INSTIGADORES: La pata civil del golpe, los promotores del exterminio

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Supe de la existencia de Jaime Perriaux por Rogelio García Lupo. En estos días, cuando murió el gordo Guillermo Bártoli e infames mercenarios echaron a plañir las campanas acerca de la supuesta inocencia del occiso y del convicto Carlos Carrascosa por el alevoso asesinato de la esposa de éste, María Marta García Belsunce, conviene recordar que el abuelo paterno de ésta fue junto con aquel y con Martínez de Hoz los principales impulsores civiles del golpe de marzo de 1976. Horacio García Belsunce (padre) fue un gopista de paladar negro y la ingente fortuna de la que chupan de la teta todos los protagonistas del culebrón -y subsidiariamente los periodistas mercenarios-, detonante de aquel crimen, se hizo en enorme medida durante la dictadura (y parece que termino de redondearse con el lavado del dinero de la cocaína, según afirmó en su momento el fiscal Molina Pico).

Estuve en el acto en el que El Chivo Rossi presentó los archivos del almirante Isaac Rojas y condecoró a un más que centenario sargento que se salvó de ser fusilado en junio de 1956 por un pelín, y a los familiares de un directivo de la CGT platense asesinado por la Marina el 20 de septiembre de 1955 en su casa y frente a la mirada de su esposa e hijos. No entiendo por qué no se refirió a este gran hallazgo, rescatado en esta buena nota por Franco Mizrahi.

Quedo expuesto una vez más el papel históricamente desempeñado por los peculiares liberales autóctonos, pues Perriaux era un discípulo de Ortega y Gasset. Y si bien los discípulos españoles de don José (pìénsese en Javier Marías) no se destacaron por su férrea oposición a Franco, es imposible imaginarlos dándole letra para que hiciera tronar el escarmiento entre los derrotados o impulsándolo en los ’70 a darle garrote a Salvador Puig Antich.

Y es que en España los liberales acabaron con la autocracia del rey, y aqui impulsaron la de los tiranos con uniforme. Una pequeña diferencia ¿verdad?

Hallazgo sobre el rol civil en la dictadura

El huevo de la serpiente

En un documento difundido por el Minisetrio de Defensa, el abogado Horacio García Belsunce padre confesó que grupos civiles confeccionaron listas negras en la previa del Proceso. El rol del oscurantista Dr. Jaime Perriaux.

 

POR FRANCO MIZRAHI / VEINTITRÉS

Un documento revelado por el Ministerio de Defensa que se dio a conocer el 17 de noviembre pasado, en el marco de la difusión de un amplio archivo correspondiente al almirante Isaac Rojas, puso en evidencia la participación civil en la preparación del terrorismo de Estado. Se trata de la transcripción de una reunión en la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas en la que participó Rojas como expositor a fines de la dictadura cívico militar –aún no se pudo precisar la fecha exacta– y donde quedó reflejado que un grupo de civiles liderados por el abogado Jaime Perriaux en 1975 confeccionó listas negras y asesoró a los represores de la última dictadura.

Según se desprende del documento, luego de que Rojas disertara sobre “la formación ideológica de los oficiales de las Fuerzas Armadas”, el abogado Horacio García Belsunce (padre) se refirió al “problema de la enseñanza en institutos militares” y filtró una confesión que demuestra la injerencia de los civiles en la arquitectura del genocidio que ya había aniquilado a miles de personas: “En el año 1975 cuando grupos de civiles, conjuntamente con grupos de las Fuerzas Armadas, empezamos a preparar lo que habría de ser el movimiento o la revolución del ’76, una de las cosas que más nos preocupó era la formación ideológica de los hombres de las Fuerzas Armadas en los institutos militares, y muy particularmente la que reciben y recibían en aquel entonces también, los civiles en la Escuela de Defensa Nacional”, afirmó. “Me acuerdo que nos pusimos muy especialmente en la tarea a trabajar con el doctor Jaime Perriaux, quien tenía un gran archivo, como dirían criollos, de todo bicho que camina. Estaban todos fichados. Y entonces empezamos a analizar. Obtuvimos las listas de profesores civiles de los institutos militares, para revisar quién es quién. Y evidentemente encontramos muchas cosas desagradables. Algunos malos, otros híbridos”, detalló. Según Belsunce, Perriaux llevó las listas a las autoridades. La figura de Perriaux, poco conocida públicamente debido a su bajo perfil, fue central en la confección del golpe de Estado. Pero, según parece, su participación fue crucial también para la confección de las listas de exterminio.

