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FIRMENICH – ADVERTENCIA: El ex jefe montonero afirma que la reconversión de los revolucionarios en progresistas cierra los ojos ante la inminencia de una guerra mundial exterminadora

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Tengo plena conciencia de que el autor concita, sobre todo en Argentina, mucho más rechazos que adhesiones. Pero también la tengo de que ese aborrecimiento mayoritario está muy influenciado por la demonización de lo que genéricamente se conoce como «los años setentas» un período de recuerdos tan lacerantes que pasado medio siglo aún aguarda una evaluación equilibrada, hasta el momento imposible a causa de las pasiones tumultuosas que su recuerdo suscita. Nunca le he escurrido el cuerpo a las polémicas bien intencionadas (baste decir que en el exilio barcelonés me hice amigo del hoy casi olvidado Carlos Brocato, que fue desde fuera del peronismo un crítico feroz de la lucha armada contra las dictaduras en la que estuvo involucrada la crema y nata de mi generación) y me he referido extensamente a mi relación personal con Montoneros hace menos de un año, pero ya hace mas de dos décadas que me interesé en la mirada sociopolítica de Firmenich (que vale la pena recordar se doctoró cum laude como economista por la UBA, carrera que cursó estando preso en Villa Devoto). Aqui advierte sobre un futuro que, cambio climático mediante (factor que ni siquiera menciona pero que sobrevuela como una sombra su texto) puede ser mucho más cercano de lo que esperábamos. Se puede estar o no de acuerdo con su caracterización de que una tercera conflagración mundial ha comenzado, pero no con la posibilidad inminente de que se desate explícitamente… excepto que el observador se encuentre muy distraído. Al publicar este trabajo de Firmenich, Pájaro Rojo comparte tanto su escepticismo como su deseo de que los pueblos y sus líderes puedan torcer el actual camino a la devastación del planeta y la desaparición de la especie. Y en un plano minimalista e inmediato, que los argumentos expresados sean completados o refutados por otros argumentos, no por denuestos ni por un recurrente ninguneo que los dejen caer en el vacío como si carecieran de sustancia o fueran los balbuceos de un orate. Porque si hay algo que está claro, hablando mal y pronto, es que nos estamos yendo al carajo.

Los subtítulos son míos.

Reflexiones sobre la crisis global: Impacto en la democracia liberal y en el derecho internacional

 

«Pepe» Firmenich, posiblemente en su casa de Vilanova i la Geltrú, provincia de Barcelona.

 

POR MARIO EDUARDO FIRMENICH

Como marco de análisis de todos los asuntos políticos y muchos asuntos económicos del mundo actual está el hecho de que vivimos un nuevo tipo de guerra mundial originada en que existen, por un lado, un orden global en crisis y, por otro, múltiples actores que tienen estrategias enfrentadas sobre la construcción de un Nuevo Orden Internacional.

Esta III Guerra Mundial no se parece a las confrontaciones “canónicas” de las 1a y 2a guerras del siglo XX.

Durante dos décadas (1990 – 2010) se fue estableciendo el orden mundial de la globalización neoliberal tras la debacle de la URSS y la irrupción de las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación.

La globalización entra en crisis con la explosión de la burbuja finbanciera-inmobiliaria global (2007 – 2008), crisis que se agudiza por la emergencia de Rusia  como potencia militar global y la de China como potencia económica global.

El desarrollo de la confrontación llevó a la estrategia de desglobalización promovida por el gobierno republicano de Trump y el posterior contra movimiento hacia la globalización del gobierno demócrata de Biden, pero manteniendo la líneas de confrontación de Trump contra China.

Dado que se había establecido un orden global (aunque estructural y políticamente precario, de ahí su corta duración), la guerra global se convierte en una guerra civil global.

Genocidios

En efecto, por un lado surgen los “frentes de guerras civiles internacionales” entre los excluidos y los incluidos de la globalización neoliberal, expresado en la migración de los desheredados de África y Asia hacia Europa, y de América Latina hacia los Estados Unidos. Esta migración fue vivida como “invasión” por los ganadores de la dualización social mundial; la respuesta “ecológica” del establishment económico de la globalización fue que la sostenibilidad exige que se reduzca aproximadamente a la mitad la actual población mundial; los que deben desaparecer, según ellos, son los excluidos del sistema por la globalización neoliberal.

Por otro lado están los “frentes de guerras civiles nacionales”, entre los habitantes “ganadores” y los “perdedores” en cada país del modelo neoliberal globalizado.

La “grieta” política se instala como antesala de la guerra civil en muchos países.

La supremacía del derecho en general y del derecho político constitucional democrático en particular es la regla dominante durante el tiempo de paz. En ese contexto “las protogrietas” entre ricos y pobres sólo son luchas políticas convencionales democráticas, aunque en un ambiente denominado de “crispación”. Pero la guerra es “la continuidad de la política POR OTROS MEDIOS”. A medida que la guerra civil mundial se profundiza, se van sustituyendo los “MEDIOS DEL DERECHO” por los “MEDIOS DE LA GUERRA”.

Es sabido que el derecho positivo no puede regir en términos prácticos sin la existencia del poder de policía. Esta es la mayor debilidad del derecho internacional. Aunque existen tratados y convenciones que son “leyes” internacionales y a pesar de que se han constituido diversos Tribunales Internacionales, nadie tiene jurídicamente el poder de policía mundial. Cuando una potencia asume por su cuenta el poder de policía internacional, su intervención se convierte automáticamente en un acto de guerra contra otro Estado soberano.

Las potencias tienden a apoyar a sus aliados en cada país poniendo en segundo plano el derecho internacional. Esa conducta está principalmente iniciada por Estados Unidos, porque es la potencia que toma la iniciativa de ataque global debido a que su hegemonía está cuestionada e diversos aspectos geopolíticos y económicos. La doctrina de la “guerra preventiva” al margen de las Naciones Unidas fue el inicio de esta desvalorización del derecho internacional.

Por otro lado, la iniciativa estratégica de ataque para conservar o recuperar posiciones de hegemonía lleva a que las luchas políticas internas de algunos países se vean jurídica y políticamente desnaturalizadas por la injerencia de estrategias geopolíticas del Pentágono y/o de la OTAN.

En la mira del Pentágono: Nicaragua, Venezuela, Cuba, Ucrania y Siria

América Latina (con Nicaragua, Venezuela y Cuba como frentes prioritarios) y los Estados fronterizos con Rusia (principalmente Ucrania y fuera de esas fronteras, Siria) son el teatro de operaciones principal de esa estrategia. Las áreas de posible expansión de China y el sempiterno Medio Oriente son
escenarios del conflicto en segundo lugar.

Los gobiernos de los Estados en los que la oposición política actúa como fuerza beligerante de la estrategia global de una potencia extranjera responden, si pueden, dentro de los límites de su derecho penal y, si no, forzando la interpretación de su derecho penal. La prioridad es asegurar la seguridad del Estado y la soberanía nacional.

Esto no ocurre sólo en los países donde Estados Unidos aplica su estrategia ofensiva, sino también en cualquier país en que el enfrentamiento entre incluidos y excluidos ponga en cuestión la Seguridad del Estado. Colombia, Ecuador y Chile han sido ejemplos de esto último. Aunque China o Rusia no hayan generado esos conflictos civiles, obviamente les convendrá explotarlos en provecho propio porque ocurren dentro del área de hegemonía norteamericana.

¿Qué respuesta a este conflicto viene dando hasta ahora “la liga progresista” de América Latina?

El denominado Grupo de Puebla, hoy hegemonizado por los presidentes de México, López Obrador, y de Argentina, Alberto Fernández, trata de defender una ambigua posición intermedia, negándose a la injerencia intervencionista abierta pero condenando políticamente la dura aplicación del derecho penal a los opositores aliados de Estados Unidos en países como Nicaragua, Venezuela y Cuba.

