|

GENOCIDIO. Las confesiones de «El Turco Julián» constituyen un rotundo mentís a los falsarios que dicen ejercer una «memoria completa»

Compartí

Esta nota me conmovió y no sólo porque trata sobre el «Club Atlético» (en realidad, el Centro Antisubversivo de la Policía Federal, de donde provenían las siglas C.A. que veían los secuestrados al ser introducidos en dicho antro si no habían sido encapuchados o la venda estaba floja) que se encontraba en los lindes entre San Telmo y Puerto Madero, edificio que fue demolido para que por allí pasara una autopista. Tampoco solamente porque fue el lugar adónde fueron llevados, «chupados»,  muchos militantes de la Juventud Peronista de San Telmo y Montserrat, en la que yo había militado en años anteriores, compañeros muy queridos. También me conmovió porque en 1985 vivía en la calle Paraná al 100. Entonces –qué tiempos aquellos, los del juicio a los comandantes– no tenía teléfono. Las llamadas telefónicas las hacia desde la cercana redacción de El Porteño, y mi mujer desde el café de la esquina de Paraná con la calle que todavía se llamaba Cangallo y pronto sería rebautizada con el nombre de Perón. Una vez, de regreso de hacer unas llamadas, ella me dijo que un tipo grande y morocho la miraba con mucha atención, como con lascivia, y que «paraba la oreja» esmerándose en escucharla. Eso me puso en alerta y tiempo después, cuando me encontraba en esel café con Daniel Frontalini, el muy experto jefe de documentación del CELS, éste reconoció a Héctor Simón, que así se llama en sus documentos el fisgón, que resulto ser nada menos que uno de los principales torturadores de «la repartición» y que demasiados años después sería el primer condenado por delitos de lesa humanidad. En esa esquina había un kiosko de diarios y el kioskero era amigo. El me informó que «Julián» paraba en esa esquina porque conservaba amigos en la Unión Obrera Metalúrgica, que por entonces tenía su sede a menos de media cuadra, yendo por Cangallo hacia la Nueve de Julio. Aquella UOM, uno de cuyos visitantes asiduos era Hugo Curto, necesitaba una renovación que no acababa de producirse: faltaban muchos años para que llegara a directiva luchadores como Francisco «Barba» Gutiérrez, y muchos más para que alcanzara su secretaria general Abel Furlán.  Una década  atrás, una interna entre «culatas» (por una parte, los guardaespaldas del secretario general del gremio, Lorenzo Miguel –que solían firmar sus macabras andanzas nocturnas AAA– y por otra los de la ultraderechista CNU)  había terminado con el asesinato de uno de los miembros de la CNU, Jorge Hugo «El Polaco» Dubchak, también policía bonaerense, quien seguidamente fue descuartizado y convertido en cenizas en la caldera del sindicato. Con esa información hice una pequeña nota de denuncia en la sección «The Posta post» de El Porteño. Años después,  y debido no a mi nota (que fue sin foto) sino a sus  apariciones en la televisión, manifestantes que pedían que se juzgara a los genocidas lo reconocieron en un café cercano al Congreso y le pegaron una piña.

Simón/Julián fue un lumpen ensoberbecido, luego «mano de obra desocupada». Torturó (le encantaba poner música clásica a todo volumen mientras lo hacía) y violó. Una compañera me relató como en el mismo acto la violó y le quebró un brazo. Y son muchos los testimonios de como ejercí su sadismo martirizando a José Poblete, luego desaparecido, que había perdido sus dos piernas.

El monstruo dijo lo que dijo en los ’90 creyéndose impune gracias a las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Cometió un «sincericidio» como podrán apreciar en esta crónica, que contiene el respectivo video.

Me parece de crucial importancia cuando nada menos que quienes aspiran a conducir los destinos de la nación (o a acabar con ella, según se quiera ver) reivindican a libro cerrado lo perpetrado por la dictadura exterminadora. Porque en aquellas apariciones televisivas, «el Turco Julián» (que también actuó en otros centros clandestinos de detención como el existente en la Secretaria de Seguridad Federal (Moreno 1417) y los llamados «El Olimpo» y «El Banco») explicó con total naturalidad que la regla general era torturar y luego matar a todos los secuestrados, más allá de si habían sido guerrilleros o no.

No se la pierdan: https://www.pagina12.com.ar/595810-el-turco-julian-de-una-entrevista-por-tv-a-ser-el-primer-con

Y aquí tienen una yapa o bonus track:

 

 

 


Compartí

Publicaciones Similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *