes que se cometieron en la última dictadura. Se dice que no tenemos hipótesis de conflicto, ¡como si fuera un éxito! Eso es ridículo. Primero porque son justamente hipótesis para alguna ocasión impredecible que la misma política de defensa debe tender a evitar. Es una concesión, o imposición del imperialismo consecuencia de la derrota de Malvinas. Segundo, porque nosotros no tenemos “hipótesis”. Tenemos un conflicto claro y con un aspecto militar destacado en el Atlántico Sur. El que no vea eso es muy ingenuo. Ante estas situaciones, las FFAA carecen de todo rol en nuestra sociedad y eso es un riesgo ya que ante cualquier rol que se les quiera asignar, este puede ser bienvenido por el personal castrense. Y sabemos que el imperialismo o los sectores reaccionarios tiene una idea precisa de que hacer con el personal armado.
Es sano que los mismos militares rechacen el rol de “policías de elite” que se les quiere dar. Las FFAA no deben ni necesitan tener un protagonismo político. Pero deben tener un lugar en lo que hace al pensamiento geopolítico y de defensa nacional ya que es su especificidad. Como lo tiene los juristas al pensar el sistema judicial o los médicos al pensar el sistema de salud.
Nota
1) Ya volveremos sobre el tema, por ahora es bueno recordar que si bien la resistencia peronista puso y detonó más «caños» que los que explotaron en la Guerra de Argelia, hubo más muertos entre quienes los colocaron que en los objetivos de esas explosiones, que no tenían intención de matar si no de señalar, marcar a sus enemigos. Y, por cierto, que el ERP no recurrió a los explosivos sino excepcionalmente.