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HORROR AL VACÍO: El gobierno se quedó sin gas, pero la oposición, asustada por lo que viene, no lo aprovechó.

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Sus legisladores no fueron, como deberían, a reclamar a las puertas de los depósitos donde se echan a perder 50 millones de kilos de víveres comprados por el gobierno anterior. Víveres destinados a paliar el hambre y desamparo de quienes necesitan acudir a los desabastecidos comedores populares.

El lunes fui sometido a una pequeña intervención quirúrgica lo que me hizo perder el pie de la cotidianeidad informativa. Lo lamenté sobre todo por la extraordinaria iniciativa de Ari Lijalad, que logro confirmar que el desgobierno de los hermanos Milei (y ahora también de otro mentiroso contumaz, Guillermo Francos) tenía guardadas en dos depósitos del ex Ministerio de Desarrollo Social, hoy fagocitado por una ex productora de Luis Majul, 5.000 toneladas, cinco millones de kilos de yerba mate, leche en polvo y muchos alimentos secos comprados por el gobierno del Doctor Fernández y Sergio Massa. Además de una cantidad no determinada de colchones y frazadas.

Lijalad obtuvo la información de fuentes oficiales, y su publicación en El Destape, si no fuera por la protección blindada que le ofrecen los medios hegemónicos al sistemático sometimiento al hambre de las mayorías populares, habría hecho caer a éste o cualquier otro gobierno.

Desde la internación compartí la indignación de Lijalad por la falta de acompañamiento de los legisladores peronistas a los integrantes de  movimientos sociales concentrados frente al depósito ubicado en Villa Martelli (cerca de donde el gobierno mileista está desmantelando Tecnópolis).

En este oportunidad, como en tantas otras, quien se desmarcó netamente de tanta apatía fue Juan Grabois, que admitió que su indignación, de no ser por sus firmes convicciones no violentas, lo hubiera inducido a la acción directa. Después, tardíamente, se pronunció el gobernador Kicillof.

Reconozco la buena labor de los legisladores peronistas y de Unión por la Patria, y particularmente de los jefes de los tres bloques, los dos del Senado y el conducido por Germán Martínez en Diputados (al que le pedimos que no afloje en la búsqueda de anular el DNU 70/23), pero eso no es suficiente. Porque como decía Evita, «el peronismo será revolucionario o no será». Para empezar, el Partido Justicialista debería anular las afiliaciones de tránsfugas que se han pasado a lasa filas del enemigo como Pichetto, Scioli y Randazzo. Y, por supuesto, ya mismo para la pérfida Leila Gianni, mano derecha de Sandra Petovello, que defendió en TN la no entrega de alimentos.

El peronismo debería dotarse de un programa (viejo pedido de CFK, que sin embargo no arriesgo un borrador o un bosquejo) que, entre otras muchas cosas, como propone Agustín Rossi, postule una defensa irrestricta del artículo 14 bis de la Constitución Nacional, incluyendo la participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas.

Será una pequeña, módica, revolución. A la que los radicales no podrían oponerse sin volver a traicionar su historia, puesto que fueron ellos los que impulsaron junto a los socialistas ese artículo en la reforma de 1957, en culposa compensación por la abrogación por decreto (!) de la Constitución de 1949.

Por lo demás, el desgobierno de los hermanos Milei ha caducado. Como ha demostrado aquí Jorge Mancinelli, ha quebrado a la Argentina. El Círculo Rojo que aupó al bufón melenudo ha puesto a gobernar (o al menos a reducir daños) a un hombre ducho en los resortes del Estado, lo que augura choques con «El Jefe», la hermana del Presidente y acaso también la reedición de consignas como «Abajo el gobierno K», esta vez por Karina.

La entrada al gobierno del hasta ahora líbero libertario Sturzeneger augura asimismo choques con el ministro Caputo.

Asistimos pues al apogeo del anarquismo libertario. Como dicen mis parientes españoles: «¡Que Dios nos coja confesaos!».

 

 

 


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