En su libro 1976. El golpe civil, Vicente Muleiro definió a Jaime Luis Enrique Perriaux como el “coordinador del núcleo duro de civiles que conspiraron y prepararon planes para el golpe de Estado” del 24 de marzo de aquel trágico año. Lo vinculó directamente con “el general de Inteligencia Hugo Miatello, enlace ante su amigo Videla”. Abogado especializado en derecho civil y comercial con posgrado en La Sorbona, había sido ministro de Justicia durante la dictadura del general Roberto Levingston y luego, por un breve lapso, del régimen de facto a cargo de Alejandro Agustín Lanusse. En su gestión diseñó la Cámara Federal Penal “para juzgar actividades extremistas”.

En su estudio de la calle Pueyrredón y Vicente López se hacían “algunas de las reuniones de la ‘mesa chica’ de civiles golpistas”. Muleiro recordó que en la víspera del derrocamiento del gobierno de Isabel Perón, Perriaux se reunió con Martínez de Hoz y el Equipo Compatibilizador Interfuerzas, encargado de coordinar el golpe.

Incluso se le adjudica el nombre con el cual los militares bautizaron la trágica etapa que abrieron el 24 de marzo de 1976. El intelectual sugirió que se llamara Proceso de Reorganización Nacional al terrorismo de Estado “en claro homenaje a la organización roquista que el videlismo se proponía resucitar”, escribió Muleiro. Discípulo de Ortega y Gasset –se lo considera el impulsor de que la Municipalidad de Buenos Aires diera el nombre del filósofo español a una calle–, Perriaux tenía mucha ascendencia en el sector castrense liderado por el dictador Jorge Rafael Videla.

En otro pasaje de 1976, se cita a Martínez de Hoz, quien en una entrevista del Archivo Oral de la UBA dijo para la posteridad: “Los militares pedían consejos a grupos. Por ejemplo, a Jacques Perriaux, que era un discípulo de (el filósofo español José) Ortega y Gasset, que era un hombre superior, había tomado en sí el formar grupos de asesoramiento, pensando posibles soluciones para el país, no siendo equipos de gobierno, sino asesorándolo, brindando opiniones escritas”.

Las ideas de Perriaux nutrieron también el plan económico que instauró la última dictadura y que fue elaborado en 1975, previo al golpe, al igual que las listas negras que mencionó García Belsunce durante su alocución en la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas. Actuó como coordinador político del grupo que confeccionó los lineamientos que debía seguir el Palacio de Hacienda. Jacques, como lo apodaban sus amigos, colaboró con los represores hasta su muerte, en 1981.

Perriaux conoció a José Alfredo Martínez de Hoz en el Ateneo de la Juventud Democrática Argentina (AJDA), tres décadas antes del golpe de Estado. Joe, con 20 años, fue el primer presidente de la aquella organización que se creó en 1946 como resistencia al peronismo. El abogado arribó en 1948. Esta asociación derivó en el club Azcuénaga, a través del coronel retirado Federico de Álzaga que resucitó el espíritu del AJDA. Los cónclaves semanales de este grupo se realizaban en un espacio cedido por uno de sus integrantes: Pedro Blaquier, ex titular del Ingenio Ledesma, hoy procesado por crímenes de lesa humanidad.

El empresario Carlos María Túrolo, autor del libro De Isabel a Videla, aseguró que por el grupo Azcuénaga desfilaron los represores Guillermo Suárez Mason, Santiago Omar Riveros y Alcides López Aufranc. Este club tuvo una relación directa con la facción dictatorial comandada por Videla.