Esta ambigüedad de algunos países latinoamericanos se debe a la fuerte dependencia financiera y geopolítica de Washington y a la simultánea y creciente integración económica hasta de las propias oligarquías agroexportadoras con el mercado asiático. Este interés por los nuevos socios del modelo agroexportador tradicional aumenta con las inversiones chinas y rusas en industrias extractivas para las exportaciones en minería e infraestructura y con la transferencia de tecnologías alternativas a las de las multinacionales.

La dinámica de los enfrentamientos sociopolíticos en Cuba, Venezuela y Nicaragua no exige solamente un posicionamiento a los gobiernos de la región, sino también a toda la izquierda del continente. Esa izquierda en las últimas décadas ha mantenido sus posicionamientos de solidaridad internacional con los rasgos propios de los enfrentamientos ideológicos del Siglo XX pero “aggiornados” en su accionar político doméstico con el giro ideológico hacia el progresismo liberal que se fue imponiendo tras la explosión de la Unión Soviética y el consecuente descrédito de las luchas revolucionarias, por un lado, y del dogma marxista por otro.

La izquierda ha derivado en progresismo

Recientemente, por ejemplo, líderes reconocidos como los ex presidentes de Uruguay, José Mujica, y de Brasil, Lula Da Silva, han tenido pronunciamientos críticos sobre la situación política de Nicaragua defendiendo la democracia liberal, objetivamente coincidentes con las fake news impuestas por el oligopolio mediático globalizado.

¿Qué han hecho políticamente Mujica y Lula? Adhirieron a las posiciones predominantes en el Grupo de Puebla. De hecho, se han alineado con las posiciones diplomáticas de los gobiernos de AMLO y Alberto Fernández.

La declaración de Mujica fue que las decisiones institucionales de Nicaragua gobernada por el sandinismo le parecían “un sueño, por el que murieron muchos compañeros, que se ha desviado”.

Pero su crítica de la supuesta desviación de los ideales revolucionarios de los sandinistas es inconsistente con su gestión presidencial, que no tuvo nada que ver con los ideales revolucionarios de los tupamaros.

La declaración de Lula fue más sofisticada pero también autocontradictoria: dijo que no sabía lo que ocurría en Nicaragua pero, aun así, le exigió a Daniel Ortega que no abandonara la libertad de empresa y la libertad de prensa que son la base de las libertades democráticas, so pena de convertirse en dictador. Dicho esto con un tono crítico como si supiera que en Nicaragua no rige nada de lo que él exige.

Por otro lado, ¿los ideales de Lula Da Silva en 1979 eran la libertad de empresa y la libertad de prensa para sostener la democracia liberal?

Debo refutar las críticas de Lula reiterando las 13 REALIDADES QUE EXPLICAN LA SITUACIÓN DE NICARAGUA, que expuse hace pocos días en un documento.

La “progresía liberal” latinoamericana tiene posiciones titubeantes porque pretende aparecer como heredera de las gestas revolucionarias de hace medio siglo pero reconvertidos en “la izquierda del sistema” que antes cuestionaban, sin que medie ninguna reelaboración del proyecto transformador de las estructuras de la dependencia nacional y la injusticia social.

Seudotercerismo

¿Qué grado de consistencia tiene este “seudo tercerismo” de los “progresistas de América Latina”?

Es una posición sustentada en la conducta del avestruz, para no ver que estamos en una guerra mundial que recién comienza y que seguirá agudizando las “grietas” de sus propios países.

“Esconder la cabeza” les permite ignorar que la guerra es la continuación de la política POR OTROS MEDIOS.

El caso de México es gravísmo, al extremo de que algunos lo califican de estado fallido; las bandas narcotraficantes que abastecen el mercado de Estados Unidos tienen capacidad para sustituir al poder de policía del Estado en sus “territorios liberados”.

