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GUSTAVO CARABALLO. La silenciosa desaparición del «capitán Plumita»

Hace unos días, leyendo las necrológicas de La Nación (algo que hago muy esporádicamente, no sistemáticamente como hacia Rogelio García Lupo en épocas de dictaduras, cuando extraía de las esquelas mortuorias información muy relevante) me enteré del fallecimiento de Gustavo Caraballo, «el capitán Plumita», a quien conocí  hace unos cuantos años, acaso en 2008, estudiando la Triple A, ya que él, que había sido el segundo de Gelbard en el tercer gobierno de Perón, fue uno de sus primeros denunciantes. Caraballo  contó interesantes anécdotas acerca de la proximidad de asesinos como el Morales y Almirón con Lopecito y con Perón en su libro Tras las bambalinas del poder.

No encontré medios que anunciaran el deceso de Caraballo, muy conocido por sus largas excursiones en yate a las que invitaba amigos y personajes influyentes, lo que se me ocurre que ha de tener que ver con que se encontraba enfrentado con el gobierno (siendo uno de los secuestrados por Ramón Camps y compañero de infortunio de Lidia Papaleo y otros allegados a David Graiver en el Pozo de Banfield en el contencioso Papel Prensa: téngase en cuenta que era muy amigo de Julio Bárbaro) a pesar de lo cual tampoco se granjeó nunca las simpatías del establishment al que pertenecía y que al parecer lo consideraba un traidor.

Si uno se mete en la Wikipedia aparece esta suncinta ficha y después un artículo de hace 16 años, firmado por Ernesto Semán:

Gustavo Caraballo, fue jefe de asesores del Ministerio de Economía durante la presidencia de Héctor J. Cámpora y Secretario Técnico (Cargo reemplazado por la Secretaría de Legal y Técnica de la Presidencia de la Nación), durante el último gobierno de Juan Domingo Perón. Fue quien acusó a Lopez Rega Frente a Perón por malversación de fondos. Algo importante de Caraballo, es que contado por el mismo y afirmado por Carlos Leyba (Secretario de Hacienda de José Ber Gelbard), al estar próximo el regreso de Juan Domingo Perón a la Presidencia, este le propuso que lo hiciera a través de la modificación de la ley de acefalía presidencial en Argentina, es decir, que al renunciar Cámpora, Perón siendo ministro, asumiera la Presidencia, a lo que el General respondió, que regresaría solo con la voluntad de Pueblo. Al Agonizar Perón, mandó a buscar a «Ese muchacho que propuso modificar la ley de acefalía, dado que el Sr. Ricardo Balbín es quién debe continuar con la Presidencia». Al llegar a la morada de Perón, López Rega, no le permitió acercarse al General, diciendo que estaba loco y que decía incoherencias. Perón, intentó colocar al frente del País al líder de la oposición.

LA PELEA POR EL 99: NUEVO JEFE DE LOS EQUIPOS TECNICOS DE FERNANDEZ MEIJIDE

Gustavo Caraballo, de Bunge y Born al Frepaso

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Participó en la plataforma electoral de Menem. Ahora armará una estructura de gobierno para la Alianza

Por ERNESTO SEMAN, de la Redacción de Clarín

Un ex directivo de Bunge y Born estará al frente de los equipos técnicos de Graciela Fernández Meijide

Para Gustavo Caraballo, que desde 1990 dirigió Alba y otras compañías del grupo, la incorporación al Frepaso suma otra etapa a un periplo político en el que fue secretario de Legal y Técnica de Juan Domingo Perón en 1973 y corredactor de las plataformas electorales de Italo Luder y Carlos Menem. Caraballo será el director de la Fundación Carlos Auyero, según lo decidieron la semana pasada Chacho Alvarez y Meijide. Aunque recién asumirá formalmente en octubre –hasta ahora vivía en Miami, y deberá volver a instalarse en la Argentina–, desde esta semana está tapado de actividades vinculadas a su nuevo cargo.

Según desde donde se mire su polifacético curriculum, la incorporación de Caraballo puede significar un gesto hacia el establishment, una reorientación del trabajo de los equipos técnicos o un movimiento en el camino de la construcción de la pata peronista. Junto a Carlos Corach y Moisés Konstantinosky (luego conocido como Emilio Perina), integraba el jardín de infantes de Arturo Frondizi en 1958, como le decían al grupo de jóvenes profesionales que colaboraban con el gobierno desarrollista. Perina, con los años, alimentaría los textos de los discursos del presidente Menem.