“Fue en el club Azcuénaga donde, por iniciativa de Perriaux, se integró una mesa chica de la que salió la jefatura civil de la dictadura con epicentro en el Ministerio de Economía”, escribió Muleiro en 1976. En la casa del abogado almorzaban periódicamente Martínez de Hoz, Mario Cadenas Madariaga, Luis García Martínez, Guillermo Zubarán, Enrique Loncan, Horacio García Belsunce (p.) y Armando Braun. El comensal Cadenas graficó el rol del anfitrión: “Perriaux era un político y coordinador del grupo. No intervenía. Era el que atraía a toda la gente, el que buscaba, el que indagaba, el que se ocupaba de mantener relaciones”.

Rogelio García Lupo también puso el foco en esta huella de Perriaux como articulador de los sectores de poder que implementaron el genocidio: “Al principio en su fastuoso piso de la calle Gelly y Obes, y más tarde en sus oficinas de la calle Austria, Perriaux permitió que se conocieran personalmente quienes parecían destinados a quedarse con el poder: directores de bancos, representantes de compañías extranjeras, grandes propietarios rurales. Se vieron por primera vez las caras con algunos generales retirados y, sobre todo, con oscuros coroneles que ambicionaban ascensos y prestigio social”.

Así se formó el grupo Perriaux, que se desprendió del seno del grupo Azcuénaga y nutrió con sus cuadros el gobierno de facto. Como titular del Palacio de Hacienda, Martínez de Hoz incorporó a su equipo a García Martínez (como jefe del gabinete de asesores); Cadenas Madariaga (como secretario de Agricultura); Zubaran (como secretario de Energía) y Guillermo Walter Klein (como secretario de Programación Económica), entre otros.

Los vínculos de Perriaux con el fascismo pueden encontrarse en su trayectoria laboral. Según lo describió Rogelio García Lupo, quien investigó la historia de Perriaux en profundidad, el letrado “fue vicepresidente del holding Staudt & Cía. Y abogado familiar de la viuda del fundador, Ricardo W. Staudt (un poderoso empresario industrial alemán nacionalizado argentino), a quien los aliados consideraban uno de los tres cerebros de los nazis en nuestro país”. Uno de los hijos de Jacques no rompió el vínculo con los Staudt: se casó “con una sobrina de la familia de su empleador”, especificó Muleiro en su libro 1976.

En mayo pasado, los fiscales José Villalba y Francisco Snopek requirieron la elevación a juicio de Carlos Pedro Blaquier, por el rol que tuvo su firma (Ledesma) en el secuestro de 29 personas durante el terrorismo de Estado en Jujuy. Los procuradores destacaron la relación entre el empresario azucarero y el grupo “Azcuénaga” así como “la estrecha vinculación que este mantenía con Martínez de Hoz”, quien fue presidente del Centro Azucarero Regional Norte entre el ’58 y el ’76, y el entonces coronel de inteligencia Hugo Miatello, hombre cercano a Perriaux. En su escrito también definieron a Jacques como “el mayor exponente de esos ateneos y lobistas del poder económico”.

Para demostrar la connivencia entre los sectores civiles y militares en el armado del golpe de Estado, los fiscales mencionaron que el 3 de marzo de 2001 Jorge Zorreguieta, ex funcionario de la dictadura militar y padre de la reina de Holanda, Máxima, cometió “un desliz” similar al de García Belsunce. En una carta de descargo dirigida al historiador holandés Michiel Baud, Zorreguieta, quien compartiera con Blaquier el consejo directivo del Centro Azucarero Argentino, aseguró: “Debo dejar aclarado que yo no participé de ninguna manera en la preparación del golpe militar de 24 de marzo de 1976”. Y dijo en una evidente referencia a Perriaux: “El programa económico del gobierno del Proceso fue formulado por un grupo de personas que se reunían en el llamado Club Azcuénaga, del cual yo no participaba”.


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