HITLER – DROGAS. El Führer, yonkie adicto a la cocaína, la pervitina y otras muchas sustancias
El Tercer Reich fue un gran productor de anfetaminas y estimulantes que distribuyó entre los soldados para sostener las ofensivas relámpagos de los primeros años y a partir de 1944 para disimular la depresión de la derrota que se avecinaba. El propio Hitler se convirtió en un adicto que vivió su irrealidad mientras se sometía en el bunker a los pinchazos de su médico de cabecera. AF
Téngase en cuenta que en aquella época se conocian mucho menos las consecuencias adversas del uso de drogas. La tropa estadounidense, vale recordar, combatia atiborrada de anfetaminas que se le suministraban directamente con sus raciones. JS
La industria farmacéutica alemana se enriqueció con la «furia» nazi por los estimulantes
POR ALBERTO FERRARI
Eukodal, un opiáceo semisintético, junto una mezcla de sustancia estimulantes como la pervitina, anfetaminas, metanfetaminas, sodio, bromato de potasio, vitaminas, testosteronas, morfina y cocaína, le fueron suministradas al Fuhrer a partir del otoño de 1941 por su médico de cabecera Theodor Morell (foto), “el canciller aguja”, como lo bautizó el mariscal Hermann Goering, señala el periodista alemán Norman Ohler en su ensayo “High Hitler-Las drogas en el III Reich».
En su libro, resultado de cinco años de investigaciones en archivos estadounidenses y alemanes, Ohler afirma que la adicción de Hitler a la espiral farmacológica se profundizó a partir de mediados de 1944 cuando los frentes de combate se iban a estrechando sobre Alemania.
“Primero, con el consumo de cocaína y después, sobre todo, de Eukodal, Hitler no vivió ni un solo día de privación. Eso le ayudó a resistir, a no escapar de su propio sistema, a no despertar nunca de la pesadilla, hasta el final”, afirma Ohler.
“De la misma manera que las potentes sustancias se mezclaban en el émbolo de la jeringuilla especialmente confeccionada para el Fuhrer por la farmacia Engel de Berlín y se diluían en la sangre de Hitler, también su prolongada reclusión se disolvía paulatinamente en el nirvana”, señala el periodista alemán, ex corresponsal en Ramalá, Palestina.
Ohler revela que el uso de estimulantes se convirtió en una práctica masiva a partir de la invasión de Polonia y durante la guerra millones de jóvenes soldados vivieron “dopados” con drogas que dejaron graves secuelas psíquicas entre quienes sobrevivieron a Stalingrado o al desembarco aliado en Normandia.
“A partir de la segunda mitad de 1944, los soldados de Hitler ya no cosechaban más victorias. En tales condiciones la pervitina (metanfetaminas en cristales) solo servía para aguantar y huir. Un comandante de unidad blindada informó lacónicamente: ‘conducimos sin parar hasta salir de Rusia. Hicimos relevos cada 100 kilómetros, tragamos pervitina y aguantamos hasta repostar”, reproduce el autor en su ensayo.
La “fiebre” de la pervitina hizo que el laboratorio Temmler firmara jugosos contratos con el Ejército desde el comienzo de la guerra y en 1944, cuando los bombardeos aliados obligaron a trasladar sus instalaciones a un lugar camuflado, se instaló en una antigua fábrica de cerveza de la ciudad de Meisenheim, en Renania-Palatinado.
“Así, las dos drogas preferidas de los alemanes en tiempo de guerra –la cerveza y la metanfetamina- se elaboraron bajo un mismo techo durante un tiempo”, ironiza el autor en el ensayo publicado en castellano por la editorial Crítica.
La Lufwaffe tampoco abandonó las sustancias potenciadoras del rendimientos, tal como se desprende de una reunión de trabajo médico-científica celebrada en julio de 1994. De la misma se conservan las actas redactadas por dos oficiales médicos y un miembro del Instituto Farmacológico de la Universidad del Reich de Estrasburgo que mencionan la urgencia por conseguir “cafeína y pervitina”.
En realidad, los nazis impulsaron desde sus inicios los estimulantes sintéticos lo que abonó el florecimiento de sus empresas farmacéuticas, haciendon que las plantillas de Merck, Bayer y Boehringer crecieran y los sueldos de sus trabajadres aumentaran.
El laboratorio Temmler del químico y médico Fritz Hauschild fue uno de los más favorecidos por el “resurgir” de la industria química alemana. El 31 de octubre de 1937 Hauschild inscribió en la Oficina de Patentes de Berlín la primera metilanfetamina alemana, una variante de la bencedrina de Estados Unidos, que anotó con el nombre comercial de Pervitin.
En cuanto a Theodor Morell, fue localizado en su escondite de la ciudad balnearia de Bad Reichenball después de la guerra por una periodista del New York Times y detenido por los estadounidenses que lo tomaron prisionero durante dos años, pero jamás lo acusaron de crimen alguno ni tampoco fue llamado como testigo durante los juicios de Nuremberg.
Víctima de brotes psicóticos, quizá por su propia abstinencia de estimulantes, Morell deliraba en su celda. Estaba obsesionado con que Himmler seguía vivo y vendría a matarlo.
En 1947, los estadounidenses pusieron en libertad a un Morell obeso, sucio y desvariante en la Estación Central de trenes de Munich. Vestido con una chaqueta raída y deshilachada y sin zapatos, fue recogido por una enfermera media judía de la Cruz Roja que lo llevó al Hospital de Tegernsee, donde murió el 29 de marzo de 1948.
ADOLFO HITLER tomó el mando del país en 1933 y lo encontró en total ruina y bancarrota. Corrió a los banqueros judíos (los Rostchild) e inició una nueva economía. En dos años puso todo en orden y en poco más llevó a Alemania a ser la primera nación de Europa. Los de Macri dicen que necesitan cuatro años para bajar la inflación. Como su sistema perjudicaba enormemente a los financistas europeos, tuvieron que armar y hacerle una guerra para eliminarlo. Los banqueros Rostchild tuvieron gran protagonismo en esta «operación». Hitler fue elogiado como gran líder político, por Churchill en 1938 y más adelante por el mismo J.F Kennedy quien afirmó que cuando se disiparan las nubes de la ignorancia y el rencor, se le reconocerían, a Hitler, sus grandes méritos políticos.