Como le sucedía a Ernesto Laclau, de quien se considera discípulo, el insigne psicoanalista Jorge Alemán, tiene dentro del frentetodismo, y especialmente en el peronismo, seguidores y detractores. Con llegada tanto a Cristina Fernández de Kirchner como al presidente Alberto Fernández, en su última visita a Buenos Aires, Alemán, se mostro consternado por el nivel de tensión alcanzado por las discrepancias entre ellos. Durante esa visita me pareció mas partidario de fortalecer la autoridad presidencial que de cualquier otra cosa, y me sorprendió su mirada eurocéntrica (Alemán tiene residencia en Madrid) sobre la guerra de Ucrania; parecía creer a pie juntillas los bulos desparramados por El País y otros medios al servicio del Imperio declinante. Baste recordar que dijo que a su juicio el propósito de Putin era ocupar toda Ucrania e incluso atacar a Polonia. Ha sido por lo tanto una alegría leer lo que publicó hoy en Página/12, donde dice verdades de a puño que el Presidente, acaso mal aconsejado por un círculo íntimo donde prevalecen los políticamente inútiles, se empeña en ignorar. Y es que es harto evidente que su oportunidad es ahora o nunca. Y ya se sabe: a la oportunidad la pintan calva.
Alberto en su hora crucial
Siempre he tratado de poner el acento en el enemigo peligroso que la derecha argentina representa. En primer lugar siempre me pareció urgente priorizar la máquina de guerra destituyente de la Derecha neoliberal-fascista y su inmenso poder de daño.
Por ello nunca me he sentido muy atraído por inflar a cualquier precio la interna del Frente de Todos. No me ha gustado el incesante ataque al Presidente como si se olvidará a quienes tenemos enfrente.
Como el populista (de izquierda) que soy, sigo pensando que un poder constituyente solo es posible si se articulan segmentos múltiples que constituyan una mayoría con vocación transformadora. No hay nada en la realidad histórica de nuestra coyuntura que garantice esa realidad.
Pero esta situación mundial hace vibrar como nunca el timbre de la Historia. La Argentina, por todas sus riquezas, puede transformarse en un botín de guerra en la disputa mundial.
El Presidente, ahora sí, debe asumir con audacia y poner en funcionamiento todos los mecanismos distributivos que la coyuntura impone: retenciones al campo o cupos, impuestos especiales a las grandes fortunas, control de precios e inflación, salario universal, todo lo que desde el principio sabíamos pero que ahora la escena mundial que se avecina no permite ninguna dilación.
En el estado de excepción de la Guerra, el decisionismo se le impone al Presidente y su equipo. La movilización popular lo espera.