La concretó en su nueva encíclica (“Hermanos todos”) inspirada en el ideario y la acción de San Francisco de Asís. Propone la democratización de las Naciones Unidas y el predominio de las soberanías nacionales federadas sobre las corporaciones transnacionales. Aunque se basa en las más puras tradiciones cristianas, previsiblemente será muy combatida por el poder financiero globalizado. Quien quiera que el agnóstico que escribe (“decí que no tenés la gracia de la fe”, me aconseja mi amigo Boot) le envíe por e-mail la encíclica en formato pdf puede pedírmelo a jotajotasalinas@gmail.com
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Porque – apuntó -, la Comunidad Internacional es una comunidad jurídica fundada en la soberanía de cada uno de los Estados miembros, sin vínculos de subordinación que nieguen o limiten su independencia”.
Argumentó además que “la labor de las Naciones Unidas, a partir de los postulados del preámbulo y de los primeros artículos de su Carta Constitucional, puede ser vista como el desarrollo y la promoción de la soberanía del derecho, sabiendo que la justicia es requisito indispensable para obtener el ideal de la fraternidad universal. […]”.
“Hay que asegurar – subrayó -, el imperio incontestado del derecho y el infatigable recurso a la negociación, a los buenos oficios y al arbitraje, como propone la Carta de las Naciones Unidas, verdadera norma jurídica fundamental”.
Alertó, en paralelo, que “es necesario evitar que esta Organización sea deslegitimizada, porque sus problemas o deficiencias pueden ser afrontados y resueltos conjuntamente”.