La incorporación de Caraballo al peronismo llegó en la década del 70. Como abogado, se convirtió en 1973 en jefe de asesores cuando José Ber Gelbard asumió el Ministerio de Economía durante la gestión de Héctor Cámpora.El breve gobierno de Cámpora fue, sobre todo, la pista de aterrizaje para el poco menos breve tercer gobierno de Perón. Así que Caraballo, como muchos otros, dedicaba parte de su tiempo a gobernar y la otra parte a estudiar propuestas futuras.

Desde una oficina secreta en la avenida Córdoba salían proyectos y medidas para darle forma a la gestión futura del general.A Perón le gustaron tanto que lo designó su secretario técnico, cargo similar al actual secretario de Legal y Técnica, encargado de dar la revisión final a cada papel que firma el jefe del Estado y a cada proyecto que pone en marcha. El puesto le dio, sobre todo, un trato cotidiano con el general. Recuerda todavía una mañana en que creyó haber derrotado a José López Rega, cuando denunció ante Perón un manejo irregular de los fondos reservados del ministro de Acción Social. Después de exponer el problema ante ambos, Caraballo sólo esperaba que Perón arrasara con Lopecito, hasta que entró el mozo con el jugo de pomelo matinal para el Presidente. López Rega aprovechó la interrupción para llevar al general al pasado y recordarle: Cuando nadie le traía nada, yo le exprimía los pomelos en la cocina y se lo llevaba todas las mañanas. Perón decidió olvidar la denuncia contra su hombre de confianza.

Es posible que el creador de las Tres A hubiera seguido firme aun si no hubiera entrado el mozo. Pero a Caraballo la escena le dejó un margen de duda, característico de tantos peronistas que, como él, pasaron décadas esperando que Perón se deshiciera de algunas de sus compañías. En cualquier caso, le dio una gimnasia privilegiada para lidiar entre extremos, sobrevivir a intrigas y, por qué no, crearlas. A quien ha lidiado con Juan Manuel Abal Medina, López Rega y Perón a la vez, no debería asustarlo un cruce de declaraciones en los medios entre Rafael Pascual y Alberto Flamarique.

Isabel Perón se lo sacó de encima, y lo designó embajador en la UNESCO. Desde París, asumió la defensa de Gelbard; hasta el golpe del 76, que lo encarceló durante ocho meses. Ya antes había trabado una estrecha relación con Antonio Cafiero, a quien acompañó en 1983 en su derrota ante Italo Luder, y en 1988 lo siguió hasta perder con Carlos Menem. Lo curioso es que en ambos casos se recicló junto al vencedor y participó de la redacción de las plataformas electorales de ambos candidatos del PJ.

Cerca del 87, alrededor de Cafiero, conoció a Chacho Alvarez, y recién el año pasado conversó con Meijide.Entré a Bunge y Born por una cuestión de parentesco, explica hoy, como quien tiene una tía lejana que le consigue un puesto en un supermercado. No es el caso: su sobrino es Octavio Caraballo, que hasta junio de 1997 fue el presidente mundial de Bunge y Born, y representante en el directorio de la familia Hirsh.El tío Gustavo comenzó su carrera en Bunge y Born en 1990, y desde entonces dirigió Alba, Compañía Química y Atanor, al tiempo que el grupo tomaba distancia del acercamiento a Menem de 1989. Ese año, por primera vez, un grupo económico había asumido formalmente el control del Ministerio de Economía.

En cada momento hubo que dar batallas distintas, explica hoy en el bar contiguo a la Casa del Frente. Después de recorrer una historia tensionada por los extremos, dice que lo que más le gusta de la Alianza es que no se trata del nihilismo de construir sobre las ruinas del otro.Su rol será más que distinto del de su predecesor en la Fundación. Franco Castiglioni –director de la carrera de Ciencias Políticas de la UBA– llegó al frente de la fundación desde una carrera netamente académica, cercano al Frepaso y dispuesto a construir un equipo técnico para Álvarez y Meijide. No tenía una relación con el establishment ni una fluida experiencia en la administración pública y el poder político; carencias que pudieron ser una virtud en una fuerza que aspira a transformar el actual estado de cosas con, precisamente, nuevas experiencias y conocimientos.

Sobre Caraballo volverá a caer la demanda de Álvarez: lograr un peso propio desde donde poder dialogar ya sea con la Fundación para el Desarrollo con Equidad (FADE) que dirige José Luis Machinea, como con el Instituto Programático de la Alianza (IPA), de Raúl Alfonsín. De ambos lugares, el Frepaso recibe y seguirá recibiendo buena parte de sus insumos.Pero el jefe del Frepaso pensó en una misión más específica para Caraballo y la fundación: ante distintos interlocutores, en las últimas semanas mencionó al ex Bunge y Born como el encargado de la otra ingeniería: el diseño junto a la UCR de una estructura administrativa y de gobierno a la medida de la Alianza.

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