La situación de Brasil va camino al cuestionamiento del orden jurídico democrático, como el propio encarcelamiento de Lula evidencia.

El caso argentino muestra una crisis socio-económico-política-sanitaria que va camino a reproducir, agravada, sus conocidas hecatombes “cíclicas”. Uruguay no podrá sustraerse a las derivas de Argentina y Brasil.

Ninguna potencia puede ganar la guerra mundial nuclear. Ninguna clase social ni ningún sector político puede ganar una guerra civil que conduce a la desintegración nacional.

¿Qué podemos hacer?

He planteado en reiterados documentos políticos y en artículos publicados en revistas científicas (1) que esta crisis sistémica que nos arrastra a la destrucción, con tendencia a la desintegración nacional y riesgo para la subsistencia de la especie humana, sólo puede resolverse por la construcción negociada y consensuada de un Nuevo Orden Mundial con un nuevo Sistema Monetario Internacional, y por el pacto de nuevos Contratos Sociales nacionales, antes de que sea demasiado tarde.

Instinto de supervivencia

Admito que la experiencia histórica de la humanidad no avala mi deseo. Pero tengo la esperanza de que dé sus frutos el conocimiento acumulado de la humanidad sobre:

a) las guerras pasadas.
b) la capacidad aniquiladora de las actuales armas de destrucción masiva y de las nuevas tecnologías de la ciberguerra.
c) la evidencia de los resultados de las recientes guerras civiles en Yugoslavia, Irak, Libia y Siria.
d) el conocimiento científico acerca de la destrucción del equilibrio ecosistémico que nos permite la vida como especie.

Tengo la esperanza de que todo ello, incentivado por el más primitivo instinto de supervivencia de la especie, permita que las élites gobernantes, en todas las instituciones y en todas partes, sean capaces de entender que, en la realidad actual, la única solución no suicida es pactar un armisticio realista antes de que la guerra se desarrolle en toda su plenitud.

La opresión colonialista, neocolonialista e imperialista de los pueblos periféricos del mundo es no sólo una injusticia clamorosa inaceptable, sino también algo catastróficamente insostenible.

La explotación económica destructiva de la naturaleza es no sólo la ignorancia de que todos los humanos somos un ser más del sistema vivo de la biosfera, sino también algo catastróficamente insostenible.

La pretensión de imponer que Estados Unidos sea la potencia beneficiaria privilegiada de un mundo unipolar es no sólo una fantasía inviable, sino también algo catastróficamente insostenible.

La pretensión de imponerle a todos los pueblos del mundo el supremacismo institucional del liberalismo individualista es no sólo un colonialismo cultural inadmisible, sino también algo catastróficamente insostenible.

El desarrollo sostenible necesario para la salvaguarda y supervivencia de la propia humanidad exige consistencia y coherencia de respetuosa sostenibilidad económica, ecológica, social y política tanto en el orden mundial como en cada país.

NOTA

  1. Ver FIRMENICH, M. E., (2017), “The Systemic Global Crisis: A Long CyclesApproach with a Political-Economic Perspective”, Estudios de Economía Aplicada, Volumen 35 – 3, septiembre 2017, pp. 555 – 574, Madrtid, ASEPELT Asociación Internacional de Economía Aplicada, ref. e-35505

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3 comentarios

  1. cada tanto vengo a nutrirme, pero opinar es muy dificil, uno puede tener una vaga idea, pero si hablas te pueden confundir y uno es viejo y feliz dentro de todo en esta cuasi tercera guerra que se esta desarrollando parcialmente, en etapas ,a cuenta gotas, bueno veremos interesante no

  2. Interesante vision de Firmerich, yo creo que estamos ante una encrucijada jamas vista y si se pierde el tiempo en continuar carreras armamentisticas no habra civilizacion que lo aguante.

  3. Raro que una visión tan amplia y profunda, que revela un enorme conocimiento sobre esta incipiente guerra, no haga mención a la supuesta pandemia… O no… Y al drama de la vacunación

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