JINGLES. Una gran contribución militante a la campaña de Sergio Massa
Ojala la presidencia de Sergio Massa esté a la altura de los jingleros, la mayoría de los cuales actúa desinteresadamente, por compromiso político muy elaborado en algunos casos, y en otros por elemental cordura y rechazo al abismo del perverso al que nos quiere arrojar quien nos endeudó hasta la coronilla para favorecer a sus amigotes de la banca y ahora pretende manipular cual Chirolita a un desquiciado que se apoya en los partidarios de Videla y Martínez de Hoz.
Ojalá. Los jóvenes de ayer estábamos dispuestos a dar la vida para conseguir una patria, justa, libre y soberana y lo pagamos muy caro. Hoy nos conformamos, por ahora, por cerrarle el paso al neofascismo neoliberal y, paradójicamente, desfachatado, de gentes que se complacen en verbalizar con lujo de detalles las sevicias a las que quieren someternos, a nosotros y a la población despolitizada y deshistorizada…
Una digresión: baste puntualizar que la bestia peluda e hirsuta dijo sin que yo sepa que alguien lo contradijera que Leandro Alem era liberal, cuando era el hijo de uno los jefes de la Mazorca. Que fue fusilado contra la pared de la parroquia de la Inmaculada Concepción –donde yo fui bautizado por el padre Albero Carbone– y luego colgado en el atrio para escarnio de los rosistas. Acto terrorista que surtió efecto al punto de que Leandro se cambió el apellido, reemplazando la «n» final por una «m» para atenuar la persecución. Leandro sobrevivó de milagro a la horrenda matanza mitrista de Cañada de Gómez junto a José Hernández, ambos, de liberales y/o unitarios no tenían un pelo.
Volviendo a los jingles. Me parecen, en conjunto, maravillosos. Y, como ya dije, un gran aporte a la campaña de STM, que ojalá esté a la altura de tanto entusiasmo. De ser joven me encantaría estar entre muchachos como Pedro Rosemblat, Ivana Szerman y Marcos Aramburu –el que lavó el apellido–, ser un jinglero. Cuando era adolescente, me especialicé en hacer volantes. Los jingles, me parece, son una instancia superadora, acorde con los adelantos técnicos: entonces solo teníamos a mano stenciles y mimeógrafos Gestetner o comprar aerosoles Marca Kuwaiti (que no tenían la gama de colores que hoy existe) y salir a pintar paredes.
Háganme caso y relajénse escuchando los jingles. Es una enorme alegría comprobar que talentos creativos y paródicos como Roberto Fontanarrosa han tenido descendencia.
Y para los adultos mayores, que no viejos vinagres: algunas cosas se nos escaparán, como se le escapan a los pibes referencias de Inodoro Pdereyra. Pero pescarlas en el aire –o, en segunda instancia, aclararlas con la ayuda de jóvenes o pendex– rejuvenece.
Si yo fuera el jefe de campaña de STM, hubiera tenido camionetas recorriendo todo el país con altavoces que propalaran los mejores jingles.
Unos cuantos me parecen sencillamente irresistibles. Compruébenlo en esta nueva edición: